Junin: Anoche, al cierre de esta edición, el Indio realizaba el postergado show de mayo. Foto: LA NACION
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Diez años sin los Redondos
Viernes 11.30 AM. Exterior: puerta del hotel Piedramora, Junín, provincia de Buenos Aires.
– ¿El Indio todavía está ahí?
-Sí, está desayunando.
-No me mientas, si acaba de salir disfrazado por la otra puerta.
-No, en serio, está ahí nomás, acabo de estar con él.
-Como mienten ustedes.
-¿Ustedes quiénes?
– Todos, están todos complotados para que no podamos ver al Indio. Sólo queremos saludarlo, loco, y ustedes lo sacan del hotel con peluca y en un auto para que no lo reconozcamos.
Por más que uno intente desmitificar la figura del Indio Solari, parece demasiado tarde. El mito a su alrededor es irrompible, como lo demuestra el fan que lo tiene ahí nomás, pero insiste en no creer en nada que no sea su dios personal. Faltó que me dijera que el Indio no desayuna. Tampoco parece importar mucho si uno da cuenta de que este hombre de carne y hueso, que a los 62 años es el músico más popular de la Argentina, está «sometido a la biología», como le gusta decir a él, tanto como cualquier ser humano. De hecho, en esta mañana previa al show que ofrecerá ante cerca de 80.000 personas, en Junín, recibe a La Nacion asegurando que tiene una pequeña contractura en la espalda, debido a que se acaba de afeitar la pelada y un mal movimiento lo dejó un tanto tieso. Demasiado mundano para este mito viviente, pero tan real como la bengala que mató a Miguel Ramírez en un concierto de La Renga y que obligó a posponer este show -y esta entrevista-, pautado para mayo pasado pero finalmente realizado ayer, al cierre de esta edición, en el Autódromo de Junín.
A diez años de la separación de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Solari confiesa que quiere llamar a los otros «redondos», Semilla Bucciarelli y Sergio Dawi, para grabar su próximo álbum; vuelve a dar su versión de la ruptura con sus «ex socios» Skay Beilinson y Poli, y ofrece su atenta mirada tanto sobre la watersmanía como sobre el kirchnerismo y los medios de comunicación. Dice que no cree en los artistas militantes y reniega, una vez más, de las divinidades absolutas: «Creo que si Dios existe, no está interesado en nuestro mundo. No encuentro gloria que justifique esto que hemos estado viviendo por estos días con este crimen contra la inocencia», sostiene en referencia al asesinato de Candela, la niña de 11 años que conmovió al país la semana pasada.
Viernes 10 AM. Interior: habitación 101. Sobre una mesita ratona está el libro Diarios de bicicleta, de David Byrne, y un periódico local con la foto de Solari en la tapa. De fondo suena el nuevo álbum de Arcade Fire, The Suburbs.
-¿Te gustó el libro de Byrne? -Sí, me parece muy amable, muy ameno y útil. Tiene una mirada bastante coincidente con la que uno puede tener. Cuando habla de Buenos Aires, hace una radiografía muy parecida a lo que uno ve o lo que uno cree. En realidad últimamente los libros que he leído tienen que ver con el rock. Leí el de Patti Smith, uno de Leonard Cohen y ahora estoy curioseando la autobiografía de Keith Richards también, todos libros de músicos.
-¿Vos no tenés planes de escribir una suerte de memorias o algo así?
-Me está pasando que el Indio Solari me está rompiendo un poco las pelotas, porque yo no sé cómo crece la imagen pública, pero hay como una imagen flotando por ahí que me adjudica capacidades que yo no tengo. Lo único que me gusta hacer, y creo que lo sé hacer bien por la resonancia que tienen, son canciones. Todos los demás proyectos son maneras de jugar conmigo mismo, pero no tienen ambiciones hacia el futuro. Bah, uno nunca sabe qué va a hacer en el futuro. Porque el proyecto va cambiando de un libro a un mediometraje de animaciones, pero hoy en día, para ese tipo de proyectos, necesitás sociedades. Y no soy muy amigo de compartir la sabiduría de la multitud, así que, bueno, mientras tanto hago canciones, que es lo que aparentemente le gusta a la gente.
