Los que quieren borrar de la foto del kirchnerismo a Hugo Moyano se equivocan: el líder de la CGT estuvo donde debía estar en estos últimos ocho años, coherente con su pelea antiliberal y en defensa del salario de los trabajadores sindicalizados. Apoyando por eso mismo, desde todas las tribunas, a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Pero ayer, en Huracán, dio la impresión de que esta vez fue el propio Moyano el que decidió sustraerse del álbum kirchnerista de los años más o menos felices, ofuscado por el supuesto destrato al que Cristina lo habría sometido. Su discurso endurecido, destemplado, a sólo cinco días de la reasunción de Cristina, avalada por el 54,11% de los votos, no permite evaluar siquiera la justeza de sus reclamos perentorios para elevar el mínimo no imponible de Ganancias y el auxilio financiero al sistema de obras sociales que brinda salud a 8 millones de argentinos, porque las consecuencias inmediatas fueron la calurosa felicitación de Luis Barrionuevo, su viejo archienemigo, desde el aire de Radio Mitre y la edición de sus pasajes más controversiales en los diarios digitales de Clarín y La Nación, los mismos que hicieron lo imposible por meterlo preso atribuyéndole el asesinato de Beiroz y hasta lo acusaron de lavador de dinero montando una operación trucha con el tristemente célebre exhorto suizo. El que satanizó a Moyano fue Clarín, no el kirchnerismo.
Pelearse con Cristina es un error político del jefe de la CGT, que no se puede justificar en el enojo provocado por el reproche presidencial –más cerca del hartazgo humano que de la definición estratégica– a algunos sindicalistas por supuestos aprietes, chantajes y extorsiones. Esto equivale al prejuicio de cierto gorilismo K que confunde a Moyano con la burocracia sindical de los ’70. Son cosas que no construyen nada, sólo desconfianza entre los que se necesitan. No están en el kirchnerismo los enemigos de los trabajadores que Moyano representa. Están entre los dueños del poder y del dinero que se expresan en lobbies menos concurridos que una cancha. Tampoco en el FPV milita ya Graciela Ocaña, quien denunció a los sindicalistas que él defiende con bravura por el affaire de los remedios: ahora “La Hormiguita”, antigua enemiga de Moyano, es diputada de Francisco De Narváez, un aliado ideológico de Barrionuevo, que ahora es amigo de Moyano. Nada es blanco o negro en esta historia.
Cuando baje la espuma de los 50 mil camioneros vitoreándolo –merecidamente, por qué no admitirlo–, tal vez el líder de la CGT advierta que hoy está un par de pasos más lejos de concretar lo que exigió desde la tribuna, aunque sea justo y aunque la presidenta quiera. Un viejo y sabio general decía que primero estaba la Patria, segundo el Movimiento y, por último, los hombres. El que menos se equivoque interpretando esta consigna tendrá la razón. Al menos, la peronista, de su lado.
Pelearse con Cristina es un error político del jefe de la CGT, que no se puede justificar en el enojo provocado por el reproche presidencial –más cerca del hartazgo humano que de la definición estratégica– a algunos sindicalistas por supuestos aprietes, chantajes y extorsiones. Esto equivale al prejuicio de cierto gorilismo K que confunde a Moyano con la burocracia sindical de los ’70. Son cosas que no construyen nada, sólo desconfianza entre los que se necesitan. No están en el kirchnerismo los enemigos de los trabajadores que Moyano representa. Están entre los dueños del poder y del dinero que se expresan en lobbies menos concurridos que una cancha. Tampoco en el FPV milita ya Graciela Ocaña, quien denunció a los sindicalistas que él defiende con bravura por el affaire de los remedios: ahora “La Hormiguita”, antigua enemiga de Moyano, es diputada de Francisco De Narváez, un aliado ideológico de Barrionuevo, que ahora es amigo de Moyano. Nada es blanco o negro en esta historia.
Cuando baje la espuma de los 50 mil camioneros vitoreándolo –merecidamente, por qué no admitirlo–, tal vez el líder de la CGT advierta que hoy está un par de pasos más lejos de concretar lo que exigió desde la tribuna, aunque sea justo y aunque la presidenta quiera. Un viejo y sabio general decía que primero estaba la Patria, segundo el Movimiento y, por último, los hombres. El que menos se equivoque interpretando esta consigna tendrá la razón. Al menos, la peronista, de su lado.
Radio Mitre, Clarín, Barrionuevo, De Narvarte…son mi Norte cuando busco el Sur. Algo parecido dijo Don Arturo…