Después del intento fallido del ALCA como mecanismo para replicar la doctrina Monroe y/o la Alianza para el Progreso en el siglo XXI, Estados Unidos sigue empecinado en dominar a su patio trasero. El capital transnacional opera como siempre: expansionismo desesperado en momentos de tambaleo de la tasa de ganancia en el centro de la economía del mundo. En todo esto, América latina fue sin duda uno de los lugares más deseados para estos hombres de negocios. Pero no toda la región aceptó esta política basada en la acumulación por desposesión que permite un capitalismo a favor de la concentración de riqueza.
La Alianza Pacífico es una muestra más de este contraataque neoliberal. Esta coalición de México, Colombia, Perú y Chile, con el inminente arribo de Costa Rica, se constituye en una suerte de new age del neoliberalismo. A partir de una iniciativa del presidente peruano Alan García allá por el año 2011, y con Colombia en la punta, con un Santos representante del nuevo formato de presidente conservador, pero moderno, aparentemente conciliador, y más amigo de sus enemigos geopolíticos regionales, se fue conformando esta Alianza Pacífico que procura ser el bloque regional antiprogresista. De reciente creación, del 6 de junio del 2012, se ha sucedido un proceso acelerado de consolidación de esta propuesta. No es sólo un bloque comercial; apunta a un nivel superior. Esta coalición continúa creando múltiples estadios de integración. En lo comercial, son los Tratados de Libre Comercio con EE.UU. y UE; más bobo aperturismo frente a países que son exageradamente proteccionistas a favor de sus grandes empresarios. En lo financiero, apuntan a una integración de los mercados bursátiles. En lo productivo, transnacionalizan la producción de tal manera que el valor se fugue hacia el exterior y en el país sólo queden indignos salarios y mucha pobreza.
Sin embargo, en la Alianza Pacífico, no es oro todo lo que reluce. Ni en lo económico, ni en lo político, y muchos menos en lo social. Esta alianza es más un intento desde afuera que una propuesta desde adentro. Un dato constata esto: el comercio en esta intrazona es ínfimo, sólo representa el 2 por ciento de su total exportado. Son países-dependientes de la inversión extranjera directa. En términos de integración, la Alianza Pacífico no es tan compacta como aparenta. Uno de sus integrantes, México, nunca miró mucho al Sur desde que fue capturado por el Norte. Chile tampoco se caracteriza por ser un país muy relacionado en el continente. En cambio, Colombia y Perú sí son realmente los centros de gravitación de este proyecto. Pero éstos no pasan por su mejor momento político ni social. Ambos presidentes, Santos y Humala, han descendido en su valoración; el colombiano ha bajado en septiembre al 34 por ciento en aprobación; el peruano ya tiene el 67 por ciento de desaprobación. La protesta social es cada vez más visible y creciente en todos estos países. Las calles están llenas de pueblo rechazando todas sus políticas. En México se resiste a la reforma educativa, la privatización de Pemex y la última reforma tributaria. En Chile se viene dando una protesta continua en contra de la educación privada. En Perú también han sido masivas las manifestaciones de médicos, trabajadores públicos y estudiantes. El epicentro de estas movilizaciones sociales, indudablemente, está en Colombia, en la que se está produciendo un paro campesino duradero que centra su demanda no sólo en aspectos coyunturales, sino que persigue un cambio estructural de la política, en la que no quepan TLC, ni la tierra tan antidemocráticamente repartida. El paro fue campesino y agrario, pero a éste se le sumaron tantos otros sectores sociales dando señales de que los colombianos están ya hartos de esta democracia aparente con exceso de capitalismo neoliberal.
Todas esas movilizaciones sociales recorren el Pacífico en rechazo a esa nueva propuesta, pero de viejas y conocidas nefastas consecuencias. Esta Alianza busca la latinoamericanización del modelo fracasado europeo y estadounidense: patrón económico de crecimiento empobrecedor, de migajas distribuidas para las mayorías a cambio de mucha riqueza para unos pocos. Es una vez más un pacto por arriba sin contar con los de abajo; es el enésimo intento de construir más Norte en el Sur. América latina ya le dijo una vez No al ALCA, y no es de extrañar que le profiera otro nuevo No a esta suerte de proceso de desintegración social que puede sobrevenir en el Pacífico. En el otro lado, en la integración con rostro humano, están el ALBA, la Unasur, y hasta me atrevo a decir que el Mercosur.