-Antes de grabar tu último álbum, El perfume de la tempestad, me dijiste que pensabas en él como el cierre de una trilogía.
-Sí, son cosas que uno piensa en un momento y de pronto después la realidad lo va transformando en otra. Lo que me di cuenta es de que generé un formato en función de las ilustraciones que me gusta hacer, que está bueno no abandonarlo. Por otro lado, como yo no trabajo con sponsors ni telefonías celulares, mi futuro discográfico es medio extraño en este momento. Supongo que haré otro disco más y después no sé, porque financiarlo para que la gente lo baje gratis es muy difícil cuando uno se produce a sí mismo. Porque uno invierte dinero y tiempo en algo que antes se reconocía con las ventas y si bien yo sigo siendo vendedor, no tenés más que viajar para darte cuenta de que el CD no existe más. Veré de qué manera me arreglo. Si me sigue yendo bien en los directos tendré que aceptar que haré temas nuevos para seguir girando.
-Eso es lo que parece estar sucediendo, con tantos músicos de gira por el mundo.
-Pero creo que es medio injusto. Pasa cuando ingresa en las culturas una nueva mirada que no alcanza a curar a los heridos de la batalla. La industria del disco no dio cabida para que sea reemplazada por algo que siga respetando los intereses de quienes hacen la obra.
-¿Tocar más seguido es una opción para vos?
-Sí, pero para una producción independiente, mover 80.000 personas a Junín, por ejemplo, es como un disparate. No es fácil ordenar todo esto.
-¿Qué se te pasó por la cabeza cuando decidiste suspender el show, en mayo pasado, luego del accidente con una bengala en un concierto tan multitudinario como los tuyos?
-No sé, es bravo manejar toda esta gente. Sobre todo porque no te tienen que trasladar el poder policial a vos, eso es lo que creo. Si las bengalas son tan peligrosas como dicen, hay que prohibir la venta. Si no, es como dice [Charly] García, que ahora van a prohibir las Navidades. Porque la pirotecnia es una tradición internacional, es como la tauromaquia, cosas que tienen una tradición, pero que de pronto las nuevas miradas las censuran y no dan tiempo a resolverlo claramente. Entonces tiene que aparecer una especie de prohibición de cosas que eran aceptadas hasta no hace mucho tiempo. Pero si alguien tiene en la mano una bengala naval, que es como un arma, o alguien tira una bengala en un lugar cerrado donde hay una mediasombra, es medio disparatado. De todas formas, no tienen por qué complicarme a mí, que ya bastante jodido estoy organizando un show de esta naturaleza, como para que encima tenga que cachar a todo el mundo a la perfección. Entre tanta multitud se puede pasar cualquier cosa. Lo que hay que confiar es en que no haya un loco que llegue con un revólver en la mano. Es raro lo que hay que decidir, pero me pareció aconsejable esperar un tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que había muerto alguien.
Solari asegura que planea hacer un concierto más antes de fin de año, quizás en Tandil, porque si bien había pensado que podía volver a tocar en el Estadio Unico de La Plata, «la cosa se complicó, porque el techo que es tan bueno para el fútbol, no lo es para el sonido».
-¿Y cómo viste este fenómeno de ventas que resultaron ser los conciertos de Roger Waters?
-Para mí es sorprendente. Por un lado no lo es porque la música de Pink Floyd es muy amable para mucha gente, no sólo para los rockeros o la gente de la cultura rock. Pero ocho River es una barbaridad. Acá parece que nos hemos acostumbrado a cifras disparatadas. Cuando digo que van a venir 80.000 personas a Junín, no lo termino de entender. Muy pocas bandas en el mundo reúnen solas tanta gente, sin teloneros, ni promociones demoledoras. Meter 25.000 personas ya es una cifra importantísima para cualquier grupo o artista. Calculá que todos los que trabajan en teatro lo hacen en salas que van de 300 a 2000 personas, y tienen que remar y remar todos los días para llevar la gente que un grupo exitoso mete en una noche.
