(AP: 13 años después de cuando fue hecha esta nota, puede ser útil repasar algunas cosas)
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El Globalizador que desertó
Joseph Stiglitz fue Economista en Jefe del Banco Mundial. Despedido por denunciar las trampas del FMI y del Banco Mundial. Premio Nóbel de Economía, fue miembro del gabinete de Bill Clinton cómo Jefe del Consejo Presidencial de Consultores Económicos. En la foto en una conferencia invitado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de las Naciones Unidas.
© Humberto Salgado Agencia IPI
«Han condenado a muerte a la gente», el ex-tecnócrata me dijo. Era como una escena de una novela de espías. El brillante agente deserta, pasa para nuestro lado, y después de horas de interrogación, vacía su memoria de los horrores cometidos en nombre de una ideología política que ahora él mismo reconoce como podrida.
Sin embargo, aquí en mi presencia, tenía una presa mucho más grande que cualquier espía de la Guerra Fría. Joseph Stiglitz fue Economista en Jefe del Banco Mundial. En gran parte, el nuevo orden mundial económico es su teoría hecha realidad.
«Interrogué» a Stiglitz durante varios días, en la Universidad de Cambridge, en un hotel en Londres y finalmente en Washington D.C., en Abril de 2001, durante la gran confabulación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Pero en lugar de encabezar las reuniones de ministros y banqueros, Stiglitz fue exiliado detrás de los cordones policiales, lo mismo que las monjas portando una gran cruz de madera, que los líderes sindicales de Bolivia, que los padres de víctimas de SIDA y otros tantos en contra de la globalización. El principal agente interno estaba ahora afuera.
En 1999, el Banco Mundial echó a Stiglitz. No le fue permitido jubilarse, me han dicho que el Secretario del Tesoro de los EEUU, Larry Summers, ordenó una excomunicación pública debido a que Stiglitz había expresado su primer ligero desacuerdo a la globalización al estilo del Banco Mundial.
Aquí en Washington, completamos las últimas horas de entrevistas exclusivas para «El Observador» y «Newsnight» de la BBC de Londres, con respecto al funcionamiento real, generalmente oculto, del FMI, el Banco Mundial y del accionista principal del Banco Mundial (con un 51%), el Tesoro de los EE.UU.
Y aquí, a través de fuentes que no puedo revelar (no fue Stiglitz), obtuvimos valiosos documentos marcados con las palabras «confidencial,» «restringido» y «no revelar sin autorización del Banco Mundial». Stiglitz nos ayudó a traducir uno escrito por los «burócratas», titulado «Estrategia de Asistencia de País».
Hay una Estrategia de Asistencia para cada nación pobre, diseñada, dice el Banco Mundial, después de una cuidadosa investigación interna del país. Sin embargo, según Stiglitz, las «investigaciones» de los empleados del Banco, consisten en cuidadosas inspecciones a los hoteles de cinco estrellas de la nación. Concluyen con un encuentro entre estos empleados del Banco y algún mendigante y quebrado ministro de economía a quien le entregan un «acuerdo de reestructuración,» preparado de antemano para su firma «voluntaria».
La economía de cada nación es analizada individualmente y, en seguida, dice Stiglitz, el Banco entrega a cada ministro el mismo programa de cuatro pasos.
El Paso Uno es La Privatización – lo cual Stiglitz dice que se puede llamar con más precisión, «la sobornización». En lugar de oponerse a la venta de industrias estatales, me dijo que los líderes nacionales – usando como excusa «las exigencias del FMI» – liquidan alegremente sus empresas de electricidad y de agua. «Podías ver cómo se les abrían los ojos» ante la posibilidad de una «comisión» del 10%, pagada en cuentas Suizas, por el simple hecho de haber bajado «unos cuantos miles de millones» del precio de venta de los bienes nacionales.
Y el gobierno de los EEUU lo sabía, denuncia Stiglitz, por lo menos en el caso de la «sobornización» más grande de todas, la «venta por liquidación» Rusa de 1995. «La visión del Tesoro de los EEUU fue que eso era fabuloso en tanto que Yeltsin fuera reelegido. No nos importa si es una elección corrupta. Queremos que el dinero vaya a Yeltzin», a través de aportes para su campaña. Stiglitz no es ningún loco murmurando una teoría conspiradora.
El hombre estaba dentro del juego, fue miembro del gabinete de Bill Clinton como Jefe del Consejo Presidencial de Consultores Económicos.
