Escalinatas. En la Casa Rosada, sonriente, a pesar de los trajines del fin de año: no cree que el Gobierno llegue maltrecho ni que haya retrocedido en las encuestas. Lucía Merle.
-¿El cálculo erróneo en el costo fiscal del proyecto opositor de Ganancias ayudará a que salga un proyecto más equilibrado como quiere el Gobierno?
-En verdad, a mí me parece que ayuda a que el diálogo ahora se haga desde un lugar de mayor racionalidad.
-¿Eso quiere decir que el proyecto de la opositor era irracional?
-Claramente, eso lo dije desde el primer momento. Y creo que quedó demostrado. Ahora hay que mirar para adelante y lograr un proyecto con todo el consenso posible y equilibrado.
-Con una mano en el corazón, ¿no se pasaron de rosca con Massa al llamarlo desde “irresponsable” hasta “impostor”? Hicieron cola para pegarle: el Presidente, usted, Vidal y muchos otros.
-No, lo que pasó fue que dimos nuestra opinión sobre el proyecto y sobre cómo pensamos nosotros que se dio la discusión.
-En esta pelea con alto voltaje, ¿el Gobierno no perdió un poco la imagen de mesura y respeto que le venía saliendo bien?
-Para nada, el Gobierno ha mostrado una conducta de diálogo político e institucional desde el primer día. Dar nuestra opinión sobre un tema no invalida para nada esa cultura de dialogo.
-Encima saltó el tema del decreto reglamentador de la ley de blanqueo, que firmó el Presidente y permite incorporar a padres, cónyugues e hijos. Es algo que la ley prohibía expresamente …
– No es cierto que incorpore a familiares al blanqueo. Permite que declaren bienes adquiridos previas a la función pública de su familiar.
-¿Si fuese así, por qué el fiscal Marijuán quiere investigarlos a Macri, a usted y a Prat-Gay por este asunto?
-El fiscal querrá determinar si hubo o no delito. Lo que yo expreso es nuestra opinión al respecto. Nosotros estamos muy tranquilos.
-Es que es difícil no pensar en que los beneficiarios podrían ser Franco Macri o Juliana Awada …¿era necesario algo así? Parece más propio del estilo kirchnerista que de una gestión que proclama la transparencia como bandera.
-No fue pensado para una persona en particular y estoy convencido que no tiene ninguna contradicción con la transparencia.
-No le preocupa que Carrió agarre el micrófono con toda esta polvareda y lance una de sus habituales “filípicas”?
-No, estamos muy tranquilos con la legalidad y la ética de la medida.
-¿Usted les abriría la puerta de Cambiemos a algunos peronistas aunque hayan pasado por el kirchnerismo, como propuso Monzó, el presidente de Diputados?
-Lo más importante es tener clara nuestra identidad, hacia dónde queremos ir como gobierno y como Cambiemos para no defraudar a la sociedad que votó un cambio. Después no creo que sea una discusión dogmática sino para analizar cada caso.
-¿No cree que eso ayudaría a darle más sustento político a la gobernabilidad?
-Nuestra gobernabilidad se basa en el apoyo de los argentinos y en nuestra capacidad de construir consensos con otros sectores. Pero siempre teniendo clara nuestra coherencia.
-¿Siente que llegan maltrechos a fin de año o que es sólo “una sensación”, como decían en el kirchnerismo? Lo digo por los piquetes y protestas continuas, la inflación que permanece, las fricciones fuertes con la oposición, las encuestas en baja …
– No sé si es una “sensación”, pero no creemos que lleguemos maltrechos. Al contrario. Nuestras encuestas no dan a la baja, la inflación está en un claro proceso de desaceleración, con la oposición puede haber diferencias pero también hay acuerdos y siempre hay diálogo, protestas siempre puede haber pero objetivamente ha sido un año con baja conflictividad social. Pero lo más importante es que hay una fuerte sensación de esperanza para el año próximo y para el futuro de nuestro país.
