Los responsables de la cartera económica, el Banco Central y la AFIP trazaron un completo cuadro de situación ante la Presidenta en Olivos, el miércoles, para explicar las razones de la corrida cambiaria y cómo seguirá. Detalles de una velada tensa.
Fue una reunión tensa. Cristina recién volvía de su viaje al Vaticano y en pocas horas debió cambiar el entorno de reconciliación y esperanza que rodeó su encuentro con el Papa, por un clima convulsionado y plagado de versiones catastróficas. No es que puedan sorprenderla las campañas desestabilizadoras, pero el nerviosismo y los miedos incluso de allegados muy cercanos deben haber puesto a la Presidenta en alerta. El día miércoles convocó a la residencia de Olivos, al final de la jornada y obligando a abandonar cualquier otro compromiso, a Hernán Lorenzino, Axel Kicillof, Mercedes Marcó del Pont y Ricardo Echegaray. Hubo otros funcionarios que fueron advertidos de mantenerse atentos al teléfono, porque iban a recibir varias consultas mientras durara el encuentro en la Quinta Presidencial. Cristina quería escuchar de boca de cada uno de sus funcionarios su apreciación sobre la situación, su versión sobre lo que estaba sucediendo para poder sacar sus propias conclusiones y decidir los pasos a seguir.
Los funcionarios debieron dar respuesta una por una a las preocupaciones y temores que les transmitió la Presidenta. No propias, sino de un gran número de ciudadanos que enfrentan la sensación de que, otra vez, los dueños de la economía se apoderan de la escena. La memoria colectiva dice que ninguna devaluación en la historia económica argentina fue decidida por un gobierno como parte de una estrategia previamente elaborada, un plan que formara parte del mandato popular, sino que fue imposición del poder económico. Algo, o mucho, de razón hay en esa creencia popular. Lo que se vieron obligados a explicar los funcionarios en la noche del miércoles es, justamente, por qué esta vez no será así. Y basándose no sólo en la voluntad política del Gobierno, sino en una exhaustiva exposición de la situación económica, sus perspectivas y el rol de ciertos actores en ese marco. Lo que sigue es un compendio de lo que, según pudo reconstruir Página/12, fueron los principales puntos tratados en el encuentro y los argumentos que apuntan a responder a lo que, en esa noche de Olivos, se definió como una manipulación de grupos de presión, que intentan generar una situación de desorden en el mercado, con el propósito de llegar a una devaluación y quedarse con una parte mayor del excedente económico.
Estos fueron algunos de los interrogantes y los argumentos expuestos en respuesta:
– ¿Cómo se explica la disparada del dólar marginal y la sensación de que ya no tiene precio?
Los datos concretos y objetivos señalan que la situación macroeconómica de la Argentina es sólida y que no existen elementos que avalen oscilaciones violentas ni niveles tan fuera de línea en un mercado negro que, además de ser muy poco representativo, es ilegal. Pero los valores del mercado, en el corto plazo, también se determinan por expectativas, que pueden ser volátiles. Las expectativas, además, se alimentan de rumores, y pueden ser fácilmente manipulables por grupos de presión que buscan una devaluación sin correlato en los elementos fundamentales de la economía, para obtener una ganancia extraordinaria. Mientras menos representativos sean los mercados, más fáciles resultan de manipular.
– ¿Por qué este ataque especulativo contra el peso no va a tener éxito como otros que se lanzaron en el pasado?
Bajo ningún aspecto la situación actual es comparable a la de otros momentos de la historia argentina, donde los ataques especulativos ocurrían cuando la macroeconomía presentaba fuertes contradicciones y/o debilidades estructurales. Por el contrario, hoy los datos objetivos de la macroeconomía en general, y en especial del sector externo, no dan soporte concreto a picos desmedidos o excesiva volatilidad. Lo que sucede en el mercado marginal no puede ser lo relevante para la economía en su conjunto. La mayoría de las transacciones comerciales y financieras se cursan por el mercado único y el Banco Central cuenta con todos los instrumentos para mantener encausada su dinámica. Lo que se espera es que las maniobras especulativas puntuales que buscan generar una sensación de desorden terminen por fracasar a la larga o a la corta, porque no hay correlato en la situación objetiva para sostenerlas.
