¿Fue necesaria la guerra para recuperar las Malvinas? ¿Se pudo evitar la guerra a último momento? ¿Cuál fue realmente la participación de los EE.UU. en el conflicto? ¿Cómo se comportaron los países latinoamericanos con Argentina durante la guerra? ¿Qué papel cumplió el periodismo nacional? ¿Gran Bretaña nunca quiso negociar la soberanía sobre las islas?
Éstas preguntas rondan aún hoy por las mentes de los argentinos, pero ya han sido contestadas en estos últimos años. El problema es que los medios nacionales no han difundido dichas respuestas lo necesario para que sean ampliamente conocidas por los ciudadanos. Las respuestas surgen de cables secretos de los EE.UU. y de Argentina, ya desclasificados y oportunamente revelados por Basurero Nacional. Para contribuir humildemente con ese propósito, este humilde servidor público las reproduce aquí una vez más.
2 de Abril de 1982: el día que la dictadura rifó las Malvinas.
Aunque parezca contradictorio, la ocupación militar concretada por la última dictadura aquel día dio por tierra con la larga, persistente y coherente estrategia diplomática que habían seguido los distintos gobiernos democráticos desde 1965, la que hubiera podido rendir sus frutos si la ceguera e impericia (una más) de aquel «Proceso» cívico-militar no la hubiera echado por tierra con esa alternativa militar.
Es sabido que la invasión a Malvinas fue una imposición en 1981 de la Armada a cambio del apoyo al ascenso de Galtieri a presidente, pero es innegable la culpabilidad de las tres fuerzas, además de los civiles que participaron en aquel turno de la dictadura, entre ellos el canciller del momento, Costa Mendez.
Hoy se sabe que el deterioro de la situación económica del Reino Unido en aquellos años, sumado al antecedente de un intento británico de negociar pocos años antes la soberanía con Argentina demuestra que ese fatídico 1982 fue un imperdonable retroceso (cuantificable en décadas) que la dictadura impuso en nuestra historia (uno más).
Antes, para contextualizar ambos documentos debemos consignar que las tratativas entre Argentina y Gran Bretaña habían comenzado en 1966, durante el gobierno de Arturo Illia, en cumplimiento de la resolución de las Naciones Unidas que instaba a ambos países a resolver el conflicto de las islas por vía de negociaciones diplomáticas. En 1974 el gobierno laborista de Gran Bretaña sostenía la necesidad de desprenderse gradualmente del archipiélago por los altos costos de mantenimiento, pero antes pretendía llegar a un acuerdo con la Argentina para la explotación de los recursos petrolíferos e ictícolas que rodeaban las islas.
El 11 de junio de 1974, Gran Bretaña le propuso a Juan Domingo Perón por nota confidencial a través del entonces embajador británico en Buenos Aires, James Hutton, una administración compartida del archipiélago con el propósito de «poner fin a la disputa sobre la soberanía» y «crear una atmósfera favorable dentro de la cual los isleños podrían desarrollarse de acuerdo a sus intereses». Como vemos, Gran Bretaña no hacía entonces mención de autodeterminación y sí en cambio de respetar los ”intereses” de los isleños.
El texto de la nota secreta es el siguiente:
11 de junio de 1974.
Como secuela de la conversación mantenida con Vuestra Excelencia el 4 de junio, tengo el placer de informarle que he recibido instrucciones del Gobierno de Su Majestad para proponer que las conversaciones entre Gran Bretaña y la Argentina sobre el futuro de las Islas Malvinas sean reanudadas sobre la base de las salvaguardias y garantías a extenderse a los isleños en el hipotético evento de un condominio. Esas conversaciones se mantendrían sin perjuicio de las respectivas posiciones de los Gobiernos del Reino Unido y la Argentina con respecto a la soberanía territorial sobre la Islas Malvinas.
Se me encarga explicar que el principal objetivo del Gobierno de Su Majestad al entrar en negociaciones sobre la base de un condominio sería poner fin a la disputa sobre la soberanía al aceptar la Argentina una co-soberanía sobre las Islas, y que el resultado podría ser un tratado que resolviera la disputa anglo-argentina y creara una atmósfera favorable dentro de la cual los isleños podrían desarrollarse de acuerdo con sus intereses. Por la duración del Tratado, ambas Partes aceptarían una soberanía compartida sobre la Islas. Los condóminos serían Su -Majestad La Reina y Su Excelencia el Presidente de la Nación Argentina.
Hay diversas formas de condominio, pero los elementos básicos podrían incluir lo siguiente:
1) Las banderas británicas y argentina serían enarboladas juntas y los idiomas oficiales serían inglés y español;
2) Todos los «nativos» de las Islas poseerían doble nacionalidad;
3) Los pasaportes de la colonia existentes serían reemplazados por documentos de viaje emitidos de los condóminos;
4) La constitución, administración y el sistema legal actuales tendrían que ser adaptados a las necesidades de un condominio. El gobernador podría ser designado alternativamente por la Reina y el Presidente de la Argentina;
5) Los demás cambios constitucionales requerirían el acuerdo de los condóminos.
Debo informar también que una Sesión conjunta de los Consejos Ejecutivo y Legislativo de las Islas ha informado al Gobernador que no tiene objeción alguna a que se realicen conversaciones con el gobierno argentino sobre salvaguardias y garantías requeridas en un condominio. Sin embargo, debo declarar que el Gobierno de Su Majestad se sentiría libre de invitar representantes de las Islas a que formen parte de la delegación británica, y que antes de llegarse a un acuerdo definitivo, debería consultarse formalmente con los Isleños y buscarse su aceptación mediante alguna forma de representación popular.
Sobre estas bases, el Gobierno de Su Majestad propone que, si el Gobierno argentino está de acuerdo, deberían realizarse conversaciones oficiales o preliminares en Buenos Aires lo antes posible.
Ocho días después, el presidente Perón contestó la misiva con una contrapropuesta que planteaba lo siguiente:
1) Las banderas de ambos países flamearán conjuntamente.
2) Las monedas argentina, británica y local, tendrán curso legal en las Islas con el tipo de cambio fijado de común acuerdo.
3) Los pasaportes y otros documentos para los «nativos» serán reemplazados por otro único que los administradores conjuntos determinen .
4) Serán administradores conjuntos el Presidente de la Argentina y Su Majestad Británica.
5) Serán idiomas oficiales el español y el inglés, en los que serán redactados todos los documentos oficiales.
6) Se adaptarán a la administración conjunta las normas legales del territorio argentino y el británico en la isla.
7) Los «nativos» de las islas gozarán de los beneficios de doble nacionalidad a todos los efectos.
8) Alternativamente cada uno de los administradores conjuntos designarán por el término de tres años al gobernador de las islas: el primero será designado por la Argentina, y el secretario de la Gobernación será designado por Su Majestad Británica.
9) Será propósito fundamental de la administración conjunta, facilitar la gradual integración de las islas a la vida política, social e institucional de la Argentina.
Luego de esa negociación interrumpida por la muerte de Perón, el Reino Unido planeó continuarla en 1976. Veamos cómo:
Londres ofreció negociar las Malvinas.
Documentos desclasificados revelan que el Reino Unido temía una invasión argentina (…) Otros documentos, también desclasificados ayer, ponen de relieve la magnitud de la crisis económica que heredó ese año el Gobierno de James Callaghan y los temores del Foreign Office a una posible invasión de las islas Malvinas si no se entablaban negociaciones con Argentina para ceder algún tipo de soberanía sobre ellas. (…) Aquella crisis, que en marzo le había costado el cargo a Harold Wilson, acabó sellando el regreso de los tories al poder de la mano de Margaret Thatcher. Ironías del destino, Thatcher acabó afianzándose en el poder gracias a la guerra de las Malvinas tras la invasión de Argentina en 1982, que fue pronosticada en 1975 por el embajador británico en Buenos Aires, Derick Ashe, en documentos enviados al entonces jefe del Foreign Office y luego primer ministro, James Callaghan. Éste dio instrucciones a Ashe para que dejara entrever a los argentinos que el Reino Unido estaba dispuesto a negociar la soberanía de las Malvinas a espaldas de sus habitantes, aunque no iban a reconocerlo. Las conversaciones no cuajaron.
La dictadura no sólo fue derrotada en un conflicto que nunca debió haber comenzado sino que arruinó un proceso diplomático previo que estaba encaminado a continuar con las negociaciones propiciadas por la ONU.
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La Noche en que se pudo evitar la Guerra de Malvinas.
Todos sabían que ésas eran las últimas horas. Era la madrugada del 30 de abril de 1982, y el conflicto por las Islas Malvinas estaba por convertirse realmente en una guerra, habían fracasado los dos intentos del secretario de Estado, Alexander Haig, por negociar una salida entre Londres y Buenos Aires, y Ronald Reagan se encaminaba a anunciar la cooperación de Estados Unidos con Gran Bretaña. Entonces, su embajador en Buenos Aires, Harry Shlaudeman, hizo su último y desesperado intento: le pidió al general Leopoldo Galtieri que la Argentina retirara sus tropas de las islas y éste aceptó planteárselo a los otros jefes de la Junta, según surge de los documentos secretos del gobierno norteamericano. La reunión de Shlaudeman con Galtieri comenzó cerca de la medianoche, en la sede de la jefatura del Ejército, según el diplomático precisó en diálogo con un reportero de la prensa, desde su casa en California. «Recuerdo que aquella fue una larga noche. La recuerdo muy bien. Conversamos una hora y media o dos y volví a mi embajada a escribir el cable y dormir unas horas», rememoró. El entonces embajador de los Estados Unidos se reunió con Leopoldo Galtieri para pedirle que retirara las tropas argentinas de las islas. Ante la negativa, el enfrentamiento comenzó. (…) Los detalles quedaron inmortalizados en documentos secretos del gobierno norteamericano. «Venimos sin instrucciones de la Casa Blanca, general. Queremos saber si hay alguna forma de evitar la confrontación fatal», le dijo el ex embajador norteamericano en Buenos Aires al entonces dictador Leopoldo Galtieri. «Si se sigue así, mañana anunciaremos varias medidas contra la Argentina», le advirtió el diplomático Harry Shlaudeman.
El encuentro se realizó en la jefatura del Ejército, la madrugada del 30 de abril de 1982. «Estábamos todos muy cansados y descorazonados. Sabíamos que era la última chance», recordó el ex embajador. Como un «gesto de buena fe», Shlaudeman le pidió a Galtieri que retirara sus tropas. Sin embargo, el general le explicó que él era «sólo uno de los tres que toman las decisiones». A la mañana siguiente, volvieron a reunirse, esta vez en la Casa Rosada. La respuesta del general fue negativa. «La Armada está hambrienta por entrar en acción», según publicaron los diarios de aquel tiempo Ya no había nada que hacer.
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LOS DOCUMENTOS SECRETOS DE LOS ESTADOS UNIDOS DURANTE LA GUERRA DE MALVINAS.
“A Maggie no le va a alcanzar”.
Una carta del presidente Reagan a su secretario de Estado Haig revela los movimientos en la guerra para no generar resistencias en América latina y mantener la supremacía de la alianza con Londres. El documento es uno de los que fueron desclasificados por el National Security Archive, que dirige en el área Cono Sur Carlos Osorio. Este y otros textos pueden ser consultados en www.nsarchive.org
Carta de Ronald para Al.
Entre los documentos desclasificados por el Departamento de Estado figura una carta personal enviada por el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, a su secretario de Estado el general Alexander Haig. Mientras los Estados Unidos exploraban la posibilidad de una retirada argentina tras el desembarco del 2 de abril de 1982 y un régimen interino, queda clara la preocupación de Washington por no herir a Margaret Thatcher y sus posibilidades políticas. La primera ministra conservadora que había asumido en 1979 (y que terminaría consolidada por la guerra y por su victoria sobre la Argentina) aparece amistosamente por su diminutivo, Maggie. Dice Reagan a Haig que “después de haber leído tu informe sobre tus conversaciones en Londres queda clara la dificultad que entrañará lograr un compromiso que le permita a Maggie seguir y al mismo tiempo pase el test de ‘equidad’ con nuestros vecinos latinos”. En esas condiciones “no hay mucho margen de maniobra en la posición británica y no se puede ser optimista”. Reagan propuso a Haig insistir en una presencia multinacional y lograr de Galtieri un compromiso de retiro de fuerzas compatible con lo que se pedía al Reino Unido sobre una distancia mínima de sus submarinos nucleares.