-¿No cree que el Gobierno prometió demasiado en la campaña y que quizá haya que buscar por allí el motivo de algún desencanto? Porque es cierto que Macri dijo que eliminaría Ganancias, que no habría tarifazo, que no habría devaluación …
-No vemos ese desencanto. Creemos que se sostiene la esperanza y la imagen positiva del Presidente porque hay una coherencia entre lo que prometimos y lo que estamos haciendo.
-Lo saco un poco del ajetreo de estos días … Vamos a repasar su infancia: ¿qué recuerda en esa época de mamá Clara Braun y de papá Félix?
-La cosa familiera, para empezar. Yo soy el quinto de cinco, así que mis primeras imágenes son con cuatro más. Cinco varones, el único de Boca soy yo. Mi viejo es fana de Central. Y yo me hago de Boca por el encargado de mi edificio, donde vivimos mucho tiempo, en Juncal y Pueyrredón, hasta que nos fuimos a EE.UU. Recuerdo un Renault 12 Break que teníamos, nos apilábamos todos atrás. En general íbamos a la chacra de mis tíos, Los Pingüinos, en el límite de Merlo e Ituzaingó, en el Acceso Oeste.
-¿Se hablaba de política en la mesa familiar?
-Siempre, desde que nací.
-¿Y qué se decía?
-Escuchaba y vivía. Porque siempre venían muchos amigos de los viejos, de la política argentina y latinoamericana. O sea, fue un ámbito muy latinoamericano. Venían peronistas, radicales, gente de un lado, del otro. Y desde el sesgo de mi viejo, más analítico, de hombre de Estado, de llevarse bien con todo el mundo, más que de política partidaria.
-¿Ahí escuchó que los medios subestiman o consideran naif al Gobierno?
-(Ríe) No, eso lo digo yo ahora. Me parece que la dirigencia argentina muchas veces ha sido más conservadora a la idea de que pueda haber algo distinto. Y muchas veces se desprecia a lo distinto, como algo de poco valor. Hoy conviven aquellos que creen que esto es el comienzo de una etapa distinta con los que creen que esto es un error histórico… -¿Error histórico?
-Error histórico en el sentido de una circunstancia si quiere, una anomalía del sistema y que rápidamente volveremos al sistema clásico. Me parece que esa interpretación lo que está perdiendo es contacto con la sociedad, no con la dirigencia. Primero, se produjo el cambio en la sociedad y después hubo una demanda de un liderazgo, como el de Macri y un espacio político, como el de Cambiemos. Creo que a veces se responde a la lógica esta de que muchos creen que la política es un club, donde ya se repartieron todos los carnet y son hereditarios. Eso la realidad lo dinamitó, ahora es todo mucho más diverso.
-¿Qué se puede rescatar del pasado político o todo es dinamitable?
-Por supuesto que hay aprendizaje del pasado, pero hablo del mirar al futuro como horizonte, como lugar hacia el que uno quiere caminar. Creo que los muertos ocupan demasiado lugar en nuestro presente y que en homenaje a ellos tenemos que dejarlos descansar en paz. Tenemos derecho a vivir nuestra aventura generacional. Y para eso no hay que recrear otras aventuras generacionales. Por ahí para los que militan en La Cámpora lo vivieron más así, la idea de recrear la “juventud maravillosa” (se refiere a las organizaciones juveniles armadas de los años 70, tal como alguna vez las llamó Perón) y lo respeto. Pero nosotros tenemos otro sueño, que es construir los próximos 20, 30 años en la Argentina. Esto tiene que ver con la mirada sobre la vida. Esa lógica de lo reivindicativo, de volver a un pasado glorioso o la idea de lo aspiracional, de construir ese futuro que uno quiere.
-¿Cuánto de pasado y de futuro hay en el peronismo?
-Me parece que tanto el peronismo, como el radicalismo, se explican menos hoy por lo institucional. Es más difícil encontrar una identidad colectiva que resuma todo. Me parece que hoy se explica menos que antes el término peronismo, cada vez explica menos.
-¿Se enviaron demasiadas señales previas en contra de Trump durante la campaña? ¿Hubo imprudencia diplomática?
-Creo que la relación con los EE.UU. se fortaleció muchísimo este año luego de estar en uno de los peores momentos históricos. El mensaje que dimos fue moderado, no creo que haya sido un error … De hecho, como usted sabe, ya hubo contacto entre los presidentes y conversaciones para verse.
