María Eugenia Vidal y el ministro de Gobierno, Federico Salvai.
Dos dirigentes claves del oficialismo reconocieron en público que en las últimas semanas vivieron momentos de zozobra. Uno fue el jefe de Gabinete, Marcos Peña, a quien en el programa Intratables se le escapó un «hoy soy optimista» hablando de lo difícil que resultaba domar este potro llamado Argentina. Otra fue en la presentación de la mesa provincial del PRO, cuando al cerrar un discurso en el cual pidió que sin importar las responsabilidades de gestión tomen el compromiso de dedicar un día completo de la semana al trabajo en el territorio, contó que en un día que le había resultado particularmente difícil tuvo un llamado de Mauricio Macri que resultó especial.
«¿Vos sabés cuánto tardan en crecer los bambúes?», le preguntó el Presidente a la Gobernadora. Obviamente, no sabía y él le explicó que, según los jardineros, se trata de la planta más sabia porque durante los primeros años crece hacia abajo, haciendo expandir sus raíces hasta lo más profundo, preparándose para, después, alcanzar el mayor de los éxitos. «Cuando está lista, crece en un mes 32 metros y aunque lo cortes una y otra vez seguirá creciendo hasta los 32 metros en un solo mes, porque ya se preparó para triunfar». Efectivamente, cuando el bambú empieza a crecer lo hace tan rápido que en Japón se dice que uno puede sentarse a verlo crecer, ya que puede hacerlo al ritmo de un centímetro por hora.
«Nosotros somos la semilla del bambú», les dijo Vidal a los dirigentes reunidos en un salón del Camino General Belgrano, entre Gonnet y Villa Elisa, una ruta poco transitada por la mayoría de la nueva mesa provincial del PRO, que durante años tenían otra meca, «Bolívar», el edificio donde funcionó hasta hace poco el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ahora, en cambio, La Plata se está volviendo cada vez más atractiva para el grupo de hombres y mujeres que estamparon gustosos su firma en la planilla que certifica que forman parte de una nueva cruzada: volver a ganar la provincia de Buenos Aires en las legislativas de 2017, y seguir creciendo.
La gobernadora y el presidente Mauricio Macri durante un timbreo por la provincia de Buenos Aires
El PRO es un partido curioso en ese sentido. Cuando militantes kichneristas chicaneaban a los macristas con eso de que «armaran un partido y ganaran las elecciones», no sabían que la iniciativa ya estaba en marcha. Los peronistas estaban convencidos de que en la Ciudad gobernaba un partido vecinalista. Recién ahora comienzan a prestarle atención a los intentos que, una y otra vez, a prueba y error, viene realizando la dirigencia del PRO en la provincia de Buenos Aires.
De hecho, si en 2015 había una sola intendencia macrista, la de Vicente López, gobernada por Jorge Macri, hoy son más de 20 los intendentes PRO, 16 de los cuales están en la nueva mesa provincial partidaria, a saber: Lanús, Tres de Febrero, Pilar, Campana, Morón, Pergamino, Baradero, Lobos, Quilmes, Junín, Pinamar, Dolores, Bahía Blanca, Olavarría y La Plata, además de Vicente López.
La política tradicional no tiene lugar en el credo del PRO, sin embargo, la normalización partidaria del partido representó una inversión de gran cantidad de horas del ministro de Gobierno, Federico Salvai, para evitar ruidos internos y preparar la herramienta electoral con el tiempo suficiente como para instalar los candidatos que aún no fueron elegidos y así competir en las PASO de Cambiemos. «Es que el PRO Buenos Aires ahora es el partido de gobierno y no puede estar discutiendo por espacios de poder por los medios ni exhibiendo desorden administrativo», dijo a Infobae un dirigente que está convencido de que la distribución de los cargos a partir de la pertenencia territorial (por secciones electorales) es la prueba más contundente de que «vinimos a la Provincia para quedarnos».
