Eduardo van der Kooy
La corrida del dólar ha comenzado a reconfigurar toda la escena política del Gobierno y de la oposición. Ni Mauricio Macri ni Cambiemos imaginaron que apenas seis meses después del nítido triunfo electoral en las legislativas estarían como están ahora. Con un horizonte cargado de incertidumbre.
El peronismo tampoco pensó, luego de su segunda derrota consecutiva en el orden nacional (con una acumulación de tres en Buenos Aires), que se encendería repentinamente una llama de esperanza para las presidenciales del año que viene. La frase sobre que “hay 2019” sonaba casi como una prédica motivacional frente a un panorama enrevesado.
El Gobierno apostaba a realizar un ajuste económico durante el primer semestre para transitar el último tramo de modo ordenado hacia el tiempo del recambio presidencial. Tal premisa contaba con dos puntales: una suave baja de la inflación y un módico crecimiento.
La mejor senda -la única posible- para sostener y hacer repuntar las expectativas sociales en baja. Una estrategia bien conservadora que el ex titular del Banco Nación y economista, Carlos Melconian, bautizó como el “Plan Perdurar”.
Una forma de asomarse a la perseguida reelección de Macri sin hacer demasiadas olas.
La revulsión financiera de las últimas semanas parece haber socavado aquellos puntales. El “Plan Perdurar” se ha convertido en una quimera.
Ha naufragado.
El alza del precio del dólar tendrá, guste o no, impacto en la inflación. La meta oficial del 15% actualizada en diciembre se evapora.
Los expertos tienen ya un vaticinio homogéneo: 2018 cerrará con un índice inflacionario del 23% en el mejor de los casos. Incluso podría repetirse el 25% del año pasado.
En ese campo la sociedad no podrá esperar entonces buenas noticias.
Mauricio Macri y Christine Lagarde. (Hermenegildo Sábat)
El Banco Central, desde que comenzó esta corrida detonada en el exterior, tuvo dos conductas. Vendió millonadas de dólares de las abundantes reservas para ganarle la pulseada del dólar al mercado. No lo consiguió. Optó intercaladamente por subir hasta niveles increíbles la tasa de interés con idéntico objetivo. Tampoco Federico Sturzenegger logró los resultados esperados.
Pero aquellas tasas golpearán sobre la actividad económica. Vendrá un amesetamiento. El crecimiento, incluso en boca del ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, fue bajado a la previsión del 2%. Resultaría casi imperceptible para un colectivo que acumula demandas insatisfechas. Que convive con un tercio de la población en estado de pobreza e ingresos bajos e inestables.
Sin una inflación en descenso y con un crecimiento aplastado, al Gobierno se le plantea un interrogante político de fuste.
¿Con qué regenerar la expectativa popular? ¿Cómo improvisar una agenda pública nueva?
No hay todavía respuestas a la vista.
Cambiemos supo menear también la cuestión de la transparencia y la reforma institucional. El primer tema funcionó con las investigaciones de la corrupción kirchnerista. Que otra vez, acorde con los vaivenes políticos, parece haber perdido ritmo.
Pero ocurrió además que el Gobierno, en ese mismo aspecto, se exhibe flojo de papeles. Hay por lo menos seis ministros que tuvieron que dar explicaciones sobre cuestiones patrimoniales o conductas público-privadas.
Los cambios institucionales también continúan en deuda. Podrían reconocerse ciertas pinceladas en el Poder Judicial.
Aquel “Plan Perdurar” tiene ahora otro sobrepeso que lo hunde. Los augurios señalaban a una oposición fragmentada y anómica. El primer indicio en sentido opuesto ocurrió en diciembre pasado con el debate por la reforma previsional.
La oposición le asestará este miércoles en Diputados, salvo un imprevisto, una severa derrota al Gobierno cuando apruebe una limitación al aumento de tarifas. En el Senado sucederá lo mismo en las próximas semanas.
Es decir: la oposición ha comenzado a tomar un activo protagonismo que no estaría dispuesta a abandonar en el futuro. Menos cuando, antes de lo deseado, despunta un año electoral clave.
Tampoco está todo aclarado en esa comarca. Por ahora existe unidad para confrontar contra el Gobierno. Habrá que ver cómo sigue a la hora de la definición de liderazgos y candidaturas.