-Más allá de Trump, acá y ahora tenemos 32% de pobreza, piquetes todos los días, un sistema educativo en crisis, chicos que desertan, avance de la droga, desempleo en alza, ¿no es mucho para un gobierno?
-Es que va a tardar una generación modificarlo.
-¿Una generación para resolver los problemas?
-Digo, por lo menos una generación. A veces está la idea en la Argentina de que hay un lugar en el mundo donde ya no existe conflictividad. Y no es así: no hay país en el mundo que no tenga desafíos monumentales.
-Ahora, para una generación hacen falta al menos tres o cuatro gobiernos de Cambiemos, digamos 15, 16 años.
-Es que a la Argentina no la cambia Cambiemos, la cambian los argentinos. Puesto más resumido: nosotros no vamos a cambiar la Argentina, la van a cambiar los argentinos. Lo que necesitamos es darle aire a la sociedad … de estos gobiernos mesiánicos, que creen que es más valioso el látigo y la chequera que el consenso.
-¿Quién y qué es Durán Barba? ¿Un gurú?, ¿un chanta?, ¿un buen consejero?
-Un buen consejero, un pensador disruptivo con el que, a la vez, trabajamos mucha reflexión compartida, en todos estos años de una experiencia novedosa, como es la nuestra. Me parece que muchas veces él es atacado, porque muchas veces dice cosas muy transgresoras, que pueden caer mal.
-¿No quiere aprovechar la última pregunta para cambiarle la calificación al Gobierno en su primer año? Le puso 8 como el Presidente, ¿no será demasiado?
-Mantengo la calificación. Se avanzó muchísimo en una agenda que hace un año parecía imposible.
Un sub 40 enamorado y feliz, con casa propia
Mediodía caluroso en la Casa de Gobierno, Marcos Peña, el jefe de Gabinete, sin perder la sonrisa ni los buenos modales de una persona educada, acepta cada una de las propuestas de la fotógrafa de Clarín. Sube y baja escaleras. Sonríe siempre. Pasan los minutos, sonríe menos y apura el final de la sesión de imágenes …”Vamos, que tengo un hambreee”, disimula con estilo de súplica, sin levantar el tono de voz, como en una orden tapizada con un estilo que jamás abandona. Y se dirige a la mesa ya preparada para él, Clarín y su secretario de Medios, Jorge Grecco. Agua mineral y tres platos en espera. El jefe de Gabinete se decide por ravioles de salmón con manteca cítrica, que se fueron esfumando de a poco en un diálogo que incluyó larga sobremesa, con ensalada de fruta, helados, café y repetidas rondas de agua.
Peña sonríe siempre, tiene respuestas rápidas, un libreto en el que cree con el fervor propio de su juventud y de quien se asume como parte de una nueva generación política. Sin embargo, sólo se le iluminan los ojos cuando habla de su esposa, la periodista y escritora Luciana Mantero, y de sus hijos Joaquín y Lucas: “Con ella hablamos mucho, pensamos mucho, nos queremos mucho. Y tiene un rol muy muy central en mi vida. ¿Si discutimos? Sí, mil veces. Pero más que de política en sentido general, por temas puntuales. Ella se rebela ante cualquier injusticia y a veces me dice …¿por qué no están haciendo nada para encontrar algún tipo de solución en esto o en aquello?” Le gusta la vida en familia como a cualquier ciudadano de a pie. Siempre que puede, quizá por rastros de su pasado trashumante de mochilero, aprovecha el poco tiempo libre que le deja la política y hace “escapaditas” de mini turismo. O disfruta de la Ciudad en el Club de Amigos o en GEBA: “Luqui hace fútbol y también rugby a la mañana”.
No conserva amigos de la infancia porque la vida nómade por el trabajo de su padre en los organismos internacionales no le dejó echar raíces. Empujado por el alma de golondrina, apenas se graduó de licenciado en Ciencia Política en la Universidad Di Tella, se puso la mochila al hombro y recorrió mundo, esa vez por decisión propia y no por el acarreo de la familia detrás del destino laboral como papá Peña. Un año afuera. Al regresar anduvo seis meses boyando, hasta que se cruzó con Mauricio Macri y sintió que al lado de ese hombre que tanteaba recién la política estaría su lugar en el mundo. Habla de él con respeto y fascinación. Dice que por su condición de ingeniero tiene “una cabeza distinta” y otro modo de buscar soluciones.
