Miguel Ángel Broda versus Andrea Broda

José del Rio y Carla Quiroga
Miguel Ángel Broda trabaja de lunes a lunes. Su pasión es la lectura. Se levanta todos los días a las cinco y cuarto de la mañana y hasta las 21 estudia. Sigue al menos unos 70 blogs y envía e-mails cada vez que encuentra una punta para investigar. El inbox de Andrea Broda no tiene respiro. Pero a ella no la desvela. “La priorización de la casilla fue parte del aprendizaje de trabajar tanto tiempo juntos. Cuando estoy jugando al tenis el fin de semana no contesto, y cuando me pide 20 cosas a la vez le aclaro que tomaré hasta tres temas aunque —no me preguntes cómo— siempre se las ingenia para que me ocupe del resto”, sonríe Andrea. Lleva 12 años en la consultora de su padre, tras el paso que hizo por el Banco Central, durante la gestión de Pedro Pou. Corría 1995 cuando, en pleno efecto Tequila, su padre le recomendó trabajar con un jefe más exigente que él. “Pedro creía que yo era el peor jefe, y yo pensaba lo mismo de él”, rememora, risueño, Miguel Ángel. Andrea es economista por causalidad. Arrancó la carrera de Administración de Empresas y, cuando cursaba segundo, año se redireccionó de la micro a la macro. “No sé si tengo la vocación de mi papá y mi hermano, pero me gusta mucho lo que hago. Claramente influyó tener un padre economista”, afirma.
A continuación un mano a mano exclusivo en el que opinan de todo: Kicillof, Fábrega, la emisión monetaria, la inflación e infinidad de definiciones macro tan sinceras como tajantes para entender dónde está la Argentina 2014.
Crédito: Nico Pérez
¿Cómo evalúan la economía hoy?
Andrea: La realidad es que el oficialismo enfrenta una situación económica compleja. Las reservas dejaron de caer porque el Gobierno devaluó un 33 por ciento, casi duplicó la tasa de interés y retiró más de $ 72 mil millones del mercado monetario vía la colocación de Lebacs. Pisó el pago de importaciones y exigió a los bancos que se desprendieran de sus tenencias en dólares. Pero este cambio drástico de política-económica metió a la Argentina en una recesión con una inflación más alta. En realidad, tuvimos una llamarada inflacionaria en los primeros tres meses del año, donde los precios se movieron a un ritmo anualizado de más del 60 % y luego, en abril y mayo, la inflación bajó a algo más del 2 % mensual, lo que equivale a una tasa del 30 % anualizada . Y, según nuestras estimaciones, la economía sufrió una caída de -0,6 % en el primer trimestre del año contra el cuarto trimestre (se contrajo a un ritmo anualizado de -2,4 %, con una caída del consumo del 4 % y de la inversión de 10,3 % anualizada).
¿Cómo sigue el año?
Responden al unísono: Ahora, el segundo trimestre apunta a mostrar una caída similar, de -0,6 % contra el primer trimestre de 2014 (y de -2,0 % interanual contra igual período del año pasado). El crédito está totalmente frenado desde febrero. La creación de empleo se ha resentido. Las suspensiones han aumentado. Y la llamarada inflacionaria del primer trimestre de 2014 provocó una caída del salario real. En fin, lo mejor que podría aspirar el Gobierno es que la economía deje de caer en el segundo semestre del año. Y, en ese contexto, el 2014 cerraría con una caída de actividad (PBI) de -1,0/1,5 %. Con un problema adicional: si el Gobierno optara por intensificar el sesgo expansivo de las políticas públicas para empujar la actividad y morigerar el efecto recesivo del cambio de política, podría reactivar las turbulencias cambiarias y el drenaje de reservas.
Andrea: Papá, que suele ser más histriónico y teatral que yo, suele decir que el Gobierno tiene objetivos mediocres. Yo lo traduzco diciendo que, en realidad, el Gobierno no puede aspirar a mucho. Puede aspirar a que la economía deje de caer pero no que vuelva a crecer, a evitar una nueva llamarada inflacionaria pero no será él quien baje en serio la tasa de inflación. Puede aspirar a que las reservas no vuelvan a caer de manera estrepitosa, pero estas difícilmente vuelvan a subir. En fin, está embretado.