Con Galtieri.
El embajador Harry Shlaudeman contó en el despacho secreto 2640 que, a pedido de
Galtieri, fue a ver al dictador a medianoche del 29 de abril. Le dijo que no tenía instrucciones para esa reunión pero que quería “evitar una confrontación fatal”. Y añadió: “Le señalé que no había recibido una adecuada respuesta a nuestras propuestas y que al día siguiente anunciaríamos varias medidas contra la Argentina”. Estuvieron más de una hora reunidos. Al final de la charla, Schlaudeman tomó la iniciativa de sugerir a Galtieri que anunciara el retiro unilateral de las tropas de las Malvinas como un primer paso hacia una solución pacífica y “como un gesto de buena voluntad”. Dijo el embajador que Galtieri pareció tomar la propuesta en serio e incluso la escribió, pero transmitió al embajador que él era uno entre tres para tomar decisiones. Aludía a la Junta Militar. Eso parece haber inclinado al embajador de los Estados Unidos a formular la recomendación que sigue: “Sugiero de la manera más firme que no anunciemos las medidas contempladas hasta que yo haya tenido la posibilidad de continuar explorando otras posibilidades con Galtieri mañana por la mañana. Creo que todavía hay una chance, aun pequeña”. Schlaudeman escribió que insistió varias veces ante Galtieri en que la Argentina no fuera la autora de la primera acción ofensiva. Galtieri le dijo que había frenado tres veces el primer disparo en esos días pero que no podría continuar haciéndolo, y dijo que “la Marina está hambrienta de acción”. Aludió a que había utilizado capital político para frenar el hecho del primer disparo.
EE.UU. no fue mediador.
Un resumen inicial del Departamento de Estado que se titula “Falkland Islands” comienza así: “A pesar del contacto directo entre el presidente Reagan y el presidente Galtieri, la Argentina ocupó las islas Falkland el 2 de abril”. Sostiene que los Estados Unidos tienen un papel importante en resolución de la crisis. “Uno de nuestros aliados más importantes, el Reino Unido juega un rol vital en las relaciones Este/Oeste a través de su participación en la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Un involucramiento del Reino Unido durante un período prolongado en una crisis del Atlántico Sur distraería importantes recursos de defensa lejos de Europa y de Hemisferio Norte. En el caso de la Argentina nuestras relaciones fueron mejorando, lo cual contribuyó a la estabilidad en la región enteramente considerada y con la promesa de una sociedad futura en temas importantes. También queremos evitar daños en el sistema interamericano”. “Al mismo tiempo que deploraba la violencia, los Estados Unidos mantuvieron un tono balanceado en el trato con la Argentina y con el Reino Unido, necesario si queremos tener éxito en ayudarlos a resolver su disputa.” El informe de situación refiere las visitas del secretario de Estado Haig a Londres y Buenos Aires, aunque “nunca asumimos el rol formal de mediador entre la Argentina y el Reino Unido”. Para el Departamento de Estado, existen posibilidades de que el conflicto empeore. Y si eso sucede, el temor expresado en el texto es que la Junta Militar “busque apoyo donde puede encontrarlo”. Aunque “el régimen es anticomunista, podría volcarse hacia la Unión Soviética en busca de ayuda militar, económica y política”. Un desarrollo de ese tipo “tendría serias consecuencias para la Argentina y para la seguridad estratégica del Hemisferio Occidental”. La última denominación es la usual, y lo era más en tiempos de Guerra Fría, para denominar al continente americano.
Dear Francis.
Uno de los textos desclasificados es una carta dirigida por el secretario de Estado Alexander Haig a su colega británico, el primer secretario del Foreign Office británico Francis Pym. Le dice que envía adjunto un texto de Nicanor Costa Méndez, el canciller argentino, pero que no quiere ejercer influencia sobre Pym porque a él mismo no lo convence el retroceso del argentino respecto de acuerdos previos. Lo que sí queda asegurado en todos los casos, incluso con negociaciones, una administración interina y el compromiso del retiro, es el control británico. En cuanto al interinato, el compromiso asumido por Costa Méndez es que los consejos locales seguirán siendo soberanos. No habría problemas para la seguridad, porque los submarinos británicos quedarían fuera de las 150 millas náuticas pero se trataría, en tiempo, de solo cinco horas para llegar a las islas. Y dice una parte del texto: “Francis, no está claro quién manda allí (en la Argentina). Hay por lo menos 50 personas, incluyendo a comandantes de cuerpo, que ejercen el derecho de veto, y en este punto no puedo hacer nada”.
Situación aérea y participación soviética.
Un cable secreto del 4 de abril, dos días después del desembarco, analizaba el escenario aéreo que estaba plasmándose. Londres estaba pensando en una ruta que uniera Tahití, la isla de Pascua y Chile para sus aviones. Pronosticaba la posibilidad de un enfrentamiento militar la semana siguiente porque Galtieri había declarado el 3 que un bloqueo británico a las islas “significaría guerra”. En ese cuadro “aparentemente los soviéticos están respaldando los reclamos argentinos, a pesar de que ese apoyo es de bajo perfil”. La base es la exportación de granos argentinos que salvaron a la Unión Soviética de la escasez de productos del campo. Sin embargo, Moscú “no ofreció ayuda diplomática a Buenos Aires”. ¿Qué podría hacer la Unión Soviética, entonces? Pasar a los argentinos datos de la flota británica.
Observación aérea.
La inteligencia norteamericana no se basó solo en filtraciones o en su acceso a militares argentinos. El reconocimiento aéreo le permitió trazar mapas detallados en los que observaba el movimiento del equipamiento militar, en especial del aéreo, que aparecía como la llave de las operaciones. El arqueo era detallado. Por ejemplo, decía que ocho aviones Mirage III/IV estaban en la base de Tandil a la vista, mientras que otros estaban en el área de mantenimiento. La descripción detallaba la situación en Curuzú Cuatiá, Reconquista, General Urquiza, Dr. Mariano Moreno, Buenos Aires, Mar del Plata, Bahía Blanca, comandante Espora y Puerto Belgrano, en todos los casos con indicación del nivel de nubosidad imperante. También eran observados los barcos de la retaguardia. El Murature estaba atracado e Buenos Aires en la Dársena Norte, lo mismo que lo que parecían cuatro buques menores. “No se puede discernir si hay actividad militar o logística en la base naval del Mar del Plata”, informaba la inteligencia norteamericana.
Satélite sobre las islas.
Las posiciones argentinas en las Malvinas eran observadas por satélites y procesadas por el Centro Nacional de Interpretación Fotográfica. El 28 de mayo de 1982 el Centro informó que las que denominaba “fuerzas argentinas de ocupación en las islas Falkland” habían logrado mejorar sus posiciones defensivas “alrededor de Stanley”. El texto del informe es certero en partes y conjetural en otros, y habla de que, por ejemplo, fue registrado “un posible Skyhawk”, y “50 probables carpas para dos personas”. Las certezas indicaban la construcción de “aproximadamente 16 posiciones al sur de Stanley”.
La estrategia británica.
El Reino Unido fue objetivo de análisis de igual manera, o quizás con mayor profundidad,
que la Argentina. En todo momento la Agencia Central de Inteligencia entregó al presidente Ronald Reagan material con posibles escenarios políticos. Un ejemplo: “Londres busca una victoria rápida en las Falklands y sus fuerzas probablemente se consoliden rápido. Los británicos probablemente intenten un asalto directo contra las fuerzas argentinas en Stanley aunque éstas sean sustancialmente superiores en número. El gobierno parece preparado para aceptar la existencia de bajas relativamente altas en compensación con que se vea un rápido triunfo militar. La primera ministra Thatcher podría llamar a elecciones anticipadas, aunque un revés serio podría dar como resultado su reemplazo”. El ideal británico era una campaña de menos de dos semanas que incluyera la consolidación en San Carlos y luego el movimiento hacia la captura de Darwin/Goose Green, a menos de 32 kilómetros, donde hay 600 soldados y un aeropuerto. Recién luego irían a Stanley, 80 kilómetros al este. En Darwin/Goose Green probablemente a los argentinos les costaría resistir el peso de los cinco o seis mil hombres puestos allí a presionar por parte de los británicos. “Aunque los tres mil soldados a bordo del Queen Elizabeth han sido caracterizados como una fuerza de guarnición, podrían comprometerse con las fuerzas ya desplegadas en el territorio” porque, además, los Guardias Escoceses y los Guardias Galeses que viajan en el buque “están entre las mejores unidades británicas”. Mientras tanto, el objetivo del Reino Unido sería destruir el portaaviones argentino, la munición y los suministros y un ataque masivo a Stanley. Sería importante la protección aérea que pudieran dar los aviones Harrier para disminuir la cantidad de bajas británicas en el avance hacia Stanley. Los argentinos, a su vez, podrían lanzar un contraataque desde Stanley. Entretanto, desde el punto de vista político, “puesto que los británicos observan las propuestas de negociación como perjudiciales para sus intereses, una campaña corta y exitosa recibiría apoyo amplio en el Reino Unido”. Entonces, ya “con el respaldo de la opinión pública Thatcher y la mayoría del Partido Conservador probablemente quieran continuar y acepten entonces bajas relativamente más importantes, aunque solo si el resultado es una victoria militar contundente”. Esa campaña militar redoblada se vería facilitada por el apoyo de la alianza socialdemócrata-liberal y por la división en el Partido Laborista, una brecha cada vez más abierta que favorece a los conservadores. “Una campaña corta y exitosa, especialmente con pocas bajas nuevas, podría catapultar a los tories a la posición más fuerte desde comienzos de la década de 1960”, dice el texto de inteligencia. “En ese caso se incrementan las chances de que haya una elecciones a fines de la primavera”, o sea, ya que es el Hemisferio Norte, antes de que comience el verano el 21 de junio.
El pulso de los latinoamericanos.
El análisis del Departamento de Estado era que el sentimiento latinoamericano
hacia la Argentina se solidificó luego del anuncio del apoyo de los Estados Unidos al Reino Unido, el 30 de abril, y el hundimiento del Crucero General Belgrano el 2 de mayo. Eso sí: “El conflicto anglo-argentino dividió a los países de habla hispana de los caribeños anglófonos, puso en peligro el sistema interamericano, le dio a Cuba la posibilidad de restaurar sus relaciones con la Argentina y recibir la solidaridad latinoamericana, encendió sentimientos nacionalistas en el hemisferio y revivió el antinorteamericanismo latente”. Lo último sucedió sobre todo en Venezuela, Nicaragua y Perú. Un análisis país por país seguía a esta visión genérica de la inteligencia del Departamento de Estado. En Brasil, autoridades “dijeron en privado que estaban en desacuerdo y preocupados con el nivel y la amplitud del apoyo norteamericano el Reino Unido” y confiaron que extraoficialmente habían dado su acuerdo para la compra de material bélico. En público los brasileños habían pedido el cumplimiento de la resolución 502, de retiro de tropas de las islas y, según citaba el análisis, la preocupación era que las medidas comerciales, financieras y de suministros de armas contra la Argentina pudieran repetirse para otros países. El caso de la dictadura chilena de Augusto Pinochet era distinto. Aunque la situación próxima a una guerra en 1978 no está citada en el análisis diplomático, en cambio sí está reflejado el pensamiento del gobierno sobre las relaciones con la Argentina en general. En privado, en conversaciones privadas mantenidas en Washington y en Santiago de Chile, los funcionarios chilenos se quejaron de su “frustración por años de interminables conversaciones sobre el Canal de Beagle con la Argentina”, país al que observaban como “intransigente”. También expresaron a diplomáticos norteamericanos su simpatía por el Reino Unido porque lo contrario sería una victoria, preocupante para el futuro chileno, por parte de la Argentina. Los colombianos apoyan el reclamo argentino de soberanía pero no el recurso el uso de la fuerza. Los costarricenses advirtieron a los norteamericanos que con su posición enfrentarían “una tormenta de protestas en América latina”. El gobierno de Rodrigo Carazo incluso pidió retirar la sede de la Organización de los Estados Americanos de Washington. Cuba reaccionó rápido y el vicepresidente Carlos Rafael Rodríguez dijo en una entrevista al diario francés Le Monde que su país estaba listo para ayudar a la Argentina, incluso militarmente. La Habana condenó al Reino Unido, apoyó a la Argentina y convocó a la solidaridad latinoamericana. El líder de la derecha guatemalteca, Mario Sandoval, envió un telegrama al presidente Reagan quejándose de “la política increíblemente estúpida” de los Estados Unidos. La junta militar de Guatemala elogió las “buenas intenciones” del secretario de Estado Alexander Haig pero dijo que el país apoyaría completamente a la Argentina y hasta estaba pensando en mandar un contingente militar. El gobierno mexicano criticó tanto al Reino Unido como a la Argentina pero dijo que apoyaba la soberanía argentina sobre las islas. La conclusión de la diplomacia norteamericana es que incluso las actitudes que en un principio fueron ambiguas se tornarían más claras en el peor sentido para los Estados Unidos. Después del hundimiento del Belgrano y del apoyo norteamericano al Reino Unido de manera abierta, el sentimiento generalizado sería cada vez más “antiimperialista”. En tanto, Venezuela dijo que estudiaría cualquier tipo de pedido por parte de la Argentina, hasta militar.