Sabiendo el déficit habitacional en la Ciudad, se le pregunta si tiene casa propia. Sonríe como quien piensa “en esta te agarré” y responde: “Acabo de terminar de pagarla con un crédito a 10 años”. ¿En el Banco de la Ciudad?, quiso saber Clarín. “No, en el Banco Santander”, dice, y la sonrisa franca de quien no llega a los 40 años se duplica en ese momento.
Itinerario
Marcos Peña nació el 15 de marzo de 1977 en Buenos Aires. Es el quinto de cinco varones del matrimonio entre Félix Peña y Clara Braun. Cursó los primeros años de su escuela primaria en la Wayside Elementary School en Maryland, EE.UU. Completó estudios secundarios en los Colegios Champagnat y San Tarsicio. Se graduó de Licenciado en Ciencia Política en la Universidad Di Tella. Fue legislador de la Ciudad (2003) y secretario general porteño con la gestión de Macri. Hoy es el jefe de Gabinete de la Nación. Está casado con la periodista y escritora Luciana Mantero y tienen dos hijos, Joaquín y Lucas.
Al toque
Un proyecto: Que cuando termine la gestión, los argentinos sientan que los ayudamos a vivir mejor.
Un desafío: Inspirar entusiasmo y esperanza en los argentinos.
Un líder de hoy: Mauricio Macri.
Un prócer: San Martín.
Un sueño: Ver crecer felices a mis hijos.
Un recuerdo: Cruzando fronteras a pie, en distintos países.
Una sociedad a la que admira: La argentina.
Una persona que admira: Mandela.
Una comida: Ceviche de pescado.
Una bebida: Vino.
Un placer: Jugar al fútbol.
Un libro: El deseo más grande del mundo, de Luciana Mantero (su esposa).
Una película: La increíble vida de Walter Mitty.
Una serie: Black Mirror
-¿El cálculo erróneo en el costo fiscal del proyecto opositor de Ganancias ayudará a que salga un proyecto más equilibrado como quiere el Gobierno?
-En verdad, a mí me parece que ayuda a que el diálogo ahora se haga desde un lugar de mayor racionalidad.
-¿Eso quiere decir que el proyecto de la opositor era irracional?
-Claramente, eso lo dije desde el primer momento. Y creo que quedó demostrado. Ahora hay que mirar para adelante y lograr un proyecto con todo el consenso posible y equilibrado.
-Con una mano en el corazón, ¿no se pasaron de rosca con Massa al llamarlo desde “irresponsable” hasta “impostor”? Hicieron cola para pegarle: el Presidente, usted, Vidal y muchos otros.
-No, lo que pasó fue que dimos nuestra opinión sobre el proyecto y sobre cómo pensamos nosotros que se dio la discusión.
-En esta pelea con alto voltaje, ¿el Gobierno no perdió un poco la imagen de mesura y respeto que le venía saliendo bien?
-Para nada, el Gobierno ha mostrado una conducta de diálogo político e institucional desde el primer día. Dar nuestra opinión sobre un tema no invalida para nada esa cultura de dialogo.
-Encima saltó el tema del decreto reglamentador de la ley de blanqueo, que firmó el Presidente y permite incorporar a padres, cónyugues e hijos. Es algo que la ley prohibía expresamente …
– No es cierto que incorpore a familiares al blanqueo. Permite que declaren bienes adquiridos previas a la función pública de su familiar.
-¿Si fuese así, por qué el fiscal Marijuán quiere investigarlos a Macri, a usted y a Prat-Gay por este asunto?
-El fiscal querrá determinar si hubo o no delito. Lo que yo expreso es nuestra opinión al respecto. Nosotros estamos muy tranquilos.
-Es que es difícil no pensar en que los beneficiarios podrían ser Franco Macri o Juliana Awada …¿era necesario algo así? Parece más propio del estilo kirchnerista que de una gestión que proclama la transparencia como bandera.