No parece que sea una casualidad que haya sido Salvai el que diseñara con extremo cuidado el lugar que a cada uno le tocaría en la nueva estructura. De familia peronista salteña, quien hoy es la mano derecha de Vidal vino a la Ciudad de Buenos Aires a estudiar periodismo y, trabajando como camarógrafo, conoció a María Laura Leguizamón, con quien empezó a vincularse con la política. Gracias a su enorme capacidad de trabajo fue parte del grupo de jóvenes que Eduardo Duhalde recomendó a Macri cuando todavía existía la posibilidad de que fuera candidato presidencial peronista. Eso no sucedió, pero Horacio Rodríguez Larreta vio en Salvai un profesional valioso y lo incorporó a su equipo más cercano, y cuando se decidió que Vidal fuera la ministro de Desarrollo Social porteña, formó parte de su equipo de confianza. La acompaña desde ese momento.
El peronismo “renovador”, encabezado por gobernadores e intendentes, se reunió el martes
La historia la contó el mismo Salvai en el Almuerzo de los Jueves «Antonio Cafiero», que jueves por medio se realiza en el restaurante Moliere de San Telmo, continuando la tradición que inauguró el líder de la renovación peronista cuando Juan Domingo Perón estaba en el exilio. Salvai es el primer dirigente del PRO que acudió a esos míticos encuentros y, según las fuentes consultadas, dejó una excelente impresión.
La reunión fue abierta por Guillermo Piuma, un dirigente que acompañó a Cafiero hasta sus últimos días. «La renovación que Antonio impulsó cuando por primera vez perdimos en elecciones limpias y sin proscripciones tuvo como principio democratizar al peronismo, acompañando al gobierno de Raúl Alfonsín para que le vaya bien, sin bajar nuestras banderas», dijo. Y agregó: «Ahora tenemos que hacer lo mismo, debemos acompañar al Gobierno porque el peronismo necesita que al Gobierno le vaya bien, todos los argentinos necesitamos que al Gobierno le vaya bien. Esta es la forma en que vamos a poder renovar el peronismo, luchando por nuestra ideas y por los programas que tenemos que ofrecer a la sociedad para volver a ganar, sin olvidar que nuestro primer compromiso es con la democracia».
Lo que dijo Piuma, un dirigente enrolado junto al gobernador Juan Manuel Urtubey, no debe asombrar. La mesa que durante décadas lideró Cafiero siempre fue un espacio plural. Peronistas de todas las tribus compartieron esas tertulias de las que también forma parte Carlos Regazzoni, actual titular del PAMI. El peronismo no siempre comprendió esa vocación de Cafiero, muchas veces calificado de «socialdemócrata», a modo de insulto, por varios dirigentes de su propio partido.
Esta semana, el peronismo que quiere volver a transformarse en una alternativa de poder apeló al recuerdo de la elección que Cafiero ganó el 6 de setiembre de 1987 en la provincia de Buenos Aires, derrotando al radicalismo, hace 29 años. El acto realizado en el hotel NH Bolívar fue organizado por los intendentes peronistas bonaerenses menos comprometidos con el kirchnerismo más ortodoxo. Algunos, pocos, fueron parte de esa saga que lideró el padre de la renovación peronista, y quizás valoren su vocación institucional y republicana. La mayoría es probable que apenas pretenda enterrar a Cristina Kirchner, pero sigue encantada con la vocación aluvional del peronismo original, una fuerza que resiste cualquier ordenamiento y que cada vez que vuelve le abre la puerta a nueva etapa hegemónica y autoritaria.
Es bueno recordarles que Cafiero no era así. No era ni demagógico, ni discrecional. Quería ganar, pero no a cualquier precio. No le daba lo mismo cualquier nombre para los cargos vacantes, quería solo a los mejores. No le preocupaban los relatos y buscaba gestionar con calidad y para resolver los problemas del pueblo (no le gustaba hablar de «la gente»). Se trataba de un líder democrático, de esos que no abundan en la historia argentina.
Cafiero no llegó a conocer a Vidal, en cambio, sí conoció a Macri. Aunque no se frecuentaron, compartieron la pasión por Boca. «No entendía lo que yo quería hacer en el Club, tenía una visión un poco antigua, pero siempre lo valoré mucho», dice hoy el Presidente. Habló mucho con él de peronismo, de política, de fútbol. Fue en SOCMA, llevado siempre por Jorge Aguado, con quien tenía gran relación. Por cierto, las vueltas de la historia son increíbles.