Lo que más enfermó a Stiglitz fue que los oligarcas rusos respaldados por los EEUU, devastaron las industrias del país con el resultado de que el esquema de corrupción bajó la producción rusa a la mitad, causando depresión y hambruna.
Después de la «sobornización», el Paso Dos del plan «siempre la misma receta» del FMI / Banco Mundial es «La Liberalización del Mercado de Capitales». En teoría, la desregulación del mercado de capitales permite que la inversión de capital entre y salga. Desafortunadamente, como pasó en Indonesia y Brasil, el dinero simplemente salió y salió. Stiglitz llama a esto el ciclo de «Dinero Caliente». Dinero en efectivo entra especulando con bienes raíces y moneda local y se escapa ante los primeros problemas (capitales golondrina). Las reservas de una nación pueden ser vaciadas en cuestión de días u horas. Y cuando esto pasa, el FMI insiste en que estas naciones suban sus tasas de interés a 30%, 50% y 80% para seducir a los especuladores y que regresen con los fondos de la nación.
«El resultado era predecible», dice Stiglitz con respecto a los maremotos de Dinero Caliente en Asia y América Latina. Las altas tasas de interés destruyeron el valor de la propiedad, despedazaron salvajemente a la producción industrial y vaciaron las arcas del tesoro nacional.
En esta etapa, el FMI empuja a la exhausta nación al Paso Tres: «Precios regulados por el Mercado», un término sofisticado para subir los precios de la comida, agua y gas de cocina. Predeciblemente esto da lugar a un Paso Tres-y-Medio: lo que Stiglitz llama los «Disturbios del FMI».
Los disturbios del FMI son dolorosamente predecibles. Cuando una nación está «caída y en desgracia, (el FMI) se aprovecha y le exprime hasta la última gota de sangre. Incrementa el calor hasta que, finalmente, la olla entera explota», como cuando el FMI eliminó los subsidios a la comida y combustibles para los pobres de Indonesia en 1998. Indonesia estalló en disturbios. Pero hay otros ejemplos – los disturbios bolivianos por los precios de agua el año pasado y este febrero, los disturbios en Ecuador por los incrementos en los precios del gas natural impuestos por el Banco Mundial. Da la impresión de que el disturbio forma parte del plan.
Y así es. Lo que no sabía Stiglitz es que, mientras estuvieron en los EE.UU., la BBC y el Observador consiguieron varios documentos internos del Banco Mundial, marcados como «confidencial,» «restringido,» y «no revelar». Tomamos uno: la «Estrategia Interina de Asistencia de País,» para Ecuador. En él, el Banco afirma varias veces – con fría precisión – que se esperaba que sus planes iban a dar chispa a «disturbios sociales», lo que es su término para una nación en llamas.
Eso no es sorprendente. El reporte secreto indica que el plan para hacer del dólar de los EE.UU. la moneda de Ecuador ha empujado al 51% de la población por debajo de la línea de pobreza. El plan de «Asistencia» del Banco Mundial simplemente recomienda que se enfrenten las protestas civiles y el sufrimiento con «firmeza política» y precios aún más altos.
Los disturbios del FMI (y por disturbios me refiero a protestas pasivas dispersadas por balas, tanques y gas lacrimógeno) causan, debido al pánico, nuevas salidas del capital, además de gobiernos en bancarrota. Sin embargo, este incendio económico tiene un lado positivo – para las corporaciones extranjeras, quienes pueden adquirir los bienes restantes, tal como una concesión minera o puerto, a precios de remate.
Stiglitz hace notar que el FMI y el Banco Mundial no son tan «desalmados». Para algunos financistas, no siempre aplican estrictamente la «economía de mercado». Al mismo tiempo que el FMI frenaba los «subsidios» a la compra de comida, se ablandaba con los financistas de Indonesia. «Cuando los bancos necesitan ser rescatados, la intervención en el mercado es bienvenida». El FMI logró encontrar, con sudor y lágrimas, decenas de miles de millones de dólares para salvar a los financieros de Indonesia, y por extensión, a los bancos de los EE.UU. y Europa a los cuales ellos les habían pedido prestado.
