JOHN PAUL RATHBONE y ADAM THOMSON
En el sector de electrodomésticos del supermercado Mega en Iztapalapa, un barrio pobre de Ciudad de México, Claudio Hernández y Rebeca Valdés están comparando precios de dos relucientes lavarropas en venta a 12 cuotas sin interés. La última vez que compramos uno de estos, tuvimos que ahorrar durante meses y meses, recordó Hernández. En aquel entonces no había crédito sin interés.
Gracias a muchos años de bajas tasas de interés y poca inflación, la pareja aprovecha los préstamos y su mayor poder de compra discrecional. Al igual que millones de otros mexicanos que se incorporaron a las clases medias en la última década o más, se convirtieron en consumidores modernos.
Antes no accedíamos a esto, agregó Hernández.
Lo que cuenta la pareja se repite en todo el mundo emergente. En México, donde cerca de 80 millones de personas podrán elegir a su nuevo presidente el domingo, estos hábitos y aspiraciones de la nueva clase media han fragmentado los tradicionales patrones electorales y, quizás, también hayan disuelto las habituales lealtades políticas de las clases sociales.
Actualmente son muchos menos los mexicanos que se identifican con partidos políticos, comentó Luis Rubio del think tank Cidac. Es un síntoma de las crecientes clases medias.
Hasta se escindieron las intenciones de voto entre los empresarios del país. Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, simpatizaría con Andrés Manuel López Obrador, el líder de izquierda. Otros dividen su apoyo entre Enrique Peña Nieto del partido Revolucionario Institucional (PRI) y Josefina Vázquez Mota del partido conservador hoy en el poder, el Partido de Acción Nacional (PAN).
El cambio es muy reciente. Durante gran parte del siglo XX, la clase media mexicana y las compañías donde ésta trabajaba eran una creación del gobierno.
El PRI, que gobernó durante 71 años ininterrumpidos hasta 2000 en lo que el escritor Mario Vargas Llosa llamó la dictadura perfecta, creó millones de puestos de trabajo repletos de beneficios y sindicalizados para la creciente población urbana del país. Todo lo que tenían que hacer a cambio era brindar su implacable apoyo político.
Pero las privatizaciones de los últimos 20 años hicieron que el gobierno se retirara de la economía y los lugares patrocinados por el Estado se diluyeron por el surgimiento de una nueva clase media azteca.
Todo eso cambió el juego político mexicano. Las promesas del exaltado López Obrador de reestructurar el sistema asustaron a muchos miembros de esta clase media nueva. Los crecientes niveles de dueños de viviendas (el Gobierno financió 796.000 préstamos en 2010 contra 101.000 en 1990), hacen que muchos de ellos prefieren estabilidad a la revolución. Tras perder las elecciones por poco en 2006, López Obrador ahora se ubica en un alejado segundo lugar en las encuestas.
Sin embargo, al mismo tiempo la clase media de México le da mayor importancia al crecimiento económico. Eso ayuda a explicar porqué Vázquez Mota del PAN no logró encender la pasión de los votantes. Durante los últimos 12 años de gobierno del PAN, la economía azteca obtuvo una mediocre expansión anual cercana a 2% comparado con el 3% del resto de la región.
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En el sector de electrodomésticos del supermercado Mega en Iztapalapa, un barrio pobre de Ciudad de México, Claudio Hernández y Rebeca Valdés están comparando precios de dos relucientes lavarropas en venta a 12 cuotas sin interés. La última vez que compramos uno de estos, tuvimos que ahorrar durante meses y meses, recordó Hernández. En aquel entonces no había crédito sin interés.
Gracias a muchos años de bajas tasas de interés y poca inflación, la pareja aprovecha los préstamos y su mayor poder de compra discrecional. Al igual que millones de otros mexicanos que se incorporaron a las clases medias en la última década o más, se convirtieron en consumidores modernos.
Antes no accedíamos a esto, agregó Hernández.
Lo que cuenta la pareja se repite en todo el mundo emergente. En México, donde cerca de 80 millones de personas podrán elegir a su nuevo presidente el domingo, estos hábitos y aspiraciones de la nueva clase media han fragmentado los tradicionales patrones electorales y, quizás, también hayan disuelto las habituales lealtades políticas de las clases sociales.
Actualmente son muchos menos los mexicanos que se identifican con partidos políticos, comentó Luis Rubio del think tank Cidac. Es un síntoma de las crecientes clases medias.
Hasta se escindieron las intenciones de voto entre los empresarios del país. Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, simpatizaría con Andrés Manuel López Obrador, el líder de izquierda. Otros dividen su apoyo entre Enrique Peña Nieto del partido Revolucionario Institucional (PRI) y Josefina Vázquez Mota del partido conservador hoy en el poder, el Partido de Acción Nacional (PAN).
El cambio es muy reciente. Durante gran parte del siglo XX, la clase media mexicana y las compañías donde ésta trabajaba eran una creación del gobierno.
El PRI, que gobernó durante 71 años ininterrumpidos hasta 2000 en lo que el escritor Mario Vargas Llosa llamó la dictadura perfecta, creó millones de puestos de trabajo repletos de beneficios y sindicalizados para la creciente población urbana del país. Todo lo que tenían que hacer a cambio era brindar su implacable apoyo político.
Pero las privatizaciones de los últimos 20 años hicieron que el gobierno se retirara de la economía y los lugares patrocinados por el Estado se diluyeron por el surgimiento de una nueva clase media azteca.
Todo eso cambió el juego político mexicano. Las promesas del exaltado López Obrador de reestructurar el sistema asustaron a muchos miembros de esta clase media nueva. Los crecientes niveles de dueños de viviendas (el Gobierno financió 796.000 préstamos en 2010 contra 101.000 en 1990), hacen que muchos de ellos prefieren estabilidad a la revolución. Tras perder las elecciones por poco en 2006, López Obrador ahora se ubica en un alejado segundo lugar en las encuestas.
Sin embargo, al mismo tiempo la clase media de México le da mayor importancia al crecimiento económico. Eso ayuda a explicar porqué Vázquez Mota del PAN no logró encender la pasión de los votantes. Durante los últimos 12 años de gobierno del PAN, la economía azteca obtuvo una mediocre expansión anual cercana a 2% comparado con el 3% del resto de la región.
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