-Waters está presentando The Wall, de principio a fin. ¿A vos nunca se te ocurrió tocar Oktubre completo, digamos?
-No, la verdad que no. Pienso que el show es para la gente y conformo la grilla de una manera que la gente lo pase bien, total, yo quiero a todas mis canciones. Pero nunca había pensado hacer un álbum completo. No está mal la idea.
-A fines del año pasado, tus elogios hacia la presidenta Cristina Kirchner tuvieron mucha repercusión. ¿Cómo ves hoy el país?
-Yo creo que las cosas están bien. Cada vez que me acercan una pregunta referida a la situación político-económica siempre trato de avisar desde donde hablo yo. Creo que el artista es uno de los pocos que no tiene que formar parte del sentido común. Todo el resto de las actividades y profesiones tienen que estar referidas al sentido común de la sociedad, pero el artista tiene que cruzar la frontera, tiene que ir más allá del sentido común, atreverse a hacer experiencias no ordinarias, volver y ser absorbidas por el superorganismo en su experiencia. Entonces, difícilmente crea que hay dogmas o planteos políticos que resuelvan los problemas políticos para siempre. Uno no es partidario de una ideología en especial, sino que en cada momento tiene una mirada de ciudadano que le indica ese momento. Este es uno de los mejores gobiernos que he visto, por distintos motivos. Por supuesto que la administración siempre hace cagadas, pero yo tengo una mirada bastante cómoda con este gobierno de Kirchner.
-¿Por qué creés que tantos rockeros se acercaron a este gobierno?
-Cada cual tiene derecho a vehiculizar su obra como quiere y favoreciendo lo que quiera, pero yo no creo en el artista militante. Creo que el artista tiene que ser como un francotirador, cruzar las fronteras del sentido común de la sociedad para traer nuevas miradas para la vida. Es más, creo que el artista debería hablar menos, yo soy medio chúcaro porque cuando uno habla sobre la obra o sobre su trabajo, libera tensiones que son necesarias para la creatividad. Todas las tensiones que se diluyen en una conversación política van quitándole misterio, uno se va desligando de tensiones que tiene que aplicar en lo que uno hace.
-En la lírica de las canciones de tu último disco hay una presencia muy fuerte de Dios, ¿por qué?
-Creo que si Dios existe, no está interesado en nuestro mundo. No encuentro gloria que justifique esto que hemos estado viviendo por estos días con este crimen contra la inocencia. Entonces, en el disco aparece un poco el renegar mío, no contra la espiritualidad, que es otra cosa, sino contra las religiones organizadas. Sobre todo porque forman parte de ese barco que va hacia un iceberg, que todos sospechamos que está por ahí. Sentimos el perfume de la tormenta, la tormenta todavía no vino, pero si no se modifican rápidamente un montón de cosas, la coraza orgánica va a ser destruida, sea por la explosión demográfica o por la cantidad de chucherías existentes. Porque en definitiva la tecnología a la cual le depositamos la solución del futuro, que todo el mundo ve difícil por los problemas con los recursos naturales, nos está dando chucherías, muy entretenidas por cierto, la Nintendo o lo que sea, pero todavía el inodoro es un chorro de agua que se lleva la mierda. Digo, es una cosa elemental, antes que la máquina de vapor. La aventura espacial tampoco dio resultado como para que migráramos dejando la Tierra y fuéramos a arruinar otro cascote. Yo lo veo medio así, que hay una tempestad acechando y estamos todos como en el disco, distraídos en distintas situaciones, creencias del tipo religiosas, amorosas, reclamos de tipo sociales. Todo el mundo está bailando un bailongo de intereses personales y hay una tormenta que ya tendría que haber estado preparándose alguna manera de resolverla.