Del ‘yo pienso’ al ‘nosotros’
La idea de ‘nosotros pensamos’ aparece una y otra vez en la medida que se suceden las preguntas. Y la primera persona del plural es otra de las coincidencias. “Los definimos en forma conjunta”, admite Miguel Ángel. La dinámica interna es que “discutimos lo que viene puertas adentro y, cuando salimos a hablar, ya hay consenso”, se sincera Andrea. “Tenemos discrepancias pero unificamos el discurso”, agrega el número uno de la consultora, aunque admite que son pocas las oportunidades en las que cambia de opinión. “Soy muy cabeza dura pero modero los pesos y tomo en cuenta las distintas posiciones, cambio los énfasis y me ayuda mucho escuchar”.
Volviendo a la economía, ¿cuál es su diagnóstico?
Miguel Ángel: Para nuestro diagnóstico no sólo tomamos datos estadísticos sino mucha teoría económica, no sólo analizamos la coyuntura —o sea,los factores cíclicos— sino que tomamos en cuenta los factores estructurales que afectan a la economía. En este momento estamos metidos en una etapa de todo modelo populista caracterizado por fragilidad económica, alta inflación y desbalance macroeconómico creciente por años de política económica K. Repasemos un poco: más de una década de políticas siempre expansivas, independientes del ciclo económico con creciente tamaño y grado de intervención del Estado, proteccionismo comercial y aislamiento internacional produjeron tres grandes desbalances macro: el desequilibrio de balance de pagos por un exceso de demanda de divisas con pérdida de reservas internacionales; el problema del financiamiento del sector público, que se financia casi exclusivamente con emisión de pesos y uso de reservas del Banco Central, que condujo a una inflación creciente de dos dígitos anuales; y las serias distorsiones de precios relativos: atraso cambiario y también tarifario, especialmente en electricidad, gas y transportes.
¿Qué se le puede pedir al modelo?
Miguel Ángel: Lo mejor que se le puede pedir al modelo nacional y popular K es que la actividad económica deje de caer. En ese contexto vemos una economía dañada y frágil, en la que cada día se invierte menos —por la falta de credibilidad de este Gobierno, que inhibe la iniciativa privada—, donde la fuerza laboral está deprimida: hay mucha gente que no trabaja ni estudia y que vive de la política asistencialista. A ello se agrega la baja productividad de la economía. La Argentina tiene una tasa de crecimiento potencial baja gracias a las políticas económicas implementadas durante más de una década K. Hoy, el Gobierno está preocupado por la caída del nivel de actividad y, confiado en la baja de la tasa de inflación de abril y mayo, parece más dispuesto a impulsar políticas fiscales y monetarias más expansivas para apuntalar la actividad económica…
Andrea (interrumpe y suma): En realidad, no sólo tomamos la teoría económica sino también el panorama político. Cuando vine a trabajar del Banco Central al estudio empecé a incorporar el análisis político y a integrarlo al económico porque es una parte esencial para el pronóstico económico y crucial para asesorar a nuestros clientes en la toma de decisiones. Sobre estas cuestiones discutimos un poco (mira al padre y sonríe). En octubre del año pasado quedó claro que Cristina Fernández de Kirchner no puede ser reelecta en 2015. Sin embargo, el objetivo prioritario del Gobierno es retener el máximo poder político posible post 2015 —en términos de bancas, jueces, funcionarios públicos, fondos—, para lo cual debe mantener su núcleo duro de votantes. Y, para ello, tiene claro que debe evitar una crisis macro que erosione su poder político.
¿Es una cuestión de reservas?
Para el Gobierno, sólo una crisis de reservas —mucho más que los otros dos desbalances— puede terminar provocando una crisis macro. Por eso, se ha concentrado en esta cuestión. La Argentina perdió u$s 24.112 millones de reservas desde el pico alcanzado el 26 de enero de 2011. Con este cuadro, y con el objetivo de frenar la sangría, se tomaron medidas anti-relato: devaluación y apretón monetario, entre otras. Ahora viene deteriorándose mucho el superávit comercial, la única fuente de ingreso de divisas al país. Para darse una idea, con el deterioro del saldo comercial, sin nuevas inversiones en Vaca Muerta o colocaciones de deuda en lo que resta del año, las reservas apuntaban a apenas entre u$s 22 mil y 23 mil millones para diciembre (o 15 mil millones, excluyendo los depósitos del gobierno y de los bancos en el BCRA).