– ¿Existe un retraso cambiario que justifique la presión de sectores exportadores por lograr una devaluación?
El tipo de cambio real, si bien ya no se encuentra en los niveles de 2003-2007, sigue resultando más que compatible con un equilibrio en las cuentas externas. Tanto con respecto a una canasta de monedas como en particular respecto del dólar, los niveles de tipo de cambio son mayores que en los noventa. La actual política de flotación administrada es adecuada para mantener la dinámica del tipo de cambio requerida en cada momento de acuerdo con las condiciones del sector externo. Prueba de ello es el resultado de la cuenta corriente del balance de pagos que, en estos años, ha sido levemente superavitaria o neutra. Se ha preservado un muy significativo balance comercial, incluso en contextos de fuerte depresión en la economía mundial.
– ¿La caída de las reservas internacionales no es un llamado de atención que alimenta los temores?
Es cierto que en nuestro país las reservas han caído mientras que en otros países vienen aumentando. La contracara de muchos de esos procesos de acumulación de reservas es el ingreso de capitales financieros de corto plazo que, si bien compensan los desequilibrios en cuenta corriente, están generando muchos problemas en países de América latina y en otras naciones emergentes, obligando a los bancos centrales a salir a intervenir para evitar mayores apreciaciones cambiarias. Las reservas de Argentina, si bien se han venido reduciendo por el pago de deuda, o por la salida de depósitos en dólares de los propios argentinos, están mayoritariamente integradas por dólares comerciales, y éste es un dato cualitativamente distinto del de otras etapas históricas. En perspectiva, la caída no debería ser un dato preocupante. Bajo cualquier escenario, nunca la Argentina ha tenido un nivel tan alto de reservas, en comparación con sus necesidades efectivas de fondos externos.
– ¿El nivel del gasto público o de emisión monetaria puede ser el origen de la tensión sobre el mercado cambiario, como explican algunos economistas que acusan al Gobierno por torpeza en el manejo de la economía?
Argentina ha tenido en la última década importantes superávit fiscales. Esto difiere notablemente de la influencia negativa que pudo tener la cuestión fiscal en el pasado en relación con la especulación cambiaria. El muy acotado deterioro que tuvo la situación fiscal en 2012 obedeció a razones de estricta necesidad de atender, con políticas activas, una desaceleración económica para evitar que fuera aun mayor. Para este año, la estimación esperada de ingresos y gastos para el sector público no prevé un déficit de financiamiento que pueda generar una presión adicional. En cuanto a la programación monetaria para el corriente año, las principales fuentes de creación monetaria son el aumento del crédito y las compras de divisas, no la emisión. Un objetivo de la política del BCRA es aumentar la relación crédito-PBI que, habiendo pasado del 12 al 16 por ciento en dos años, sigue siendo aún uno de los niveles más bajos del mundo.
– ¿El comportamiento especulativo en el mercado cambiario es una reacción a las medidas para combatir la fuga de divisas y la evasión? ¿Se podría haber evitado esta reacción?
La implementación de un esquema de regulación más intenso en la cuenta capital del balance de pagos y en el mercado cambiario generó mucho ruido, y ése no es un elemento menor. Es un cambio estructural sustancial y hay reticencia de ciertos sectores a adaptarse a esta nueva realidad. Un cambio en los patrones de ahorro o en las formas que tienen ciertas transacciones o actividades como la inmobiliaria por ejemplo genera costos de reacomodamientos. Lograr una menor centralidad del dólar en la economía es una tarea compleja, pero es el objetivo. Las nuevas medidas de carácter fiscal que incrementan el control sobre la legalidad de los fondos que se gastan en el exterior, por ejemplo, pueden inducir a tensiones adicionales en el mercado cambiario, pero se encuentran plenamente justificadas tanto desde la óptica de la política económica como desde la perspectiva de transparencia y control fiscal al que se aspira. Es utópico suponer que una estructura muy consolidada como la economía en negro puede adaptarse rápidamente a los nuevos requerimientos. Es posible que una parte importante de agentes económicos estén dispuestos, durante un tiempo, a pagar un costo muy alto por mantenerse fuera del segmento legal. Incorporar estos actores en la economía formal es una tarea de largo aliento. La volatilidad cambiaria se mide en días; o semanas, como mucho.