La charla política, esa que a su entender desvía las tensiones del artista, lo llevan a decir cosas como que «los medios de comunicación han reemplazado a los partidos políticos en la interacción de las ideas», que él es «un tipo de izquierda, pero de una izquierda que no coincide con la mayoría de la izquierda, que está basada en la época de la máquina de vapor, como el marxismo» y que la reelección de Mauricio Macri en Buenos Aires tiene que ver con que «en la Capital vive la gente más aposentada y probablemente el capitalismo prefiera un administrador y no un estadista para gobernar la ciudad». Mientras tanto, puertas afuera, los músicos que lo acompañan en esta etapa comienzan a reunirse en el bar del hotel para desayunar y seguir de cerca el debut de Alejandro Sabella como director técnico del seleccionado argentino de fútbol.
-¿Esta etapa con Los Fundamentalistas la ves como una continuación de los Redondos?
-Sí, porque sigo haciendo lo mismo que hacía antes, leitmotivs, arpegiados, bases rítmicas, melodías. Uno va cambiando y tiene otros intereses musicales, otras cadencias le resuenan en la cabeza, otros temas para la lírica, pero en realidad sigo haciendo lo mismo que hacía siempre. Skay es un gran guitarrista, pero en realidad hubo una época en que no sabía qué era hacer una canción y yo le decía que era tan simple como decidir que esto es una canción y después correr con el riesgo de que a la gente le guste o no.
-En estos diez años sin los Redondos, ¿cuál fue tu mayor desafío?
-Yo sigo trabajando con mucha tranquilidad, en realidad lo que menos me gusta del Indio son los intermedios entre lo que a mí me gusta hacer, que es trabajar en la música, en la letra, dibujar y venir y tocar. Después, lo que hay en el medio, la relación con la masividad y la popularidad, me llevo muy mal con eso, me da mucha fobia, no es una cosa que me guste. Ahora que pasó todo un tiempo tengo ganas de invitarlo a Semilla [Bucciarelli], a Sergio [Dawi], para que graben en el próximo disco. Antes no lo quise hacer porque podía sonar medio demagógico, pero ya está, va a ser el cuarto disco, todos se vendieron bien, los shows son multitudinarios. No hay ninguna necesidad de tener un acto demagógico en este momento. Sólo tengo ganas de estar con ellos que, pobres, son los que se tuvieron que comer el sapo de un momento para el otro y quedaron flotando en la nada. Semilla tenía razón cuando dijo que Patricio Rey nos tendría que haber agarrado a Skay y a mí y habernos pegado una patada en el culo. Creo que fue la mejor definición que escuché de lo que pasó. Pero, bueno, también ellos ignoraban cosas que pasaron en la intimidad, ¿no? (ver aparte).
Como suele suceder en los últimos años, para esta entrevista Solari se negó a posar para las fotos. ¿Parte de la construcción del mito? «No, sólo que no me salen esas cosas, como disfrazarme o qué sé yo. Cada día que veo la tapa de la Rolling Stone me causa gracia, pero no me veo jamás posando desnudo. Los músicos se prestan y está bien, pero a mí no me sale. En ese sentido soy muy crudo, no me sale disfrazarme de Bolívar o cosas así. He visto tapas realmente locas. Hace poco estuvimos en Nueva York y había unas pantallas con imágenes en slow motion. Entonces a Julio [Sáez, manager y amigo] se le ocurrió una cosa que estaba buena: ¿viste ese giro que hago en algunos momentos del show? Bueno, me preguntó por qué no lo grabamos y cuando termine el concierto que quede flotando esa imagen lentamente. Me parecía una idea artística buena, pero el problema era que tenía que hacerlo no en el escenario sino en un lugar y no me da. Me voy a ver como un pelotudo girando y no. Si lo captan en el momento en que me sale, agárrenlo y vamos, pero no me voy a poner a girar frente a una pantalla como un pelotudo y repetirlo infinitas veces. Esa parte del artista no me sale, soy muy pudoroso con eso. Veo que otros muy alegremente se ponen bonetes, se ponen tetas y es gracioso, pero a mí no me sale. Para mí la foto tiene que ser en el directo, eso es lo ideal..