Aquí se ve un «modus operandi». Hay muchos perdedores en este sistema pero claramente un solo ganador: los bancos occidentales y el Tesoro de los EE.UU., quienes ganan buena plata de este nuevo remolino de capital internacional. Stiglitz me contó de su infeliz reunión, al comienzo de su carrera en el Banco Mundial, con el entonces nuevo Presidente de Etiopía, elegido en la primera elección democrática de esta nación. El Banco Mundial y el FMI ordenaron a Etiopía colocar el dinero de ayuda en una cuenta de reserva en el Tesoro de los EE.UU., recibiendo un patético 4% de interés, mientras que la nación pedía prestados dólares a los EE.UU. al 12% para alimentar a su población. El nuevo presidente rogó a Stiglitz permitirle utilizar el dinero de ayuda para reconstruir la nación. Pero no, el botín se fue directamente a la caja fuerte del Tesoro de los EE.UU. en Washington.
Ahora llegamos al Paso Cuatro de lo que el FMI y el Banco Mundial llaman su «estrategia de reducción de la pobreza»: El Libre Comercio. Eso quiere decir el libre comercio según las reglas de la Organización Mundial de Comercio y del Banco Mundial. Stiglizt compara este libre comercio al estilo de la OMC con las Guerras del Opio. «Esas guerras fueron para la apertura de mercados», dijo. Como hicieron en el siglo XIX, los Europeos y Americanos hoy todavía están derrumbando las barreras a la importación en Asia, América Latina y África y, a la vez, están levantando barreras propias para proteger a sus mercados internos contra la agricultura del Tercer Mundo. En las Guerras del Opio, el Occidente utilizó bloqueos militares para forzar la apertura de mercados para su comercio ventajista. Hoy en día, el Banco Mundial puede ordenar un bloqueo financiero igualmente eficaz – y a veces igualmente mortal.
Stiglizt es particularmente sensible respecto al tratado de la OMC sobre los derechos de propiedad intelectual (con la sigla «TRIPS» que en inglés se traduce como «TROPEZAR»). Es aquí, dice el economista, donde el nuevo orden mundial ha «condenado a muerte a la gente» por imponer tarifas y tributos imposibles de pagar a las industrias farmacéuticas por patentes medicinales. «A ellos no les importa si la gente vive o muere», dijo el profesor, hablando de las corporaciones y los préstamos del banco con quien él trabajó.
Y de paso, no se confunda por la mezcla en este artículo del FMI, el Banco Mundial y la OMC. Son máscaras intercambiables de un solo sistema de gobierno. Ellos se han atado uno al otro en lo que desagradablemente se llaman, «gatillos». Aceptando un préstamo del Banco Mundial para una escuela, se «gatilla» el requerimiento de aceptar todas las «condiciones» – de las cuales hay en promedio 111 por nación – impuestos por el Banco Mundial y el FMI. De hecho, dijo Stiglitz, el FMI requiere a las naciones aceptar políticas de comercio más exigentes que las reglas de la OMC.
La preocupación más grande de Stiglitz es que los planes del Banco Mundial, diseñados en secreto y manejados por una ideología absolutista, nunca están abiertos a discusión o desacuerdo. A pesar del apoyo de Occidente hacia las elecciones a través del mundo en desarrollo, los llamados Programas de Reducción de la Pobreza, «sabotean la democracia.»
Y, además, no funcionan. La productividad de África Negra, bajo la «asistencia» estructural del FMI, ha descendido hasta el infierno. ¿Alguna nación se salvó de este destino?… Sí, dijo Stiglitz, identificando a Botswana. ¿Su truco mágico?: «Ellos ordenaron al FMI hacer las valijas e irse.»
Entonces miré a Stiglitz. Bien, señor profesor-demasiado-inteligente, ¿cómo ayudaría Ud. a las naciones en desarrollo? Stiglitz propuso reformas agrarias radicales, un ataque al corazón del «terratenientismo», a las usureras rentas mundialmente cobradas por las oligarquías, típicamente 50% de la cosecha del campesino. Tuve que preguntar al profesor: dado que Ud. era el economista principal del Banco Mundial, ¿porque no seguían sus consejos?
«Si uno desafía (a los terratenientes), habría un cambio en los poderes de las élites. Eso no está primero en su agenda». Evidentemente no.
Al final, lo que le empujó a poner su empleo en riesgo fue el fracaso de los bancos y del Tesoro de los EE.UU. para cambiar el rumbo cuando se enfrentaban a la crisis – fracasos y sufrimiento perpetrado por sus «cuatro pasos» de mambo monetarista. Cada vez que sus soluciones de mercado libre fracasaban, el FMI simplemente ordenaba más políticas de mercado libre.