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La parte del Informe Rattenbach que los medios no muestran: ¿periodismo «independiente»?
(extracto del informe)
Preguntado: ¿Eso quiere decir que ni ustedes ni la Secretaría de Información Pública tenían control sobre las revistas, especialmente, sobre sus titulares?
Dijo: Exactamente. Yo puedo agregar que, en dos o tres oportunidades, se reunió el Estado Mayor Conjunto con los directores de diarios y revistas. Por orden del señor Jefe del Estado Conjunto -por supuesto, con conocimiento del Comité Militar- se los reunió. Y a efectos de no generar situaciones que pudieran dar lugar a que, al revertirse la situación, dijeran: «No pautaron, no sinceraron, no nos dijeron…», les expliqué lo que era la situación bélica, los condicionamientos que la seguridad del país hacía que debieran tomarse con la prensa, les dije qué era lo que pretendíamos, les aclaré que no queríamos versiones triunfalistas, que queríamos que se ajustaran a la verdad, que las puertas estaban abiertas permanentemente. Instalamos una Oficina de Prensa y tuvieron información permanente. Yo iba a las nueve de la noche, a las dos de la mañana, a las cuatro de la mañana, a conversar con ellos.
Cuando llegaban esas informaciones totalmente deprimentes o totalmente excitantes, con respecto a los éxitos oi fracasos, les clarifiqué la situación y, así, tuvimos radios que funcionaron bien y diarios que anduvieron más o menos. Inclusive, hemos hablado en forma personal -al margen de estas reuniones, donde asistió- con el señor Gainza Paz por los artículos del hijo en Inglaterra; con el señor Bartolomé Mitre y con el señor Escribano de «La Nación»; con la gente de «Clarín»; con la gente de «Diario Popular»; con la de «Crónica», diciéndoles: «Paren, no sigan con este ritmo, con estos titulares». Porque el público argentino, en una gran mayoría -el que lee «Crónica»- lee los grandes titulares. Y donde dice: «Se abatieron tres buques», dicen: «A ver cómo los abatieron?»; pero sino, no leen, no se interiorizan.
«No deformen». Esa fue la lucha permanente, cuyo resultado no fue el deseado. No fue el deseable porque no hay concientización -tampoco en nuestro medio- de la responsabilidad que cabe en un conflicto de esta naturaleza.
Preguntado: Con respecto a las radios, ya que algunas de ellas eran oficiales, ¿quién las controlaba?
Dijo: A las radios las manejamos exactamente de la misma manera. Y para el caso -señalo programas claves: de Magdalena Ruiz Guiñazú, Bernardo Neustad, Llamas de Madariaga, Urtizberea, Burone, etcétera. Se los ha llamado, y hubo radios que han dicho: «Sí, vamos a tomar medidas, pero comprendan que están los avisadores; nosotros no podemos presionar». -«Muy bien, señores, ustedes hagan lo que puedan; nosotros vamos a llamar a la gente». -«Yo hablé personalmente con Magdalena Ruiz Guiñazú; hablé personalmente en dos oportunidades con Neustad; lo llamé a Gómez Fuentes, que era oficialista pero que se la iba la mano y decía cualquier cosa y levantaba la presión de la gente a niveles inauditos. Otros, inclusive habría que haber recurrido a la fuerza, para decirlo claramente; esa gente no reaccionó.
Neustad, por supuesto, al día siguiente cambió y puso la «cassette» del lado que se le dictó, pero después se fue yendo lentamente, y se fue yendo un poco cuando -a raíz de dos o tres inexactitudes muy, muy gruesas- pedimos la clausura de un diario del interior. Se dio la orden de clausura de un diario del interior y de una revista.
Nota completa»La sangre vertida ayer en Avellaneda, y sin quitarle un gramo a la tragedia humana irremediable que supone, puede mirarse como parte de una ecuación política en la que hay ganadores y perdedores.
Está claro que los que pierden son quienes, en la sociedad y en la política, apuestan a una resolución incruenta del conflicto social y pretenden dar la ineludible pelea por el crecimiento y la equidad bajo normas de convivencia democrática.»
Hace ya muchas décadas nos cantaba el Zorzal Criollo en «Volver»:
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada…
(…)
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
(«Volver», tango de Gardel y Lepera de 1935.)
Ante esta posibilidad cierta de que el pasado (cierto pasado oprobioso) vuelva a enfrentarse con nuestra vida, este humilde servidor público acude presuroso para refrescar hechos vividos en nuestro terruño durante estos últimos veinte años, y vacunar así a nuestro «sentido común» para que no vuelva a tropezarse con la misma piedra.
En este caso, repasemos unas interesantes notas del 27 de junio de 2002 relacionadas con los cruentos sucesos del Puente Pueyrredón y de Avellaneda de aquel año. Este breve recuerdo constituye una refrescada de memoria útil para todos nosotros, para afirmar nuestra memoria y nuestro conocimiento sobre los hechos y sus causas, porque las causas no suelen recordarse debidamente, más aún si las crónicas periodísticas del día siguiente difieren como veremos enseguida…
Veamos, entonces, los recuerdos del Basurero Nacional en el «Que veinte años no es nada…» de hoy:
«La crisis causó 2 nuevas muertes» (Trailer)
OTRA VEZ LA VIOLENCIA / ESCENARIO: ESTALLIDO A MEDIODIA
Escenas de violencia y muerte en Avellaneda, al borde del Riachuelo.
Policías y piqueteros se enfrentaron en el límite con la Capital, una zona que supo estar llena de fábricas. Qué es la agrupación Aníbal Verón, a la que pertenecían los muertos. Y la reacción legislativa. La Aníbal Verón, el sector de los piqueteros duros .
La muerte a balazos de Darío Santillán y Maximiliano Costequi fue una pérdida directa para la Coordinadora Aníbal Verón: formaban parte de sus filas de activistas, trabajadores y desocupados, que tiene base en Lanús, dos estaciones más allá de Avellaneda. El movimiento —que toma el nombre del piquetero muerto en Tartagal, Salta, en noviembre de 2000— inició sus protestas hace un año y medio; y se enrola en el sector piquetero más radicalizado.
Junto al Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD) que conduce Raúl Castells, la Coordinadora ha realizado movilizaciones y cortes de ruta, pero «tenemos diferencias», aclara Nicolás Lista, representante principal de la Aníbal Verón, «radical de toda la vida» y últimamente alineado con Quebracho.
Ayer, esas diferencias quedaron expuestas: una conferencia de prensa para anunciar la protesta de hoy reunió a todos los grupos que habían participado en los incidentes violentos, menos uno: la Coordinadora Aníbal Verón estaba a la misma hora hablando para la prensa en la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, cuya presidenta es Hebe de Bonafini.
La Coordinadora es dura para calificar a los integrantes más conciliadores de las filas de piqueteros: sostienen que «D»Elía es alcahuete del Gobierno»; son más condescendientes con la CTA, pero lamentan que sea «de decisión blanda».
Hay otros militantes de Quebracho, pero sostienen que «la Verón es una mezcla de cristianos y marxistas». Plantean la idea «de una lucha larga». Aunque Lista asegura que no piensan por ahora en organizar un partido: «El pueblo está podrido de políticos».
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OTRA VEZ LA VIOLENCIA / ANALISIS: EL ESCENARIO QUE SE ABRE CON LAS MUERTES DE AVELLANEDA
Una escalada de violencia que vuelve más frágil a la democracia.
El Gobierno enfrenta su momento más difícil, acechado por la economía, la crisis social y, ahora, también por la violencia que había logrado controlar.
La democracia argentina está hoy aún más débil que ayer.
No se trata de la fortaleza o debilidad de un gobierno, como el de Eduardo Duhalde, que nació frágil y transitorio; y cuyo mérito mayor, si llega a lograrlo, será crear las condiciones para que otro gobierno, legal y más legítimo, se haga cargo de la brasa ardiente que es el país y su crisis.
Es mucho más que eso: la amenaza que vuelve a ensombrecer a los argentinos, como en diciembre pasado, es la de una espiral de violencia sin control, un horizonte de sangre que sólo puede alumbrar una democracia más restringida o, todavía peor, una etapa de autoritarismo —tradicional o maquillado— que no recuperará la justicia perdida y que, además, recortará dramáticamente la libertad.
La sangre vertida ayer en Avellaneda, y sin quitarle un gramo a la tragedia humana irremediable que supone, puede mirarse como parte de una ecuación política en la que hay ganadores y perdedores.
Está claro que los que pierden son quienes, en la sociedad y en la política, apuestan a una resolución incruenta del conflicto social y pretenden dar la ineludible pelea por el crecimiento y la equidad bajo normas de convivencia democrática.
Pero, ¿quiénes ganan con las muertes de Darío Santillán y Maximiliano Costequi?
Los que, desde adentro y sobre todo desde afuera del Gobierno, reclaman mano dura como única receta frente al reclamo social.
Los que apuestan al caos para imponer recetas económicas y aspiraciones políticas personales a una sociedad aterrada y demandante de orden a cualquier precio.
Las organizaciones que necesitan esta represión y estas muertes para legitimar un discurso y una acción política donde los valores aún deteriorados de la democracia funcionan como obstáculos hacia un objetivo supuestamente revolucionario.
Conviene aquí hacer una salvedad: las responsabilidades de unos y otros, en los episodios de ayer y en el desarrollo general de la crisis económica, social y política, son sin dudas diferentes.
Pero es cierto, también, que colocado bajo sospecha política por los EE.UU.; sometido a las presiones del FMI para las que no encuentra respuestas; impotente para reordenar la economía, frenar el agravamiento de la pobreza, dar solución a los ahorristas confiscados y hacer funcionar al sistema financiero; con dificultades para organizar una salida electoral razonable y ahora acechado por la violencia, el Gobierno afronta su momento más difícil.
El problema, en todo caso, no es el Gobierno sino lo que representa: un intento, quizá el último, de conservar una democracia que, algún día, quizá sea capaz de mejorarse a sí misma.
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EL PAIS › LOS ASESINATOS SE COMETIERON LEJOS DEL PUENTE DONDE COMENZO LA PROTESTA
La cacería policial terminó con dos muertos a balazos.
Las fuerzas de seguridad tomaron una parte de Avellaneda para cazar a los piqueteros que antes habían sido dispersados en el puente Pueyrredón, acceso clave a la Capital Federal. Y la cacería fue sangrienta: dos muertos, 90 heridos, varios de ellos con balas de plomo, más de 150 detenidos.
Los dos muertos llegaron al Hospital Fiorito sin documentos, con inocultables heridas de bala. Uno con un disparo en la espalda, a la altura del glúteo. “Un chico muy joven, de menos de 25 años”, describió la médica que lo recibió en la guardia. El otro con un balazo en el pecho. No hubo nada que hacer, los dos llegaron fríos. Los familiares reconocieron los cuerpos varias horas más tarde: Darío Santillán, de 21 años, y Maximiliano Costeki, de 25. Ambos pertenecían a la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. Por lo que se sabe hasta ahora, cayeron escapando de la policía, uno de ellos porque decidió auxiliar a otro herido, los dos bastante después de iniciado el operativo de represión que la bonaerense desató en la bajada del Puente Pueyrredón como inicio de una cacería que prolongó durante varias horas por las calles de Avellaneda.