Más notas para entender este tema
Diez años sin los Redondos
Viernes 11.30 AM. Exterior: puerta del hotel Piedramora, Junín, provincia de Buenos Aires.
– ¿El Indio todavía está ahí?
-Sí, está desayunando.
-No me mientas, si acaba de salir disfrazado por la otra puerta.
-No, en serio, está ahí nomás, acabo de estar con él.
-Como mienten ustedes.
-¿Ustedes quiénes?
– Todos, están todos complotados para que no podamos ver al Indio. Sólo queremos saludarlo, loco, y ustedes lo sacan del hotel con peluca y en un auto para que no lo reconozcamos.
Por más que uno intente desmitificar la figura del Indio Solari, parece demasiado tarde. El mito a su alrededor es irrompible, como lo demuestra el fan que lo tiene ahí nomás, pero insiste en no creer en nada que no sea su dios personal. Faltó que me dijera que el Indio no desayuna. Tampoco parece importar mucho si uno da cuenta de que este hombre de carne y hueso, que a los 62 años es el músico más popular de la Argentina, está «sometido a la biología», como le gusta decir a él, tanto como cualquier ser humano. De hecho, en esta mañana previa al show que ofrecerá ante cerca de 80.000 personas, en Junín, recibe a La Nacion asegurando que tiene una pequeña contractura en la espalda, debido a que se acaba de afeitar la pelada y un mal movimiento lo dejó un tanto tieso. Demasiado mundano para este mito viviente, pero tan real como la bengala que mató a Miguel Ramírez en un concierto de La Renga y que obligó a posponer este show -y esta entrevista-, pautado para mayo pasado pero finalmente realizado ayer, al cierre de esta edición, en el Autódromo de Junín.
A diez años de la separación de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Solari confiesa que quiere llamar a los otros «redondos», Semilla Bucciarelli y Sergio Dawi, para grabar su próximo álbum; vuelve a dar su versión de la ruptura con sus «ex socios» Skay Beilinson y Poli, y ofrece su atenta mirada tanto sobre la watersmanía como sobre el kirchnerismo y los medios de comunicación. Dice que no cree en los artistas militantes y reniega, una vez más, de las divinidades absolutas: «Creo que si Dios existe, no está interesado en nuestro mundo. No encuentro gloria que justifique esto que hemos estado viviendo por estos días con este crimen contra la inocencia», sostiene en referencia al asesinato de Candela, la niña de 11 años que conmovió al país la semana pasada.
Viernes 10 AM. Interior: habitación 101. Sobre una mesita ratona está el libro Diarios de bicicleta, de David Byrne, y un periódico local con la foto de Solari en la tapa. De fondo suena el nuevo álbum de Arcade Fire, The Suburbs.
-¿Te gustó el libro de Byrne? -Sí, me parece muy amable, muy ameno y útil. Tiene una mirada bastante coincidente con la que uno puede tener. Cuando habla de Buenos Aires, hace una radiografía muy parecida a lo que uno ve o lo que uno cree. En realidad últimamente los libros que he leído tienen que ver con el rock. Leí el de Patti Smith, uno de Leonard Cohen y ahora estoy curioseando la autobiografía de Keith Richards también, todos libros de músicos.
-¿Vos no tenés planes de escribir una suerte de memorias o algo así?
-Me está pasando que el Indio Solari me está rompiendo un poco las pelotas, porque yo no sé cómo crece la imagen pública, pero hay como una imagen flotando por ahí que me adjudica capacidades que yo no tengo. Lo único que me gusta hacer, y creo que lo sé hacer bien por la resonancia que tienen, son canciones. Todos los demás proyectos son maneras de jugar conmigo mismo, pero no tienen ambiciones hacia el futuro. Bah, uno nunca sabe qué va a hacer en el futuro. Porque el proyecto va cambiando de un libro a un mediometraje de animaciones, pero hoy en día, para ese tipo de proyectos, necesitás sociedades. Y no soy muy amigo de compartir la sabiduría de la multitud, así que, bueno, mientras tanto hago canciones, que es lo que aparentemente le gusta a la gente.