* Doctor en Economía.
La Alianza Pacífico es una muestra más de este contraataque neoliberal. Esta coalición de México, Colombia, Perú y Chile, con el inminente arribo de Costa Rica, se constituye en una suerte de new age del neoliberalismo. A partir de una iniciativa del presidente peruano Alan García allá por el año 2011, y con Colombia en la punta, con un Santos representante del nuevo formato de presidente conservador, pero moderno, aparentemente conciliador, y más amigo de sus enemigos geopolíticos regionales, se fue conformando esta Alianza Pacífico que procura ser el bloque regional antiprogresista. De reciente creación, del 6 de junio del 2012, se ha sucedido un proceso acelerado de consolidación de esta propuesta. No es sólo un bloque comercial; apunta a un nivel superior. Esta coalición continúa creando múltiples estadios de integración. En lo comercial, son los Tratados de Libre Comercio con EE.UU. y UE; más bobo aperturismo frente a países que son exageradamente proteccionistas a favor de sus grandes empresarios. En lo financiero, apuntan a una integración de los mercados bursátiles. En lo productivo, transnacionalizan la producción de tal manera que el valor se fugue hacia el exterior y en el país sólo queden indignos salarios y mucha pobreza.
Sin embargo, en la Alianza Pacífico, no es oro todo lo que reluce. Ni en lo económico, ni en lo político, y muchos menos en lo social. Esta alianza es más un intento desde afuera que una propuesta desde adentro. Un dato constata esto: el comercio en esta intrazona es ínfimo, sólo representa el 2 por ciento de su total exportado. Son países-dependientes de la inversión extranjera directa. En términos de integración, la Alianza Pacífico no es tan compacta como aparenta. Uno de sus integrantes, México, nunca miró mucho al Sur desde que fue capturado por el Norte. Chile tampoco se caracteriza por ser un país muy relacionado en el continente. En cambio, Colombia y Perú sí son realmente los centros de gravitación de este proyecto. Pero éstos no pasan por su mejor momento político ni social. Ambos presidentes, Santos y Humala, han descendido en su valoración; el colombiano ha bajado en septiembre al 34 por ciento en aprobación; el peruano ya tiene el 67 por ciento de desaprobación. La protesta social es cada vez más visible y creciente en todos estos países. Las calles están llenas de pueblo rechazando todas sus políticas. En México se resiste a la reforma educativa, la privatización de Pemex y la última reforma tributaria. En Chile se viene dando una protesta continua en contra de la educación privada. En Perú también han sido masivas las manifestaciones de médicos, trabajadores públicos y estudiantes. El epicentro de estas movilizaciones sociales, indudablemente, está en Colombia, en la que se está produciendo un paro campesino duradero que centra su demanda no sólo en aspectos coyunturales, sino que persigue un cambio estructural de la política, en la que no quepan TLC, ni la tierra tan antidemocráticamente repartida. El paro fue campesino y agrario, pero a éste se le sumaron tantos otros sectores sociales dando señales de que los colombianos están ya hartos de esta democracia aparente con exceso de capitalismo neoliberal.
Todas esas movilizaciones sociales recorren el Pacífico en rechazo a esa nueva propuesta, pero de viejas y conocidas nefastas consecuencias. Esta Alianza busca la latinoamericanización del modelo fracasado europeo y estadounidense: patrón económico de crecimiento empobrecedor, de migajas distribuidas para las mayorías a cambio de mucha riqueza para unos pocos. Es una vez más un pacto por arriba sin contar con los de abajo; es el enésimo intento de construir más Norte en el Sur. América latina ya le dijo una vez No al ALCA, y no es de extrañar que le profiera otro nuevo No a esta suerte de proceso de desintegración social que puede sobrevenir en el Pacífico. En el otro lado, en la integración con rostro humano, están el ALBA, la Unasur, y hasta me atrevo a decir que el Mercosur.
* Doctor en Economía.