Fue una reunión tensa. Cristina recién volvía de su viaje al Vaticano y en pocas horas debió cambiar el entorno de reconciliación y esperanza que rodeó su encuentro con el Papa, por un clima convulsionado y plagado de versiones catastróficas. No es que puedan sorprenderla las campañas desestabilizadoras, pero el nerviosismo y los miedos incluso de allegados muy cercanos deben haber puesto a la Presidenta en alerta. El día miércoles convocó a la residencia de Olivos, al final de la jornada y obligando a abandonar cualquier otro compromiso, a Hernán Lorenzino, Axel Kicillof, Mercedes Marcó del Pont y Ricardo Echegaray. Hubo otros funcionarios que fueron advertidos de mantenerse atentos al teléfono, porque iban a recibir varias consultas mientras durara el encuentro en la Quinta Presidencial. Cristina quería escuchar de boca de cada uno de sus funcionarios su apreciación sobre la situación, su versión sobre lo que estaba sucediendo para poder sacar sus propias conclusiones y decidir los pasos a seguir.
Los funcionarios debieron dar respuesta una por una a las preocupaciones y temores que les transmitió la Presidenta. No propias, sino de un gran número de ciudadanos que enfrentan la sensación de que, otra vez, los dueños de la economía se apoderan de la escena. La memoria colectiva dice que ninguna devaluación en la historia económica argentina fue decidida por un gobierno como parte de una estrategia previamente elaborada, un plan que formara parte del mandato popular, sino que fue imposición del poder económico. Algo, o mucho, de razón hay en esa creencia popular. Lo que se vieron obligados a explicar los funcionarios en la noche del miércoles es, justamente, por qué esta vez no será así. Y basándose no sólo en la voluntad política del Gobierno, sino en una exhaustiva exposición de la situación económica, sus perspectivas y el rol de ciertos actores en ese marco. Lo que sigue es un compendio de lo que, según pudo reconstruir Página/12, fueron los principales puntos tratados en el encuentro y los argumentos que apuntan a responder a lo que, en esa noche de Olivos, se definió como una manipulación de grupos de presión, que intentan generar una situación de desorden en el mercado, con el propósito de llegar a una devaluación y quedarse con una parte mayor del excedente económico.
Estos fueron algunos de los interrogantes y los argumentos expuestos en respuesta:
– ¿Cómo se explica la disparada del dólar marginal y la sensación de que ya no tiene precio?
Los datos concretos y objetivos señalan que la situación macroeconómica de la Argentina es sólida y que no existen elementos que avalen oscilaciones violentas ni niveles tan fuera de línea en un mercado negro que, además de ser muy poco representativo, es ilegal. Pero los valores del mercado, en el corto plazo, también se determinan por expectativas, que pueden ser volátiles. Las expectativas, además, se alimentan de rumores, y pueden ser fácilmente manipulables por grupos de presión que buscan una devaluación sin correlato en los elementos fundamentales de la economía, para obtener una ganancia extraordinaria. Mientras menos representativos sean los mercados, más fáciles resultan de manipular.
– ¿Por qué este ataque especulativo contra el peso no va a tener éxito como otros que se lanzaron en el pasado?
Bajo ningún aspecto la situación actual es comparable a la de otros momentos de la historia argentina, donde los ataques especulativos ocurrían cuando la macroeconomía presentaba fuertes contradicciones y/o debilidades estructurales. Por el contrario, hoy los datos objetivos de la macroeconomía en general, y en especial del sector externo, no dan soporte concreto a picos desmedidos o excesiva volatilidad. Lo que sucede en el mercado marginal no puede ser lo relevante para la economía en su conjunto. La mayoría de las transacciones comerciales y financieras se cursan por el mercado único y el Banco Central cuenta con todos los instrumentos para mantener encausada su dinámica. Lo que se espera es que las maniobras especulativas puntuales que buscan generar una sensación de desorden terminen por fracasar a la larga o a la corta, porque no hay correlato en la situación objetiva para sostenerlas.
– ¿Existe un retraso cambiario que justifique la presión de sectores exportadores por lograr una devaluación?
