El balotaje (o segunda vuelta) está de moda en América Latina, y Argentina -que hasta ahora había estado fuera de esta tendencia- no es la excepción. El próximo 22 nuestro país celebrará un histórico e inédito balotaje para elegir a su próximo Presidente. Durante las últimas décadas, la tendencia regional predominante para la elección del titular del Poder Ejecutivo ha sido sustituir el sistema de mayoría relativa con el balotaje o segunda vuelta. Como consecuencia de estas reformas, en la actualidad y en diversas modalidades, 12 de los 18 países contemplan el balotaje. En ocho de ellos -Brasil, Colombia, Chile, El Salvador, Guatemala, Perú, República Dominicana y Uruguay- la mayoría que se exige es de 50% más uno de los votos. Costa Rica, en el otro extremo, exige un porcentaje significativamente inferior (40% de los votos); Ecuador y Bolivia (50% más uno, o bien 40% con una diferencia de más de 10 puntos), y Argentina, 45%, o bien 40% con una diferencia de más de 10 puntos). Sólo un tercio de los países no ha incorporado al balotaje a sus sistemas electorales: Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay y Venezuela. En todos ellos, y a diferencia del modelo original francés, el balotaje se limita a la elección presidencial.
La segunda vuelta es una elección distinta a la de la primera vuelta: es una nueva elección. El análisis comparado de las elecciones presidenciales latinoamericanas celebradas entre 1978 y 2015 demuestra que el balotaje no altera el resultado de la primera vuelta en aquellos casos en que el ganador es considerado por la mayoría de los votantes como “el mal menor”, aunque no resulte el candidato favorito de todos. Por el contrario, la reversión de resultado tiene lugar cuando una amplia mayoría del electorado comparte un “consenso negativo” en contra del candidato ganador en la primera vuelta y vota en la segunda a favor del candidato que, en la primera, se posicionó en segundo lugar. En estos casos, el balotaje permite articular una nueva mayoría para impedir el triunfo de un candidato no deseado que haya resultado triunfador en la primera vuelta. La tendencia regional es que la participación electoral tiende a disminuir durante la segunda vuelta, salvo en casos de elecciones muy competitivas. La participación ciudadana en la segunda vuelta es un elemento clave, ya que, de las 10 reversiones electorales mencionadas, en siete de ellas un mayor número de ciudadanos acudió a las urnas durante el balotaje que en la primera vuelta. Además de las circunstancias concretas de cada elección hay tres factores que potencian una reversión de resultado en un balotaje: uno, cuando la diferencia entre el primero y segundo lugar en la primera vuelta es inferior a 10%; dos, cuando el porcentaje de votos que obtuvo quien logró el primer lugar quedó por debajo de 40%, y tres, cuando la participación electoral se incrementa en la segunda vuelta.
En Argentina, las características de la victoria de Scioli sobre Macri en la primera vuelta —una diferencia de apenas 3% y un caudal electoral por debajo de 40%— aumentan las probabilidades de que Macri (quien pese a haber sacado menos votos quedó mejor posicionado que Scioli) logre revertir el resultado de la primera vuelta. Pero cuidado con pecar de exitismo anticipado.
Daniel Zovatto
Director Regional para América Latina y el Caribe
IDEA Internacional
La segunda vuelta es una elección distinta a la de la primera vuelta: es una nueva elección. El análisis comparado de las elecciones presidenciales latinoamericanas celebradas entre 1978 y 2015 demuestra que el balotaje no altera el resultado de la primera vuelta en aquellos casos en que el ganador es considerado por la mayoría de los votantes como “el mal menor”, aunque no resulte el candidato favorito de todos. Por el contrario, la reversión de resultado tiene lugar cuando una amplia mayoría del electorado comparte un “consenso negativo” en contra del candidato ganador en la primera vuelta y vota en la segunda a favor del candidato que, en la primera, se posicionó en segundo lugar. En estos casos, el balotaje permite articular una nueva mayoría para impedir el triunfo de un candidato no deseado que haya resultado triunfador en la primera vuelta. La tendencia regional es que la participación electoral tiende a disminuir durante la segunda vuelta, salvo en casos de elecciones muy competitivas. La participación ciudadana en la segunda vuelta es un elemento clave, ya que, de las 10 reversiones electorales mencionadas, en siete de ellas un mayor número de ciudadanos acudió a las urnas durante el balotaje que en la primera vuelta. Además de las circunstancias concretas de cada elección hay tres factores que potencian una reversión de resultado en un balotaje: uno, cuando la diferencia entre el primero y segundo lugar en la primera vuelta es inferior a 10%; dos, cuando el porcentaje de votos que obtuvo quien logró el primer lugar quedó por debajo de 40%, y tres, cuando la participación electoral se incrementa en la segunda vuelta.
En Argentina, las características de la victoria de Scioli sobre Macri en la primera vuelta —una diferencia de apenas 3% y un caudal electoral por debajo de 40%— aumentan las probabilidades de que Macri (quien pese a haber sacado menos votos quedó mejor posicionado que Scioli) logre revertir el resultado de la primera vuelta. Pero cuidado con pecar de exitismo anticipado.
Daniel Zovatto
Director Regional para América Latina y el Caribe
IDEA Internacional