Desde las elecciones PASO del 11 de agosto el oficialismo sabía que iba a ser difícil revertir el resultado en las legislativas. No obstante, contracorriente de la visión sesgada e interesada de los medios opositores que mostraban una derrota sin precedentes, el 27 de octubre se obtuvieron más votos y se sumaron más bancas al FPV, conservando mayoría en ambas cámaras. Es decir, se ganó el campeonato «total país» pero se perdió el «clásico» de la provincia de Bs. As. Y a ningún campeón le gusta perder el clásico.
Los cambios en el Gabinete no deberían sorprender si se compara lo sucedido tras la elección de medio término que enfrentara la presidenta de la Nación en 2009. En esa oportunidad, también se renovó el equipo económico con el remplazo de Carlos Fernández por Amado Boudou y en breve se fueron adoptando decisiones determinantes –la Asignación Universal por Hijo, el Fútbol para Todos y la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, entre otras– recuperando el gobierno nacional el centro de la escena política.
Después del veranito agosto-octubre de 2013, queda al desnudo la falta de agenda opositora y –mucho más– de proyecto político alternativo. Respecto de la agenda, son sólo tres acciones puntuales: el incremento del mínimo no imponible de Ganancias, el alejamiento de un funcionario y la incorporación de otro que atiende incansablemente a todos los periodistas que «quieren preguntar», se produce un desconcierto que deja un vacío argumentativo imposible de llenar.
Cualquiera que haya mirado los programas políticos de esta semana, pudo notar que quedaron no sólo faltos de ideas sino insoportablemente extemporáneos. Por el lado del modelo económico y de sus nuevos desafíos, el cambio de equipo económico y la presencia de un jefe de Gabinete que no descuida para nada esos temas, dieron por tierra en pocas horas la inasible frase del «conservaremos lo bueno y cambiaremos lo malo». Ni hablar de la falta de volumen político para ocupar en estos tres meses el lugar de una oposición sólida o, al menos, de alguien que pueda dar muestras de estadista, aun con el «changüí» del alejamiento por 40 días de la presidenta por su reposo. Se reafirma entonces que la única estrategia opositora se reduce a la crítica de toda decisión oficial y esperar sentados que tal política salga mal. Si sale bien, buscarán oscuros pactos espurios, hablarán del robo de alguna «caja», darán explicaciones favoreciendo cualquier interés menos el nacional, o criticarán «por izquierda» un supuesto cambio de postura oficial. Todo, por supuesto, hiper-recontra-chequeado.
Con el caso YPF, se tipifican una a una estas lógicas. Aun aquellos que votaron a favor de la ley, pusieron reparos y se convirtieron en voceros de los accionistas de Repsol o del gobierno español. Hagamos un poco de historia. El 8/5/2012, el grupo español amenazaba con «demandar a las empresas –Exxon, Chevron y ConocoPhillips– que inviertan en YPF», mientras valuaba su participación en la empresa en unos U$S 10.500 millones. A su vez, Clarín del 14/05/2012 decía: «El canciller español, José Manuel García-Margallo, volvió a advertir hoy que la Argentina se expone a serias consecuencias si no paga por las acciones de YPF que le expropió a Repsol.» El 30/5/2012 Antonio Brufau –presidente de Repsol– señalaba que «con la actual administración no se ve la posibilidad de llegar a un acuerdo y recién con el próximo gobierno que asuma en 2015 se podría alcanzar una solución». El jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, declaraba el 17/04/2012 que la decisión «nos aleja del mundo» y aventuraba que «en un año vamos a estar peor que ahora». Y el 21/4/2012, Elisa Carrió vaticinaba que «lo poco que queda de YPF-Repsol lo van a fundir y si no, frente al aislamiento mundial, van a tener un aporte de los socios de Bulgheroni que es el estado Chino, que ya se quedó con el 60% de África».
Nada de esto pasó y nadie se sonroja. A 19 meses de la expropiación nos encontramos con un escenario completamente diferente al que los medios y políticos opositores intentaron instalar: la empresa está mejorando todos los indicadores (ver http://tiempo.infonews.com/2013/11/16/editorial-113072-la-administracion-de-la-nueva-ypf-magia-o-gestion-publica.php), se viene legitimando en el país y «en el mundo» mucho más que bajo la conducción «profesional» de Repsol y esta semana acaba de cerrar el preacuerdo de pago de la compensación, bajo el paraguas político de tres gobiernos: Argentina, México y España.
Cabe destacar que el debate sobre si se tiene que pagar o no se vuelve completamente asbtracto cuando la propia Ley 26741 de soberanía energética lo impone en su artículo 11: «Los procesos de expropiación estarán regidos por lo establecido en la Ley (de expropiación por utilidad pública) 21.499…» Ahora, en un intento desesperado de menoscabar lo que es una segura victoria política del gobierno, se pretende observar por elevado el monto de la indemnización –todavía no explicitado formalmente– o pontificar sobre que el acuerdo no implicará la llegada de nuevas inversiones para el sector energético.
