El incremento de las matrículas universitarias anunciada por el ministro de Educación, José Ignacio Wert, es una nueva vuelta de tuerca dentro del intenso ajuste presupuestario al que se ve sometida España para cumplir con la reducción del déficit público. La medida, por más necesaria que pueda ser para financiar las universidades, resulta sumamente impopular, no sólo entre los jóvenes estudiantes, sino entre las familias que deberán aportar más dinero para sufragar su paso por las aulas.
Las matrículas pueden subir hasta un máximo del 66%, en función de las carreras y de cada universidad. El importe de las tasas que pagan actualmente los alumnos cubre un 15% de todo el coste que su formación representa para el Estado. La propuesta de Wert es que el dinero que pagan las familias llegue a financiar hasta el 25% del coste y que el 75% restante corra a cargo de las arcas públicas. En cifras concretas, las matrículas de las carreras más baratas, que rondan los 900 euros, pasarán a unos 1.500. Y las más caras, de unos 1.400 euros, subirán hasta los 2.300. Las autonomías deberán ahora decidir cómo se aplica esta subida. En el caso de Catalunya, el Govern tiene intención de que la mayoría de los alumnos pague el 25% del coste de las carreras.
Este nuevo sacrificio que se exige a las familias españolas deberá contribuir a cumplir el ajuste global de 3.000 millones de euros que el Gobierno ha impuesto al Ministerio de Educación. Pero también es determinante para evitar un mayor deterioro de la calidad en la enseñanza pública superior, que sería lo peor que le podría ocurrir a España cara al futuro. En este sentido, es igualmente importante una reforma en profundidad de las universidades españolas para dotarlas de más eficacia y excelencia, para que puedan cumplir mejor con su doble función -clave para el país- de formar estudiantes y de avanzar en la investigación.
Ante la inevitable subida de las matrículas, el Gobierno está obligado a establecer un sistema de becas mucho más amplio del actual, de forma que nadie -y mucho menos los jóvenes mejor preparados- pueda verse obligado a dejar de estudiar por falta de medios económicos. Esto es fundamental para garantizar la igualdad de oportunidades y no desperdiciar talento.
Son varios los expertos que, al margen de la crisis, defienden desde hace tiempo la subida de las tasas universitarias para incentivar la responsabilidad de los estudiantes, ya que en España tardan una media de dos años más en acabar sus estudios de lo que les correspondería. En este sentido, la subida de matrículas más acentuada se da en el caso de los alumnos que tienen que repetir curso o asignaturas. Con ello se pretende conseguir el doble objetivo de mayores ingresos para cubrir los gastos de las universidades y de más motivación para estudiar, sin penalizar aún más globalmente al conjunto de los estudiantes universitarios.
Las matrículas pueden subir hasta un máximo del 66%, en función de las carreras y de cada universidad. El importe de las tasas que pagan actualmente los alumnos cubre un 15% de todo el coste que su formación representa para el Estado. La propuesta de Wert es que el dinero que pagan las familias llegue a financiar hasta el 25% del coste y que el 75% restante corra a cargo de las arcas públicas. En cifras concretas, las matrículas de las carreras más baratas, que rondan los 900 euros, pasarán a unos 1.500. Y las más caras, de unos 1.400 euros, subirán hasta los 2.300. Las autonomías deberán ahora decidir cómo se aplica esta subida. En el caso de Catalunya, el Govern tiene intención de que la mayoría de los alumnos pague el 25% del coste de las carreras.
Este nuevo sacrificio que se exige a las familias españolas deberá contribuir a cumplir el ajuste global de 3.000 millones de euros que el Gobierno ha impuesto al Ministerio de Educación. Pero también es determinante para evitar un mayor deterioro de la calidad en la enseñanza pública superior, que sería lo peor que le podría ocurrir a España cara al futuro. En este sentido, es igualmente importante una reforma en profundidad de las universidades españolas para dotarlas de más eficacia y excelencia, para que puedan cumplir mejor con su doble función -clave para el país- de formar estudiantes y de avanzar en la investigación.
Ante la inevitable subida de las matrículas, el Gobierno está obligado a establecer un sistema de becas mucho más amplio del actual, de forma que nadie -y mucho menos los jóvenes mejor preparados- pueda verse obligado a dejar de estudiar por falta de medios económicos. Esto es fundamental para garantizar la igualdad de oportunidades y no desperdiciar talento.
Son varios los expertos que, al margen de la crisis, defienden desde hace tiempo la subida de las tasas universitarias para incentivar la responsabilidad de los estudiantes, ya que en España tardan una media de dos años más en acabar sus estudios de lo que les correspondería. En este sentido, la subida de matrículas más acentuada se da en el caso de los alumnos que tienen que repetir curso o asignaturas. Con ello se pretende conseguir el doble objetivo de mayores ingresos para cubrir los gastos de las universidades y de más motivación para estudiar, sin penalizar aún más globalmente al conjunto de los estudiantes universitarios.