Por eso se dio el acuerdo con el Club de París, Repsol…
De ahí que el Gobierno viene buscando la normalización financiera con el fin de intentar conseguir alguna ‘plata fresca’ antes de fin de año (busca ingresos de divisas por la cuenta capital). Por ello, arregló las deudas del CIADI, le pagó a Repsol, sinceró la inflación y, ahora, llegó a un acuerdo con el Club de París por la deuda que estaba en default. Dicho de manera simple: la realidad se impuso, y ahora el Gobierno busca la normalización financiera por necesidad, por la necesidad de conseguir ‘fondos frescos’ —inversiones o financiamiento— para evitar que las reservas vuelvan a caer mucho en el segundo semestre.
Crédito: Nico Pérez
¿Cómo impactará el avance con el Club de París?
Andrea: El acuerdo con el Club de París es una buena noticia. Alguna ‘plata fresca’ adicional habrá. Pero no implica que nos van a llover dólares. Y mucho menos que va a cambiar el panorama de inversiones o nuestro escenario económico en lo que resta del año. El arreglo no cambia nuestro escenario de caída del PBI en 2014 del orden del 1,2 % e inflación entre 34 % y 40 %, centrada en 36 % (diciembre/diciembre). En realidad, podrían destrabarse algunos créditos para financiar algunas inversiones de empresas de países miembro, préstamos de organismos internacionales, alguna colocación de deuda provincial o incluso de deuda soberana cuando baje el riesgo país.
Miguel Ángel (vuelve al tema macro, con ganas de profundizar): Desde hace mucho tiempo caracterizamos al período hasta diciembre del año que viene como una lenta agonía. No hay forma —por la visión de mantener el poder y su estructura ideológica— que este Gobierno haga un programa integral que cambie el daño estructural que la economía tiene. Vamos a tener cuatro años sin crecimiento del PBI per cápita, con lo cual será difícil que este Gobierno mantenga su 30 % de votantes. Lo que tenemos por delante es una administración modesta. Es decir, se tratará de evitar los riesgos, pero somos incapaces de hacer un programa integral que vuelva a hacer de la Argentina un país normal. Estamos afuera de la Tierra. ¿Sabe qué respondió un serio profesor marxista de la UBA cuando le preguntaron qué hay que hacer? Dijo: “Nada”. Si la pregunta hubiese sido a Manuel Solanet y a Benegas Lynch, la respuesta hubiera sido la misma. Y nosotros, que tenemos una posición mas centrada, en el sentido de usar menos ideología y más teoría, también responderíamos que nada. Porque la verdad es que están tan embretados…
Entonces, ¿cómo sigue la historia?
Miguel Ángel: Al próximo gobierno no le será fácil, por las grandes deficiencias estructurales que hereda. A la Argentina no le será fácil volver a ser normal: bajar la tasa de inflación, conseguir financiamiento alternativo al sector público, reconstruir los precios relativos y, además, integrarse al mundo con acuerdos de libre comercio y tener amigos y moverse en un sistema financiero internacional. Es un proceso larguísimo. Todo el intelecto del país debería concentrarse en ver cómo los equipos económicos de los hoy presidenciables minimizan los problemas que heredan, y en tratar de quebrar una constante histórica que vivimos por los menos en las dos grandes presidencias en democracia que tuvimos, gobiernos a los que les tomó un año y medio hacer un programa que reflejara las dificultades de lo que habían heredado. No deberíamos esperar un plan como el Austral o la convertibilidad en la mitad de 2017, sino un programa integral lo antes posible para implementar después de que se termine esta pesadilla.
En la actualidad está de moda ser heterodoxo. ¿Usted se considera ortodoxo, como lo definen sus críticos?
