El exitismo lleva a considerar todo lo victorioso, inteligente y todo lo inteligente, infalible. Pero es probable que el renombrado Duran Barba haya cometido su gran error como asesor de Macri al orientarlo a bajarse de la candidatura presidencial justo antes de que el clima político argentino comenzara a cambiar.
Duran Barba sostuvo que no se equivocó, que si Macri no se hubiera presentado en la Capital, el PRO habría perdido ante Filmus. Pero los veinte puntos de diferencia en primera vuelta y los 35 de diferencia que se prevén para el ballottage del domingo próximo no parecen darle la razón. Si el rabino Bergman triplicó en votos a Cabandié, líder de La Cámpora y si Del Sel vence hoy a Rossi, el más emblemático representante del kirchnerismo en el Congreso, se podría conjeturar que candidatos del PRO con ciertos atributos –y no sólo Macri– les ganan a candidatos del Frente para la Victoria porque habría alguna forma de voto castigo al kirchnerismo de una parte de la sociedad.
Los candidatos a presidente de la oposición con mayor intención de voto, Alfonsín y Duhalde, están anabolizados por la decisión de Macri de bajar su propia candidatura nacional. Alfonsín, por dejarle a De Narváez disponible. Y Duhalde, porque absorbe los votantes a presidente como si fuera un candidato del PRO en las sombras.
Si en las primarias abiertas del 14 de agosto Duhalde superara a Alfonsín y fuera el candidato de la oposición más votado, aun mayor sería la suposición sobre la equivocación de Duran Barba. Hasta antes de que Macri se retirara de la competencia por la presidencia, su intención de voto superaba a las de Alfonsín y Duhalde juntos.
Cuando en el reportaje del domingo pasado Duran Barba sostuvo que, salvo que suceda algo inesperado, “Cristina Fernández va a ganar”, justificaba su propia decisión de repliegue del PRO a la Capital. Sería verdaderamente catastrófico para ellos comprobar que no sólo Macri habría podido llegar a presidente en 2011, sino que si la oposición ganara en 2011, las posibilidades de Macri de ser presidente en 2015 serían menores con un kirchnerismo ya desplazado. Además del riesgo a la reelección del político que resultara electo, posibilidad que Cristina Kirchner no tendría salvo una dificultosa modificación de la Constitución.
Pero no toda la responsabilidad de esa decisión, desacertada o acertada, es de Duran Barba: obedece el que quiere. El conservadurismo de alguien como Macri, que apuesta más como un banquero que como un empresario, jugó su papel en esta decisión. Tanto esperar que Reutemann apoyara su candidatura presidencial y tanto intentar provocar ese apoyo que nunca llegó deben hacer reflexionar a Macri ante la paradoja de ver que Reutemann ahora termina apoyando a Del Sel sin pedir más a cambio que no quedar jugando a perdedor.
Cuando Macri declinó su candidatura presidencial, Cristina comparó públicamente a los que quieren tener todas las seguridades antes de tomar un riesgo político con el temperamento opuesto de su marido, que con su propia voluntad de victoria convencía a los demás.
Si Macri no hubiera esperado el sí de Reutemann o el de De Narváez y hubiera dado demostraciones de voluntad más allá de los riesgos, Reutemann y De Narváez lo habrían apoyado. Lo mismo Duhalde, y no hubiera sido poco factible que también lo hiciera Rodríguez Saá.
Algo le falta a Macri para ser presidente. No son precisamente ni medios –económicos o de comunicación– ni apoyos ni suerte. Quien no tiene la voluntad, no tiene la fuerza.
Fuente: edición impresa del diario PERFIL.
Duran Barba sostuvo que no se equivocó, que si Macri no se hubiera presentado en la Capital, el PRO habría perdido ante Filmus. Pero los veinte puntos de diferencia en primera vuelta y los 35 de diferencia que se prevén para el ballottage del domingo próximo no parecen darle la razón. Si el rabino Bergman triplicó en votos a Cabandié, líder de La Cámpora y si Del Sel vence hoy a Rossi, el más emblemático representante del kirchnerismo en el Congreso, se podría conjeturar que candidatos del PRO con ciertos atributos –y no sólo Macri– les ganan a candidatos del Frente para la Victoria porque habría alguna forma de voto castigo al kirchnerismo de una parte de la sociedad.
Los candidatos a presidente de la oposición con mayor intención de voto, Alfonsín y Duhalde, están anabolizados por la decisión de Macri de bajar su propia candidatura nacional. Alfonsín, por dejarle a De Narváez disponible. Y Duhalde, porque absorbe los votantes a presidente como si fuera un candidato del PRO en las sombras.
Si en las primarias abiertas del 14 de agosto Duhalde superara a Alfonsín y fuera el candidato de la oposición más votado, aun mayor sería la suposición sobre la equivocación de Duran Barba. Hasta antes de que Macri se retirara de la competencia por la presidencia, su intención de voto superaba a las de Alfonsín y Duhalde juntos.
Cuando en el reportaje del domingo pasado Duran Barba sostuvo que, salvo que suceda algo inesperado, “Cristina Fernández va a ganar”, justificaba su propia decisión de repliegue del PRO a la Capital. Sería verdaderamente catastrófico para ellos comprobar que no sólo Macri habría podido llegar a presidente en 2011, sino que si la oposición ganara en 2011, las posibilidades de Macri de ser presidente en 2015 serían menores con un kirchnerismo ya desplazado. Además del riesgo a la reelección del político que resultara electo, posibilidad que Cristina Kirchner no tendría salvo una dificultosa modificación de la Constitución.
Pero no toda la responsabilidad de esa decisión, desacertada o acertada, es de Duran Barba: obedece el que quiere. El conservadurismo de alguien como Macri, que apuesta más como un banquero que como un empresario, jugó su papel en esta decisión. Tanto esperar que Reutemann apoyara su candidatura presidencial y tanto intentar provocar ese apoyo que nunca llegó deben hacer reflexionar a Macri ante la paradoja de ver que Reutemann ahora termina apoyando a Del Sel sin pedir más a cambio que no quedar jugando a perdedor.
Cuando Macri declinó su candidatura presidencial, Cristina comparó públicamente a los que quieren tener todas las seguridades antes de tomar un riesgo político con el temperamento opuesto de su marido, que con su propia voluntad de victoria convencía a los demás.
Si Macri no hubiera esperado el sí de Reutemann o el de De Narváez y hubiera dado demostraciones de voluntad más allá de los riesgos, Reutemann y De Narváez lo habrían apoyado. Lo mismo Duhalde, y no hubiera sido poco factible que también lo hiciera Rodríguez Saá.
Algo le falta a Macri para ser presidente. No son precisamente ni medios –económicos o de comunicación– ni apoyos ni suerte. Quien no tiene la voluntad, no tiene la fuerza.
Fuente: edición impresa del diario PERFIL.