Por Mauricio Maronna / La Capital
María Eugenia Bielsa fue la candidata que más votos obtuvo en la categoría a legislador provincial y la que, con su triunfo, permitió que —por primera vez en la historia santafesina— la mayoría legislativa le correspondiese a la oposición. Ese primer dato duro de la historia le confiere estrépito y trascendencia a su renuncia.
La protagonista del huracán empezó a evaluar la posibilidad del portazo en el mes de diciembre de 2012, luego de una fortísima discusión en la reunión de Labor Parlamentaria que terminó en llantos tras una andanada de críticas que recibió en primera persona por parte de un grupo de diputados del rossismo. La legisladora blandió allí como una amenaza la convocatoria a una auditoría. En verdad, fue la escena más visceral de una novela cargada de rencores y odios. Bielsa siente un rechazo a flor de piel respecto de Agustín Rossi, la cara visible del kirchnerismo en Santa Fe, y nunca pudo superar la contradicción de formar parte de un colectivo que debería integrarlos.
La diputada renunciante tiene un gran reservorio de votos propios, goza de buena imagen entre los electores y posee capacidad de penetración en sectores en los que habitualmente no perfora el PJ. Esos vectores positivos, sin embargo, no logran enamorar a una franja dirigencial y militante que le enrostra veleidades, individualismo y nula capacidad para construir en conjunto. Otros, apelan al «peronómetro», y repudian que nunca haya querido afiliarse al justicialismo. Un dato tal vez frívolo en estos tiempos de transversalidades pero que hace ruido en la liturgia peronista.
Bielsa no concede «off the records» a los periodistas, no tiene mayor contacto con la prensa que el de sus apariciones públicas. Por eso, a veces, el análisis político sobre sus movimientos y sus estrategias corren el riesgo de no ser debidamente interpretados. No escapa esta columna de caer en esos errores. Es más, su reducida «task force» se enteró de la decisión a las 9 de la mañana de ayer cuando, lacónica, soltó: «Los convoqué para anunciarles que renuncié a la banca».
La ex vicegobernadora se fue denunciando connivencia entre los diputados del rossismo y el gobierno provincial, aunque no se detuvo demasiado en los entretelones. El escándalo más resonante fue en oportunidad del tratamiento del presupuesto 2009, cuando diputados alineados con Rossi dieron vuelta su voto y les brindaron los dos tercios al socialismo para su aprobación, en medio de acusaciones de «banelquización» de legisladores peronistas fuertemente enfrentados al socialismo.
Durante el gobierno de Antonio Bonfatti, la aprobación de la emisión de Letras (las que después casi ni se usaron) y la reforma tributaria generaron discusiones intensas adentro del peronismo. Finalmente fueron aprobadas, ya con el kirchnerismo con mayoría en Diputados. Otro acuerdo inminente pasaría por el aval de diputados K a pliegos de fiscales y defensores que son impugnados por otros sectores políticos por haber concursado siendo funcionarios del gobierno de Binner y miembros del equipo del Ministerio de Justicia comandado por Héctor Superti.
Estos acuerdos entre el rossismo y el gobierno del Frente Progresista no parecerían dar sustento a una renuncia tan estrepitosa como la propiciada por Bielsa.
«No es ético no respetar la voluntad popular, no cumplir con la palabra empeñada, no es ético no representar a quienes nos eligieron para este mandato. Digo claramente que el rossismo y sus aliados en la Cámara han votado todas las leyes de matriz socialista —nombramientos, aumentos de impuestos— y, paradójicamente, no hemos votado aquellas leyes que esperan los santafesinos», declaró ayer mismo la arquitecta.
Su renuncia no parece oportuna para evitar estos pactos, sino que —de existir ese «toma y daca»— se verían potenciados por su ausencia. Además, el acuerdismo y la negociación no tienen por qué siempre estar tipificados en el Código Penal.
Resulta difícil de creer que Bielsa vaya a aceptar una candidatura a diputada nacional tras este renunciamiento —fundamentado en un reguero de acusaciones contra Rossi— cuando el ex candidato a gobernador es el presidente de la bancada de legisladores del Frente para la Victoria.
La salida la libera, además, de cualquier pronunciamiento «institucional» sobre la re-reelección, el objeto tan deseado del «kirchnerismo más puro», como ella nominó al rossismo. Sabe que su perfil político y el de muchos de sus votantes abjura del cristinismo eterno.
Al margen de los pros y los contras que traerá su decisión entre los santafesinos, Bielsa —mucho más bielsista que kirchnerista— hizo su propia lucubración, pegó el portazo y se fue.
