Seis meses antes de las cruciales elecciones de medio término, cierto alivio llegó a la Casa Rosada de la mano de Elisa Carrió y de un cambio de clima que las encuestas comenzaron a marcar en abril, tras un marzo que constituyó la etapa de mayor conflictividad social para el gobierno nacional. Sin embargo, un principio de crisis de identidad de la coalición gobernante y los costos de la estrategia polarizadora del oficialismo renuevan los desafíos para Mauricio Macri.
Existe coincidencia entre encuestadores en que se detuvo la caída en la imagen de la gestión y del propio Presidente que venía teniendo lugar desde principios de año, tras una serie de errores no forzados del Gobierno y el festival de marchas callejeras contra las políticas macristas. Reina incluso la convicción de que Macri ostenta una leve recuperación en la opinión pública al tiempo que, pese al prolongado conflicto docente -hoy muy cerca de su agotamiento-, María Eugenia Vidal se ha consolidado como la figura política con mejor imagen.
El riesgo de la estrategia polarizadora es que termine complicando la posibilidad de acuerdos en un Congreso donde Macri sigue necesitando del peronismo.
El corrimiento de Elisa Carrió a la Capital Federal, donde será primera candidata a diputada por el oficialismo, alivió potenciales tensiones en el distrito bonaerense, donde la gobernadora provincial será la figura estelar que se buscará plebiscitar como emblema del cambio. El papel de la diputada Carrió no será menor: ha sido definida cerca del Presidente como «la esencia del cambio» que precisa la política y así se la exhibirá en la campaña.
Claro que los problemas para el oficialismo no terminan allí. El veto del macrismo a Martín Lousteau para competir en las primarias abiertas de Cambiemos obliga a los analistas a poner el foco en una aparente crisis de identidad de la coalición gobernante. Ciertos dirigentes de esta fuerza creen que es una gran oportunidad para diferenciarse de sectores del radicalismo que formarían parte de una «vieja política», en referencia directa a los padrinos radicales de Lousteau: Enrique Nosiglia y Emiliano Yacobitti. Pero quedará la duda sobre los mecanismos institucionales que deberían regir la definición de candidaturas en una alianza que corre el riesgo de mostrar sus primeras grietas.
El ascenso de Carrió es funcional a una estrategia discursiva oficial que, en las últimas semanas, viene poniendo énfasis en la lucha contra las mafias sindicales y empresarias. Horas atrás, el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, cuestionó a hombres de empresa por haber silenciado durante años «hechos de corrupción» de los que habrían tenido conocimiento, vinculados con el entonces ministro de Planificación Julio De Vido y su segundo, José López. Pudo haberse dirigido hacia un terreno fangoso, teniendo en cuenta que el actual gobierno ha decidido avanzar con la construcción de dos represas en el río Santa Cruz, que son fruto de una licitación de esa gestión kirchnerista que aún genera dudas en materia de transparencia.
Existe coincidencia entre encuestadores en que se detuvo la caída en la imagen de la gestión y del propio Presidente que venía teniendo lugar desde principios de año, tras una serie de errores no forzados del Gobierno y el festival de marchas callejeras contra las políticas macristas. Reina incluso la convicción de que Macri ostenta una leve recuperación en la opinión pública al tiempo que, pese al prolongado conflicto docente -hoy muy cerca de su agotamiento-, María Eugenia Vidal se ha consolidado como la figura política con mejor imagen.
El riesgo de la estrategia polarizadora es que termine complicando la posibilidad de acuerdos en un Congreso donde Macri sigue necesitando del peronismo.
El corrimiento de Elisa Carrió a la Capital Federal, donde será primera candidata a diputada por el oficialismo, alivió potenciales tensiones en el distrito bonaerense, donde la gobernadora provincial será la figura estelar que se buscará plebiscitar como emblema del cambio. El papel de la diputada Carrió no será menor: ha sido definida cerca del Presidente como «la esencia del cambio» que precisa la política y así se la exhibirá en la campaña.
Claro que los problemas para el oficialismo no terminan allí. El veto del macrismo a Martín Lousteau para competir en las primarias abiertas de Cambiemos obliga a los analistas a poner el foco en una aparente crisis de identidad de la coalición gobernante. Ciertos dirigentes de esta fuerza creen que es una gran oportunidad para diferenciarse de sectores del radicalismo que formarían parte de una «vieja política», en referencia directa a los padrinos radicales de Lousteau: Enrique Nosiglia y Emiliano Yacobitti. Pero quedará la duda sobre los mecanismos institucionales que deberían regir la definición de candidaturas en una alianza que corre el riesgo de mostrar sus primeras grietas.
El ascenso de Carrió es funcional a una estrategia discursiva oficial que, en las últimas semanas, viene poniendo énfasis en la lucha contra las mafias sindicales y empresarias. Horas atrás, el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, cuestionó a hombres de empresa por haber silenciado durante años «hechos de corrupción» de los que habrían tenido conocimiento, vinculados con el entonces ministro de Planificación Julio De Vido y su segundo, José López. Pudo haberse dirigido hacia un terreno fangoso, teniendo en cuenta que el actual gobierno ha decidido avanzar con la construcción de dos represas en el río Santa Cruz, que son fruto de una licitación de esa gestión kirchnerista que aún genera dudas en materia de transparencia.