OSLO (Noruega).- Dugnad. Esa podría ser una de las palabras que explica el éxito de Noruega, el país europeo que desde hace una década es sinónimo de bienestar. El diccionario define este término como: trabajo colectivo y gratuito con un fin determinado. Usa otro, tal vez más preciso: colaboración colectiva y gratuita para un fin común.
Con 5 millones de habitantes y abultadísimos ingresos por la explotación de petróleo se podría caer en la tentación de explicar la vida en este país nórdico exclusivamente como un producto de la distribución de esos índices. Pero sería un error.
Noruega, antes de convertirse en lo que es hoy, era una de las naciones más pobres de Europa. Sin embargo, la dugnad ya estaba presente. «El espíritu noruego de solidaridad y colaboración existe desde siempre. Puede ser una de las explicaciones de lo que es el país hoy. Nosotros confiamos más en la gente que otros países europeos, en general, y más que otros países del mundo», explica Torkild Lyngstad, especialista en sociología de familia y demografía de la Universidad de Oslo.
Un ejemplo de esa confianza: si se llega en avión no hay que completar formulario de inmigración. Sin pasar por escáneres, sólo hay que esperar el sello de Migraciones y prepararse para disfrutar de la bellísima ciudad de Oslo.
Esa confianza no ha cambiado después del brutal atentado que sufrió la capital noruega en julio último (ver aparte). «El discurso que dio el primer ministro no es sólo una postura. Es la voz de la sociedad», dice Geir Seljeseth, periodista que vive en Tromsø.
De hecho, ese ataque intentó cambiar una tradición histórica de este pueblo descendiente de vikingos: la solidaridad con otros pueblos. Una de las personalidades de Noruega es Fridtjof Nansen, explorador, científico, político y ambientalista, que obtuvo el premio Nobel de la Paz en 1922 por su trabajo con los refugiados. En rigor, él fue el primer presidente del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (Acnur).
En 1919, después de la Primera Guerra Mundial, Nansen se involucró en la Sociedad de Naciones como Alto Comisionado para varias iniciativas, incluida la organización del intercambio de prisioneros de guerra y ayuda a los refugiados rusos, y en abril de 1920 logró que regresaran a su país a todos los prisioneros.
Para esta campaña creó el pasaporte Nansen para los refugiados, permitiendo, en dos años, la repatriación de 450.000 prisioneros de 26 países. En la segunda mitad de 1920 trabajó para resolver la crisis de los armenios en Turquía.
Este espíritu solidario y pacifista trascendió las fronteras y convirtió a Oslo en la capital de la paz. Allí se entrega todos los años, cada 10 de diciembre, el galardón a la personalidad más destacada.
El premio se otorga en el City Hall de la ciudad, a pocos metros de la costa desde donde se puede observar el idílico paisaje que diseñan las montañas y las entradas del mar.
A unas 10 cuadras está la estación central de trenes de Oslo. Allí LNR se encuentra con una ejecutiva de la empresa ferroviaria que administra el tren que une la ciudad con el aeropuerto, Gro Jære. Ella y Tom Jære Johannessen viven en las afueras de Oslo. Además de compartir la crianza de sus tres hijos, Kristian, de 10, y Simen y Håkon, los mellizos de 8, se reparten las tareas de la casa. Gro pasa todos los días a buscar a los chicos por el after school care, aproximadamente a las 16.
Gro es ingeniera. Sale de su trabajo, se toma un tren regional (Norwegian Express Service) y viaja unos 30 minutos hasta Sørumsand, el pueblo en donde viven. En un relieve caprichoso cada casa tiene su propio espacio verde.
A pocas cuadras de la estación de trenes en donde dejó su auto está la escuela. Allí la esperan sus mellizos. «El after school care es un sistema que permite a los padres que tienen niños en el colegio primario hasta cuarto grado dejarlos una jornada completa. Allí juegan y hacen sus tareas para el día siguiente», explica Gro.
El after school care no es obligatorio. Pueden utilizarlo los padres que trabajan o estudian. En este espacio, que regularmente está a pocos metros del edificio escolar, los chicos quedan al cuidado de las maestras. Pero no todo es perfecto, en los últimos tiempos, ante la gran demanda, hay quejas porque no hay cantidad suficiente de docentes para cubrir esas vacantes. Desde 1999 las municipalidades deben contar con estos espacios para facilitar las tareas de los padres, según indican las fuentes oficiales.