-No fue pensado para una persona en particular y estoy convencido que no tiene ninguna contradicción con la transparencia.
-No le preocupa que Carrió agarre el micrófono con toda esta polvareda y lance una de sus habituales “filípicas”?
-No, estamos muy tranquilos con la legalidad y la ética de la medida.
-¿Usted les abriría la puerta de Cambiemos a algunos peronistas aunque hayan pasado por el kirchnerismo, como propuso Monzó, el presidente de Diputados?
-Lo más importante es tener clara nuestra identidad, hacia dónde queremos ir como gobierno y como Cambiemos para no defraudar a la sociedad que votó un cambio. Después no creo que sea una discusión dogmática sino para analizar cada caso.
-¿No cree que eso ayudaría a darle más sustento político a la gobernabilidad?
-Nuestra gobernabilidad se basa en el apoyo de los argentinos y en nuestra capacidad de construir consensos con otros sectores. Pero siempre teniendo clara nuestra coherencia.
-¿Siente que llegan maltrechos a fin de año o que es sólo “una sensación”, como decían en el kirchnerismo? Lo digo por los piquetes y protestas continuas, la inflación que permanece, las fricciones fuertes con la oposición, las encuestas en baja …
– No sé si es una “sensación”, pero no creemos que lleguemos maltrechos. Al contrario. Nuestras encuestas no dan a la baja, la inflación está en un claro proceso de desaceleración, con la oposición puede haber diferencias pero también hay acuerdos y siempre hay diálogo, protestas siempre puede haber pero objetivamente ha sido un año con baja conflictividad social. Pero lo más importante es que hay una fuerte sensación de esperanza para el año próximo y para el futuro de nuestro país.
-¿No cree que el Gobierno prometió demasiado en la campaña y que quizá haya que buscar por allí el motivo de algún desencanto? Porque es cierto que Macri dijo que eliminaría Ganancias, que no habría tarifazo, que no habría devaluación …
-No vemos ese desencanto. Creemos que se sostiene la esperanza y la imagen positiva del Presidente porque hay una coherencia entre lo que prometimos y lo que estamos haciendo.
-Lo saco un poco del ajetreo de estos días … Vamos a repasar su infancia: ¿qué recuerda en esa época de mamá Clara Braun y de papá Félix?
-La cosa familiera, para empezar. Yo soy el quinto de cinco, así que mis primeras imágenes son con cuatro más. Cinco varones, el único de Boca soy yo. Mi viejo es fana de Central. Y yo me hago de Boca por el encargado de mi edificio, donde vivimos mucho tiempo, en Juncal y Pueyrredón, hasta que nos fuimos a EE.UU. Recuerdo un Renault 12 Break que teníamos, nos apilábamos todos atrás. En general íbamos a la chacra de mis tíos, Los Pingüinos, en el límite de Merlo e Ituzaingó, en el Acceso Oeste.
-¿Se hablaba de política en la mesa familiar?
-Siempre, desde que nací.
-¿Y qué se decía?
-Escuchaba y vivía. Porque siempre venían muchos amigos de los viejos, de la política argentina y latinoamericana. O sea, fue un ámbito muy latinoamericano. Venían peronistas, radicales, gente de un lado, del otro. Y desde el sesgo de mi viejo, más analítico, de hombre de Estado, de llevarse bien con todo el mundo, más que de política partidaria.
-¿Ahí escuchó que los medios subestiman o consideran naif al Gobierno?
-(Ríe) No, eso lo digo yo ahora. Me parece que la dirigencia argentina muchas veces ha sido más conservadora a la idea de que pueda haber algo distinto. Y muchas veces se desprecia a lo distinto, como algo de poco valor. Hoy conviven aquellos que creen que esto es el comienzo de una etapa distinta con los que creen que esto es un error histórico… -¿Error histórico?