La represión empezó sin previo anuncio, con un incidente cuyo origen se pareció a un error o a un acto de estupidez. Tal como estaba previsto, piqueteros de cuatro organizaciones (la Coordinadora Aníbal Verón, el Movimiento de Jubilados y Desocupados de Raúl Castells, el Bloque Nacional y Barrios de Pie) se concentraron desde las once de la mañana en el acceso que comunica Avellaneda con la Capital. La jornada de protesta de ayer incluía el corte de cinco puentes, pero la interrupción del de Avellaneda había quedado a cargo de los de la Verón. Por eso se vio allí a mayoría de desocupados de ese sector, fuertes en el sur del conurbano.
Sus integrantes se reunieron para marchar frente a la estación de trenes de Avellaneda. A las once y media de la mañana habían formado una columna de doscientos metros de largo a lo largo de la avenida Hipólito Yrigoyen, tres cuadras antes del puente.
Un segundo grupo de manifestantes, encabezados por la mujer de Raúl Castells, Nina Peloso, los esperó frente al Bingo Avellaneda. Había sol, y las mujeres se dedicaron a sacar pequeñas viandas de sus bolsos para almorzar. En la calle no se veían chicos. La gente los dejó en casa porque existía temor por una eventual represión, aunque nadie pensaba que podría ocurrir de la manera brutal y sin preámbulos en que después sucedió.
Norma dice que vio francotiradores sobre el puente peatonal pegado a la entrada del Pueyrredón. “Ibamos corriendo por la avenida, gritando que no nos tiren y vimos caer a otro chico en una esquina”, relató a Página/12 en el Hospital Fiorito.
Otros corrieron por Hipólito Yrigoyen buscando llegar a la estación de Avellaneda. La intención era que los piqueteros de más edad pudieran subirse a un tren para salir de la zona. La policía tiró gases lacrimógenos dentro de la estación. Allí murió por lo menos uno de los manifestantes, posiblemente Darío Santillán.
La diputada porteña Vilma Ripoll habló más tarde con un testigo que, al parecer, auxilió en el lugar. “Encontró a un pibe tirado en el piso, sangrando, al que la policía quiso levantar para llevárselo preso. Este hombre vio que el chico se estaba muriendo y les pidió que pararan, porque lo estaban arrastrando como si fuera un saco de papas”, contó ayer. “El pibe tenía un tiro en la zona lumbar y sangraba. Cuando el hombre insistió en que el chico estaba muy mal, lo metieron en un vehículo y lo llevaron al hospital.”
Los dirigentes piqueteros dijeron ayer que a la medianoche aún faltaba que unos treinta volvieran a sus casas.
La tarde terminó con 160 detenidos, 90 heridos y los dos muertos. La policía no tuvo heridos de bala. Sólo el jefe del operativo, comisario Alfredo Franchiotti, dijo que lo había lastimado un proyectil. Tenía un raspón en el cuello, y un ojo morado producto de la furia de los familiares que le pegaron en el Hospital Finochietto, cuando el oficialintentó acercarse a los medios para ostentar el rasguño. El comisario, golpeado y todo, se dio el gusto de difundir su versión de lo sucedido: “Actuamos porque esa gente iba dispuesta a combatir”, dijo a las cámaras. “Nos dimos cuenta por sus cánticos”.
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Miren” o “tiren”.
Por Mario Wainfeld
A la Policía hay que darle consignas netas. Blanco o negro. Hay que decirle ‘miren’ o ‘tiren’. Si la orden es más ambigua será difícil que la cumplan… incluso que la entiendan.”
La frase, palabra más palabra menos, fue repetida varias veces ante sus allegados por el secretario de Seguridad Juan José Alvarez y expresa una vieja sabiduría. La atesoran quienes comandan fuerzas de seguridad y también quienes militan o hacen política en la calle. Hay ocasiones en las que los uniformados tratan de limitar la violencia y hay otras en que salen de cacería.
“Miren”, redunda decirlo, quiere imponer calma, no represión, templanza, hasta pasividad. “Miren” ordenó –y se precia de haberlo ordenado– el propio Alvarez a las fuerzas bonaerenses de cara a los saqueos del 19 de diciembre de 2001. Y en buena medida, en el actual gobierno, la Policía “mira” en las manifestaciones de ahorristas, en las de los asambleístas que van a Plaza de Mayo. Puede ocurrir que los policías pierdan los estribos, se descontrolen pero, en una fuerza verticalizada, habrá otros que morigeren, controlen.
“Tiren” quiere decir “tiren” en sentido estricto o “peguen”, “metan miedo” y, en la Argentina al menos, la Policía suele asumir con entusiasmo tamaña consigna.
“Miren” o “tiren” puede decirse con esas palabras o con sinónimos. O puede sugerirse o inducirse con conductas, desde la jerarquía de los organismos de seguridad o desde el poder político.
Habrá que investigar quién tiró en Avellaneda y, si cabe, quién dio la orden. Entre tanto, es sensato observar que el gobierno nacional, por vía de varias de sus principales autoridades, venía sugiriendo “tiren” desde hace varios días. Desde hace un par de semanas se viene instalando, cual si fuera una política de Estado impedir, como fuera, el cierre de los accesos a la Capital Federal. Desde hace un par de semanas se viene insistiendo en que eso no sería permitido de ninguna manera. Desde hace varias semanas, y en esta en especial, el jefe de Gabinete Alfredo Atanasof fue asociando la movilización piquetera de ayer al “caos”, pirueta lingüística que viene desde tiempos de la dictadura militar y que convoca, como la miel a las moscas, a que “las fuerzas del orden” hagan lo suyo. Tirar, se entiende.
Esto es, que la responsabilidad de latragedia recae en los que recibieron las balas, los palos, los gases, las puertas arrancadas a patadas. Un razonamiento difícil de compartir y hasta de seguir, alambicado, tortuoso. Es mucho más sensato razonar que los policías –como todos los argentinos– entendieron lo que vino diciendo el poder político desde hace días. Una consigna grata para quienes venían con bronca y “junando”. Quienes, en su sempiterna lucha contra el “caos”, sencillamente, tiraron.
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La masacre anunciada.
Por Miguel Bonasso
Un juez de la Nación le anticipó a este cronista, hace 72 horas, que se preparaba “una violenta represión contra los piqueteros en el Puente Pueyrredón”. “Ojo –dijo el magistrado–, van a meter bala.” El magistrado lo sabía por personal de seguridad con el que está en contacto debido a sus funciones .
Este cronista intentó por varias vías hacer llegar la versión a las organizaciones piqueteras que hoy fueron sangrientamente reprimidas, pero no sabe si los mensajes llegaron a destino. Si no lo advirtió en estas páginas (como suele hacerlo) fue porque no pudo confirmar la especie de modo fehaciente y temió actuar como repetidor de un rumor originado en las activas usinas de inteligencia de este Gobierno. Ahora, desgraciadamente para muertos, heridos y familiares, la realidad ha confirmado trágicamente el anticipo. El interinato de Duhalde ya tiene sus muertos, nuevos sacrificados en la pira del darwinismo económico.
La forma en que actuaron las fuerzas provinciales, coordinadas con las nacionales de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal, demuestra que la emboscada estaba preparada y que no hubo aquí ningún exceso, sino la recalcitrante adhesión de nuestras fuerzas de seguridad a repetir los procedimientos de la dictadura militar. Y un mensaje inequívoco del poder central. Si no fuera como queda escrito, ¿cómo podrían haber ingresado efectivos de la Federal cuatrocientos metros en terreno bonaerense?, ¿cómo podría haberse llevado a cabo el asalto sin orden judicial al local de Izquierda Unida donde hirieron y secuestraron militantes de un partido del arco parlamentario? ¿Cómo podría la Bonaerense haber ocupado el Fiorito para secuestrar gente?
A veces el periodista debe ceder paso al ciudadano y animarse a enarbolar un sueño: esto no va a parar hasta que cientos de miles de compatriotas salgamos pacíficamente a llenar y ocupar la Nueve de Julio para gritar “¡basta! La democracia no es un juego de tahúres, ni una película de gangsters. Háganse a un lado para siempre, y dejen que hablen las urnas”. O la Nación se hundirá, sin remedio, en una nueva tragedia.
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Tras los enfrentamientos entre piqueteros y policías.
Duhalde pidió investigar los hechos de violencia.
El jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, dijo que el Presidente quiere conocer «quién está detrás» de los disturbios ocurridos ayer; dijo que la Argentina «no soporta más violencia» y acusó a sectores a los que no identificó de querer «desestabilizar al Gobierno»
El presidente Eduardo Duhalde pidió investigar «hasta las últimas consecuencias» los sucesos violentos ocurridos en la protesta piquetera de ayer para determinar «quién está detrás» de esa situación, informó hoy el jefe de gabinete, Alfredo Atanasof.
«Sabemos que hay una historia que indica que estos hechos nunca se esclarecen, pero el Presidente quiere que esta historia no se repita esta vez y que esto se esclarezca definitivamente», añadió el funcionario.
El jefe de ministros dijo, además, que «el Gobierno lamenta con mucho dolor tantos heridos y también los hechos vandálicos», que se produjeron en las adyacencias del Puente Pueyrredón.
En una conferencia de prensa ofrecida en la Casa de Gobierno, Atanasof denunció que en los incidentes de ayer «hubo encapuchados con armas, con palos, atacando a policías, viviendas y negocios de la zona».
Asimismo, el jefe de Gabinete dijo que «la Argentina no soporta más violencia, la pacificación es una condición necesaria para superar la crisis» que atraviesa el país.
Al respecto, manifestó que hay que «evitar el caos, porque el caos solo favorece a los violentos y a los conspiradores, mientras que la paz es el ámbito en el que podemos construir entre todos».
Grupos desestabilizadores.
Luego de que el gabinete analizara los hechos ocurridos ayer, Atanasof acusó a sectores a los que no identificó de querer «desestabilizar al Gobierno», y buscan generar violencia «amparándose en los derechos legítimos» de los que reclaman por la falta de trabajo.
Además, pidió a los líderes políticos que «tomen conciencia» y no «privilegien el oportunismo irresponsable» utilizando este tipo de situaciones en su propio beneficio.
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En Mar del Plata: crecen los casos de deceso perinatal.
El 13% de los bebes nace desnutrido.
Los datos revelan que la situación de esa ciudad balnearia se acerca a la de Jamaica, el país con mayor mortalidad infantil
La crisis que afecta al país muestra una de sus peores facetas en las maternidades públicas y los hospitales para niños. En varios distritos, las autoridades sanitarias relacionaron directamente con la pobreza el aumento de casos de muerte infantil y de bajo peso al nacer.
En Misiones, ya son 13 los bebes que murieron por deficiencias alimentarias y falta de controles médicos en lo que va del año (ver aparte). Las autoridades sanitarias de Bariloche, por su parte, advirtieron sobre el alarmante aumento de casos de muerte súbita en hogares de bajos recursos. Y en Mar del Plata el 13 por ciento de los bebes que nacen en instituciones públicas pesa menos de 2,5 kilos, según se informó oficialmente.
Pero no es todo: el 2 por ciento de los bebes marplatenses que nacen con bajo peso ni siquiera llega a 1,5 kilo. En ambos casos, es consecuencia, esencialmente, de las penurias que sufren sus madres desde el comienzo del embarazo, especialmente en lo que respecta a la atención de su salud y la desnutrición, estigmas que se transmiten a los niños prácticamente desde la concepción.
Las estadísticas que se registran a sólo 400 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires igualan a las de las provincias más pobres del país y distan mucho de las de los países desarrollados.
Escenario.
*En Mar del Plata, la ciudad que comparte con Rosario el primer puesto del ranking de desocupación del país, nacen entre 10.000 y 12.000 niños por año.
*El 60% de ellos llega al mundo en las salas de parto del Hospital Interzonal Especializado Materno Infantil (Hiemi).