-Antes de grabar tu último álbum, El perfume de la tempestad, me dijiste que pensabas en él como el cierre de una trilogía.
-Sí, son cosas que uno piensa en un momento y de pronto después la realidad lo va transformando en otra. Lo que me di cuenta es de que generé un formato en función de las ilustraciones que me gusta hacer, que está bueno no abandonarlo. Por otro lado, como yo no trabajo con sponsors ni telefonías celulares, mi futuro discográfico es medio extraño en este momento. Supongo que haré otro disco más y después no sé, porque financiarlo para que la gente lo baje gratis es muy difícil cuando uno se produce a sí mismo. Porque uno invierte dinero y tiempo en algo que antes se reconocía con las ventas y si bien yo sigo siendo vendedor, no tenés más que viajar para darte cuenta de que el CD no existe más. Veré de qué manera me arreglo. Si me sigue yendo bien en los directos tendré que aceptar que haré temas nuevos para seguir girando.
-Eso es lo que parece estar sucediendo, con tantos músicos de gira por el mundo.
-Pero creo que es medio injusto. Pasa cuando ingresa en las culturas una nueva mirada que no alcanza a curar a los heridos de la batalla. La industria del disco no dio cabida para que sea reemplazada por algo que siga respetando los intereses de quienes hacen la obra.
-¿Tocar más seguido es una opción para vos?
-Sí, pero para una producción independiente, mover 80.000 personas a Junín, por ejemplo, es como un disparate. No es fácil ordenar todo esto.
-¿Qué se te pasó por la cabeza cuando decidiste suspender el show, en mayo pasado, luego del accidente con una bengala en un concierto tan multitudinario como los tuyos?
-No sé, es bravo manejar toda esta gente. Sobre todo porque no te tienen que trasladar el poder policial a vos, eso es lo que creo. Si las bengalas son tan peligrosas como dicen, hay que prohibir la venta. Si no, es como dice [Charly] García, que ahora van a prohibir las Navidades. Porque la pirotecnia es una tradición internacional, es como la tauromaquia, cosas que tienen una tradición, pero que de pronto las nuevas miradas las censuran y no dan tiempo a resolverlo claramente. Entonces tiene que aparecer una especie de prohibición de cosas que eran aceptadas hasta no hace mucho tiempo. Pero si alguien tiene en la mano una bengala naval, que es como un arma, o alguien tira una bengala en un lugar cerrado donde hay una mediasombra, es medio disparatado. De todas formas, no tienen por qué complicarme a mí, que ya bastante jodido estoy organizando un show de esta naturaleza, como para que encima tenga que cachar a todo el mundo a la perfección. Entre tanta multitud se puede pasar cualquier cosa. Lo que hay que confiar es en que no haya un loco que llegue con un revólver en la mano. Es raro lo que hay que decidir, pero me pareció aconsejable esperar un tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que había muerto alguien.
Solari asegura que planea hacer un concierto más antes de fin de año, quizás en Tandil, porque si bien había pensado que podía volver a tocar en el Estadio Unico de La Plata, «la cosa se complicó, porque el techo que es tan bueno para el fútbol, no lo es para el sonido».
-¿Y cómo viste este fenómeno de ventas que resultaron ser los conciertos de Roger Waters?
-Para mí es sorprendente. Por un lado no lo es porque la música de Pink Floyd es muy amable para mucha gente, no sólo para los rockeros o la gente de la cultura rock. Pero ocho River es una barbaridad. Acá parece que nos hemos acostumbrado a cifras disparatadas. Cuando digo que van a venir 80.000 personas a Junín, no lo termino de entender. Muy pocas bandas en el mundo reúnen solas tanta gente, sin teloneros, ni promociones demoledoras. Meter 25.000 personas ya es una cifra importantísima para cualquier grupo o artista. Calculá que todos los que trabajan en teatro lo hacen en salas que van de 300 a 2000 personas, y tienen que remar y remar todos los días para llevar la gente que un grupo exitoso mete en una noche.