-Error histórico en el sentido de una circunstancia si quiere, una anomalía del sistema y que rápidamente volveremos al sistema clásico. Me parece que esa interpretación lo que está perdiendo es contacto con la sociedad, no con la dirigencia. Primero, se produjo el cambio en la sociedad y después hubo una demanda de un liderazgo, como el de Macri y un espacio político, como el de Cambiemos. Creo que a veces se responde a la lógica esta de que muchos creen que la política es un club, donde ya se repartieron todos los carnet y son hereditarios. Eso la realidad lo dinamitó, ahora es todo mucho más diverso.
-¿Qué se puede rescatar del pasado político o todo es dinamitable?
-Por supuesto que hay aprendizaje del pasado, pero hablo del mirar al futuro como horizonte, como lugar hacia el que uno quiere caminar. Creo que los muertos ocupan demasiado lugar en nuestro presente y que en homenaje a ellos tenemos que dejarlos descansar en paz. Tenemos derecho a vivir nuestra aventura generacional. Y para eso no hay que recrear otras aventuras generacionales. Por ahí para los que militan en La Cámpora lo vivieron más así, la idea de recrear la “juventud maravillosa” (se refiere a las organizaciones juveniles armadas de los años 70, tal como alguna vez las llamó Perón) y lo respeto. Pero nosotros tenemos otro sueño, que es construir los próximos 20, 30 años en la Argentina. Esto tiene que ver con la mirada sobre la vida. Esa lógica de lo reivindicativo, de volver a un pasado glorioso o la idea de lo aspiracional, de construir ese futuro que uno quiere.
-¿Cuánto de pasado y de futuro hay en el peronismo?
-Me parece que tanto el peronismo, como el radicalismo, se explican menos hoy por lo institucional. Es más difícil encontrar una identidad colectiva que resuma todo. Me parece que hoy se explica menos que antes el término peronismo, cada vez explica menos.
-¿Se enviaron demasiadas señales previas en contra de Trump durante la campaña? ¿Hubo imprudencia diplomática?
-Creo que la relación con los EE.UU. se fortaleció muchísimo este año luego de estar en uno de los peores momentos históricos. El mensaje que dimos fue moderado, no creo que haya sido un error … De hecho, como usted sabe, ya hubo contacto entre los presidentes y conversaciones para verse.
-Más allá de Trump, acá y ahora tenemos 32% de pobreza, piquetes todos los días, un sistema educativo en crisis, chicos que desertan, avance de la droga, desempleo en alza, ¿no es mucho para un gobierno?
-Es que va a tardar una generación modificarlo.
-¿Una generación para resolver los problemas?
-Digo, por lo menos una generación. A veces está la idea en la Argentina de que hay un lugar en el mundo donde ya no existe conflictividad. Y no es así: no hay país en el mundo que no tenga desafíos monumentales.
-Ahora, para una generación hacen falta al menos tres o cuatro gobiernos de Cambiemos, digamos 15, 16 años.
-Es que a la Argentina no la cambia Cambiemos, la cambian los argentinos. Puesto más resumido: nosotros no vamos a cambiar la Argentina, la van a cambiar los argentinos. Lo que necesitamos es darle aire a la sociedad … de estos gobiernos mesiánicos, que creen que es más valioso el látigo y la chequera que el consenso.
-¿Quién y qué es Durán Barba? ¿Un gurú?, ¿un chanta?, ¿un buen consejero?
-Un buen consejero, un pensador disruptivo con el que, a la vez, trabajamos mucha reflexión compartida, en todos estos años de una experiencia novedosa, como es la nuestra. Me parece que muchas veces él es atacado, porque muchas veces dice cosas muy transgresoras, que pueden caer mal.
-¿No quiere aprovechar la última pregunta para cambiarle la calificación al Gobierno en su primer año? Le puso 8 como el Presidente, ¿no será demasiado?
-Mantengo la calificación. Se avanzó muchísimo en una agenda que hace un año parecía imposible.