Dos dirigentes claves del oficialismo reconocieron en público que en las últimas semanas vivieron momentos de zozobra. Uno fue el jefe de Gabinete, Marcos Peña, a quien en el programa Intratables se le escapó un «hoy soy optimista» hablando de lo difícil que resultaba domar este potro llamado Argentina. Otra fue en la presentación de la mesa provincial del PRO, cuando al cerrar un discurso en el cual pidió que sin importar las responsabilidades de gestión tomen el compromiso de dedicar un día completo de la semana al trabajo en el territorio, contó que en un día que le había resultado particularmente difícil tuvo un llamado de Mauricio Macri que resultó especial.
«¿Vos sabés cuánto tardan en crecer los bambúes?», le preguntó el Presidente a la Gobernadora. Obviamente, no sabía y él le explicó que, según los jardineros, se trata de la planta más sabia porque durante los primeros años crece hacia abajo, haciendo expandir sus raíces hasta lo más profundo, preparándose para, después, alcanzar el mayor de los éxitos. «Cuando está lista, crece en un mes 32 metros y aunque lo cortes una y otra vez seguirá creciendo hasta los 32 metros en un solo mes, porque ya se preparó para triunfar». Efectivamente, cuando el bambú empieza a crecer lo hace tan rápido que en Japón se dice que uno puede sentarse a verlo crecer, ya que puede hacerlo al ritmo de un centímetro por hora.
«Nosotros somos la semilla del bambú», les dijo Vidal a los dirigentes reunidos en un salón del Camino General Belgrano, entre Gonnet y Villa Elisa, una ruta poco transitada por la mayoría de la nueva mesa provincial del PRO, que durante años tenían otra meca, «Bolívar», el edificio donde funcionó hasta hace poco el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ahora, en cambio, La Plata se está volviendo cada vez más atractiva para el grupo de hombres y mujeres que estamparon gustosos su firma en la planilla que certifica que forman parte de una nueva cruzada: volver a ganar la provincia de Buenos Aires en las legislativas de 2017, y seguir creciendo.
La gobernadora y el presidente Mauricio Macri durante un timbreo por la provincia de Buenos Aires
El PRO es un partido curioso en ese sentido. Cuando militantes kichneristas chicaneaban a los macristas con eso de que «armaran un partido y ganaran las elecciones», no sabían que la iniciativa ya estaba en marcha. Los peronistas estaban convencidos de que en la Ciudad gobernaba un partido vecinalista. Recién ahora comienzan a prestarle atención a los intentos que, una y otra vez, a prueba y error, viene realizando la dirigencia del PRO en la provincia de Buenos Aires.
De hecho, si en 2015 había una sola intendencia macrista, la de Vicente López, gobernada por Jorge Macri, hoy son más de 20 los intendentes PRO, 16 de los cuales están en la nueva mesa provincial partidaria, a saber: Lanús, Tres de Febrero, Pilar, Campana, Morón, Pergamino, Baradero, Lobos, Quilmes, Junín, Pinamar, Dolores, Bahía Blanca, Olavarría y La Plata, además de Vicente López.
La política tradicional no tiene lugar en el credo del PRO, sin embargo, la normalización partidaria del partido representó una inversión de gran cantidad de horas del ministro de Gobierno, Federico Salvai, para evitar ruidos internos y preparar la herramienta electoral con el tiempo suficiente como para instalar los candidatos que aún no fueron elegidos y así competir en las PASO de Cambiemos. «Es que el PRO Buenos Aires ahora es el partido de gobierno y no puede estar discutiendo por espacios de poder por los medios ni exhibiendo desorden administrativo», dijo a Infobae un dirigente que está convencido de que la distribución de los cargos a partir de la pertenencia territorial (por secciones electorales) es la prueba más contundente de que «vinimos a la Provincia para quedarnos».