Mientras Gro retiró a los mellizos, Tom pasó a buscar a su hijo más grande e hizo compras en el supermercado. Hoy le toca cocinar y le encanta atender a su familia. «En este país es muy común que los padres compartan muchas horas con sus hijos y ocupándose de la casa. Incluso hay políticas que lo promueven», agrega Tom.
La particularidad que presenta la legislación en Noruega es que ambos padres pueden elegir cómo dividirse la licencia cuando tienen un hijo, que es de 47 semanas con el total del sueldo o de 57 semanas con el 80% del salario. Además, ambos padres pueden tomarse un año sin goce de sueldo. En Noruega la ley establece que si la madre se toma toda la licencia, el padre tiene derecho a tomarse 12 semanas (en la Argentina son apenas tres días). Si no las toma, las pierde.
«Esto favorece la igualdad. Una empresa puede tomar a una mujer o a un hombre en edad de procrear con el mismo riesgo de que se tome la licencia», explica Gro.
En 2008 el 90% de los padres aprovechó su cuota, en tanto que el porcentaje de varones que usan un período mayor de la licencia también va en aumento. En 2008, el 16,5% de los padres tomó un período mayor del permiso que la cuota en sí. El equivalente para 2000 era del 11 por ciento.
La familia ama ir de paseo. Tom es un fanático del montañismo y le encanta la Argentina. «He estado en el Aconcagua, en Mendoza», cuenta. A Gro nuestro país le resulta más familiar, ya que su hermana Lisbet vive en Buenos Aires hace cuatro años. «El nivel de vida en Noruega permite que viajemos. Especialmente durante el verano paseamos por otros países europeos. Nos encantaría pasear en invierno, pero no siempre tenemos días disponibles de vacaciones», agrega ella.
El invierno es una de las etapas más duras: en algunas regiones del país pasan hasta 51 días de oscuridad. Para paliar estas inclemencias muchos noruegos eligen el Mediterráneo como destino de sus vacaciones u otras latitudes más amigables, como algunos lugares de América del Sur.
Muchos estudiantes, por ejemplo, optan por las playas de Costa Rica, Cuba o Brasil, incluso para vivir su experiencia en países extranjeros. El verano es muy esperado por estas latitudes. En el norte del país se puede vivir la experiencia del sol de noche en la que la luz solar es permanente. Aquí, en Oslo, el sol se oculta cerca de las 20 y no llega a anochecer, sólo se vive una oscuridad parecida al atardecer porteño en este verano boreal.
Lo que sí es frecuente es la lluvia. El verano es bastante húmedo, un poco más en Bergen, la segunda ciudad en cantidad de habitantes de este país. Sin embargo, el optimismo nórdico es notable: «Aquí no hay mal tiempo, hay gente mal vestida», bromean.
Es que los accesorios que no pueden quedar olvidados cuando se visitan estas ciudades son los pilotos y los paraguas. Este último igualmente puede conseguirse en cada local comercial, incluso en los que venden comida. Y las botas para la lluvia pueden obtenerse aquí con los más ocurrentes diseños.
También es frecuente cruzarse con grupos de niños pequeños en parques y plazas de las ciudades vistiendo pilotos y chalecos refractarios. Son alumnos del kinder que, como parte de su currícula, son llevados a conocer su patrimonio histórico y monumental. Por ejemplo, junto a LNR viajó un grupo de niños en el tren que va desde Bergen hasta Oslo para tomar el paseo que recorre los impactantes fiordos que tiene esta región.
Pero no es sólo la confianza, la solidaridad y el fomento de la familia y las tradiciones lo que explica el éxito noruego en una Europa con crecientes problemas económicos. Desde hace 10 años Noruega está en los primeros puestos del ranking del Indice de Desarrollo Humano (IDH).
El índice, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se basa en un indicador social estadístico compuesto por tres parámetros: vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno. La Argentina ocupó el puesto 46 el año último.
Noruega tiene como bases de su economía la industria forestal, la pesca, la minería y el turismo. Es el tercer exportador de crudo del mundo.
El despegue del país comenzó después de la Segunda Guerra Mundial, más precisamente el 23 de diciembre de 1969, cuando se descubrió el primer yacimiento de gas y petróleo. Hoy Noruega tiene unos 60 yacimientos en producción en la plataforma continental noruega, y Statoil, la empresa con mayoría accionaria estatal, es la primera petrolera offshore del mundo. El país, en 2010 fue el séptimo exportador mundial.
Statoil, al igual que el resto de las empresas estatales, está obligada a dar ganancias y a rendir cuentas, y el desempeño de sus directivos se mide con el de sus pares en empresas competidoras.