-Waters está presentando The Wall, de principio a fin. ¿A vos nunca se te ocurrió tocar Oktubre completo, digamos?
-No, la verdad que no. Pienso que el show es para la gente y conformo la grilla de una manera que la gente lo pase bien, total, yo quiero a todas mis canciones. Pero nunca había pensado hacer un álbum completo. No está mal la idea.
-A fines del año pasado, tus elogios hacia la presidenta Cristina Kirchner tuvieron mucha repercusión. ¿Cómo ves hoy el país?
-Yo creo que las cosas están bien. Cada vez que me acercan una pregunta referida a la situación político-económica siempre trato de avisar desde donde hablo yo. Creo que el artista es uno de los pocos que no tiene que formar parte del sentido común. Todo el resto de las actividades y profesiones tienen que estar referidas al sentido común de la sociedad, pero el artista tiene que cruzar la frontera, tiene que ir más allá del sentido común, atreverse a hacer experiencias no ordinarias, volver y ser absorbidas por el superorganismo en su experiencia. Entonces, difícilmente crea que hay dogmas o planteos políticos que resuelvan los problemas políticos para siempre. Uno no es partidario de una ideología en especial, sino que en cada momento tiene una mirada de ciudadano que le indica ese momento. Este es uno de los mejores gobiernos que he visto, por distintos motivos. Por supuesto que la administración siempre hace cagadas, pero yo tengo una mirada bastante cómoda con este gobierno de Kirchner.
-¿Por qué creés que tantos rockeros se acercaron a este gobierno?
-Cada cual tiene derecho a vehiculizar su obra como quiere y favoreciendo lo que quiera, pero yo no creo en el artista militante. Creo que el artista tiene que ser como un francotirador, cruzar las fronteras del sentido común de la sociedad para traer nuevas miradas para la vida. Es más, creo que el artista debería hablar menos, yo soy medio chúcaro porque cuando uno habla sobre la obra o sobre su trabajo, libera tensiones que son necesarias para la creatividad. Todas las tensiones que se diluyen en una conversación política van quitándole misterio, uno se va desligando de tensiones que tiene que aplicar en lo que uno hace.
-En la lírica de las canciones de tu último disco hay una presencia muy fuerte de Dios, ¿por qué?
-Creo que si Dios existe, no está interesado en nuestro mundo. No encuentro gloria que justifique esto que hemos estado viviendo por estos días con este crimen contra la inocencia. Entonces, en el disco aparece un poco el renegar mío, no contra la espiritualidad, que es otra cosa, sino contra las religiones organizadas. Sobre todo porque forman parte de ese barco que va hacia un iceberg, que todos sospechamos que está por ahí. Sentimos el perfume de la tormenta, la tormenta todavía no vino, pero si no se modifican rápidamente un montón de cosas, la coraza orgánica va a ser destruida, sea por la explosión demográfica o por la cantidad de chucherías existentes. Porque en definitiva la tecnología a la cual le depositamos la solución del futuro, que todo el mundo ve difícil por los problemas con los recursos naturales, nos está dando chucherías, muy entretenidas por cierto, la Nintendo o lo que sea, pero todavía el inodoro es un chorro de agua que se lleva la mierda. Digo, es una cosa elemental, antes que la máquina de vapor. La aventura espacial tampoco dio resultado como para que migráramos dejando la Tierra y fuéramos a arruinar otro cascote. Yo lo veo medio así, que hay una tempestad acechando y estamos todos como en el disco, distraídos en distintas situaciones, creencias del tipo religiosas, amorosas, reclamos de tipo sociales. Todo el mundo está bailando un bailongo de intereses personales y hay una tormenta que ya tendría que haber estado preparándose alguna manera de resolverla.
