El mejor Enrique Peña Nieto, el telegénico político de los buenos tiempos que convenció a México y sedujo a un partido como el Revolucionario Institucional (PRI) con casi 90 años de historia, donde el colmillo forma parte del ADN, miró a la cámara, apuntó con la mano extendida y le preguntó al país: “¿Qué hubieran hecho ustedes?”.
Esa fue la frase estrella de un mensaje a la nación dedicado a explicar porqué no había más remedio que subir la gasolina un 20%. El epílogo a una semana negra que concentró en pocos días todos los males del país; los propios, los ajenos y los recién creados. El parón económico, la ‘twitocracia’ de Donald Trump y los saqueos.
Frente a cuatro banderas nacionales, de pie, y utilizando el tono enérgico de los mítines de antaño, Peña Nieto, de 50 años, insistió en que es imposible mantener “artificialmente” los actuales precios del combustible. La alternativa, dijo, sería cerrar escuelas y hospitales. Recordó también el abandono en que está sumida la paraestatal Pemex por culpa de “Gobiernos pasados”, lo que obliga a importar la mitad de la gasolina que se consume, en un país que extrae diariamente casi dos millones de barriles de petróleo.
Durante los casi ochos minutos que duró su intervención dijo comprender el “enojo” popular y repitió una decena de veces la palabra “unidad”.
Pero el vigoroso tecnócrata que llenaba plazas de toros y fue portada de la revista Time en 2014, tiene hoy una popularidad del 25%, una de las más bajas del continente, y sus palabras ya no seducen como antes.
A la misma hora que hablaba en televisión, los noticieros del país hacían recuento de daños tras cinco días de protestas. Para ello, las redacciones utilizaban un mapa similar al del clima, tratando de ubicar cientos de disturbios simultáneos. Una oleada violenta que se saldó con 1.500 detenidos y cientos de comercios afectados.
Sin embargo, los manifestantes pacíficos no estaban solos. Todos los partidos de oposición, la patronal, transportistas, -hasta la Iglesia y sectores del partido de gobierno- pidieron escalonar o suspender la medida. Según los expertos, el nuevo precio elevará la inflación hasta el 4,5%, lejos del 2,3% fijado por el Banco de México. Desde el lunes, además de la gasolina, el gas, la electricidad y el transporte son entre un 4 y un 20% más caros.
“El aumento fue la chispa que prendió la mecha. Se da en un contexto de hartazgo por la corrupción, la impunidad y los abusos de la clase política. La gente no olvida que antes de irse de vacaciones los diputados y altos funcionarios se aprobaron un escandaloso bono navideño de entre 200.000 y 500.000 pesos (entre 10.000 y 25.000 dólares)” explica María Amparo Casar, académica y presidenta de la asociación Mexicanos contra la corrupción.
“Tampoco es aceptable que se les escape el gobernador de Veracruz, Javier Duarte -en busca y captura desde hace tres meses tras ser acusado de más de 70 delitos de corrupción y lavado – y luego pedir a los mexicanos que se sacrifiquen” añade la politóloga.
A la tormenta perfecta se sumó también Donald Trump. Sin haber asumido todavía el cargo, el presidente estadounidense consiguió con un tuit que Ford detuviera su inversión de 1.600 millones de dólares en San Luis Potosí donde se crearían más de 3.000 empleos. A Ford se sumaron Carrier, fabricante de aires acondicionados, General Motors y Toyota, amenazados con nuevos impuestos por fabricar en México.
Cada tuit de Trump es un misil a la autoestima y al motor económico del país. Tras desarrollar durante años una política de fomento a la inversión con la construcción de infraestructuras para conectar el centro del país con los principales puertos y la frontera con Estados Unidos, el octavo productor mundial de automóviles tiembla cada vez que Trump dispara ocurrencias en la red social.
Para hacer frente a todo ello Peña Nieto ha rescatado a su viejo amigo Luis Videgaray, a quien nombró canciller, tras haber sido cesado hace cuatro meses por promover un encuentro entre Trump y Peña Nieto que terminó en una humillación internacional. “Hemos llegado al surrealismo. Primero lo cesa y ahora vuelve a recuperar al hombre que permitió tan desafortunada visita. Está tan aislado que sólo se fía de Videgaray” sostiene Gerardo Esquivel, politólogo del Colegio de México. “No recuerdo una tensión social similar a esta así ni siquiera durante la crisis de los 80 o la devaluación del 94. Se ha creado el caldo de cultivo perfecto para la explosión social” añade.
A dos años para terminar su mandato, Peña Nieto ha optado por la firmeza macroeconómica aún a riesgo de añadir más presión a la olla.
Distanciado de las clases populares por el recorte de gasto público, señalado por su tibieza ante la corrupción de los gobernadores y alejado de las clases medias por la subida de la gasolina, cuando Peña Nieto se plantó ante la cámara y dijo: “¿Qué hubieran hecho ustedes?”, su pregunta, sonó a derrota conocida, para quien lleva una semana recibiendo puntapiés a base de incrementos.