Miguel Ángel: Estoy en desacuerdo. Hay heterodoxos muy serios y son los más enojados con este Gobierno, que ha perdido la chance de una racional heterodoxia a tener éxito. En las reuniones, los economistas heterodoxos son los más enojados. Vivo de mi trabajo: si repetidamente erro los pronósticos, no podría hacerlo. Trato de ser lo más realista posible. Si bien estudié en Chicago, no encuentro economistas ortodoxos que usen tantos elementos de la heterodoxia como yo —desde la inflación estructural hasta el rol del Estado—, y la verdad es que no tengo por qué cambiar lo que piensa la gente, pero me siento lejano de la ortodoxia y, sobre todo, del fundamentalismo del mercado.
Entonces, podemos definirlo como heterodoxo…
Miguel Ángel: Una vez, Pablo Gerchunoff (economista) me dijo que era el más hetedoroxo de los ortodoxos. Mi obsesión es entender lo que pasa. Creo que el instrumental de la teoría económica es condicionado a la coyuntura. Tuve una muy dura posición contra la austeridad europea, que estoy convencido que ha generado una ‘malaria’ de desempleo innecesaria. Fui profundamente keynesiano pero —de la misma manera en el mismo período— el exceso de gasto público, la expansión monetaria y la dependencia fiscal de la política monetaria me obliga a ser economista ortodoxo clásico en el caso de la Argentina. Uno no puede aferrarse a determinado autor, depende del diagnóstico que haga. Si usted tiene un problema de hígado, no porque sea dentista le diría al paciente que el problema es en los dientes. Es por eso que tengo cierta revulsión a la identificación entre ortodoxo y heterodoxo.
Hoy existen muchos debates y citas de clásicos de la literatura económica…
Pensar que un marxista puede ser el ministro de Economía de un mundo capitalista excede mi intelecto. Esas son cosas raras que sólo suceden en este país. Creo mucho en un rol importante del Estado para resolver fallas del mercado, intervenir regulando al sistema financiero… Ahora, este Estado el fantíasico o burro claramente no puede ser defendido. No me considero un fundamentalista de mercado y algunos fundamentalistas lo tienen claro, el resto no. Puedo dar una solución estatista o una clásica de Adam Smith, dependiendo de la circunstancia. Ahora, el desastre que esta gente hizo en el agro, con el trigo, la energía… No es heterodoxia u ortodoxia, es sentido común.
Coincidís, Andrea, con este diagnóstico…
Yo creía que mi papá era más ortodoxo de lo que es. No es fundamentalista. Lo que pasa es que vivimos tiempos complicados. Mientras en otras partes del mundo se discuten ideas, acá hay un desprecio del que piensa diferente. Se personalizan las diferencias, se bajan a un nivel personal seguramente porque muchas cosas del relato son fallidas y ni siquiera se pueden sostener.
Miguel Ángel: Viajo mucho por la región y, desde quienes trabajan con Evo hasta los que lo hacían con Piñeyra, con Dilma o con el presidente uruguayo, todos los hacedores de la política económica han estudiado los mismos libros. Uno puede ser más de izquierda, otro más de derecha, pero enfrentando los problemas uno sabe cómo van a reaccionar. En la Argentina, no. En lo personal mandé a colaboradores a estudiar economía marxista en la UBA porque para hacer pronósticos económicos tenemos que entender una cabeza diferente, que no es la del mundo, es una excepción: tenemos que entender cómo un marxista con un equipo que tiene una adoración por él —y donde una Presidente que está sublimada por su genio— va a tomar decisiones.
Entender cómo piensan los que deciden…
Miguel Ángel: Nosotros tuvimos mucha suerte de tener en nuestro equipo a un analista que hizo una tesis en Oxford sobre el Gobierno de los Kirchner en Santa Cruz, porque están haciendo lo mismo. Cuando cambian los equipos económicos me sumerjo en todo lo que puede haber escrito o de quienes trabajaron con ellos para saber cómo reaccionarán. Cuando un economista llega a la función pública, el background de lo que lleva es lo que ha hecho toda su vida. Eso obliga a tener lecturas en las que tal vez el hígado estalla. Debo ser el economista que más ve 6,7,8 y le puedo decir que no es bueno para mi salud, pero lo necesito y lo hago como una tarea profesional.