El Gobierno, en este trajín, viene desnudando otra debilidad. Cambiemos no alcanza a funcionar como una alianza de gobierno. Las decisiones, acertadas y erróneas, corren siempre por cuenta del macrismo con el centro de gravedad en la figura del Presidente.
Todo este tiempo de crisis lo vino demostrando. Elisa Carrió y el radicalismo plantearon objeciones al ajuste tarifario promovido por Juan José Aranguren, el ministro de Energía.
Pero no fueron consultados cuando el Gobierno tuvo que empezar a enfrentar la corrida del dólar. Esos zigzagueos quedaron en los despachos de los dos ministros coordinadores, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. De Marcos Peña, el jefe de Gabinete. Y de los ministros Dujovne y Luis Caputo (Finanzas). Con Sturzenegger en el timón del Banco Central.
La diputada Carrió, saliendo de Casa Rosada. (Pedro Lázaro Fernández)
La apertura de Macri al conjunto de Cambiemos producida el lunes tuvo un sesgo más formal que de fondo. Buscó transmitir, como contrapartida a la acción opositora, un mensaje de cohesión.
Aunque también, quizás por la dificultad de la coyuntura, el mandatario demandó nuevas ideas. A todos los presentes. Lilitos y radicales. Como si las propias no alcanzaran.
El Gobierno intentará que el mal trago de este miércoles en la Cámara de Diputados pase lo más rápido posible. Porque los últimos ensayos con los gobernadores peronistas para evitarlo no llegaron a buen puerto.
Por un lado, porque la anticipación del año electoral se los impide. Por otro, porque también se advierten desacoples en la operatoria política de Cambiemos.
Veamos un caso. El mandatario de Córdoba Juan Schiaretti se pronunció a favor de que el Congreso no legisle, como lo hará, en materia de tarifas. Pero sus diputados votaron el dictamen en comisión que Diputados aprobaría.
El peronista explicó esa ambivalencia con un reproche a la coalición oficialista. Dos intendentes provinciales, el radical Ramón Mestre, de la ciudad capital, y el macrista Oscar Tamis, de la localidad de Oliva, plantearon una demanda contra Schiaretti por una diferencia en la remisión de fondos.
El Presidente se vio forzado frente a la compleja realidad a tomar un protagonismo personal como no había necesitado en este par de años.
La evidencia, tal vez, esté colocando al descubierto cierta disfunción del diseño del equipo de ministros (parcelados en el área económica) que pergeñó para gobernar. Le hará frente al veto si se aprueba la limitación a las tarifas, este martes hizo una incursión pública especial y no se descarta que la repita cuando comunique aquel veto.
El propio Macri dio primero su cara cuando anunció las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para la búsqueda de un financiamiento preventivo. Aquí de nuevo habría que contemplar la lógica con que se desenvuelve Cambiemos.
El Presidente, en el mensaje del martes.
La novedad fue guardada en secreto por el círculo áulico macrista. Sin abrir la participación de sus socios. Macri ni siquiera insinuó esa posibilidad en las múltiples reuniones que el lunes mantuvo con la coalición y el radicalismo. Aun así, Carrió salió a brindarle pleno respaldo.
La salida de urgencia tuvo como prólogo el fracaso de las maniobras del Gobierno para contener la presión sobre el dólar. Y la admisión de una fragilidad estructural.
También fue posible el pedido de socorro por el imperio de una paradoja de las tantas que envuelven al Gobierno y a la Argentina. Macri ha tendido buenas líneas en el exterior, donde sus esfuerzos se valoran de un modo distinto al que ocurre en el plano local. Lo verifica cada vez que viaja.
Las principales naciones y los organismos internacionales poseen además otra convicción: el fracaso de Cambiemos podría abrir serias incertidumbres a futuro. Por el estado líquido de la política nacional. También por una región que muestra un enigma en su país líder por naturaleza: nadie atina a descifrar que sucederá en Brasil en las elecciones de octubre. Con Lula por ahora en la cárcel, aunque dueño del mayor volumen electoral.
Cambiemos ya no piensa en perdurar sino simplemente en sobrevivir a este sacudón.
Habrá que ver cómo progresa la asistencia del FMI. Qué exigencias encierra, cuánto ayuda a la economía tangible y cómo será procesada por la sociedad.
Esta historia todavía no se comenzó a escribir aunque tendrá epílogo obligado en octubre de 2019.
