La economía parece haber ingresado en un impasse caracterizado porque ni la inflación baja tanto, ni la mejora de la actividad económica cubre las expectativas que había a comienzos de año, con excepción de la de los funcionarios.
El ministro de Hacienda adelantaba ayer en un reportaje radial con Marcelo Longobardi que esperan que la inflación de este mes ronde el 1,5%.
Así, Nicolás Dujovne puso sobre la mesa que el índice de este mes será superior al de mayo (la suba fue de 1,3%) y que no se cumplirá el pronóstico de su “amigo” el economista Miguel Bein, que apostaba a que la inflación rondaría un 1% mostrando una baja en el ritmo de suba de los precios.
El ministro, además, ratificó que tiene en estudio una reforma impositiva porque la carga “es altísima” para pocos contribuyentes.
Y la pregunta fue natural: ¿por qué esperar hasta después de las elecciones para comenzar a reducir las cargas impositivas? La respuesta fue contundente: porque no se puede negociar estos temas en tiempo de campaña electoral. Y se podría preguntar: ¿llegará ese tiempo después de las elecciones de octubre le vaya como le vaya al Gobierno?.
Es razonable pensar que ningún gobernador estaría dispuesto a sentarse hoy a negociar una baja del impuesto a los Ingresos Brutos que, en la mayoría de las provincias, constituye una de las principales fuentes de ingresos y, a la vez, es uno de los gravámenes que más afecta a la actividad económica.
Pero las necesidades de los tiempos políticos determinan postergaciones indefinidas sobre temas económicos clave.
Al tiempo de “hacer la plancha” en materia de cambios impositivos se adicionan las percepciones distintas sobre la marcha de la actividad económica.
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Dujovne y el turismo, cara a cara por el dólar atrasado
La visión optimista de los funcionarios choca contra la realidad de muchos sectores que no perciben una mejora en las ventas a pesar del efecto benéfico de la moderada baja de la inflación.
Las mejoras en las ventas de motos, autos y cemento chocan con los números negativos en términos anuales que todavía registran los supermercados y los shoppings.
Los consumidores no salen del modo “austero” con la excepción de los compradores de pasajes al exterior o los de dólares para atesoramiento.
En ese contexto, la teoría que maneja el Gobierno sobre que los inversores no piensan en realizar inversiones a corto plazo por el posible retorno del “populismo” (sobre eso se explayó Dujovne) favorece la idea del “desensillar hasta que aclare”.
Para la economía , y en esto los argentinos tienen una larga tradición, eso se traduce en la compra de dólares como medio de capear la incertidumbre.
El dólar ayer terminaba en $ 16,68 manteniendo la tendencia a la suba de los últimos días y en el mayor nivel del año.
El ministro de Hacienda aseguró que no le preocupaba ni que subiera ni que bajara porque la baja de la inflación se había independizado del precio del dólar. ¿Será cierto?
El Gobierno tiene mala experiencia respecto de pronosticar que un salto del dólar no afecta la marcha de los precios.
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Dólares, pasajes y motos danzan en el tiempo político
Alfonso Prat Gay fue exitoso en el manejo de la salida del cepo cambiario a fines de 2015, pero no pudo evitar que el salto del dólar de aquel momento impactara en la inflación e hiciese caer el poder de compra del salario.
Desde ya que las dimensiones son otras y el Banco Central tiene mucho poder para contener, si quisiera, cualquier movimiento cambiario brusco.
De hecho, al ritmo que va, probablemente este mes la variación del dólar le gane a la renta de la tasa de interés y al Banco Central, que como ya lo dijo en varias oportunidades su presidente, Federico Sturzenegger, lo tiene sin cuidado.
Pero entre el índice de junio, si se confirma el pronóstico de Dujovne, y el dólar avanzando, Sturzenegger no podrá bajar la tasa de interés.
De hecho, ayer, mantuvo en 26,25% anual la tasa de política monetaria ratificando la idea de Sturzenegger de no bajarla hasta que se sienta con claridad una caída de la inflación.
Así, la política del Banco Central se va consolidando y sacando a la superficie algunos de sus costos más altos.
Un informe reservado del economista Dante Sica se refirió al tema: “El Central actúa para ganar credibilidad, es cierto. Pero también demuestra que si tiene que ganarla es porque no la tiene asegurada, y para lograrlo se ve obligado a infligir un costo a la economía” en términos de tasas reales muy elevadas. Y agrega: “La tarea de ganar credibilidad tiene el costo de retrasar la reactivación vía tasas de interés altas”.
Así se cierra un círculo que tiene una inflación que se resiste a bajar, tasas de interés altas para intentar que baje más rápido y para inducir una reactivación de la economía que no se siente con intensidad y, probablemente, no se llegue a sentir mientras persistan las tasas de este nivel y la incertidumbre política. Pero, además, porque el ajuste de las cuentas públicas, como dijo Dujovne, deberá esperar a noviembre.
El ministro de Hacienda adelantaba ayer en un reportaje radial con Marcelo Longobardi que esperan que la inflación de este mes ronde el 1,5%.
Así, Nicolás Dujovne puso sobre la mesa que el índice de este mes será superior al de mayo (la suba fue de 1,3%) y que no se cumplirá el pronóstico de su “amigo” el economista Miguel Bein, que apostaba a que la inflación rondaría un 1% mostrando una baja en el ritmo de suba de los precios.
El ministro, además, ratificó que tiene en estudio una reforma impositiva porque la carga “es altísima” para pocos contribuyentes.
Y la pregunta fue natural: ¿por qué esperar hasta después de las elecciones para comenzar a reducir las cargas impositivas? La respuesta fue contundente: porque no se puede negociar estos temas en tiempo de campaña electoral. Y se podría preguntar: ¿llegará ese tiempo después de las elecciones de octubre le vaya como le vaya al Gobierno?.
Es razonable pensar que ningún gobernador estaría dispuesto a sentarse hoy a negociar una baja del impuesto a los Ingresos Brutos que, en la mayoría de las provincias, constituye una de las principales fuentes de ingresos y, a la vez, es uno de los gravámenes que más afecta a la actividad económica.
Pero las necesidades de los tiempos políticos determinan postergaciones indefinidas sobre temas económicos clave.
Al tiempo de “hacer la plancha” en materia de cambios impositivos se adicionan las percepciones distintas sobre la marcha de la actividad económica.
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Los consumidores no salen del modo “austero” con la excepción de los compradores de pasajes al exterior o los de dólares para atesoramiento.
En ese contexto, la teoría que maneja el Gobierno sobre que los inversores no piensan en realizar inversiones a corto plazo por el posible retorno del “populismo” (sobre eso se explayó Dujovne) favorece la idea del “desensillar hasta que aclare”.
Para la economía , y en esto los argentinos tienen una larga tradición, eso se traduce en la compra de dólares como medio de capear la incertidumbre.
El dólar ayer terminaba en $ 16,68 manteniendo la tendencia a la suba de los últimos días y en el mayor nivel del año.
El ministro de Hacienda aseguró que no le preocupaba ni que subiera ni que bajara porque la baja de la inflación se había independizado del precio del dólar. ¿Será cierto?
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Así se cierra un círculo que tiene una inflación que se resiste a bajar, tasas de interés altas para intentar que baje más rápido y para inducir una reactivación de la economía que no se siente con intensidad y, probablemente, no se llegue a sentir mientras persistan las tasas de este nivel y la incertidumbre política. Pero, además, porque el ajuste de las cuentas públicas, como dijo Dujovne, deberá esperar a noviembre.