Julio Nogués
El economista Julio Nogués aseguró que «la Argentina ha retornado a su tradicional proteccionismo a ultranza, pero mientras antes el mundo lo permitía (en los años de la guerra fría), el presente lo tolera mucho menos». En diálogo con Ámbito Financiero, el exfuncionario del Banco Mundial y experto en comercio explicó que «el mayor problema económico y lo que hipoteca nuestro futuro nivel de ingreso no es una determinada política, sino nuestra propia cultura: una cultura nacionalista y populista que aborrece la palabra competencia». Aquí las principales declaraciones de Julio Nogués a este diario.
Periodista: ¿Cómo están impactando las trabas para importar en la economía local y en la relación con el resto del mundo?
Julio Nogués: Ahora es un mundo bastante distinto al que la acompañó desde la década de 1940 hasta alrededor de 1989, cuando decidió integrarse al mundo. Fueron cinco décadas de proteccionismo a ultranza que le costó al país y su gente crecer a una tasa mucho menor que la de otros países competitivos y más eficientes. La Argentina ha retornado a su tradicional proteccionismo a ultranza, pero esta vez, en un mundo que ha aceptado las reglas del juego asociadas con economías abiertas y administradas de manera bastante transparente. Nuestro actual proteccionismo no es muy distinto al pasado.
P.: ¿El mundo tolera hoy ese proteccionismo?
J.N.: No tanto. Mientras aquel mundo lo permitía (eran los años de la guerra fría), el presente lo tolera mucho menos. La causa son los nuevos compromisos multilaterales firmados en 1995, incluso por la Argentina, que obligaron a una mayoría de los miembros de la OMC a reestructurarse con sacrificios para poder competir y exportar. Ahora la Argentina se ha alejado grotescamente del rebaño y esto ocurre por primera vez tanto en nuestro país como dentro de la OMC.
P.: ¿Qué consecuencias tendrá la expropiación de YPF?
J.N.: Tiene su principal fundamento en la misma ideología nacionalista que ha guiado nuestras políticas comerciales durante décadas. Ésta es una parte sustantiva de la cultura argentina que la población aplaude y vota. Entonces por qué parar en YPF. Todos los días hay empresas que se están comprando y vendiendo y algunas de ellas mucho más grandes que YPF y, sin embargo, no leemos que estas operaciones estén manchadas por hechos raros que merezcan la tapa de los diarios. Sin embargo, desde que anunciamos nuestra medida, nuestro riesgo-país aumentó sustancialmente (aproximadamente un 15%) y con ello disminuyeron los ingresos de nuestros factores productivos (trabajo, tierra y capital) como también, el valor de todos nuestros activos. Hay que ser muy necio para defender la posición de que «ellos están equivocados y nosotros no». Algo hicimos muy mal y ese algo nos seguirá costando mucho y por mucho tiempo, y sin embargo, la gran mayoría de la población y su dirigencia no indagan en las causas.
P.: ¿Estas decisiones tendrán impacto en el ritmo de crecimiento económico?
J.N.: Durante las primeras tres décadas del siglo pasado, nuestro ingreso per cápita fue equivalente al 90% del de Australia, pero a partir de 1940 comenzó una lenta y sostenida caída atribuible a nuestras políticas autárquicas. En la actualidad nuestro nivel de ingreso no supera el 50% del de este país, como explico en mi libro «Agro e Industria: del centenario al bicentenario». Cuando miramos el presente en el espejo de nuestro pasado, no podemos ser optimistas de que con las actuales políticas aceleraremos nuestro crecimiento y alcanzaremos los niveles de los países desarrollados. Por el contrario, la perspectiva de mediano plazo es la de un continuo deterioro relativo de nuestros ingresos.
P.: ¿Ése es el principal problema económico?
J.N.: Al igual que durante las últimas décadas, el mayor problema económico y lo que hipoteca nuestro futuro nivel de ingreso no es una determinada política (o conjunto de políticas), sino nuestra propia cultura: una cultura nacionalista y populista que aborrece la palabra «competencia». Si hoy empezaremos de cero y a nuestro primer presidente se le ocurriera la brillante idea de proteger la industria textil con un arancel del 25% para que estuviera más «aliviada de la competencia externa», la población no lo reelegiría. Porque debiera hacerlo si conoce la causa de pagar elevados costos por su vestimenta y en consecuencia, ser más pobre. Pero ya no estamos en el punto cero: estamos conviviendo en una maraña de leyes y regulaciones donde no distinguimos causa de efecto y donde desdeñamos los números y el análisis serio y nos inclinamos por la ideología superficial. Por eso tenemos un Instituto de Revisionismo Histórico y no uno que debata las causas profundas de nuestra debilidad económica con números y análisis serios.
P.: ¿La inflación está entre las prioridades?
J.N.: Tenemos frente a nosotros los precios de una gran mayoría de los bienes de consumo masivo que están entre los más elevados del mundo, pero por qué no se intenta explicarle a la población lo que pasa; por qué no hay más congresistas que digan que si no explican en detalle y profesionalmente lo que estamos haciendo con YPF y sus causas y consecuencias, no vota a favor de una propuesta que ya le está haciendo daño al país. La respuesta más convincente que encuentro es que nuestra sociedad se identifica con una cultura nacional-popular y los que denuncian y demandan profesionalidad en las decisiones de políticas públicas no son atractivos y no serán votados. De manera creciente la ciudadanía parece presentir que vamos hacia otro «pum». Pero no estamos dispuestos a enderezar el barco antes de que ocurra. Hemos perdido la brújula y el lodazal en que nos movemos representa la situación ideal para los grupos monopólicos e industrias altamente protegidas que seguirán obteniendo ingresos fáciles a costa del resto.