El tipo de cambio real, si bien ya no se encuentra en los niveles de 2003-2007, sigue resultando más que compatible con un equilibrio en las cuentas externas. Tanto con respecto a una canasta de monedas como en particular respecto del dólar, los niveles de tipo de cambio son mayores que en los noventa. La actual política de flotación administrada es adecuada para mantener la dinámica del tipo de cambio requerida en cada momento de acuerdo con las condiciones del sector externo. Prueba de ello es el resultado de la cuenta corriente del balance de pagos que, en estos años, ha sido levemente superavitaria o neutra. Se ha preservado un muy significativo balance comercial, incluso en contextos de fuerte depresión en la economía mundial.
– ¿La caída de las reservas internacionales no es un llamado de atención que alimenta los temores?
Es cierto que en nuestro país las reservas han caído mientras que en otros países vienen aumentando. La contracara de muchos de esos procesos de acumulación de reservas es el ingreso de capitales financieros de corto plazo que, si bien compensan los desequilibrios en cuenta corriente, están generando muchos problemas en países de América latina y en otras naciones emergentes, obligando a los bancos centrales a salir a intervenir para evitar mayores apreciaciones cambiarias. Las reservas de Argentina, si bien se han venido reduciendo por el pago de deuda, o por la salida de depósitos en dólares de los propios argentinos, están mayoritariamente integradas por dólares comerciales, y éste es un dato cualitativamente distinto del de otras etapas históricas. En perspectiva, la caída no debería ser un dato preocupante. Bajo cualquier escenario, nunca la Argentina ha tenido un nivel tan alto de reservas, en comparación con sus necesidades efectivas de fondos externos.
– ¿El nivel del gasto público o de emisión monetaria puede ser el origen de la tensión sobre el mercado cambiario, como explican algunos economistas que acusan al Gobierno por torpeza en el manejo de la economía?
Argentina ha tenido en la última década importantes superávit fiscales. Esto difiere notablemente de la influencia negativa que pudo tener la cuestión fiscal en el pasado en relación con la especulación cambiaria. El muy acotado deterioro que tuvo la situación fiscal en 2012 obedeció a razones de estricta necesidad de atender, con políticas activas, una desaceleración económica para evitar que fuera aun mayor. Para este año, la estimación esperada de ingresos y gastos para el sector público no prevé un déficit de financiamiento que pueda generar una presión adicional. En cuanto a la programación monetaria para el corriente año, las principales fuentes de creación monetaria son el aumento del crédito y las compras de divisas, no la emisión. Un objetivo de la política del BCRA es aumentar la relación crédito-PBI que, habiendo pasado del 12 al 16 por ciento en dos años, sigue siendo aún uno de los niveles más bajos del mundo.
– ¿El comportamiento especulativo en el mercado cambiario es una reacción a las medidas para combatir la fuga de divisas y la evasión? ¿Se podría haber evitado esta reacción?
La implementación de un esquema de regulación más intenso en la cuenta capital del balance de pagos y en el mercado cambiario generó mucho ruido, y ése no es un elemento menor. Es un cambio estructural sustancial y hay reticencia de ciertos sectores a adaptarse a esta nueva realidad. Un cambio en los patrones de ahorro o en las formas que tienen ciertas transacciones o actividades como la inmobiliaria por ejemplo genera costos de reacomodamientos. Lograr una menor centralidad del dólar en la economía es una tarea compleja, pero es el objetivo. Las nuevas medidas de carácter fiscal que incrementan el control sobre la legalidad de los fondos que se gastan en el exterior, por ejemplo, pueden inducir a tensiones adicionales en el mercado cambiario, pero se encuentran plenamente justificadas tanto desde la óptica de la política económica como desde la perspectiva de transparencia y control fiscal al que se aspira. Es utópico suponer que una estructura muy consolidada como la economía en negro puede adaptarse rápidamente a los nuevos requerimientos. Es posible que una parte importante de agentes económicos estén dispuestos, durante un tiempo, a pagar un costo muy alto por mantenerse fuera del segmento legal. Incorporar estos actores en la economía formal es una tarea de largo aliento. La volatilidad cambiaria se mide en días; o semanas, como mucho.