*El 50% de las madres que pasan por allí padece anemia severa, déficit proteico y está pobremente alimentado.
*El 21% del total es menor de 18 años
*El índice de mortalidad infantil de esta ciudad es del 20,3 por mil
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Éstas preguntas rondan aún hoy por las mentes de los argentinos, pero ya han sido contestadas en estos últimos años. El problema es que los medios nacionales no han difundido dichas respuestas lo necesario para que sean ampliamente conocidas por los ciudadanos. Las respuestas surgen de cables secretos de los EE.UU. y de Argentina, ya desclasificados y oportunamente revelados por Basurero Nacional. Para contribuir humildemente con ese propósito, este humilde servidor público las reproduce aquí una vez más.
2 de Abril de 1982: el día que la dictadura rifó las Malvinas.
Aunque parezca contradictorio, la ocupación militar concretada por la última dictadura aquel día dio por tierra con la larga, persistente y coherente estrategia diplomática que habían seguido los distintos gobiernos democráticos desde 1965, la que hubiera podido rendir sus frutos si la ceguera e impericia (una más) de aquel «Proceso» cívico-militar no la hubiera echado por tierra con esa alternativa militar.
Es sabido que la invasión a Malvinas fue una imposición en 1981 de la Armada a cambio del apoyo al ascenso de Galtieri a presidente, pero es innegable la culpabilidad de las tres fuerzas, además de los civiles que participaron en aquel turno de la dictadura, entre ellos el canciller del momento, Costa Mendez.
Hoy se sabe que el deterioro de la situación económica del Reino Unido en aquellos años, sumado al antecedente de un intento británico de negociar pocos años antes la soberanía con Argentina demuestra que ese fatídico 1982 fue un imperdonable retroceso (cuantificable en décadas) que la dictadura impuso en nuestra historia (uno más).
Antes, para contextualizar ambos documentos debemos consignar que las tratativas entre Argentina y Gran Bretaña habían comenzado en 1966, durante el gobierno de Arturo Illia, en cumplimiento de la resolución de las Naciones Unidas que instaba a ambos países a resolver el conflicto de las islas por vía de negociaciones diplomáticas. En 1974 el gobierno laborista de Gran Bretaña sostenía la necesidad de desprenderse gradualmente del archipiélago por los altos costos de mantenimiento, pero antes pretendía llegar a un acuerdo con la Argentina para la explotación de los recursos petrolíferos e ictícolas que rodeaban las islas.
El 11 de junio de 1974, Gran Bretaña le propuso a Juan Domingo Perón por nota confidencial a través del entonces embajador británico en Buenos Aires, James Hutton, una administración compartida del archipiélago con el propósito de «poner fin a la disputa sobre la soberanía» y «crear una atmósfera favorable dentro de la cual los isleños podrían desarrollarse de acuerdo a sus intereses». Como vemos, Gran Bretaña no hacía entonces mención de autodeterminación y sí en cambio de respetar los ”intereses” de los isleños.
El texto de la nota secreta es el siguiente:
11 de junio de 1974.
Como secuela de la conversación mantenida con Vuestra Excelencia el 4 de junio, tengo el placer de informarle que he recibido instrucciones del Gobierno de Su Majestad para proponer que las conversaciones entre Gran Bretaña y la Argentina sobre el futuro de las Islas Malvinas sean reanudadas sobre la base de las salvaguardias y garantías a extenderse a los isleños en el hipotético evento de un condominio. Esas conversaciones se mantendrían sin perjuicio de las respectivas posiciones de los Gobiernos del Reino Unido y la Argentina con respecto a la soberanía territorial sobre la Islas Malvinas.
Se me encarga explicar que el principal objetivo del Gobierno de Su Majestad al entrar en negociaciones sobre la base de un condominio sería poner fin a la disputa sobre la soberanía al aceptar la Argentina una co-soberanía sobre las Islas, y que el resultado podría ser un tratado que resolviera la disputa anglo-argentina y creara una atmósfera favorable dentro de la cual los isleños podrían desarrollarse de acuerdo con sus intereses. Por la duración del Tratado, ambas Partes aceptarían una soberanía compartida sobre la Islas. Los condóminos serían Su -Majestad La Reina y Su Excelencia el Presidente de la Nación Argentina.
Hay diversas formas de condominio, pero los elementos básicos podrían incluir lo siguiente:
1) Las banderas británicas y argentina serían enarboladas juntas y los idiomas oficiales serían inglés y español;
2) Todos los «nativos» de las Islas poseerían doble nacionalidad;
3) Los pasaportes de la colonia existentes serían reemplazados por documentos de viaje emitidos de los condóminos;
4) La constitución, administración y el sistema legal actuales tendrían que ser adaptados a las necesidades de un condominio. El gobernador podría ser designado alternativamente por la Reina y el Presidente de la Argentina;
5) Los demás cambios constitucionales requerirían el acuerdo de los condóminos.
Debo informar también que una Sesión conjunta de los Consejos Ejecutivo y Legislativo de las Islas ha informado al Gobernador que no tiene objeción alguna a que se realicen conversaciones con el gobierno argentino sobre salvaguardias y garantías requeridas en un condominio. Sin embargo, debo declarar que el Gobierno de Su Majestad se sentiría libre de invitar representantes de las Islas a que formen parte de la delegación británica, y que antes de llegarse a un acuerdo definitivo, debería consultarse formalmente con los Isleños y buscarse su aceptación mediante alguna forma de representación popular.
Sobre estas bases, el Gobierno de Su Majestad propone que, si el Gobierno argentino está de acuerdo, deberían realizarse conversaciones oficiales o preliminares en Buenos Aires lo antes posible.
Ocho días después, el presidente Perón contestó la misiva con una contrapropuesta que planteaba lo siguiente:
1) Las banderas de ambos países flamearán conjuntamente.
2) Las monedas argentina, británica y local, tendrán curso legal en las Islas con el tipo de cambio fijado de común acuerdo.
3) Los pasaportes y otros documentos para los «nativos» serán reemplazados por otro único que los administradores conjuntos determinen .
4) Serán administradores conjuntos el Presidente de la Argentina y Su Majestad Británica.
5) Serán idiomas oficiales el español y el inglés, en los que serán redactados todos los documentos oficiales.
6) Se adaptarán a la administración conjunta las normas legales del territorio argentino y el británico en la isla.
7) Los «nativos» de las islas gozarán de los beneficios de doble nacionalidad a todos los efectos.
8) Alternativamente cada uno de los administradores conjuntos designarán por el término de tres años al gobernador de las islas: el primero será designado por la Argentina, y el secretario de la Gobernación será designado por Su Majestad Británica.
9) Será propósito fundamental de la administración conjunta, facilitar la gradual integración de las islas a la vida política, social e institucional de la Argentina.
Luego de esa negociación interrumpida por la muerte de Perón, el Reino Unido planeó continuarla en 1976. Veamos cómo:
Londres ofreció negociar las Malvinas.
Documentos desclasificados revelan que el Reino Unido temía una invasión argentina (…) Otros documentos, también desclasificados ayer, ponen de relieve la magnitud de la crisis económica que heredó ese año el Gobierno de James Callaghan y los temores del Foreign Office a una posible invasión de las islas Malvinas si no se entablaban negociaciones con Argentina para ceder algún tipo de soberanía sobre ellas. (…) Aquella crisis, que en marzo le había costado el cargo a Harold Wilson, acabó sellando el regreso de los tories al poder de la mano de Margaret Thatcher. Ironías del destino, Thatcher acabó afianzándose en el poder gracias a la guerra de las Malvinas tras la invasión de Argentina en 1982, que fue pronosticada en 1975 por el embajador británico en Buenos Aires, Derick Ashe, en documentos enviados al entonces jefe del Foreign Office y luego primer ministro, James Callaghan. Éste dio instrucciones a Ashe para que dejara entrever a los argentinos que el Reino Unido estaba dispuesto a negociar la soberanía de las Malvinas a espaldas de sus habitantes, aunque no iban a reconocerlo. Las conversaciones no cuajaron.
La dictadura no sólo fue derrotada en un conflicto que nunca debió haber comenzado sino que arruinó un proceso diplomático previo que estaba encaminado a continuar con las negociaciones propiciadas por la ONU.
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La Noche en que se pudo evitar la Guerra de Malvinas.
Todos sabían que ésas eran las últimas horas. Era la madrugada del 30 de abril de 1982, y el conflicto por las Islas Malvinas estaba por convertirse realmente en una guerra, habían fracasado los dos intentos del secretario de Estado, Alexander Haig, por negociar una salida entre Londres y Buenos Aires, y Ronald Reagan se encaminaba a anunciar la cooperación de Estados Unidos con Gran Bretaña. Entonces, su embajador en Buenos Aires, Harry Shlaudeman, hizo su último y desesperado intento: le pidió al general Leopoldo Galtieri que la Argentina retirara sus tropas de las islas y éste aceptó planteárselo a los otros jefes de la Junta, según surge de los documentos secretos del gobierno norteamericano. La reunión de Shlaudeman con Galtieri comenzó cerca de la medianoche, en la sede de la jefatura del Ejército, según el diplomático precisó en diálogo con un reportero de la prensa, desde su casa en California. «Recuerdo que aquella fue una larga noche. La recuerdo muy bien. Conversamos una hora y media o dos y volví a mi embajada a escribir el cable y dormir unas horas», rememoró. El entonces embajador de los Estados Unidos se reunió con Leopoldo Galtieri para pedirle que retirara las tropas argentinas de las islas. Ante la negativa, el enfrentamiento comenzó. (…) Los detalles quedaron inmortalizados en documentos secretos del gobierno norteamericano. «Venimos sin instrucciones de la Casa Blanca, general. Queremos saber si hay alguna forma de evitar la confrontación fatal», le dijo el ex embajador norteamericano en Buenos Aires al entonces dictador Leopoldo Galtieri. «Si se sigue así, mañana anunciaremos varias medidas contra la Argentina», le advirtió el diplomático Harry Shlaudeman.
El encuentro se realizó en la jefatura del Ejército, la madrugada del 30 de abril de 1982. «Estábamos todos muy cansados y descorazonados. Sabíamos que era la última chance», recordó el ex embajador. Como un «gesto de buena fe», Shlaudeman le pidió a Galtieri que retirara sus tropas. Sin embargo, el general le explicó que él era «sólo uno de los tres que toman las decisiones». A la mañana siguiente, volvieron a reunirse, esta vez en la Casa Rosada. La respuesta del general fue negativa. «La Armada está hambrienta por entrar en acción», según publicaron los diarios de aquel tiempo Ya no había nada que hacer.
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LOS DOCUMENTOS SECRETOS DE LOS ESTADOS UNIDOS DURANTE LA GUERRA DE MALVINAS.
“A Maggie no le va a alcanzar”.
Una carta del presidente Reagan a su secretario de Estado Haig revela los movimientos en la guerra para no generar resistencias en América latina y mantener la supremacía de la alianza con Londres. El documento es uno de los que fueron desclasificados por el National Security Archive, que dirige en el área Cono Sur Carlos Osorio. Este y otros textos pueden ser consultados en www.nsarchive.org
Carta de Ronald para Al.
Entre los documentos desclasificados por el Departamento de Estado figura una carta personal enviada por el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, a su secretario de Estado el general Alexander Haig. Mientras los Estados Unidos exploraban la posibilidad de una retirada argentina tras el desembarco del 2 de abril de 1982 y un régimen interino, queda clara la preocupación de Washington por no herir a Margaret Thatcher y sus posibilidades políticas. La primera ministra conservadora que había asumido en 1979 (y que terminaría consolidada por la guerra y por su victoria sobre la Argentina) aparece amistosamente por su diminutivo, Maggie. Dice Reagan a Haig que “después de haber leído tu informe sobre tus conversaciones en Londres queda clara la dificultad que entrañará lograr un compromiso que le permita a Maggie seguir y al mismo tiempo pase el test de ‘equidad’ con nuestros vecinos latinos”. En esas condiciones “no hay mucho margen de maniobra en la posición británica y no se puede ser optimista”. Reagan propuso a Haig insistir en una presencia multinacional y lograr de Galtieri un compromiso de retiro de fuerzas compatible con lo que se pedía al Reino Unido sobre una distancia mínima de sus submarinos nucleares.