«Es un poco como las sangrías en la edad media,» me relató Stiglitz, «Cuando el paciente se moría decían: bueno, pasó que nos apuramos a detener el desangramiento, todavía le quedaba un poco de sangre.»
De mis conversaciones con el profesor concluí que la solución a la pobreza y crisis mundial es simple: saquen a los chupa-sangres.
© Humberto Salgado Agencia IPI
«Han condenado a muerte a la gente», el ex-tecnócrata me dijo. Era como una escena de una novela de espías. El brillante agente deserta, pasa para nuestro lado, y después de horas de interrogación, vacía su memoria de los horrores cometidos en nombre de una ideología política que ahora él mismo reconoce como podrida.
Sin embargo, aquí en mi presencia, tenía una presa mucho más grande que cualquier espía de la Guerra Fría. Joseph Stiglitz fue Economista en Jefe del Banco Mundial. En gran parte, el nuevo orden mundial económico es su teoría hecha realidad.
«Interrogué» a Stiglitz durante varios días, en la Universidad de Cambridge, en un hotel en Londres y finalmente en Washington D.C., en Abril de 2001, durante la gran confabulación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Pero en lugar de encabezar las reuniones de ministros y banqueros, Stiglitz fue exiliado detrás de los cordones policiales, lo mismo que las monjas portando una gran cruz de madera, que los líderes sindicales de Bolivia, que los padres de víctimas de SIDA y otros tantos en contra de la globalización. El principal agente interno estaba ahora afuera.
En 1999, el Banco Mundial echó a Stiglitz. No le fue permitido jubilarse, me han dicho que el Secretario del Tesoro de los EEUU, Larry Summers, ordenó una excomunicación pública debido a que Stiglitz había expresado su primer ligero desacuerdo a la globalización al estilo del Banco Mundial.
Aquí en Washington, completamos las últimas horas de entrevistas exclusivas para «El Observador» y «Newsnight» de la BBC de Londres, con respecto al funcionamiento real, generalmente oculto, del FMI, el Banco Mundial y del accionista principal del Banco Mundial (con un 51%), el Tesoro de los EE.UU.
Y aquí, a través de fuentes que no puedo revelar (no fue Stiglitz), obtuvimos valiosos documentos marcados con las palabras «confidencial,» «restringido» y «no revelar sin autorización del Banco Mundial». Stiglitz nos ayudó a traducir uno escrito por los «burócratas», titulado «Estrategia de Asistencia de País».
Hay una Estrategia de Asistencia para cada nación pobre, diseñada, dice el Banco Mundial, después de una cuidadosa investigación interna del país. Sin embargo, según Stiglitz, las «investigaciones» de los empleados del Banco, consisten en cuidadosas inspecciones a los hoteles de cinco estrellas de la nación. Concluyen con un encuentro entre estos empleados del Banco y algún mendigante y quebrado ministro de economía a quien le entregan un «acuerdo de reestructuración,» preparado de antemano para su firma «voluntaria».
La economía de cada nación es analizada individualmente y, en seguida, dice Stiglitz, el Banco entrega a cada ministro el mismo programa de cuatro pasos.
El Paso Uno es La Privatización – lo cual Stiglitz dice que se puede llamar con más precisión, «la sobornización». En lugar de oponerse a la venta de industrias estatales, me dijo que los líderes nacionales – usando como excusa «las exigencias del FMI» – liquidan alegremente sus empresas de electricidad y de agua. «Podías ver cómo se les abrían los ojos» ante la posibilidad de una «comisión» del 10%, pagada en cuentas Suizas, por el simple hecho de haber bajado «unos cuantos miles de millones» del precio de venta de los bienes nacionales.
Y el gobierno de los EEUU lo sabía, denuncia Stiglitz, por lo menos en el caso de la «sobornización» más grande de todas, la «venta por liquidación» Rusa de 1995. «La visión del Tesoro de los EEUU fue que eso era fabuloso en tanto que Yeltsin fuera reelegido. No nos importa si es una elección corrupta. Queremos que el dinero vaya a Yeltzin», a través de aportes para su campaña. Stiglitz no es ningún loco murmurando una teoría conspiradora.
El hombre estaba dentro del juego, fue miembro del gabinete de Bill Clinton como Jefe del Consejo Presidencial de Consultores Económicos.
Lo que más enfermó a Stiglitz fue que los oligarcas rusos respaldados por los EEUU, devastaron las industrias del país con el resultado de que el esquema de corrupción bajó la producción rusa a la mitad, causando depresión y hambruna.
