Opinión
Lunes 01 de agosto de 2011 | Publicado en edición impresa
El kirchnerismo corrió riesgos al confeccionar sus listas de candidatos, que se explicaron por el interés en crear una base de apoyo más «propia» que la peronista de siempre y mostrar que había una sola dueña de los votos. La apuesta no pudo dar peor resultado en la Capital y en Santa Fe.
Superando el hábito de perder por veinte puntos frente a Macri, el kirchnerismo porteño, tal vez una de sus expresiones más auténticas y puras en el país, dejó ver las limitaciones de este fenómeno.
¿Lo que Cristina perdió guarda proporción con lo que ganó Macri? Una discusión que rebota de aquí para allá es si Macri hizo bien en bajarse de la carrera presidencial. Como ganó, se podría pensar que sí. Pero como lo hizo por un margen mucho mayor de lo que esperaba, se podría sospechar que no. Como les sucedió en el terreno intelectual a Beatriz Sarlo y a otros, se asustó ante la supuesta invencibilidad K. Igual que ella, terminó mostrando que no era para tanto.
Macri debió tomar su decisión en el peor momento de la oposición, cuando los candidatos de Cristina habían ganado en Catamarca; parecía que también en Chubut, y Solanas todavía parecía competitivo. Pocas semanas después, con la agenda dominada por escándalos y peleas en el oficialismo, eso suena a historia antigua.
Pero lo fundamental es que si Macri le hizo más mal a Cristina bajándose a la ciudad de lo que, tal vez, le hubiera hecho como candidato presidencial, fue porque abonó el clima propicio para que la Presidenta se hiciera a sí misma el mayor de los males: no se habría revelado tan soberbia en la confección de las listas oficiales si Macri no hubiera declinado su candidatura.
Aunque también es probable que, pensando en 2015, el jefe de gobierno no esté interesado en llevar las cosas hasta el final: no puede descartarse que las declaraciones de Vidal en cuanto a que podrían votar a Cristina fueran tanto una señal para sumar votos en la segunda vuelta como, también, para dejar sentado su desinterés en apoyar a cualquier opositor en las presidenciales. No vaya a ser que les echen sombra para las siguientes. Algo no muy distinto al equilibrio de De la Sota en Córdoba.
¿La gente votó «a favor» o «en contra de»? ¿El problema de Filmus fue que no aprovechó los errores de la gestión de Macri y el mérito de éste fue que expresó una «bonanza sin crispación»? Pudo haber un poco de cada cosa. Lo que permite sacar otras conclusiones. La fuerza del conformismo: en la doble competencia entre «quienes administran no del todo mal los recursos públicos» y los que «no violan la ley ni abusan demasiado del poder», Macri fue superior. Si el ejemplo cunde, todos los que anuncian que «venimos bien», como Scioli, podrán dormir tranquilos.
El kirchnerismo no pudo alterar una ecuación inscripta en su origen, la que conjuga los enormes recursos fiscales con votos y demás instrumentos políticos. Y en su desgastante pelea por romper ese molde, perdió más de lo que ganó.
El autor es sociólogo e historiador
Lunes 01 de agosto de 2011 | Publicado en edición impresa
El kirchnerismo corrió riesgos al confeccionar sus listas de candidatos, que se explicaron por el interés en crear una base de apoyo más «propia» que la peronista de siempre y mostrar que había una sola dueña de los votos. La apuesta no pudo dar peor resultado en la Capital y en Santa Fe.
Superando el hábito de perder por veinte puntos frente a Macri, el kirchnerismo porteño, tal vez una de sus expresiones más auténticas y puras en el país, dejó ver las limitaciones de este fenómeno.
¿Lo que Cristina perdió guarda proporción con lo que ganó Macri? Una discusión que rebota de aquí para allá es si Macri hizo bien en bajarse de la carrera presidencial. Como ganó, se podría pensar que sí. Pero como lo hizo por un margen mucho mayor de lo que esperaba, se podría sospechar que no. Como les sucedió en el terreno intelectual a Beatriz Sarlo y a otros, se asustó ante la supuesta invencibilidad K. Igual que ella, terminó mostrando que no era para tanto.
Macri debió tomar su decisión en el peor momento de la oposición, cuando los candidatos de Cristina habían ganado en Catamarca; parecía que también en Chubut, y Solanas todavía parecía competitivo. Pocas semanas después, con la agenda dominada por escándalos y peleas en el oficialismo, eso suena a historia antigua.
Pero lo fundamental es que si Macri le hizo más mal a Cristina bajándose a la ciudad de lo que, tal vez, le hubiera hecho como candidato presidencial, fue porque abonó el clima propicio para que la Presidenta se hiciera a sí misma el mayor de los males: no se habría revelado tan soberbia en la confección de las listas oficiales si Macri no hubiera declinado su candidatura.
Aunque también es probable que, pensando en 2015, el jefe de gobierno no esté interesado en llevar las cosas hasta el final: no puede descartarse que las declaraciones de Vidal en cuanto a que podrían votar a Cristina fueran tanto una señal para sumar votos en la segunda vuelta como, también, para dejar sentado su desinterés en apoyar a cualquier opositor en las presidenciales. No vaya a ser que les echen sombra para las siguientes. Algo no muy distinto al equilibrio de De la Sota en Córdoba.
¿La gente votó «a favor» o «en contra de»? ¿El problema de Filmus fue que no aprovechó los errores de la gestión de Macri y el mérito de éste fue que expresó una «bonanza sin crispación»? Pudo haber un poco de cada cosa. Lo que permite sacar otras conclusiones. La fuerza del conformismo: en la doble competencia entre «quienes administran no del todo mal los recursos públicos» y los que «no violan la ley ni abusan demasiado del poder», Macri fue superior. Si el ejemplo cunde, todos los que anuncian que «venimos bien», como Scioli, podrán dormir tranquilos.
El kirchnerismo no pudo alterar una ecuación inscripta en su origen, la que conjuga los enormes recursos fiscales con votos y demás instrumentos políticos. Y en su desgastante pelea por romper ese molde, perdió más de lo que ganó.
El autor es sociólogo e historiador