Con Galtieri.
El embajador Harry Shlaudeman contó en el despacho secreto 2640 que, a pedido de
Galtieri, fue a ver al dictador a medianoche del 29 de abril. Le dijo que no tenía instrucciones para esa reunión pero que quería “evitar una confrontación fatal”. Y añadió: “Le señalé que no había recibido una adecuada respuesta a nuestras propuestas y que al día siguiente anunciaríamos varias medidas contra la Argentina”. Estuvieron más de una hora reunidos. Al final de la charla, Schlaudeman tomó la iniciativa de sugerir a Galtieri que anunciara el retiro unilateral de las tropas de las Malvinas como un primer paso hacia una solución pacífica y “como un gesto de buena voluntad”. Dijo el embajador que Galtieri pareció tomar la propuesta en serio e incluso la escribió, pero transmitió al embajador que él era uno entre tres para tomar decisiones. Aludía a la Junta Militar. Eso parece haber inclinado al embajador de los Estados Unidos a formular la recomendación que sigue: “Sugiero de la manera más firme que no anunciemos las medidas contempladas hasta que yo haya tenido la posibilidad de continuar explorando otras posibilidades con Galtieri mañana por la mañana. Creo que todavía hay una chance, aun pequeña”. Schlaudeman escribió que insistió varias veces ante Galtieri en que la Argentina no fuera la autora de la primera acción ofensiva. Galtieri le dijo que había frenado tres veces el primer disparo en esos días pero que no podría continuar haciéndolo, y dijo que “la Marina está hambrienta de acción”. Aludió a que había utilizado capital político para frenar el hecho del primer disparo.
EE.UU. no fue mediador.
Un resumen inicial del Departamento de Estado que se titula “Falkland Islands” comienza así: “A pesar del contacto directo entre el presidente Reagan y el presidente Galtieri, la Argentina ocupó las islas Falkland el 2 de abril”. Sostiene que los Estados Unidos tienen un papel importante en resolución de la crisis. “Uno de nuestros aliados más importantes, el Reino Unido juega un rol vital en las relaciones Este/Oeste a través de su participación en la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Un involucramiento del Reino Unido durante un período prolongado en una crisis del Atlántico Sur distraería importantes recursos de defensa lejos de Europa y de Hemisferio Norte. En el caso de la Argentina nuestras relaciones fueron mejorando, lo cual contribuyó a la estabilidad en la región enteramente considerada y con la promesa de una sociedad futura en temas importantes. También queremos evitar daños en el sistema interamericano”. “Al mismo tiempo que deploraba la violencia, los Estados Unidos mantuvieron un tono balanceado en el trato con la Argentina y con el Reino Unido, necesario si queremos tener éxito en ayudarlos a resolver su disputa.” El informe de situación refiere las visitas del secretario de Estado Haig a Londres y Buenos Aires, aunque “nunca asumimos el rol formal de mediador entre la Argentina y el Reino Unido”. Para el Departamento de Estado, existen posibilidades de que el conflicto empeore. Y si eso sucede, el temor expresado en el texto es que la Junta Militar “busque apoyo donde puede encontrarlo”. Aunque “el régimen es anticomunista, podría volcarse hacia la Unión Soviética en busca de ayuda militar, económica y política”. Un desarrollo de ese tipo “tendría serias consecuencias para la Argentina y para la seguridad estratégica del Hemisferio Occidental”. La última denominación es la usual, y lo era más en tiempos de Guerra Fría, para denominar al continente americano.
Dear Francis.
Uno de los textos desclasificados es una carta dirigida por el secretario de Estado Alexander Haig a su colega británico, el primer secretario del Foreign Office británico Francis Pym. Le dice que envía adjunto un texto de Nicanor Costa Méndez, el canciller argentino, pero que no quiere ejercer influencia sobre Pym porque a él mismo no lo convence el retroceso del argentino respecto de acuerdos previos. Lo que sí queda asegurado en todos los casos, incluso con negociaciones, una administración interina y el compromiso del retiro, es el control británico. En cuanto al interinato, el compromiso asumido por Costa Méndez es que los consejos locales seguirán siendo soberanos. No habría problemas para la seguridad, porque los submarinos británicos quedarían fuera de las 150 millas náuticas pero se trataría, en tiempo, de solo cinco horas para llegar a las islas. Y dice una parte del texto: “Francis, no está claro quién manda allí (en la Argentina). Hay por lo menos 50 personas, incluyendo a comandantes de cuerpo, que ejercen el derecho de veto, y en este punto no puedo hacer nada”.
Situación aérea y participación soviética.
Un cable secreto del 4 de abril, dos días después del desembarco, analizaba el escenario aéreo que estaba plasmándose. Londres estaba pensando en una ruta que uniera Tahití, la isla de Pascua y Chile para sus aviones. Pronosticaba la posibilidad de un enfrentamiento militar la semana siguiente porque Galtieri había declarado el 3 que un bloqueo británico a las islas “significaría guerra”. En ese cuadro “aparentemente los soviéticos están respaldando los reclamos argentinos, a pesar de que ese apoyo es de bajo perfil”. La base es la exportación de granos argentinos que salvaron a la Unión Soviética de la escasez de productos del campo. Sin embargo, Moscú “no ofreció ayuda diplomática a Buenos Aires”. ¿Qué podría hacer la Unión Soviética, entonces? Pasar a los argentinos datos de la flota británica.
Observación aérea.
La inteligencia norteamericana no se basó solo en filtraciones o en su acceso a militares argentinos. El reconocimiento aéreo le permitió trazar mapas detallados en los que observaba el movimiento del equipamiento militar, en especial del aéreo, que aparecía como la llave de las operaciones. El arqueo era detallado. Por ejemplo, decía que ocho aviones Mirage III/IV estaban en la base de Tandil a la vista, mientras que otros estaban en el área de mantenimiento. La descripción detallaba la situación en Curuzú Cuatiá, Reconquista, General Urquiza, Dr. Mariano Moreno, Buenos Aires, Mar del Plata, Bahía Blanca, comandante Espora y Puerto Belgrano, en todos los casos con indicación del nivel de nubosidad imperante. También eran observados los barcos de la retaguardia. El Murature estaba atracado e Buenos Aires en la Dársena Norte, lo mismo que lo que parecían cuatro buques menores. “No se puede discernir si hay actividad militar o logística en la base naval del Mar del Plata”, informaba la inteligencia norteamericana.
Satélite sobre las islas.
Las posiciones argentinas en las Malvinas eran observadas por satélites y procesadas por el Centro Nacional de Interpretación Fotográfica. El 28 de mayo de 1982 el Centro informó que las que denominaba “fuerzas argentinas de ocupación en las islas Falkland” habían logrado mejorar sus posiciones defensivas “alrededor de Stanley”. El texto del informe es certero en partes y conjetural en otros, y habla de que, por ejemplo, fue registrado “un posible Skyhawk”, y “50 probables carpas para dos personas”. Las certezas indicaban la construcción de “aproximadamente 16 posiciones al sur de Stanley”.
La estrategia británica.
El Reino Unido fue objetivo de análisis de igual manera, o quizás con mayor profundidad,
que la Argentina. En todo momento la Agencia Central de Inteligencia entregó al presidente Ronald Reagan material con posibles escenarios políticos. Un ejemplo: “Londres busca una victoria rápida en las Falklands y sus fuerzas probablemente se consoliden rápido. Los británicos probablemente intenten un asalto directo contra las fuerzas argentinas en Stanley aunque éstas sean sustancialmente superiores en número. El gobierno parece preparado para aceptar la existencia de bajas relativamente altas en compensación con que se vea un rápido triunfo militar. La primera ministra Thatcher podría llamar a elecciones anticipadas, aunque un revés serio podría dar como resultado su reemplazo”. El ideal británico era una campaña de menos de dos semanas que incluyera la consolidación en San Carlos y luego el movimiento hacia la captura de Darwin/Goose Green, a menos de 32 kilómetros, donde hay 600 soldados y un aeropuerto. Recién luego irían a Stanley, 80 kilómetros al este. En Darwin/Goose Green probablemente a los argentinos les costaría resistir el peso de los cinco o seis mil hombres puestos allí a presionar por parte de los británicos. “Aunque los tres mil soldados a bordo del Queen Elizabeth han sido caracterizados como una fuerza de guarnición, podrían comprometerse con las fuerzas ya desplegadas en el territorio” porque, además, los Guardias Escoceses y los Guardias Galeses que viajan en el buque “están entre las mejores unidades británicas”. Mientras tanto, el objetivo del Reino Unido sería destruir el portaaviones argentino, la munición y los suministros y un ataque masivo a Stanley. Sería importante la protección aérea que pudieran dar los aviones Harrier para disminuir la cantidad de bajas británicas en el avance hacia Stanley. Los argentinos, a su vez, podrían lanzar un contraataque desde Stanley. Entretanto, desde el punto de vista político, “puesto que los británicos observan las propuestas de negociación como perjudiciales para sus intereses, una campaña corta y exitosa recibiría apoyo amplio en el Reino Unido”. Entonces, ya “con el respaldo de la opinión pública Thatcher y la mayoría del Partido Conservador probablemente quieran continuar y acepten entonces bajas relativamente más importantes, aunque solo si el resultado es una victoria militar contundente”. Esa campaña militar redoblada se vería facilitada por el apoyo de la alianza socialdemócrata-liberal y por la división en el Partido Laborista, una brecha cada vez más abierta que favorece a los conservadores. “Una campaña corta y exitosa, especialmente con pocas bajas nuevas, podría catapultar a los tories a la posición más fuerte desde comienzos de la década de 1960”, dice el texto de inteligencia. “En ese caso se incrementan las chances de que haya una elecciones a fines de la primavera”, o sea, ya que es el Hemisferio Norte, antes de que comience el verano el 21 de junio.
El pulso de los latinoamericanos.
El análisis del Departamento de Estado era que el sentimiento latinoamericano
hacia la Argentina se solidificó luego del anuncio del apoyo de los Estados Unidos al Reino Unido, el 30 de abril, y el hundimiento del Crucero General Belgrano el 2 de mayo. Eso sí: “El conflicto anglo-argentino dividió a los países de habla hispana de los caribeños anglófonos, puso en peligro el sistema interamericano, le dio a Cuba la posibilidad de restaurar sus relaciones con la Argentina y recibir la solidaridad latinoamericana, encendió sentimientos nacionalistas en el hemisferio y revivió el antinorteamericanismo latente”. Lo último sucedió sobre todo en Venezuela, Nicaragua y Perú. Un análisis país por país seguía a esta visión genérica de la inteligencia del Departamento de Estado. En Brasil, autoridades “dijeron en privado que estaban en desacuerdo y preocupados con el nivel y la amplitud del apoyo norteamericano el Reino Unido” y confiaron que extraoficialmente habían dado su acuerdo para la compra de material bélico. En público los brasileños habían pedido el cumplimiento de la resolución 502, de retiro de tropas de las islas y, según citaba el análisis, la preocupación era que las medidas comerciales, financieras y de suministros de armas contra la Argentina pudieran repetirse para otros países. El caso de la dictadura chilena de Augusto Pinochet era distinto. Aunque la situación próxima a una guerra en 1978 no está citada en el análisis diplomático, en cambio sí está reflejado el pensamiento del gobierno sobre las relaciones con la Argentina en general. En privado, en conversaciones privadas mantenidas en Washington y en Santiago de Chile, los funcionarios chilenos se quejaron de su “frustración por años de interminables conversaciones sobre el Canal de Beagle con la Argentina”, país al que observaban como “intransigente”. También expresaron a diplomáticos norteamericanos su simpatía por el Reino Unido porque lo contrario sería una victoria, preocupante para el futuro chileno, por parte de la Argentina. Los colombianos apoyan el reclamo argentino de soberanía pero no el recurso el uso de la fuerza. Los costarricenses advirtieron a los norteamericanos que con su posición enfrentarían “una tormenta de protestas en América latina”. El gobierno de Rodrigo Carazo incluso pidió retirar la sede de la Organización de los Estados Americanos de Washington. Cuba reaccionó rápido y el vicepresidente Carlos Rafael Rodríguez dijo en una entrevista al diario francés Le Monde que su país estaba listo para ayudar a la Argentina, incluso militarmente. La Habana condenó al Reino Unido, apoyó a la Argentina y convocó a la solidaridad latinoamericana. El líder de la derecha guatemalteca, Mario Sandoval, envió un telegrama al presidente Reagan quejándose de “la política increíblemente estúpida” de los Estados Unidos. La junta militar de Guatemala elogió las “buenas intenciones” del secretario de Estado Alexander Haig pero dijo que el país apoyaría completamente a la Argentina y hasta estaba pensando en mandar un contingente militar. El gobierno mexicano criticó tanto al Reino Unido como a la Argentina pero dijo que apoyaba la soberanía argentina sobre las islas. La conclusión de la diplomacia norteamericana es que incluso las actitudes que en un principio fueron ambiguas se tornarían más claras en el peor sentido para los Estados Unidos. Después del hundimiento del Belgrano y del apoyo norteamericano al Reino Unido de manera abierta, el sentimiento generalizado sería cada vez más “antiimperialista”. En tanto, Venezuela dijo que estudiaría cualquier tipo de pedido por parte de la Argentina, hasta militar.