Después de la «sobornización», el Paso Dos del plan «siempre la misma receta» del FMI / Banco Mundial es «La Liberalización del Mercado de Capitales». En teoría, la desregulación del mercado de capitales permite que la inversión de capital entre y salga. Desafortunadamente, como pasó en Indonesia y Brasil, el dinero simplemente salió y salió. Stiglitz llama a esto el ciclo de «Dinero Caliente». Dinero en efectivo entra especulando con bienes raíces y moneda local y se escapa ante los primeros problemas (capitales golondrina). Las reservas de una nación pueden ser vaciadas en cuestión de días u horas. Y cuando esto pasa, el FMI insiste en que estas naciones suban sus tasas de interés a 30%, 50% y 80% para seducir a los especuladores y que regresen con los fondos de la nación.
«El resultado era predecible», dice Stiglitz con respecto a los maremotos de Dinero Caliente en Asia y América Latina. Las altas tasas de interés destruyeron el valor de la propiedad, despedazaron salvajemente a la producción industrial y vaciaron las arcas del tesoro nacional.
En esta etapa, el FMI empuja a la exhausta nación al Paso Tres: «Precios regulados por el Mercado», un término sofisticado para subir los precios de la comida, agua y gas de cocina. Predeciblemente esto da lugar a un Paso Tres-y-Medio: lo que Stiglitz llama los «Disturbios del FMI».
Los disturbios del FMI son dolorosamente predecibles. Cuando una nación está «caída y en desgracia, (el FMI) se aprovecha y le exprime hasta la última gota de sangre. Incrementa el calor hasta que, finalmente, la olla entera explota», como cuando el FMI eliminó los subsidios a la comida y combustibles para los pobres de Indonesia en 1998. Indonesia estalló en disturbios. Pero hay otros ejemplos – los disturbios bolivianos por los precios de agua el año pasado y este febrero, los disturbios en Ecuador por los incrementos en los precios del gas natural impuestos por el Banco Mundial. Da la impresión de que el disturbio forma parte del plan.
Y así es. Lo que no sabía Stiglitz es que, mientras estuvieron en los EE.UU., la BBC y el Observador consiguieron varios documentos internos del Banco Mundial, marcados como «confidencial,» «restringido,» y «no revelar». Tomamos uno: la «Estrategia Interina de Asistencia de País,» para Ecuador. En él, el Banco afirma varias veces – con fría precisión – que se esperaba que sus planes iban a dar chispa a «disturbios sociales», lo que es su término para una nación en llamas.
Eso no es sorprendente. El reporte secreto indica que el plan para hacer del dólar de los EE.UU. la moneda de Ecuador ha empujado al 51% de la población por debajo de la línea de pobreza. El plan de «Asistencia» del Banco Mundial simplemente recomienda que se enfrenten las protestas civiles y el sufrimiento con «firmeza política» y precios aún más altos.
Los disturbios del FMI (y por disturbios me refiero a protestas pasivas dispersadas por balas, tanques y gas lacrimógeno) causan, debido al pánico, nuevas salidas del capital, además de gobiernos en bancarrota. Sin embargo, este incendio económico tiene un lado positivo – para las corporaciones extranjeras, quienes pueden adquirir los bienes restantes, tal como una concesión minera o puerto, a precios de remate.
Stiglitz hace notar que el FMI y el Banco Mundial no son tan «desalmados». Para algunos financistas, no siempre aplican estrictamente la «economía de mercado». Al mismo tiempo que el FMI frenaba los «subsidios» a la compra de comida, se ablandaba con los financistas de Indonesia. «Cuando los bancos necesitan ser rescatados, la intervención en el mercado es bienvenida». El FMI logró encontrar, con sudor y lágrimas, decenas de miles de millones de dólares para salvar a los financieros de Indonesia, y por extensión, a los bancos de los EE.UU. y Europa a los cuales ellos les habían pedido prestado.
Aquí se ve un «modus operandi». Hay muchos perdedores en este sistema pero claramente un solo ganador: los bancos occidentales y el Tesoro de los EE.UU., quienes ganan buena plata de este nuevo remolino de capital internacional. Stiglitz me contó de su infeliz reunión, al comienzo de su carrera en el Banco Mundial, con el entonces nuevo Presidente de Etiopía, elegido en la primera elección democrática de esta nación. El Banco Mundial y el FMI ordenaron a Etiopía colocar el dinero de ayuda en una cuenta de reserva en el Tesoro de los EE.UU., recibiendo un patético 4% de interés, mientras que la nación pedía prestados dólares a los EE.UU. al 12% para alimentar a su población. El nuevo presidente rogó a Stiglitz permitirle utilizar el dinero de ayuda para reconstruir la nación. Pero no, el botín se fue directamente a la caja fuerte del Tesoro de los EE.UU. en Washington.