Esa fue la frase estrella de un mensaje a la nación dedicado a explicar porqué no había más remedio que subir la gasolina un 20%. El epílogo a una semana negra que concentró en pocos días todos los males del país; los propios, los ajenos y los recién creados. El parón económico, la ‘twitocracia’ de Donald Trump y los saqueos.
Frente a cuatro banderas nacionales, de pie, y utilizando el tono enérgico de los mítines de antaño, Peña Nieto, de 50 años, insistió en que es imposible mantener “artificialmente” los actuales precios del combustible. La alternativa, dijo, sería cerrar escuelas y hospitales. Recordó también el abandono en que está sumida la paraestatal Pemex por culpa de “Gobiernos pasados”, lo que obliga a importar la mitad de la gasolina que se consume, en un país que extrae diariamente casi dos millones de barriles de petróleo.
Durante los casi ochos minutos que duró su intervención dijo comprender el “enojo” popular y repitió una decena de veces la palabra “unidad”.
Pero el vigoroso tecnócrata que llenaba plazas de toros y fue portada de la revista Time en 2014, tiene hoy una popularidad del 25%, una de las más bajas del continente, y sus palabras ya no seducen como antes.
A la misma hora que hablaba en televisión, los noticieros del país hacían recuento de daños tras cinco días de protestas. Para ello, las redacciones utilizaban un mapa similar al del clima, tratando de ubicar cientos de disturbios simultáneos. Una oleada violenta que se saldó con 1.500 detenidos y cientos de comercios afectados.
Sin embargo, los manifestantes pacíficos no estaban solos. Todos los partidos de oposición, la patronal, transportistas, -hasta la Iglesia y sectores del partido de gobierno- pidieron escalonar o suspender la medida. Según los expertos, el nuevo precio elevará la inflación hasta el 4,5%, lejos del 2,3% fijado por el Banco de México. Desde el lunes, además de la gasolina, el gas, la electricidad y el transporte son entre un 4 y un 20% más caros.
“El aumento fue la chispa que prendió la mecha. Se da en un contexto de hartazgo por la corrupción, la impunidad y los abusos de la clase política. La gente no olvida que antes de irse de vacaciones los diputados y altos funcionarios se aprobaron un escandaloso bono navideño de entre 200.000 y 500.000 pesos (entre 10.000 y 25.000 dólares)” explica María Amparo Casar, académica y presidenta de la asociación Mexicanos contra la corrupción.
“Tampoco es aceptable que se les escape el gobernador de Veracruz, Javier Duarte -en busca y captura desde hace tres meses tras ser acusado de más de 70 delitos de corrupción y lavado – y luego pedir a los mexicanos que se sacrifiquen” añade la politóloga.
A la tormenta perfecta se sumó también Donald Trump. Sin haber asumido todavía el cargo, el presidente estadounidense consiguió con un tuit que Ford detuviera su inversión de 1.600 millones de dólares en San Luis Potosí donde se crearían más de 3.000 empleos. A Ford se sumaron Carrier, fabricante de aires acondicionados, General Motors y Toyota, amenazados con nuevos impuestos por fabricar en México.
Cada tuit de Trump es un misil a la autoestima y al motor económico del país. Tras desarrollar durante años una política de fomento a la inversión con la construcción de infraestructuras para conectar el centro del país con los principales puertos y la frontera con Estados Unidos, el octavo productor mundial de automóviles tiembla cada vez que Trump dispara ocurrencias en la red social.
Para hacer frente a todo ello Peña Nieto ha rescatado a su viejo amigo Luis Videgaray, a quien nombró canciller, tras haber sido cesado hace cuatro meses por promover un encuentro entre Trump y Peña Nieto que terminó en una humillación internacional. “Hemos llegado al surrealismo. Primero lo cesa y ahora vuelve a recuperar al hombre que permitió tan desafortunada visita. Está tan aislado que sólo se fía de Videgaray” sostiene Gerardo Esquivel, politólogo del Colegio de México. “No recuerdo una tensión social similar a esta así ni siquiera durante la crisis de los 80 o la devaluación del 94. Se ha creado el caldo de cultivo perfecto para la explosión social” añade.
A dos años para terminar su mandato, Peña Nieto ha optado por la firmeza macroeconómica aún a riesgo de añadir más presión a la olla.
Distanciado de las clases populares por el recorte de gasto público, señalado por su tibieza ante la corrupción de los gobernadores y alejado de las clases medias por la subida de la gasolina, cuando Peña Nieto se plantó ante la cámara y dijo: “¿Qué hubieran hecho ustedes?”, su pregunta, sonó a derrota conocida, para quien lleva una semana recibiendo puntapiés a base de incrementos.