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La parte del Informe Rattenbach que los medios no muestran: ¿periodismo «independiente»?
(extracto del informe)
Preguntado: ¿Eso quiere decir que ni ustedes ni la Secretaría de Información Pública tenían control sobre las revistas, especialmente, sobre sus titulares?
Dijo: Exactamente. Yo puedo agregar que, en dos o tres oportunidades, se reunió el Estado Mayor Conjunto con los directores de diarios y revistas. Por orden del señor Jefe del Estado Conjunto -por supuesto, con conocimiento del Comité Militar- se los reunió. Y a efectos de no generar situaciones que pudieran dar lugar a que, al revertirse la situación, dijeran: «No pautaron, no sinceraron, no nos dijeron…», les expliqué lo que era la situación bélica, los condicionamientos que la seguridad del país hacía que debieran tomarse con la prensa, les dije qué era lo que pretendíamos, les aclaré que no queríamos versiones triunfalistas, que queríamos que se ajustaran a la verdad, que las puertas estaban abiertas permanentemente. Instalamos una Oficina de Prensa y tuvieron información permanente. Yo iba a las nueve de la noche, a las dos de la mañana, a las cuatro de la mañana, a conversar con ellos.
Cuando llegaban esas informaciones totalmente deprimentes o totalmente excitantes, con respecto a los éxitos oi fracasos, les clarifiqué la situación y, así, tuvimos radios que funcionaron bien y diarios que anduvieron más o menos. Inclusive, hemos hablado en forma personal -al margen de estas reuniones, donde asistió- con el señor Gainza Paz por los artículos del hijo en Inglaterra; con el señor Bartolomé Mitre y con el señor Escribano de «La Nación»; con la gente de «Clarín»; con la gente de «Diario Popular»; con la de «Crónica», diciéndoles: «Paren, no sigan con este ritmo, con estos titulares». Porque el público argentino, en una gran mayoría -el que lee «Crónica»- lee los grandes titulares. Y donde dice: «Se abatieron tres buques», dicen: «A ver cómo los abatieron?»; pero sino, no leen, no se interiorizan.
«No deformen». Esa fue la lucha permanente, cuyo resultado no fue el deseado. No fue el deseable porque no hay concientización -tampoco en nuestro medio- de la responsabilidad que cabe en un conflicto de esta naturaleza.
Preguntado: Con respecto a las radios, ya que algunas de ellas eran oficiales, ¿quién las controlaba?
Dijo: A las radios las manejamos exactamente de la misma manera. Y para el caso -señalo programas claves: de Magdalena Ruiz Guiñazú, Bernardo Neustad, Llamas de Madariaga, Urtizberea, Burone, etcétera. Se los ha llamado, y hubo radios que han dicho: «Sí, vamos a tomar medidas, pero comprendan que están los avisadores; nosotros no podemos presionar». -«Muy bien, señores, ustedes hagan lo que puedan; nosotros vamos a llamar a la gente». -«Yo hablé personalmente con Magdalena Ruiz Guiñazú; hablé personalmente en dos oportunidades con Neustad; lo llamé a Gómez Fuentes, que era oficialista pero que se la iba la mano y decía cualquier cosa y levantaba la presión de la gente a niveles inauditos. Otros, inclusive habría que haber recurrido a la fuerza, para decirlo claramente; esa gente no reaccionó.
Neustad, por supuesto, al día siguiente cambió y puso la «cassette» del lado que se le dictó, pero después se fue yendo lentamente, y se fue yendo un poco cuando -a raíz de dos o tres inexactitudes muy, muy gruesas- pedimos la clausura de un diario del interior. Se dio la orden de clausura de un diario del interior y de una revista.
Nota completa»La sangre vertida ayer en Avellaneda, y sin quitarle un gramo a la tragedia humana irremediable que supone, puede mirarse como parte de una ecuación política en la que hay ganadores y perdedores.
Está claro que los que pierden son quienes, en la sociedad y en la política, apuestan a una resolución incruenta del conflicto social y pretenden dar la ineludible pelea por el crecimiento y la equidad bajo normas de convivencia democrática.»
Hace ya muchas décadas nos cantaba el Zorzal Criollo en «Volver»:
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada…
(…)
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
(«Volver», tango de Gardel y Lepera de 1935.)
Ante esta posibilidad cierta de que el pasado (cierto pasado oprobioso) vuelva a enfrentarse con nuestra vida, este humilde servidor público acude presuroso para refrescar hechos vividos en nuestro terruño durante estos últimos veinte años, y vacunar así a nuestro «sentido común» para que no vuelva a tropezarse con la misma piedra.
En este caso, repasemos unas interesantes notas del 27 de junio de 2002 relacionadas con los cruentos sucesos del Puente Pueyrredón y de Avellaneda de aquel año. Este breve recuerdo constituye una refrescada de memoria útil para todos nosotros, para afirmar nuestra memoria y nuestro conocimiento sobre los hechos y sus causas, porque las causas no suelen recordarse debidamente, más aún si las crónicas periodísticas del día siguiente difieren como veremos enseguida…
Veamos, entonces, los recuerdos del Basurero Nacional en el «Que veinte años no es nada…» de hoy:
«La crisis causó 2 nuevas muertes» (Trailer)
OTRA VEZ LA VIOLENCIA / ESCENARIO: ESTALLIDO A MEDIODIA
Escenas de violencia y muerte en Avellaneda, al borde del Riachuelo.
Policías y piqueteros se enfrentaron en el límite con la Capital, una zona que supo estar llena de fábricas. Qué es la agrupación Aníbal Verón, a la que pertenecían los muertos. Y la reacción legislativa. La Aníbal Verón, el sector de los piqueteros duros .
La muerte a balazos de Darío Santillán y Maximiliano Costequi fue una pérdida directa para la Coordinadora Aníbal Verón: formaban parte de sus filas de activistas, trabajadores y desocupados, que tiene base en Lanús, dos estaciones más allá de Avellaneda. El movimiento —que toma el nombre del piquetero muerto en Tartagal, Salta, en noviembre de 2000— inició sus protestas hace un año y medio; y se enrola en el sector piquetero más radicalizado.
Junto al Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD) que conduce Raúl Castells, la Coordinadora ha realizado movilizaciones y cortes de ruta, pero «tenemos diferencias», aclara Nicolás Lista, representante principal de la Aníbal Verón, «radical de toda la vida» y últimamente alineado con Quebracho.
Ayer, esas diferencias quedaron expuestas: una conferencia de prensa para anunciar la protesta de hoy reunió a todos los grupos que habían participado en los incidentes violentos, menos uno: la Coordinadora Aníbal Verón estaba a la misma hora hablando para la prensa en la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, cuya presidenta es Hebe de Bonafini.
La Coordinadora es dura para calificar a los integrantes más conciliadores de las filas de piqueteros: sostienen que «D»Elía es alcahuete del Gobierno»; son más condescendientes con la CTA, pero lamentan que sea «de decisión blanda».
Hay otros militantes de Quebracho, pero sostienen que «la Verón es una mezcla de cristianos y marxistas». Plantean la idea «de una lucha larga». Aunque Lista asegura que no piensan por ahora en organizar un partido: «El pueblo está podrido de políticos».
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OTRA VEZ LA VIOLENCIA / ANALISIS: EL ESCENARIO QUE SE ABRE CON LAS MUERTES DE AVELLANEDA
Una escalada de violencia que vuelve más frágil a la democracia.
El Gobierno enfrenta su momento más difícil, acechado por la economía, la crisis social y, ahora, también por la violencia que había logrado controlar.
La democracia argentina está hoy aún más débil que ayer.
No se trata de la fortaleza o debilidad de un gobierno, como el de Eduardo Duhalde, que nació frágil y transitorio; y cuyo mérito mayor, si llega a lograrlo, será crear las condiciones para que otro gobierno, legal y más legítimo, se haga cargo de la brasa ardiente que es el país y su crisis.
Es mucho más que eso: la amenaza que vuelve a ensombrecer a los argentinos, como en diciembre pasado, es la de una espiral de violencia sin control, un horizonte de sangre que sólo puede alumbrar una democracia más restringida o, todavía peor, una etapa de autoritarismo —tradicional o maquillado— que no recuperará la justicia perdida y que, además, recortará dramáticamente la libertad.
La sangre vertida ayer en Avellaneda, y sin quitarle un gramo a la tragedia humana irremediable que supone, puede mirarse como parte de una ecuación política en la que hay ganadores y perdedores.
Está claro que los que pierden son quienes, en la sociedad y en la política, apuestan a una resolución incruenta del conflicto social y pretenden dar la ineludible pelea por el crecimiento y la equidad bajo normas de convivencia democrática.
Pero, ¿quiénes ganan con las muertes de Darío Santillán y Maximiliano Costequi?
Los que, desde adentro y sobre todo desde afuera del Gobierno, reclaman mano dura como única receta frente al reclamo social.
Los que apuestan al caos para imponer recetas económicas y aspiraciones políticas personales a una sociedad aterrada y demandante de orden a cualquier precio.
Las organizaciones que necesitan esta represión y estas muertes para legitimar un discurso y una acción política donde los valores aún deteriorados de la democracia funcionan como obstáculos hacia un objetivo supuestamente revolucionario.
Conviene aquí hacer una salvedad: las responsabilidades de unos y otros, en los episodios de ayer y en el desarrollo general de la crisis económica, social y política, son sin dudas diferentes.
Pero es cierto, también, que colocado bajo sospecha política por los EE.UU.; sometido a las presiones del FMI para las que no encuentra respuestas; impotente para reordenar la economía, frenar el agravamiento de la pobreza, dar solución a los ahorristas confiscados y hacer funcionar al sistema financiero; con dificultades para organizar una salida electoral razonable y ahora acechado por la violencia, el Gobierno afronta su momento más difícil.
El problema, en todo caso, no es el Gobierno sino lo que representa: un intento, quizá el último, de conservar una democracia que, algún día, quizá sea capaz de mejorarse a sí misma.
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EL PAIS › LOS ASESINATOS SE COMETIERON LEJOS DEL PUENTE DONDE COMENZO LA PROTESTA
La cacería policial terminó con dos muertos a balazos.
Las fuerzas de seguridad tomaron una parte de Avellaneda para cazar a los piqueteros que antes habían sido dispersados en el puente Pueyrredón, acceso clave a la Capital Federal. Y la cacería fue sangrienta: dos muertos, 90 heridos, varios de ellos con balas de plomo, más de 150 detenidos.
Los dos muertos llegaron al Hospital Fiorito sin documentos, con inocultables heridas de bala. Uno con un disparo en la espalda, a la altura del glúteo. “Un chico muy joven, de menos de 25 años”, describió la médica que lo recibió en la guardia. El otro con un balazo en el pecho. No hubo nada que hacer, los dos llegaron fríos. Los familiares reconocieron los cuerpos varias horas más tarde: Darío Santillán, de 21 años, y Maximiliano Costeki, de 25. Ambos pertenecían a la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. Por lo que se sabe hasta ahora, cayeron escapando de la policía, uno de ellos porque decidió auxiliar a otro herido, los dos bastante después de iniciado el operativo de represión que la bonaerense desató en la bajada del Puente Pueyrredón como inicio de una cacería que prolongó durante varias horas por las calles de Avellaneda.