Un sub 40 enamorado y feliz, con casa propia
Mediodía caluroso en la Casa de Gobierno, Marcos Peña, el jefe de Gabinete, sin perder la sonrisa ni los buenos modales de una persona educada, acepta cada una de las propuestas de la fotógrafa de Clarín. Sube y baja escaleras. Sonríe siempre. Pasan los minutos, sonríe menos y apura el final de la sesión de imágenes …”Vamos, que tengo un hambreee”, disimula con estilo de súplica, sin levantar el tono de voz, como en una orden tapizada con un estilo que jamás abandona. Y se dirige a la mesa ya preparada para él, Clarín y su secretario de Medios, Jorge Grecco. Agua mineral y tres platos en espera. El jefe de Gabinete se decide por ravioles de salmón con manteca cítrica, que se fueron esfumando de a poco en un diálogo que incluyó larga sobremesa, con ensalada de fruta, helados, café y repetidas rondas de agua.
Peña sonríe siempre, tiene respuestas rápidas, un libreto en el que cree con el fervor propio de su juventud y de quien se asume como parte de una nueva generación política. Sin embargo, sólo se le iluminan los ojos cuando habla de su esposa, la periodista y escritora Luciana Mantero, y de sus hijos Joaquín y Lucas: “Con ella hablamos mucho, pensamos mucho, nos queremos mucho. Y tiene un rol muy muy central en mi vida. ¿Si discutimos? Sí, mil veces. Pero más que de política en sentido general, por temas puntuales. Ella se rebela ante cualquier injusticia y a veces me dice …¿por qué no están haciendo nada para encontrar algún tipo de solución en esto o en aquello?” Le gusta la vida en familia como a cualquier ciudadano de a pie. Siempre que puede, quizá por rastros de su pasado trashumante de mochilero, aprovecha el poco tiempo libre que le deja la política y hace “escapaditas” de mini turismo. O disfruta de la Ciudad en el Club de Amigos o en GEBA: “Luqui hace fútbol y también rugby a la mañana”.
No conserva amigos de la infancia porque la vida nómade por el trabajo de su padre en los organismos internacionales no le dejó echar raíces. Empujado por el alma de golondrina, apenas se graduó de licenciado en Ciencia Política en la Universidad Di Tella, se puso la mochila al hombro y recorrió mundo, esa vez por decisión propia y no por el acarreo de la familia detrás del destino laboral como papá Peña. Un año afuera. Al regresar anduvo seis meses boyando, hasta que se cruzó con Mauricio Macri y sintió que al lado de ese hombre que tanteaba recién la política estaría su lugar en el mundo. Habla de él con respeto y fascinación. Dice que por su condición de ingeniero tiene “una cabeza distinta” y otro modo de buscar soluciones.
Sabiendo el déficit habitacional en la Ciudad, se le pregunta si tiene casa propia. Sonríe como quien piensa “en esta te agarré” y responde: “Acabo de terminar de pagarla con un crédito a 10 años”. ¿En el Banco de la Ciudad?, quiso saber Clarín. “No, en el Banco Santander”, dice, y la sonrisa franca de quien no llega a los 40 años se duplica en ese momento.
Itinerario
Marcos Peña nació el 15 de marzo de 1977 en Buenos Aires. Es el quinto de cinco varones del matrimonio entre Félix Peña y Clara Braun. Cursó los primeros años de su escuela primaria en la Wayside Elementary School en Maryland, EE.UU. Completó estudios secundarios en los Colegios Champagnat y San Tarsicio. Se graduó de Licenciado en Ciencia Política en la Universidad Di Tella. Fue legislador de la Ciudad (2003) y secretario general porteño con la gestión de Macri. Hoy es el jefe de Gabinete de la Nación. Está casado con la periodista y escritora Luciana Mantero y tienen dos hijos, Joaquín y Lucas.
Al toque
Un proyecto: Que cuando termine la gestión, los argentinos sientan que los ayudamos a vivir mejor.
Un desafío: Inspirar entusiasmo y esperanza en los argentinos.
Un líder de hoy: Mauricio Macri.
Un prócer: San Martín.
Un sueño: Ver crecer felices a mis hijos.
Un recuerdo: Cruzando fronteras a pie, en distintos países.
Una sociedad a la que admira: La argentina.
Una persona que admira: Mandela.
Una comida: Ceviche de pescado.
Una bebida: Vino.
Un placer: Jugar al fútbol.
Un libro: El deseo más grande del mundo, de Luciana Mantero (su esposa).
Una película: La increíble vida de Walter Mitty.
Una serie: Black Mirror