Otra de las diatribas que se escucharon esta semana alude a que no será la administración de Cristina Fernández la que tenga que pagar el resarcimiento, pero nada se dice sobre que este gobierno y el de Néstor Kirchner se hicieron cargo de resolver el sobredeendeudamiento del país y un default, políticas de las que no fueron responsables. Por otro lado, el fruto del autoabastecimiento no será un logro de la presidenta sino del gobierno que la suceda. Esto se llama política de Estado y sería un buen homenaje para estos 30 años de democracia que así sea reconocido por todos los partidos, en lugar de ir por la vida poniendo peros.
«Obligar a Repsol a aceptar menos de la mitad de lo que pedía y pagar en bonos a diez años, hace quedar a la presidenta como una negociadora fuerte», dijo la agencia internacional Bloomberg –que no revista dentro del Frente para la Victoria–.
Como se lee en el mandato de la ley de expropiación, el país se puso como meta el autoabastecimiento hidrocarburífero y la nave insignia del nuevo modelo será YPF, que planea invertir 35 mil millones de dólares en cinco años para fomentar los negocios en el país, para lo cual necesita socios fuertes y la capacidad de acceder a los mercados de capitales de forma barata, lo que comienza a posibilitarse con este acuerdo. En el mismo sentido, el de propender a mayores inversiones, el convenio marca fehacientemente que Repsol deberá retirar todos los procesos judiciales que tiene abiertos contra el Estado argentino.
Los buenos oficios del gobierno mexicano son una señal para un posible acuerdo con Pemex y las felicitaciones desde otros países advierten que esta ha sido una muy buena solución para el país y también para Repsol, dando por tierra las versiones sobre que la expropiación se hacía para afectar los intereses económicos de ese grupo. Y aquí bien vale una reflexión de orden local. Es verdad que durante la película YPF, algunos funcionarios del gobierno español y, principalmente, el presidente de Repsol, Antonio Brufau, quedaron un poco chamuscados y corridos de la negociación porque creyeron en la visión de fin de ciclo del kirchnerismo, como se observa al analizar sus declaraciones de mediados de 2012. No estaría mal que otro CEO importante que planteó una lucha encarnizada contra el gobierno vaya reviendo su estrategia porque podría quedar al margen o llevar a mal puerto a todos sus accionistas por creerse lo que sus propios medios publican. O más poéticamente, como nos recuerda el Flaco en la misma canción que se cita al inicio, podría quedarse solo «oyendo como un ciego frente al mar».
Los cambios en el Gabinete no deberían sorprender si se compara lo sucedido tras la elección de medio término que enfrentara la presidenta de la Nación en 2009. En esa oportunidad, también se renovó el equipo económico con el remplazo de Carlos Fernández por Amado Boudou y en breve se fueron adoptando decisiones determinantes –la Asignación Universal por Hijo, el Fútbol para Todos y la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, entre otras– recuperando el gobierno nacional el centro de la escena política.
Después del veranito agosto-octubre de 2013, queda al desnudo la falta de agenda opositora y –mucho más– de proyecto político alternativo. Respecto de la agenda, son sólo tres acciones puntuales: el incremento del mínimo no imponible de Ganancias, el alejamiento de un funcionario y la incorporación de otro que atiende incansablemente a todos los periodistas que «quieren preguntar», se produce un desconcierto que deja un vacío argumentativo imposible de llenar.
Cualquiera que haya mirado los programas políticos de esta semana, pudo notar que quedaron no sólo faltos de ideas sino insoportablemente extemporáneos. Por el lado del modelo económico y de sus nuevos desafíos, el cambio de equipo económico y la presencia de un jefe de Gabinete que no descuida para nada esos temas, dieron por tierra en pocas horas la inasible frase del «conservaremos lo bueno y cambiaremos lo malo». Ni hablar de la falta de volumen político para ocupar en estos tres meses el lugar de una oposición sólida o, al menos, de alguien que pueda dar muestras de estadista, aun con el «changüí» del alejamiento por 40 días de la presidenta por su reposo. Se reafirma entonces que la única estrategia opositora se reduce a la crítica de toda decisión oficial y esperar sentados que tal política salga mal. Si sale bien, buscarán oscuros pactos espurios, hablarán del robo de alguna «caja», darán explicaciones favoreciendo cualquier interés menos el nacional, o criticarán «por izquierda» un supuesto cambio de postura oficial. Todo, por supuesto, hiper-recontra-chequeado.