La corrida del dólar ha comenzado a reconfigurar toda la escena política del Gobierno y de la oposición. Ni Mauricio Macri ni Cambiemos imaginaron que apenas seis meses después del nítido triunfo electoral en las legislativas estarían como están ahora. Con un horizonte cargado de incertidumbre.
El peronismo tampoco pensó, luego de su segunda derrota consecutiva en el orden nacional (con una acumulación de tres en Buenos Aires), que se encendería repentinamente una llama de esperanza para las presidenciales del año que viene. La frase sobre que “hay 2019” sonaba casi como una prédica motivacional frente a un panorama enrevesado.
El Gobierno apostaba a realizar un ajuste económico durante el primer semestre para transitar el último tramo de modo ordenado hacia el tiempo del recambio presidencial. Tal premisa contaba con dos puntales: una suave baja de la inflación y un módico crecimiento.
La mejor senda -la única posible- para sostener y hacer repuntar las expectativas sociales en baja. Una estrategia bien conservadora que el ex titular del Banco Nación y economista, Carlos Melconian, bautizó como el “Plan Perdurar”.
Una forma de asomarse a la perseguida reelección de Macri sin hacer demasiadas olas.
La revulsión financiera de las últimas semanas parece haber socavado aquellos puntales. El “Plan Perdurar” se ha convertido en una quimera.
Ha naufragado.
El alza del precio del dólar tendrá, guste o no, impacto en la inflación. La meta oficial del 15% actualizada en diciembre se evapora.
Los expertos tienen ya un vaticinio homogéneo: 2018 cerrará con un índice inflacionario del 23% en el mejor de los casos. Incluso podría repetirse el 25% del año pasado.
En ese campo la sociedad no podrá esperar entonces buenas noticias.
Mauricio Macri y Christine Lagarde. (Hermenegildo Sábat)
El Banco Central, desde que comenzó esta corrida detonada en el exterior, tuvo dos conductas. Vendió millonadas de dólares de las abundantes reservas para ganarle la pulseada del dólar al mercado. No lo consiguió. Optó intercaladamente por subir hasta niveles increíbles la tasa de interés con idéntico objetivo. Tampoco Federico Sturzenegger logró los resultados esperados.
Pero aquellas tasas golpearán sobre la actividad económica. Vendrá un amesetamiento. El crecimiento, incluso en boca del ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, fue bajado a la previsión del 2%. Resultaría casi imperceptible para un colectivo que acumula demandas insatisfechas. Que convive con un tercio de la población en estado de pobreza e ingresos bajos e inestables.
Sin una inflación en descenso y con un crecimiento aplastado, al Gobierno se le plantea un interrogante político de fuste.
¿Con qué regenerar la expectativa popular? ¿Cómo improvisar una agenda pública nueva?
No hay todavía respuestas a la vista.
Cambiemos supo menear también la cuestión de la transparencia y la reforma institucional. El primer tema funcionó con las investigaciones de la corrupción kirchnerista. Que otra vez, acorde con los vaivenes políticos, parece haber perdido ritmo.
Pero ocurrió además que el Gobierno, en ese mismo aspecto, se exhibe flojo de papeles. Hay por lo menos seis ministros que tuvieron que dar explicaciones sobre cuestiones patrimoniales o conductas público-privadas.
Los cambios institucionales también continúan en deuda. Podrían reconocerse ciertas pinceladas en el Poder Judicial.
Aquel “Plan Perdurar” tiene ahora otro sobrepeso que lo hunde. Los augurios señalaban a una oposición fragmentada y anómica. El primer indicio en sentido opuesto ocurrió en diciembre pasado con el debate por la reforma previsional.
La oposición le asestará este miércoles en Diputados, salvo un imprevisto, una severa derrota al Gobierno cuando apruebe una limitación al aumento de tarifas. En el Senado sucederá lo mismo en las próximas semanas.
Es decir: la oposición ha comenzado a tomar un activo protagonismo que no estaría dispuesta a abandonar en el futuro. Menos cuando, antes de lo deseado, despunta un año electoral clave.
Tampoco está todo aclarado en esa comarca. Por ahora existe unidad para confrontar contra el Gobierno. Habrá que ver cómo sigue a la hora de la definición de liderazgos y candidaturas.