No parece que sea una casualidad que haya sido Salvai el que diseñara con extremo cuidado el lugar que a cada uno le tocaría en la nueva estructura. De familia peronista salteña, quien hoy es la mano derecha de Vidal vino a la Ciudad de Buenos Aires a estudiar periodismo y, trabajando como camarógrafo, conoció a María Laura Leguizamón, con quien empezó a vincularse con la política. Gracias a su enorme capacidad de trabajo fue parte del grupo de jóvenes que Eduardo Duhalde recomendó a Macri cuando todavía existía la posibilidad de que fuera candidato presidencial peronista. Eso no sucedió, pero Horacio Rodríguez Larreta vio en Salvai un profesional valioso y lo incorporó a su equipo más cercano, y cuando se decidió que Vidal fuera la ministro de Desarrollo Social porteña, formó parte de su equipo de confianza. La acompaña desde ese momento.
El peronismo “renovador”, encabezado por gobernadores e intendentes, se reunió el martes
La historia la contó el mismo Salvai en el Almuerzo de los Jueves «Antonio Cafiero», que jueves por medio se realiza en el restaurante Moliere de San Telmo, continuando la tradición que inauguró el líder de la renovación peronista cuando Juan Domingo Perón estaba en el exilio. Salvai es el primer dirigente del PRO que acudió a esos míticos encuentros y, según las fuentes consultadas, dejó una excelente impresión.
La reunión fue abierta por Guillermo Piuma, un dirigente que acompañó a Cafiero hasta sus últimos días. «La renovación que Antonio impulsó cuando por primera vez perdimos en elecciones limpias y sin proscripciones tuvo como principio democratizar al peronismo, acompañando al gobierno de Raúl Alfonsín para que le vaya bien, sin bajar nuestras banderas», dijo. Y agregó: «Ahora tenemos que hacer lo mismo, debemos acompañar al Gobierno porque el peronismo necesita que al Gobierno le vaya bien, todos los argentinos necesitamos que al Gobierno le vaya bien. Esta es la forma en que vamos a poder renovar el peronismo, luchando por nuestra ideas y por los programas que tenemos que ofrecer a la sociedad para volver a ganar, sin olvidar que nuestro primer compromiso es con la democracia».
Lo que dijo Piuma, un dirigente enrolado junto al gobernador Juan Manuel Urtubey, no debe asombrar. La mesa que durante décadas lideró Cafiero siempre fue un espacio plural. Peronistas de todas las tribus compartieron esas tertulias de las que también forma parte Carlos Regazzoni, actual titular del PAMI. El peronismo no siempre comprendió esa vocación de Cafiero, muchas veces calificado de «socialdemócrata», a modo de insulto, por varios dirigentes de su propio partido.
Esta semana, el peronismo que quiere volver a transformarse en una alternativa de poder apeló al recuerdo de la elección que Cafiero ganó el 6 de setiembre de 1987 en la provincia de Buenos Aires, derrotando al radicalismo, hace 29 años. El acto realizado en el hotel NH Bolívar fue organizado por los intendentes peronistas bonaerenses menos comprometidos con el kirchnerismo más ortodoxo. Algunos, pocos, fueron parte de esa saga que lideró el padre de la renovación peronista, y quizás valoren su vocación institucional y republicana. La mayoría es probable que apenas pretenda enterrar a Cristina Kirchner, pero sigue encantada con la vocación aluvional del peronismo original, una fuerza que resiste cualquier ordenamiento y que cada vez que vuelve le abre la puerta a nueva etapa hegemónica y autoritaria.
Es bueno recordarles que Cafiero no era así. No era ni demagógico, ni discrecional. Quería ganar, pero no a cualquier precio. No le daba lo mismo cualquier nombre para los cargos vacantes, quería solo a los mejores. No le preocupaban los relatos y buscaba gestionar con calidad y para resolver los problemas del pueblo (no le gustaba hablar de «la gente»). Se trataba de un líder democrático, de esos que no abundan en la historia argentina.
Cafiero no llegó a conocer a Vidal, en cambio, sí conoció a Macri. Aunque no se frecuentaron, compartieron la pasión por Boca. «No entendía lo que yo quería hacer en el Club, tenía una visión un poco antigua, pero siempre lo valoré mucho», dice hoy el Presidente. Habló mucho con él de peronismo, de política, de fútbol. Fue en SOCMA, llevado siempre por Jorge Aguado, con quien tenía gran relación. Por cierto, las vueltas de la historia son increíbles.