Con el caso YPF, se tipifican una a una estas lógicas. Aun aquellos que votaron a favor de la ley, pusieron reparos y se convirtieron en voceros de los accionistas de Repsol o del gobierno español. Hagamos un poco de historia. El 8/5/2012, el grupo español amenazaba con «demandar a las empresas –Exxon, Chevron y ConocoPhillips– que inviertan en YPF», mientras valuaba su participación en la empresa en unos U$S 10.500 millones. A su vez, Clarín del 14/05/2012 decía: «El canciller español, José Manuel García-Margallo, volvió a advertir hoy que la Argentina se expone a serias consecuencias si no paga por las acciones de YPF que le expropió a Repsol.» El 30/5/2012 Antonio Brufau –presidente de Repsol– señalaba que «con la actual administración no se ve la posibilidad de llegar a un acuerdo y recién con el próximo gobierno que asuma en 2015 se podría alcanzar una solución». El jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, declaraba el 17/04/2012 que la decisión «nos aleja del mundo» y aventuraba que «en un año vamos a estar peor que ahora». Y el 21/4/2012, Elisa Carrió vaticinaba que «lo poco que queda de YPF-Repsol lo van a fundir y si no, frente al aislamiento mundial, van a tener un aporte de los socios de Bulgheroni que es el estado Chino, que ya se quedó con el 60% de África».
Nada de esto pasó y nadie se sonroja. A 19 meses de la expropiación nos encontramos con un escenario completamente diferente al que los medios y políticos opositores intentaron instalar: la empresa está mejorando todos los indicadores (ver http://tiempo.infonews.com/2013/11/16/editorial-113072-la-administracion-de-la-nueva-ypf-magia-o-gestion-publica.php), se viene legitimando en el país y «en el mundo» mucho más que bajo la conducción «profesional» de Repsol y esta semana acaba de cerrar el preacuerdo de pago de la compensación, bajo el paraguas político de tres gobiernos: Argentina, México y España.
Cabe destacar que el debate sobre si se tiene que pagar o no se vuelve completamente asbtracto cuando la propia Ley 26741 de soberanía energética lo impone en su artículo 11: «Los procesos de expropiación estarán regidos por lo establecido en la Ley (de expropiación por utilidad pública) 21.499…» Ahora, en un intento desesperado de menoscabar lo que es una segura victoria política del gobierno, se pretende observar por elevado el monto de la indemnización –todavía no explicitado formalmente– o pontificar sobre que el acuerdo no implicará la llegada de nuevas inversiones para el sector energético.
Otra de las diatribas que se escucharon esta semana alude a que no será la administración de Cristina Fernández la que tenga que pagar el resarcimiento, pero nada se dice sobre que este gobierno y el de Néstor Kirchner se hicieron cargo de resolver el sobredeendeudamiento del país y un default, políticas de las que no fueron responsables. Por otro lado, el fruto del autoabastecimiento no será un logro de la presidenta sino del gobierno que la suceda. Esto se llama política de Estado y sería un buen homenaje para estos 30 años de democracia que así sea reconocido por todos los partidos, en lugar de ir por la vida poniendo peros.
«Obligar a Repsol a aceptar menos de la mitad de lo que pedía y pagar en bonos a diez años, hace quedar a la presidenta como una negociadora fuerte», dijo la agencia internacional Bloomberg –que no revista dentro del Frente para la Victoria–.
Como se lee en el mandato de la ley de expropiación, el país se puso como meta el autoabastecimiento hidrocarburífero y la nave insignia del nuevo modelo será YPF, que planea invertir 35 mil millones de dólares en cinco años para fomentar los negocios en el país, para lo cual necesita socios fuertes y la capacidad de acceder a los mercados de capitales de forma barata, lo que comienza a posibilitarse con este acuerdo. En el mismo sentido, el de propender a mayores inversiones, el convenio marca fehacientemente que Repsol deberá retirar todos los procesos judiciales que tiene abiertos contra el Estado argentino.
Los buenos oficios del gobierno mexicano son una señal para un posible acuerdo con Pemex y las felicitaciones desde otros países advierten que esta ha sido una muy buena solución para el país y también para Repsol, dando por tierra las versiones sobre que la expropiación se hacía para afectar los intereses económicos de ese grupo. Y aquí bien vale una reflexión de orden local. Es verdad que durante la película YPF, algunos funcionarios del gobierno español y, principalmente, el presidente de Repsol, Antonio Brufau, quedaron un poco chamuscados y corridos de la negociación porque creyeron en la visión de fin de ciclo del kirchnerismo, como se observa al analizar sus declaraciones de mediados de 2012. No estaría mal que otro CEO importante que planteó una lucha encarnizada contra el gobierno vaya reviendo su estrategia porque podría quedar al margen o llevar a mal puerto a todos sus accionistas por creerse lo que sus propios medios publican. O más poéticamente, como nos recuerda el Flaco en la misma canción que se cita al inicio, podría quedarse solo «oyendo como un ciego frente al mar».