Ahora llegamos al Paso Cuatro de lo que el FMI y el Banco Mundial llaman su «estrategia de reducción de la pobreza»: El Libre Comercio. Eso quiere decir el libre comercio según las reglas de la Organización Mundial de Comercio y del Banco Mundial. Stiglizt compara este libre comercio al estilo de la OMC con las Guerras del Opio. «Esas guerras fueron para la apertura de mercados», dijo. Como hicieron en el siglo XIX, los Europeos y Americanos hoy todavía están derrumbando las barreras a la importación en Asia, América Latina y África y, a la vez, están levantando barreras propias para proteger a sus mercados internos contra la agricultura del Tercer Mundo. En las Guerras del Opio, el Occidente utilizó bloqueos militares para forzar la apertura de mercados para su comercio ventajista. Hoy en día, el Banco Mundial puede ordenar un bloqueo financiero igualmente eficaz – y a veces igualmente mortal.
Stiglizt es particularmente sensible respecto al tratado de la OMC sobre los derechos de propiedad intelectual (con la sigla «TRIPS» que en inglés se traduce como «TROPEZAR»). Es aquí, dice el economista, donde el nuevo orden mundial ha «condenado a muerte a la gente» por imponer tarifas y tributos imposibles de pagar a las industrias farmacéuticas por patentes medicinales. «A ellos no les importa si la gente vive o muere», dijo el profesor, hablando de las corporaciones y los préstamos del banco con quien él trabajó.
Y de paso, no se confunda por la mezcla en este artículo del FMI, el Banco Mundial y la OMC. Son máscaras intercambiables de un solo sistema de gobierno. Ellos se han atado uno al otro en lo que desagradablemente se llaman, «gatillos». Aceptando un préstamo del Banco Mundial para una escuela, se «gatilla» el requerimiento de aceptar todas las «condiciones» – de las cuales hay en promedio 111 por nación – impuestos por el Banco Mundial y el FMI. De hecho, dijo Stiglitz, el FMI requiere a las naciones aceptar políticas de comercio más exigentes que las reglas de la OMC.
La preocupación más grande de Stiglitz es que los planes del Banco Mundial, diseñados en secreto y manejados por una ideología absolutista, nunca están abiertos a discusión o desacuerdo. A pesar del apoyo de Occidente hacia las elecciones a través del mundo en desarrollo, los llamados Programas de Reducción de la Pobreza, «sabotean la democracia.»
Y, además, no funcionan. La productividad de África Negra, bajo la «asistencia» estructural del FMI, ha descendido hasta el infierno. ¿Alguna nación se salvó de este destino?… Sí, dijo Stiglitz, identificando a Botswana. ¿Su truco mágico?: «Ellos ordenaron al FMI hacer las valijas e irse.»
Entonces miré a Stiglitz. Bien, señor profesor-demasiado-inteligente, ¿cómo ayudaría Ud. a las naciones en desarrollo? Stiglitz propuso reformas agrarias radicales, un ataque al corazón del «terratenientismo», a las usureras rentas mundialmente cobradas por las oligarquías, típicamente 50% de la cosecha del campesino. Tuve que preguntar al profesor: dado que Ud. era el economista principal del Banco Mundial, ¿porque no seguían sus consejos?
«Si uno desafía (a los terratenientes), habría un cambio en los poderes de las élites. Eso no está primero en su agenda». Evidentemente no.
Al final, lo que le empujó a poner su empleo en riesgo fue el fracaso de los bancos y del Tesoro de los EE.UU. para cambiar el rumbo cuando se enfrentaban a la crisis – fracasos y sufrimiento perpetrado por sus «cuatro pasos» de mambo monetarista. Cada vez que sus soluciones de mercado libre fracasaban, el FMI simplemente ordenaba más políticas de mercado libre.
«Es un poco como las sangrías en la edad media,» me relató Stiglitz, «Cuando el paciente se moría decían: bueno, pasó que nos apuramos a detener el desangramiento, todavía le quedaba un poco de sangre.»
De mis conversaciones con el profesor concluí que la solución a la pobreza y crisis mundial es simple: saquen a los chupa-sangres.