La represión empezó sin previo anuncio, con un incidente cuyo origen se pareció a un error o a un acto de estupidez. Tal como estaba previsto, piqueteros de cuatro organizaciones (la Coordinadora Aníbal Verón, el Movimiento de Jubilados y Desocupados de Raúl Castells, el Bloque Nacional y Barrios de Pie) se concentraron desde las once de la mañana en el acceso que comunica Avellaneda con la Capital. La jornada de protesta de ayer incluía el corte de cinco puentes, pero la interrupción del de Avellaneda había quedado a cargo de los de la Verón. Por eso se vio allí a mayoría de desocupados de ese sector, fuertes en el sur del conurbano.
Sus integrantes se reunieron para marchar frente a la estación de trenes de Avellaneda. A las once y media de la mañana habían formado una columna de doscientos metros de largo a lo largo de la avenida Hipólito Yrigoyen, tres cuadras antes del puente.
Un segundo grupo de manifestantes, encabezados por la mujer de Raúl Castells, Nina Peloso, los esperó frente al Bingo Avellaneda. Había sol, y las mujeres se dedicaron a sacar pequeñas viandas de sus bolsos para almorzar. En la calle no se veían chicos. La gente los dejó en casa porque existía temor por una eventual represión, aunque nadie pensaba que podría ocurrir de la manera brutal y sin preámbulos en que después sucedió.
Norma dice que vio francotiradores sobre el puente peatonal pegado a la entrada del Pueyrredón. “Ibamos corriendo por la avenida, gritando que no nos tiren y vimos caer a otro chico en una esquina”, relató a Página/12 en el Hospital Fiorito.
Otros corrieron por Hipólito Yrigoyen buscando llegar a la estación de Avellaneda. La intención era que los piqueteros de más edad pudieran subirse a un tren para salir de la zona. La policía tiró gases lacrimógenos dentro de la estación. Allí murió por lo menos uno de los manifestantes, posiblemente Darío Santillán.
La diputada porteña Vilma Ripoll habló más tarde con un testigo que, al parecer, auxilió en el lugar. “Encontró a un pibe tirado en el piso, sangrando, al que la policía quiso levantar para llevárselo preso. Este hombre vio que el chico se estaba muriendo y les pidió que pararan, porque lo estaban arrastrando como si fuera un saco de papas”, contó ayer. “El pibe tenía un tiro en la zona lumbar y sangraba. Cuando el hombre insistió en que el chico estaba muy mal, lo metieron en un vehículo y lo llevaron al hospital.”
Los dirigentes piqueteros dijeron ayer que a la medianoche aún faltaba que unos treinta volvieran a sus casas.
La tarde terminó con 160 detenidos, 90 heridos y los dos muertos. La policía no tuvo heridos de bala. Sólo el jefe del operativo, comisario Alfredo Franchiotti, dijo que lo había lastimado un proyectil. Tenía un raspón en el cuello, y un ojo morado producto de la furia de los familiares que le pegaron en el Hospital Finochietto, cuando el oficialintentó acercarse a los medios para ostentar el rasguño. El comisario, golpeado y todo, se dio el gusto de difundir su versión de lo sucedido: “Actuamos porque esa gente iba dispuesta a combatir”, dijo a las cámaras. “Nos dimos cuenta por sus cánticos”.
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Miren” o “tiren”.
Por Mario Wainfeld
A la Policía hay que darle consignas netas. Blanco o negro. Hay que decirle ‘miren’ o ‘tiren’. Si la orden es más ambigua será difícil que la cumplan… incluso que la entiendan.”
La frase, palabra más palabra menos, fue repetida varias veces ante sus allegados por el secretario de Seguridad Juan José Alvarez y expresa una vieja sabiduría. La atesoran quienes comandan fuerzas de seguridad y también quienes militan o hacen política en la calle. Hay ocasiones en las que los uniformados tratan de limitar la violencia y hay otras en que salen de cacería.
“Miren”, redunda decirlo, quiere imponer calma, no represión, templanza, hasta pasividad. “Miren” ordenó –y se precia de haberlo ordenado– el propio Alvarez a las fuerzas bonaerenses de cara a los saqueos del 19 de diciembre de 2001. Y en buena medida, en el actual gobierno, la Policía “mira” en las manifestaciones de ahorristas, en las de los asambleístas que van a Plaza de Mayo. Puede ocurrir que los policías pierdan los estribos, se descontrolen pero, en una fuerza verticalizada, habrá otros que morigeren, controlen.
“Tiren” quiere decir “tiren” en sentido estricto o “peguen”, “metan miedo” y, en la Argentina al menos, la Policía suele asumir con entusiasmo tamaña consigna.
“Miren” o “tiren” puede decirse con esas palabras o con sinónimos. O puede sugerirse o inducirse con conductas, desde la jerarquía de los organismos de seguridad o desde el poder político.
Habrá que investigar quién tiró en Avellaneda y, si cabe, quién dio la orden. Entre tanto, es sensato observar que el gobierno nacional, por vía de varias de sus principales autoridades, venía sugiriendo “tiren” desde hace varios días. Desde hace un par de semanas se viene instalando, cual si fuera una política de Estado impedir, como fuera, el cierre de los accesos a la Capital Federal. Desde hace un par de semanas se viene insistiendo en que eso no sería permitido de ninguna manera. Desde hace varias semanas, y en esta en especial, el jefe de Gabinete Alfredo Atanasof fue asociando la movilización piquetera de ayer al “caos”, pirueta lingüística que viene desde tiempos de la dictadura militar y que convoca, como la miel a las moscas, a que “las fuerzas del orden” hagan lo suyo. Tirar, se entiende.
Esto es, que la responsabilidad de latragedia recae en los que recibieron las balas, los palos, los gases, las puertas arrancadas a patadas. Un razonamiento difícil de compartir y hasta de seguir, alambicado, tortuoso. Es mucho más sensato razonar que los policías –como todos los argentinos– entendieron lo que vino diciendo el poder político desde hace días. Una consigna grata para quienes venían con bronca y “junando”. Quienes, en su sempiterna lucha contra el “caos”, sencillamente, tiraron.
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La masacre anunciada.
Por Miguel Bonasso
Un juez de la Nación le anticipó a este cronista, hace 72 horas, que se preparaba “una violenta represión contra los piqueteros en el Puente Pueyrredón”. “Ojo –dijo el magistrado–, van a meter bala.” El magistrado lo sabía por personal de seguridad con el que está en contacto debido a sus funciones .
Este cronista intentó por varias vías hacer llegar la versión a las organizaciones piqueteras que hoy fueron sangrientamente reprimidas, pero no sabe si los mensajes llegaron a destino. Si no lo advirtió en estas páginas (como suele hacerlo) fue porque no pudo confirmar la especie de modo fehaciente y temió actuar como repetidor de un rumor originado en las activas usinas de inteligencia de este Gobierno. Ahora, desgraciadamente para muertos, heridos y familiares, la realidad ha confirmado trágicamente el anticipo. El interinato de Duhalde ya tiene sus muertos, nuevos sacrificados en la pira del darwinismo económico.
La forma en que actuaron las fuerzas provinciales, coordinadas con las nacionales de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal, demuestra que la emboscada estaba preparada y que no hubo aquí ningún exceso, sino la recalcitrante adhesión de nuestras fuerzas de seguridad a repetir los procedimientos de la dictadura militar. Y un mensaje inequívoco del poder central. Si no fuera como queda escrito, ¿cómo podrían haber ingresado efectivos de la Federal cuatrocientos metros en terreno bonaerense?, ¿cómo podría haberse llevado a cabo el asalto sin orden judicial al local de Izquierda Unida donde hirieron y secuestraron militantes de un partido del arco parlamentario? ¿Cómo podría la Bonaerense haber ocupado el Fiorito para secuestrar gente?
A veces el periodista debe ceder paso al ciudadano y animarse a enarbolar un sueño: esto no va a parar hasta que cientos de miles de compatriotas salgamos pacíficamente a llenar y ocupar la Nueve de Julio para gritar “¡basta! La democracia no es un juego de tahúres, ni una película de gangsters. Háganse a un lado para siempre, y dejen que hablen las urnas”. O la Nación se hundirá, sin remedio, en una nueva tragedia.
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Tras los enfrentamientos entre piqueteros y policías.
Duhalde pidió investigar los hechos de violencia.
El jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, dijo que el Presidente quiere conocer «quién está detrás» de los disturbios ocurridos ayer; dijo que la Argentina «no soporta más violencia» y acusó a sectores a los que no identificó de querer «desestabilizar al Gobierno»
El presidente Eduardo Duhalde pidió investigar «hasta las últimas consecuencias» los sucesos violentos ocurridos en la protesta piquetera de ayer para determinar «quién está detrás» de esa situación, informó hoy el jefe de gabinete, Alfredo Atanasof.
«Sabemos que hay una historia que indica que estos hechos nunca se esclarecen, pero el Presidente quiere que esta historia no se repita esta vez y que esto se esclarezca definitivamente», añadió el funcionario.
El jefe de ministros dijo, además, que «el Gobierno lamenta con mucho dolor tantos heridos y también los hechos vandálicos», que se produjeron en las adyacencias del Puente Pueyrredón.
En una conferencia de prensa ofrecida en la Casa de Gobierno, Atanasof denunció que en los incidentes de ayer «hubo encapuchados con armas, con palos, atacando a policías, viviendas y negocios de la zona».
Asimismo, el jefe de Gabinete dijo que «la Argentina no soporta más violencia, la pacificación es una condición necesaria para superar la crisis» que atraviesa el país.
Al respecto, manifestó que hay que «evitar el caos, porque el caos solo favorece a los violentos y a los conspiradores, mientras que la paz es el ámbito en el que podemos construir entre todos».
Grupos desestabilizadores.
Luego de que el gabinete analizara los hechos ocurridos ayer, Atanasof acusó a sectores a los que no identificó de querer «desestabilizar al Gobierno», y buscan generar violencia «amparándose en los derechos legítimos» de los que reclaman por la falta de trabajo.
Además, pidió a los líderes políticos que «tomen conciencia» y no «privilegien el oportunismo irresponsable» utilizando este tipo de situaciones en su propio beneficio.
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En Mar del Plata: crecen los casos de deceso perinatal.
El 13% de los bebes nace desnutrido.
Los datos revelan que la situación de esa ciudad balnearia se acerca a la de Jamaica, el país con mayor mortalidad infantil
La crisis que afecta al país muestra una de sus peores facetas en las maternidades públicas y los hospitales para niños. En varios distritos, las autoridades sanitarias relacionaron directamente con la pobreza el aumento de casos de muerte infantil y de bajo peso al nacer.
En Misiones, ya son 13 los bebes que murieron por deficiencias alimentarias y falta de controles médicos en lo que va del año (ver aparte). Las autoridades sanitarias de Bariloche, por su parte, advirtieron sobre el alarmante aumento de casos de muerte súbita en hogares de bajos recursos. Y en Mar del Plata el 13 por ciento de los bebes que nacen en instituciones públicas pesa menos de 2,5 kilos, según se informó oficialmente.
Pero no es todo: el 2 por ciento de los bebes marplatenses que nacen con bajo peso ni siquiera llega a 1,5 kilo. En ambos casos, es consecuencia, esencialmente, de las penurias que sufren sus madres desde el comienzo del embarazo, especialmente en lo que respecta a la atención de su salud y la desnutrición, estigmas que se transmiten a los niños prácticamente desde la concepción.
Las estadísticas que se registran a sólo 400 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires igualan a las de las provincias más pobres del país y distan mucho de las de los países desarrollados.
Escenario.
*En Mar del Plata, la ciudad que comparte con Rosario el primer puesto del ranking de desocupación del país, nacen entre 10.000 y 12.000 niños por año.
*El 60% de ellos llega al mundo en las salas de parto del Hospital Interzonal Especializado Materno Infantil (Hiemi).
*El 50% de las madres que pasan por allí padece anemia severa, déficit proteico y está pobremente alimentado.
*El 21% del total es menor de 18 años
*El índice de mortalidad infantil de esta ciudad es del 20,3 por mil
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