Una de las bases del estado de bienestar noruego, que comenzó gradualmente con el sistema de salud, es hoy un fondo nacional que se alimenta con la rentabilidad que da el crudo.
Este resguardo es una especie de caja de ahorro en la que hay unos 540.000 millones de dólares. Se trata del Fondo Global de Pensiones de Noruega, o fondo del petróleo.
Ese dinero se maneja con los mismos criterios que el de un fondo de inversión privado, salvo un detalle: las inversiones deben ajustarse a las «creencias éticas del pueblo noruego». Ese código prohíbe realizar inversiones en empresas tabacaleras, en las que producen armas nucleares o minas antipersonales, en las que violan leyes laborales o normas internacionales, o en las que dañan el ambiente.
Por orden del Parlamento, la mitad de las inversiones en acciones y el 60% de las que están en deuda pública y privada se ubican en Europa. La otra parte del fondo se divide en el resto del mundo. Sólo el 4% del fondo se gira al presupuesto cada año.
Esta receta ha dado buenos resultados. El ingreso per cápita anual de este país es de 58.000 dólares. Y a pesar de que se registran bajos niveles de desempleo, los subsidios para quienes no trabajan alcanzan, aproximadamente, el 87% del salario por más de un año.
Según cifras oficiales, el desempleo es de aproximadamente el 3,3 por ciento, unas 90.000 personas.
«Acá todo funciona muy bien, no existe la pobreza estructural. El secreto es la igualdad», dice Sergio Bentivegna, un abogado argentino, de 46 años, que llegó a estas tierras de la mano de su primera esposa en 1991.Aunque tenía el título universitario homologado en España, quiere hacerlo también aquí. «Estaba trabajando como jurista en la comuna, pero ahora estoy estudiando. Soy abogado español y me dieron una beca para ser jurista con el sistema noruego. Me pagan unos 2000 dólares por mes. Me descuentan alrededor de 20% en concepto de impuestos y si consiguiera un trabajo extra debería pagar 36 por ciento», cuenta.
Lyngstad, que trabaja en su oficina del complejo de la Universidad de Oslo, explica que los impuestos son una de las herramientas que el Estado usa para fomentar la equidad. Noruega es gobernada por una monarquía parlamentaria. Hoy es el Partido Laborista el que cuenta con la mayoría de los representantes, así como con el primer ministro.
«Aquí no se puede tener un ingreso mucho más alto que el resto, porque existen impuestos progresivos. Lo que se recauda se destina principalmente a la educación y a la ciencia.» Como para darse una idea de la diferencia: el sueldo mínimo podría ser de 1500 euros y el máximo, de 15.000 euros, después de haberle descontado los impuestos.
En Noruega casi el 10% de la población es inmigrante. A los que llegan de los distintos países de Europa le siguen los asiáticos.
«Esta sociedad no hace discriminaciones políticas ni sociales ni étnicas. Aunque la amistad depende de cada individuo, puedo decir que tengo muchos amigos noruegos», agrega el argentino.
Bentivegna, que tiene dos hijos noruegos, no piensa en mudarse. Regresó a la Argentina a fines de 1996, pero en 2003 volvió a Noruega. Ya se había acostumbrado a los duros días de invierno y al idioma, que es de los más difíciles de aprender. El ya forma parte de ese engranaje colectivo que supo armar Noruega. Ese que, sin pedir nada a cambio, busca un fin común: dugnad.La tranquilidad de las calles de Oslo fue sacudida el 22 de julio último. Un doble atentando dejó casi un centenar de muertos. El ultraderechista Anders Behring Breivik, autor material del ataque, tuvo una intención clara: darle un golpe al estado de bienestar de Noruega.
El primer mensaje que quiso enviar el perpetrador fue: nunca más podrán vivir en paz ni volver a sentirse seguros.
Afortunadamente no fue así. «Han cambiado muchas cosas, pero el pensamiento noruego no ha cambiado. Cuando el primer ministro [Jens Stoltenbger] dijo que el ataque debía ser respondido con más apertura y con más democracia no fue sólo una postura, fue la profunda voz del pueblo», dice Geir Seljeseth, periodista noruego.
Stoltengerg dio varios discursos dignos de ser mencionados, pero el más memorable fue, tal vez, el que dio en memoria de las víctimas.
