También fueron agredidos los periodistas de la agencia Télam Julio Mosle y Florencia Downes, y otros colegas del diario Crónica. El tío de Celeste también fue golpeado y anoche permanecía internado. Todo esto sucedió bajo la actitud pasiva, cuando no cómplice, de oficiales de la Policía Bonaerense, a quienes los agredidos recurrieron a la carrera mientras evitaban como podían los golpes del centenar de violentos para recibir como toda respuesta: “No podemos hacer nada. Vayan y hagan la denuncia en la comisaría.”
Este nuevo episodio de violencia contra periodistas se suma al salvaje ataque sufrido por el equipo de 6,7,8 durante el último cacerolazo, donde pudo verse a Cecilia Pando. También el diputado por el FPV José María Díaz Bancalari, convalesciente de una dolencia cardíaca, recibió puñetazos en el pecho de parte de un grupo con vínculos carapintadas a la salida de un acto en la Casa Rosada. Hasta el momento, y aunque muchos de los atacantes han sido individualizados en redes sociales y programas de TV, no se produjeron detenciones. Es decir, los casos siguen impunes y los violentos caminan la calle junto a los agredidos, en un llamativo déficit del sistema policial y judicial que tiene responsables políticos concretos, tanto en el plano nacional como provincial.
El clima de abierta hostilidad y estigmatización hacia el periodismo antimonopólico agitado desde grupos de intereses económicos y políticos que ven acotados sus privilegios por leyes votadas en el Parlamento de indudable legitimidad y legalidad democráticas, tampoco contribuye a la pacificación republicana tan reclamada por esos mismos sectores, que son los mismos que suelen victimizarse con amplia cobertura mientras practican discursos intolerantes que habilitan la idea de la supresión del otro por vía de la violencia como solución a sus contingencias de caja, enrareciendo así el necesario clima de convivencia entre argentinos. Son fáciles de identificar: son los que gritan que no hay libertad de expresión a través de las más de 260 licencias radiales y televisivas, con total libertad de expresión.
Como respuesta a la agresión de ayer, los periodistas de Tiempo Argentino redoblamos nuestro compromiso con el libre ejercicio profesional, la pluralidad de voces y el derecho a la comunicación de la sociedad en su conjunto. Pertenecemos a un gremio que tiene más de 100 desaparecidos durante la dictadura cívico-militar por denunciar aquello que los grandes diarios silenciaron por negocio y compromiso ideológico. No es con piedras y golpes que van a callar lo que tenemos para decir.
Al cierre de esta edición, ninguna autoridad provincial bonaerense ni del municipio de Malvinas Argentinas se había comunicado con este diario para condenar las agresiones. Sólo un comisario llamó para pedir que nuestro fotógrafo, a las 10 de la noche, volviera a la zona del ataque para asentar una denuncia policial ante la misma policía que dejó hacer a los patoteros de Cariglino sin intervenir siquiera de oficio. Hubo zona liberada.
No tenemos miedo. Exigimos justicia.
Este nuevo episodio de violencia contra periodistas se suma al salvaje ataque sufrido por el equipo de 6,7,8 durante el último cacerolazo, donde pudo verse a Cecilia Pando. También el diputado por el FPV José María Díaz Bancalari, convalesciente de una dolencia cardíaca, recibió puñetazos en el pecho de parte de un grupo con vínculos carapintadas a la salida de un acto en la Casa Rosada. Hasta el momento, y aunque muchos de los atacantes han sido individualizados en redes sociales y programas de TV, no se produjeron detenciones. Es decir, los casos siguen impunes y los violentos caminan la calle junto a los agredidos, en un llamativo déficit del sistema policial y judicial que tiene responsables políticos concretos, tanto en el plano nacional como provincial.
El clima de abierta hostilidad y estigmatización hacia el periodismo antimonopólico agitado desde grupos de intereses económicos y políticos que ven acotados sus privilegios por leyes votadas en el Parlamento de indudable legitimidad y legalidad democráticas, tampoco contribuye a la pacificación republicana tan reclamada por esos mismos sectores, que son los mismos que suelen victimizarse con amplia cobertura mientras practican discursos intolerantes que habilitan la idea de la supresión del otro por vía de la violencia como solución a sus contingencias de caja, enrareciendo así el necesario clima de convivencia entre argentinos. Son fáciles de identificar: son los que gritan que no hay libertad de expresión a través de las más de 260 licencias radiales y televisivas, con total libertad de expresión.
Como respuesta a la agresión de ayer, los periodistas de Tiempo Argentino redoblamos nuestro compromiso con el libre ejercicio profesional, la pluralidad de voces y el derecho a la comunicación de la sociedad en su conjunto. Pertenecemos a un gremio que tiene más de 100 desaparecidos durante la dictadura cívico-militar por denunciar aquello que los grandes diarios silenciaron por negocio y compromiso ideológico. No es con piedras y golpes que van a callar lo que tenemos para decir.
Al cierre de esta edición, ninguna autoridad provincial bonaerense ni del municipio de Malvinas Argentinas se había comunicado con este diario para condenar las agresiones. Sólo un comisario llamó para pedir que nuestro fotógrafo, a las 10 de la noche, volviera a la zona del ataque para asentar una denuncia policial ante la misma policía que dejó hacer a los patoteros de Cariglino sin intervenir siquiera de oficio. Hubo zona liberada.
No tenemos miedo. Exigimos justicia.