María Eugenia Bielsa fue la candidata que más votos obtuvo en la categoría a legislador provincial y la que, con su triunfo, permitió que —por primera vez en la historia santafesina— la mayoría legislativa le correspondiese a la oposición. Ese primer dato duro de la historia le confiere estrépito y trascendencia a su renuncia.
La protagonista del huracán empezó a evaluar la posibilidad del portazo en el mes de diciembre de 2012, luego de una fortísima discusión en la reunión de Labor Parlamentaria que terminó en llantos tras una andanada de críticas que recibió en primera persona por parte de un grupo de diputados del rossismo. La legisladora blandió allí como una amenaza la convocatoria a una auditoría. En verdad, fue la escena más visceral de una novela cargada de rencores y odios. Bielsa siente un rechazo a flor de piel respecto de Agustín Rossi, la cara visible del kirchnerismo en Santa Fe, y nunca pudo superar la contradicción de formar parte de un colectivo que debería integrarlos.
La diputada renunciante tiene un gran reservorio de votos propios, goza de buena imagen entre los electores y posee capacidad de penetración en sectores en los que habitualmente no perfora el PJ. Esos vectores positivos, sin embargo, no logran enamorar a una franja dirigencial y militante que le enrostra veleidades, individualismo y nula capacidad para construir en conjunto. Otros, apelan al «peronómetro», y repudian que nunca haya querido afiliarse al justicialismo. Un dato tal vez frívolo en estos tiempos de transversalidades pero que hace ruido en la liturgia peronista.
Bielsa no concede «off the records» a los periodistas, no tiene mayor contacto con la prensa que el de sus apariciones públicas. Por eso, a veces, el análisis político sobre sus movimientos y sus estrategias corren el riesgo de no ser debidamente interpretados. No escapa esta columna de caer en esos errores. Es más, su reducida «task force» se enteró de la decisión a las 9 de la mañana de ayer cuando, lacónica, soltó: «Los convoqué para anunciarles que renuncié a la banca».
La ex vicegobernadora se fue denunciando connivencia entre los diputados del rossismo y el gobierno provincial, aunque no se detuvo demasiado en los entretelones. El escándalo más resonante fue en oportunidad del tratamiento del presupuesto 2009, cuando diputados alineados con Rossi dieron vuelta su voto y les brindaron los dos tercios al socialismo para su aprobación, en medio de acusaciones de «banelquización» de legisladores peronistas fuertemente enfrentados al socialismo.
Durante el gobierno de Antonio Bonfatti, la aprobación de la emisión de Letras (las que después casi ni se usaron) y la reforma tributaria generaron discusiones intensas adentro del peronismo. Finalmente fueron aprobadas, ya con el kirchnerismo con mayoría en Diputados. Otro acuerdo inminente pasaría por el aval de diputados K a pliegos de fiscales y defensores que son impugnados por otros sectores políticos por haber concursado siendo funcionarios del gobierno de Binner y miembros del equipo del Ministerio de Justicia comandado por Héctor Superti.
Estos acuerdos entre el rossismo y el gobierno del Frente Progresista no parecerían dar sustento a una renuncia tan estrepitosa como la propiciada por Bielsa.
«No es ético no respetar la voluntad popular, no cumplir con la palabra empeñada, no es ético no representar a quienes nos eligieron para este mandato. Digo claramente que el rossismo y sus aliados en la Cámara han votado todas las leyes de matriz socialista —nombramientos, aumentos de impuestos— y, paradójicamente, no hemos votado aquellas leyes que esperan los santafesinos», declaró ayer mismo la arquitecta.
Su renuncia no parece oportuna para evitar estos pactos, sino que —de existir ese «toma y daca»— se verían potenciados por su ausencia. Además, el acuerdismo y la negociación no tienen por qué siempre estar tipificados en el Código Penal.
Resulta difícil de creer que Bielsa vaya a aceptar una candidatura a diputada nacional tras este renunciamiento —fundamentado en un reguero de acusaciones contra Rossi— cuando el ex candidato a gobernador es el presidente de la bancada de legisladores del Frente para la Victoria.
La salida la libera, además, de cualquier pronunciamiento «institucional» sobre la re-reelección, el objeto tan deseado del «kirchnerismo más puro», como ella nominó al rossismo. Sabe que su perfil político y el de muchos de sus votantes abjura del cristinismo eterno.
Al margen de los pros y los contras que traerá su decisión entre los santafesinos, Bielsa —mucho más bielsista que kirchnerista— hizo su propia lucubración, pegó el portazo y se fue.