Va ganando espacio en el debate nacional la idea de estar enfrente de un gobierno sin legitimidad moral y que asesina a su críticos, aunque sean fiscales de la Nación. Un gobierno vaciado de poder al que sólo le queda la violencia política e institucional. Un gobierno que siempre fue acusado de autoritario y dictatorial que ahora se ha puesto definitivamente fuera de toda ley.
Una anomia que puede degenerar en hechos de violencia mucho más grandes que los saqueos prometidos para diciembre. Una anomia gubernamental que precede a la detención de los disidentes del régimen y la represión de marchas populares (espontáneas, convocadas por las redes sociales, que luego fraguarán fotos de otros lugares del mundo).
Y la maquinaria político-mediática occidental comienza a moverse: declaraciones de legisladores norteamericanos pidiendo sanciones para Argentina; pronunciamientos de instituciones internacionales; y apoyatura local a partir de los conocidos voceros de la embajada estadounidense, de la que Nisman era un habitué.
La captura del sitio web de Hadad, anoche, antes de que comience el superclásico en Mar del Plata (al que asistió Scioli de la mano del nuevo embajador de Estados Unidos, Noah Mamet) es un índice de que se va amalgamando una movida internacional que pueda derivar en maniobras agresivas contra el país para torcer resultados en las próximas elecciones que no respondan a las expectativas norteamericanas.
Por estos días, abunda la cobertura de los gigantes de la comunicación global advirtiendo sobre el clima de violencia política en el país: editoriales de diarios norteamericanos y europeos; especiales en las cadenas televisivas; intercambio de periodistas opositores al régimen, solidaridades de tapa entre medios afines; redifusión de datos falsos. Hasta que llegue una estrella de Hollywood solidarizándose en los Oscars con los manifestantes anti K.
Hoy, en Clarín, Ricardo Roa llega hasta violar la historia argentina con tal de comenzar a alimentar ese clima que tan bien ha sido instalado en otros países latinoamericanos díscolos con Estados Unidos: «Lo que se quiso hacer pasar como década ganada ha sido una nueva, más larga y aguda década infame.
El país entró en un cortocircuito gigante que desnuda una instalación de cables peleados y entrecruzados. El caso Nisman ha hecho todo esto indisimulable. El mundo lo observa con preocupación. El Gobierno, mientras tanto, sigue ciego, encerrado en su discurso, victimizándose. La incógnita, aún, es si la dirigencia opositora se pondrá a la altura de su responsabilidad».
Vuelve otra vez el enojo empresarial de que la Oposición no está a la altura de semejante escenario que ya hemos vivido y visto a través de esos holdings mediáticos internacionales: de llevar a cabo operaciones de envergadura contra edificios públicos, dispuestos a enfrentar la cárcel, dispuestos a efectivizar el efectivo que llega de afuera a través de sus ongs en acciones que incendien de verdad el país.
Dice Marcelo Tomasi: «El objetivo es colocar a la Argentina, en rol de enemigo, dentro del área de interés de los EE.UU y la OTAN: el enfrentamiento con el oriente islámico, con el petróleo como contexto principal. Y no es un papel cualquiera: somos enemigos de ese imperio, por lo que podría cabernos cualquiera de los «correctivos» que suelen aplicar en la parte del mundo que se les antoja.
Se equivocan quienes analizan la situación considerando únicamente cuestiones internas de la Argentina; y aciertan los que están preocupados. No es un conflicto como los que ya hemos vivido (saqueos, corridas contra el dólar, el campo). Estamos en la mira del Imperio; y no es un lugar cómodo para vivir».
La nueva obra en defensa de los valores occidentales ya está en movimiento.
2015 debe ser el año en el que lo que va a suceder hoy en Grecia sea la excepción.