Una gran excusa para justificar errores y horrores de los líderes políticos ha sido culpar a su entorno. Esos círculos que, al principio, son amplios e incluyentes y que terminan siendo más asfixiantes que el pulóver azul del cuento de Cortázar. Casualmente, o no, el cuento se titula No se culpe a nadie. Los «entornos» presidenciales suelen estar integrados tanto por gente de buena voluntad como por oportunistas y aduladores profesionales que saben aprovecharse de las inseguridades que acechan a los poderosos.
Ellos siempre tienen el sí en la punta de lengua y un buen argumento a mano para justificar y no contrariar decisiones y certezas del presidente de turno. Suelen ser un bálsamo y, al final, una condena. Nada asegura que esta vez vaya a pasar, pero tal vez no estaría mal estar alertos, sobre todo desde que se escucha cada vez con más frecuencia a algunos ministros discrepar en off con ciertas decisiones y argumentar que no se lo dicen a Macri porque «al fin y al cabo él es el Presidente y el que tiene los votos». A cuidarse de los pulóveres azules.
O, después, no se culpe a nadie
Ellos siempre tienen el sí en la punta de lengua y un buen argumento a mano para justificar y no contrariar decisiones y certezas del presidente de turno. Suelen ser un bálsamo y, al final, una condena. Nada asegura que esta vez vaya a pasar, pero tal vez no estaría mal estar alertos, sobre todo desde que se escucha cada vez con más frecuencia a algunos ministros discrepar en off con ciertas decisiones y argumentar que no se lo dicen a Macri porque «al fin y al cabo él es el Presidente y el que tiene los votos». A cuidarse de los pulóveres azules.
O, después, no se culpe a nadie