«Nosotros debemos dar seguridad. Estar preparados crea seguridad, los policías en las calles crean seguridad. Control, entrenamiento, equipo. Nosotros podemos hacer todo esto, pero necesitamos algo más importante: los necesitamos a ustedes. No importa el lugar donde vivan ni el dios en el que crean. Cada uno de nosotros debe asumir su responsabilidad. Cada uno de nosotros debe resguardar nuestra libertad. Juntos podremos formar una cadena inquebrantable de solidaridad, democracia y seguridad. Esta es nuestra protección contra la violencia.»
Este discurso muestra la particular forma de afrontar un hecho de esta naturaleza. Y no sólo se conocieron las repercusiones políticas. Benjamin Oesteboe, de 16 años, es un sobreviviente y perdió a cinco amigos en la matanza. En su página de Facebook escribió una carta que luego fue difundida por el periódico noruego Dagbladet: «Tal vez creés que has ganado. Mataste a mis amigos y pensás que destruiste al Partido Laborista y a quienes creen en una sociedad multicultural. Quiero que sepas que fracasaste. Sos el hombre más odiado de Noruega. Muchos están enfadados, pero yo no estoy enfadado. No tengo miedo. No podrás alcanzarnos, somos más grandes que vos».
A pesar de que los mayores ingresos económicos de Noruega provienen del petróleo y de otras industrias consideradas contaminantes (como la minería) el país hace grandes inversiones en lo que se refiere al ambiente.
Además de la importancia que le da a los recursos naturales, cabe recordar que también son altos los ingresos que generan la pesca y el turismo en esas regiones, y son abultadas las inversiones en tecnología e innovación para el cuidado del ambiente.
Una de las apuestas más fuertes que realiza el país es en tecnologías para la captura de dióxido de carbono (CO2) de los pozos petroleros. La captura y almacenamiento del carbono, también llamado secuestro de carbono, atrapa el CO2 después de producirse y lo inyecta debajo del suelo. El gas nunca entra en la atmósfera. Esta práctica podría transformar a los grados emisores de carbono (como por ejemplo las plantas de energía de carbón) en máquinas relativamente limpias que respetan por el calentamiento global.
Después de 10 años de instrumentar la tecnología, la empresa estatal Statoil comienza a ensayar tres tecnologías nuevas en procesos industriales.
La planta experimental se encuentra en Mongstad y por el momento trabajará con dos tecnologías de captura. La novedad de esta planta es la captura del gas de efecto invernadero después de la combustión, algo que se hace en muy pocos lugares en el mundo y en todos los casos de modo experimental.
La idea es practicar durante unos cinco años con estas tecnologías para perfeccionarlas y hacerlas competitivas y económicamente viables mientras se cumple el objetivo de capturar 100.000 toneladas de CO2 al año.
Los proyectos que realizan las empresas son apoyados por la ONG más importante de Noruega: Bellona. «La cosa que me preocupa más que el ambiente es la apatía de la gente», dice Frederic Hauge.
Hauge es un naturalista noruego comprometido con la preservación del ambiente y fundó Bellona en 1986. El activista es famoso por sentarse a hablar con los industriales y comprometerlos a invertir en los cambios de tecnología.
En las modernas oficinas de Bellona, Haugue lidera un equipo de 60 expertos en donde hay más ingenieros y físicos que militantes antisistema. Para Bellona la nueva política medioambiental de la industria debe dirigirse a la captura y almacenamiento de carbono, que es una de las tres medidas absolutamente necesarias para cumplir con los compromisos y desafíos del cambio climático, junto con la mejora de la eficiencia energética y la investigación intensiva en energías renovables.
El ministro de Medio Ambiente noruego, Erik Solheim, recibió a LNR en su despacho y destacó la importancia que el Gobierno le da a las tecnologías para combatir las emisiones de efecto invernadero que provocan el cambio climático: «Gran parte de los países más afectados por el cambio climático son aquellos peor preparados para enfrentar los desafíos. Algunos países carecen prácticamente de todos los sistemas e instituciones necesarios para hacer frente a los desafíos y crisis vinculadas con el cambio climático.»
En ese sentido, destacó las inversiones realizadas para las nuevas tecnologías, como la captura de CO2, y puso el acento durante la última cumbre del clima en los aportes realizados por Noruega. «La cooperación tecnológica juega un rol importante en la promoción del desarrollo y al mismo tiempo en la reducción de emisiones de gases invernaderos. La creación del nuevo fondo de fideicomiso manda un señal clara a los países en vías de desarrollo que quieren facilitar la cooperación, la captura y el almacenamiento del carbono», dijo Solheim en esa oportunidad..