El Gobierno, en este trajín, viene desnudando otra debilidad. Cambiemos no alcanza a funcionar como una alianza de gobierno. Las decisiones, acertadas y erróneas, corren siempre por cuenta del macrismo con el centro de gravedad en la figura del Presidente.
Todo este tiempo de crisis lo vino demostrando. Elisa Carrió y el radicalismo plantearon objeciones al ajuste tarifario promovido por Juan José Aranguren, el ministro de Energía.
Pero no fueron consultados cuando el Gobierno tuvo que empezar a enfrentar la corrida del dólar. Esos zigzagueos quedaron en los despachos de los dos ministros coordinadores, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. De Marcos Peña, el jefe de Gabinete. Y de los ministros Dujovne y Luis Caputo (Finanzas). Con Sturzenegger en el timón del Banco Central.
La diputada Carrió, saliendo de Casa Rosada. (Pedro Lázaro Fernández)
La apertura de Macri al conjunto de Cambiemos producida el lunes tuvo un sesgo más formal que de fondo. Buscó transmitir, como contrapartida a la acción opositora, un mensaje de cohesión.
Aunque también, quizás por la dificultad de la coyuntura, el mandatario demandó nuevas ideas. A todos los presentes. Lilitos y radicales. Como si las propias no alcanzaran.
El Gobierno intentará que el mal trago de este miércoles en la Cámara de Diputados pase lo más rápido posible. Porque los últimos ensayos con los gobernadores peronistas para evitarlo no llegaron a buen puerto.
Por un lado, porque la anticipación del año electoral se los impide. Por otro, porque también se advierten desacoples en la operatoria política de Cambiemos.
Veamos un caso. El mandatario de Córdoba Juan Schiaretti se pronunció a favor de que el Congreso no legisle, como lo hará, en materia de tarifas. Pero sus diputados votaron el dictamen en comisión que Diputados aprobaría.
El peronista explicó esa ambivalencia con un reproche a la coalición oficialista. Dos intendentes provinciales, el radical Ramón Mestre, de la ciudad capital, y el macrista Oscar Tamis, de la localidad de Oliva, plantearon una demanda contra Schiaretti por una diferencia en la remisión de fondos.
El Presidente se vio forzado frente a la compleja realidad a tomar un protagonismo personal como no había necesitado en este par de años.
La evidencia, tal vez, esté colocando al descubierto cierta disfunción del diseño del equipo de ministros (parcelados en el área económica) que pergeñó para gobernar. Le hará frente al veto si se aprueba la limitación a las tarifas, este martes hizo una incursión pública especial y no se descarta que la repita cuando comunique aquel veto.
El propio Macri dio primero su cara cuando anunció las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para la búsqueda de un financiamiento preventivo. Aquí de nuevo habría que contemplar la lógica con que se desenvuelve Cambiemos.
El Presidente, en el mensaje del martes.
La novedad fue guardada en secreto por el círculo áulico macrista. Sin abrir la participación de sus socios. Macri ni siquiera insinuó esa posibilidad en las múltiples reuniones que el lunes mantuvo con la coalición y el radicalismo. Aun así, Carrió salió a brindarle pleno respaldo.
La salida de urgencia tuvo como prólogo el fracaso de las maniobras del Gobierno para contener la presión sobre el dólar. Y la admisión de una fragilidad estructural.
También fue posible el pedido de socorro por el imperio de una paradoja de las tantas que envuelven al Gobierno y a la Argentina. Macri ha tendido buenas líneas en el exterior, donde sus esfuerzos se valoran de un modo distinto al que ocurre en el plano local. Lo verifica cada vez que viaja.
Las principales naciones y los organismos internacionales poseen además otra convicción: el fracaso de Cambiemos podría abrir serias incertidumbres a futuro. Por el estado líquido de la política nacional. También por una región que muestra un enigma en su país líder por naturaleza: nadie atina a descifrar que sucederá en Brasil en las elecciones de octubre. Con Lula por ahora en la cárcel, aunque dueño del mayor volumen electoral.
Cambiemos ya no piensa en perdurar sino simplemente en sobrevivir a este sacudón.
Habrá que ver cómo progresa la asistencia del FMI. Qué exigencias encierra, cuánto ayuda a la economía tangible y cómo será procesada por la sociedad.
Esta historia todavía no se comenzó a escribir aunque tendrá epílogo obligado en octubre de 2019.