¿Quién es el real ministro de Economía: Axel Kicillof, Cristina, Fábrega?
Miguel Ángel: Axel es el jefe de Gabinete, es un súperministro. Sería lamentable para la Argentina el desplazamiento de Fábrega y, claramente, uno de los escenarios que hemos tratado incluye esa posibilidad. Con este ministro y la antigua presidenta del Central no se si llegábamos a diciembre de 2015 sin una gran crisis macro.
Andrea: A principio de año, Fábrega era el que se llevaba todo los méritos. Era la estrella porque había frenado la corrida cambiaria y la pérdida de reservas. A fines de enero daba la sensación de que la Argentina se iba por el resumidero porque había aumentado mucho el descontrol nominal pero, en el fondo, el peso pesado es Kicillof, ahora fortalecido por el acuerdo con París.
Miguel Ángel: Y es el que habla con la Presidenta.
Andrea: Es a quien Cristina escucha.
Crédito: Nico Pérez
¿El tema de la inflación ya está resuelto?
Miguel Ángel: Enfrentamos una situación donde, sin duda, la inflación de mayo en el indicador oficial será menor a la de abril y menor a 2 %, y eso probablemente gatille una baja en las tasas de interés y una expansividad monetaria en términos de incremento de crédito que aumentará los riesgos de crisis cambiaria y presión inflacionaria. Hoy, el mejor soldado de Cristina para evitar una crisis macroeconómica es Fábrega.
¿Qué pasará después de 2015?
Miguel Ángel: Faltan 17 meses cronológicos pero que, psicológicamente son 17 años, para llegar a diciembre de 2015. La verdad es que ha subido enormemente la demanda de asesoramiento para inversores que borraron 10 años a la Argentina. La visión es hay que venir a la Argentina pero no hay que enamorarse porque este país lleva 60 años de decadencia. Vamos a pasar de un gobierno de calificación dos a uno de cuatro, cinco. Sin duda vamos a estar mejor pero, de ahí a que haya un ‘milagro argentino’, todavía falta.
Andrea: Soy más joven y tiendo a ser un poco más optimista. Termina una etapa de un gobierno populista que ha generado un deterioro institucional y macroeconómico. Viene un cambio y, en algunos sectores, hay euforia porque después de 2015 termina el modelo que tanto daño ha producido. Los activos están regalados por décadas de mala política macro. Sólo con el efecto confianza y haciendo algunas cosas bien la Argentina va a volver a crecer al menos al 3 o 4 % y volverá la rentabilidad empresaria.
¿Los equipos de los presidenciables ven la oportunidad?
Miguel Ángel: La mayoría de los presidenciables tienen la idea de que, con un pequeño service, este auto anda. Y nosotros tenemos la idea de que los problemas estructurales macro implican la necesidad de cambiarlo. Nuestra percepción de las dificultades que vienen es mayor que la que hoy piensan ellos.
A esta altura, llevamos más de una hora de diálogo ‘Broda versus Broda’. Ellos tienen claramente delineada la frontera entre lo personal y lo profesional. La economía los apasiona y se nota. El debate tiene contrastes, pero el diagnóstico es el mismo. “Es muy buen abuelo de sus cuatro nietos y les regaló a todos la camiseta de Atlanta (el club de sus amores), al que sigue con pasión”, dirá ella. “No logré convencerlos, porque son resultadistas y River los terminó conquistando, pero la batalla no está perdida”, sonríe él, mientras la mira a los ojos. “En la oficina es exigente y un poco parco, a veces. Afuera cambia el chip: sonríe y es chistoso”, revela Andrea el costado menos conocido del ‘gurú de la City. En todo momento, más allá del debate y las diferencias, algo queda claro: padre e hija tienen una admiración que va mucho más allá de la profesión. Y ahí no hay mejor índice que el de sus miradas.
Andrea: «Nunca me pesó el apellido ni limitó mi vocación de estudiar. Mi padre siempre me acompañó y me incitó a estudiar economía de la educación».
Miguel Ángel: «Con mis tres hijos tenemos mucho en común. Andrea es más ordenada y nos complementamos. Yo paso más tiempo leyendo teoría y ella es quien escribe mejor».
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