Mirar la foto, no la película: ¿o era al revés?

Este artículo es a raíz de “Dispersos y representados” , la nota que hizo Martín Rodríguez (@Tintalimon).
Por Iván Schargrodsky
Al kirchnerismo le fue muy mal en las PASO. De acuerdo. Ya sea porque sacó menos votos que en 2009 a nivel país –aunque sigue siendo el primero, ¿y único?- o porque fue derrotado de una manera contundente en La Provincia. Perdió. A partir de ahí se pueden hacer varias lecturas.
La primera, que hay un muestreo por conveniencia aggiornado al análisis: si el kirchnerismo no puede jugar con que fue la primera fuerza a nivel nacional, la oposición –ni los “zona gris”- tampoco con que el Gobierno perdió una tracalada de votos. Porque el cinismo está de moda, pero todavía no es remera: una elección de medio mandato no es Ejecutiva. Por varios motivos: la “atomización”, el voto útil para que el oficialismo nacional no se duerma, el beneplácito a partidos con menos representación, entre otros. Compararlas es un simplismo, indagar en por qué se perdieron tantos votos, no. Escuchar el mensaje de las urnas es imperioso para el Frente para la Victoria, siempre atento –inclusive instalando- a las demandas sociales. Propongo un ejercicio: consideremos los errores económicos y el destrato a la clase media que el propio kirchnerismo creó, pero atendamos, también, un cansancio propio de una sociedad que (muchas veces) está a la derecha del Gobierno. Que, simplemente, “se cansó” del conflicto constante. Ahí es donde entra la sobredimensión del “aparato”.
Por otro lado, me cuesta entender por qué la creación de Unidos y Organizados fue un error de construcción. Esa estructura tiene fallas -a montones- que no es menester de esta nota pormenorizar, pero es erróneo considerar a su existencia como negativa, todavía más pensarlo como razón de la derrota que fue, como siempre, multicausal. Decimos: lo que mostró sus limitaciones acá fue “el aparato”. Porque, como bien apunta Martín, el voto es secreto. No alcanza –o no lo hizo esta vez- la tracción en los municipios, el liderazgo local. A su vez, es falso que La Cámpora –o Unidos y Organizados tal su nombre de casada- se haya cargado la campaña al hombro. Donde jugó fuerte fue en Santa Cruz, en la interna. Y ganó. A Peralta, un caudillo peronista, en su provincia. Algo que también ocurrió en La Pampa, si mirás atento y con buena fe.
Sí podría conceder que fue una metida de pata no contener a algunos intendentes, caso Darío Giustozzi, aun siendo Almirante Brown uno de los municipios a los cuales más dinero giró el Estado. Ahí también juegan egos, proyecciones propias, jodidas para encapricharse en un espacio con un liderazgo tan claro como es el Frente Para la Victoria. Respecto a la construcción sindical coincido en que es, cuanto menos, poco clara. Pero el éxodo más sonoro fue el de Moyano. El camionero y compañía no se van del kirchnerismo por razones ideológicas –con perdón de la palabra- o de diferencia de criterios, sino de intereses personales. Incontenibles, por llamarlos de alguna manera. Hugo y Pablo recayeron en el denarvaísmo; y la Juventud Sindical de Facundo se incorporó al Frente Renovador de Sergio Massa, De Mendiguren y Adrián Pérez.
Martín sigue sosteniendo la teoría de los “consumidores” de poder que, entiendo, es, por lo menos parcialmente, falsa. Para empezar, porque aquello que “el poder está (sólo) donde están los votos”, aunque se la quiera vender como peronista, es un análisis muy boina blanca –no voy a profundizar acá para que me acusen de kirchnerista sunita. Si el Gobierno nunca tuvo “la vaca de la mayoría atada”, tampoco un político tiene “la vaca de los votos atada”. Así como no existe la generación espontánea, tampoco un dirigente que sea producto de sí mismo. Tenga la cantidad de años que tenga –es decir, generación intermedia o no. Scioli -el sucesor por excelencia; es más: hoy, el único-, por caso, es producto del kirchnerismo que, si no lo creó, como mínimo lo potenció. Es decir, que la figura del Gobernador de La Provincia sea lo que es, es producto, también, de que dirigentes políticos -sin votos, concedido- tendieron puentes con distintos sectores (políticos o sociales, ¿mediáticos?) a lo largo de este decenio. Lo que falta en el análisis de Martín para decir “el Rey está desnudo” es “la gente vota carisma”. Como la producción de poder está basada, hoy, en el carisma, el voto es líquido, liviano, desideologizado. Hoy gana el carisma, entonces todo lo que no es carismático no produce poder. ¿El Chueco Mazzón te gana una elección? No, pero difícilmente alguien podría acusarlo de no “producir poder”. En síntesis, a Scioli –así como a Massa o Insaurralde- no lo trajo la cigüeña.
Conclusión, si uno mira la película: el kirchnerismo revalidó su posición de primera minoría a nivel nacional más por virtudes propias que por errores ajenos. Lleva 10 años en el poder, con frentes de conflicto abiertos durante estos años con los más variados actores (los milicos, Blumberg y la clase media, la mesa de Enlace, Clarín, un sector de los trabajadores organizados, Techint, “la justicia”) y sin sucesión clara a la vista de cara a 2015. Aún así, primero. Cómodo. No alcanza, claro, porque la madre de todas las batallas es La Provincia, por caudal electoral y capital simbólico. Descubrir los motivos de la derrota e intentar acortar la brecha serán los deberes para octubre. Pero no juzgando a la tropa propia, sino apuntalándola e incorporando nuevos actores. Estos deberán evaluar que cada elección es una foto de la superficie, que puede no permitir ver elementos a punto de emerger, como es el recuerdo de los responsables del desastre del 2001. Y que valoriza lo conseguido en todos estos años.

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