La charla política, esa que a su entender desvía las tensiones del artista, lo llevan a decir cosas como que «los medios de comunicación han reemplazado a los partidos políticos en la interacción de las ideas», que él es «un tipo de izquierda, pero de una izquierda que no coincide con la mayoría de la izquierda, que está basada en la época de la máquina de vapor, como el marxismo» y que la reelección de Mauricio Macri en Buenos Aires tiene que ver con que «en la Capital vive la gente más aposentada y probablemente el capitalismo prefiera un administrador y no un estadista para gobernar la ciudad». Mientras tanto, puertas afuera, los músicos que lo acompañan en esta etapa comienzan a reunirse en el bar del hotel para desayunar y seguir de cerca el debut de Alejandro Sabella como director técnico del seleccionado argentino de fútbol.
-¿Esta etapa con Los Fundamentalistas la ves como una continuación de los Redondos?
-Sí, porque sigo haciendo lo mismo que hacía antes, leitmotivs, arpegiados, bases rítmicas, melodías. Uno va cambiando y tiene otros intereses musicales, otras cadencias le resuenan en la cabeza, otros temas para la lírica, pero en realidad sigo haciendo lo mismo que hacía siempre. Skay es un gran guitarrista, pero en realidad hubo una época en que no sabía qué era hacer una canción y yo le decía que era tan simple como decidir que esto es una canción y después correr con el riesgo de que a la gente le guste o no.
-En estos diez años sin los Redondos, ¿cuál fue tu mayor desafío?
-Yo sigo trabajando con mucha tranquilidad, en realidad lo que menos me gusta del Indio son los intermedios entre lo que a mí me gusta hacer, que es trabajar en la música, en la letra, dibujar y venir y tocar. Después, lo que hay en el medio, la relación con la masividad y la popularidad, me llevo muy mal con eso, me da mucha fobia, no es una cosa que me guste. Ahora que pasó todo un tiempo tengo ganas de invitarlo a Semilla [Bucciarelli], a Sergio [Dawi], para que graben en el próximo disco. Antes no lo quise hacer porque podía sonar medio demagógico, pero ya está, va a ser el cuarto disco, todos se vendieron bien, los shows son multitudinarios. No hay ninguna necesidad de tener un acto demagógico en este momento. Sólo tengo ganas de estar con ellos que, pobres, son los que se tuvieron que comer el sapo de un momento para el otro y quedaron flotando en la nada. Semilla tenía razón cuando dijo que Patricio Rey nos tendría que haber agarrado a Skay y a mí y habernos pegado una patada en el culo. Creo que fue la mejor definición que escuché de lo que pasó. Pero, bueno, también ellos ignoraban cosas que pasaron en la intimidad, ¿no? (ver aparte).
Como suele suceder en los últimos años, para esta entrevista Solari se negó a posar para las fotos. ¿Parte de la construcción del mito? «No, sólo que no me salen esas cosas, como disfrazarme o qué sé yo. Cada día que veo la tapa de la Rolling Stone me causa gracia, pero no me veo jamás posando desnudo. Los músicos se prestan y está bien, pero a mí no me sale. En ese sentido soy muy crudo, no me sale disfrazarme de Bolívar o cosas así. He visto tapas realmente locas. Hace poco estuvimos en Nueva York y había unas pantallas con imágenes en slow motion. Entonces a Julio [Sáez, manager y amigo] se le ocurrió una cosa que estaba buena: ¿viste ese giro que hago en algunos momentos del show? Bueno, me preguntó por qué no lo grabamos y cuando termine el concierto que quede flotando esa imagen lentamente. Me parecía una idea artística buena, pero el problema era que tenía que hacerlo no en el escenario sino en un lugar y no me da. Me voy a ver como un pelotudo girando y no. Si lo captan en el momento en que me sale, agárrenlo y vamos, pero no me voy a poner a girar frente a una pantalla como un pelotudo y repetirlo infinitas veces. Esa parte del artista no me sale, soy muy pudoroso con eso. Veo que otros muy alegremente se ponen bonetes, se ponen tetas y es gracioso, pero a mí no me sale. Para mí la foto tiene que ser en el directo, eso es lo ideal..