Entrevista de Florencia Lendoiro
El economista Julio Nogués aseguró que «la Argentina ha retornado a su tradicional proteccionismo a ultranza, pero mientras antes el mundo lo permitía (en los años de la guerra fría), el presente lo tolera mucho menos». En diálogo con Ámbito Financiero, el exfuncionario del Banco Mundial y experto en comercio explicó que «el mayor problema económico y lo que hipoteca nuestro futuro nivel de ingreso no es una determinada política, sino nuestra propia cultura: una cultura nacionalista y populista que aborrece la palabra competencia». Aquí las principales declaraciones de Julio Nogués a este diario.
Periodista: ¿Cómo están impactando las trabas para importar en la economía local y en la relación con el resto del mundo?
Julio Nogués: Ahora es un mundo bastante distinto al que la acompañó desde la década de 1940 hasta alrededor de 1989, cuando decidió integrarse al mundo. Fueron cinco décadas de proteccionismo a ultranza que le costó al país y su gente crecer a una tasa mucho menor que la de otros países competitivos y más eficientes. La Argentina ha retornado a su tradicional proteccionismo a ultranza, pero esta vez, en un mundo que ha aceptado las reglas del juego asociadas con economías abiertas y administradas de manera bastante transparente. Nuestro actual proteccionismo no es muy distinto al pasado.
P.: ¿El mundo tolera hoy ese proteccionismo?
J.N.: No tanto. Mientras aquel mundo lo permitía (eran los años de la guerra fría), el presente lo tolera mucho menos. La causa son los nuevos compromisos multilaterales firmados en 1995, incluso por la Argentina, que obligaron a una mayoría de los miembros de la OMC a reestructurarse con sacrificios para poder competir y exportar. Ahora la Argentina se ha alejado grotescamente del rebaño y esto ocurre por primera vez tanto en nuestro país como dentro de la OMC.
P.: ¿Qué consecuencias tendrá la expropiación de YPF?
J.N.: Tiene su principal fundamento en la misma ideología nacionalista que ha guiado nuestras políticas comerciales durante décadas. Ésta es una parte sustantiva de la cultura argentina que la población aplaude y vota. Entonces por qué parar en YPF. Todos los días hay empresas que se están comprando y vendiendo y algunas de ellas mucho más grandes que YPF y, sin embargo, no leemos que estas operaciones estén manchadas por hechos raros que merezcan la tapa de los diarios. Sin embargo, desde que anunciamos nuestra medida, nuestro riesgo-país aumentó sustancialmente (aproximadamente un 15%) y con ello disminuyeron los ingresos de nuestros factores productivos (trabajo, tierra y capital) como también, el valor de todos nuestros activos. Hay que ser muy necio para defender la posición de que «ellos están equivocados y nosotros no». Algo hicimos muy mal y ese algo nos seguirá costando mucho y por mucho tiempo, y sin embargo, la gran mayoría de la población y su dirigencia no indagan en las causas.
P.: ¿Estas decisiones tendrán impacto en el ritmo de crecimiento económico?
J.N.: Durante las primeras tres décadas del siglo pasado, nuestro ingreso per cápita fue equivalente al 90% del de Australia, pero a partir de 1940 comenzó una lenta y sostenida caída atribuible a nuestras políticas autárquicas. En la actualidad nuestro nivel de ingreso no supera el 50% del de este país, como explico en mi libro «Agro e Industria: del centenario al bicentenario». Cuando miramos el presente en el espejo de nuestro pasado, no podemos ser optimistas de que con las actuales políticas aceleraremos nuestro crecimiento y alcanzaremos los niveles de los países desarrollados. Por el contrario, la perspectiva de mediano plazo es la de un continuo deterioro relativo de nuestros ingresos.
P.: ¿Ése es el principal problema económico?
J.N.: Al igual que durante las últimas décadas, el mayor problema económico y lo que hipoteca nuestro futuro nivel de ingreso no es una determinada política (o conjunto de políticas), sino nuestra propia cultura: una cultura nacionalista y populista que aborrece la palabra «competencia». Si hoy empezaremos de cero y a nuestro primer presidente se le ocurriera la brillante idea de proteger la industria textil con un arancel del 25% para que estuviera más «aliviada de la competencia externa», la población no lo reelegiría. Porque debiera hacerlo si conoce la causa de pagar elevados costos por su vestimenta y en consecuencia, ser más pobre. Pero ya no estamos en el punto cero: estamos conviviendo en una maraña de leyes y regulaciones donde no distinguimos causa de efecto y donde desdeñamos los números y el análisis serio y nos inclinamos por la ideología superficial. Por eso tenemos un Instituto de Revisionismo Histórico y no uno que debata las causas profundas de nuestra debilidad económica con números y análisis serios.
P.: ¿La inflación está entre las prioridades?
J.N.: Tenemos frente a nosotros los precios de una gran mayoría de los bienes de consumo masivo que están entre los más elevados del mundo, pero por qué no se intenta explicarle a la población lo que pasa; por qué no hay más congresistas que digan que si no explican en detalle y profesionalmente lo que estamos haciendo con YPF y sus causas y consecuencias, no vota a favor de una propuesta que ya le está haciendo daño al país. La respuesta más convincente que encuentro es que nuestra sociedad se identifica con una cultura nacional-popular y los que denuncian y demandan profesionalidad en las decisiones de políticas públicas no son atractivos y no serán votados. De manera creciente la ciudadanía parece presentir que vamos hacia otro «pum». Pero no estamos dispuestos a enderezar el barco antes de que ocurra. Hemos perdido la brújula y el lodazal en que nos movemos representa la situación ideal para los grupos monopólicos e industrias altamente protegidas que seguirán obteniendo ingresos fáciles a costa del resto.
Entrevista de Florencia Lendoiro