Oktoberfest

Escribe Fabián Doman
Es tan importante la influencia que Alemania tiene en la economía mundial que a uno le pasa con sus elecciones lo mismo que con las de Estados Unidos : suena a injusto que solo participen los alemanes y los norteamericanos. Victimas –y a veces victimarios, nosotros mismos- de las decisiones políticas de los presidentes en Washington y de los primeros ministros, ahora otra vez en Berlín, miramos sus elecciones con nostalgia. Y preocupación.
Está claro que si Grecia hubiera constituido un distrito electoral de una Alemania que ayer eligió abrumadoramente nuevamente a Angela Merkel, es probable que el resultado hubiese sido otro. Pero no. Votaron los germanos del sur de la pintoresca y nacionalista Baviera, del norte industrializado de Westfalia y los afrancesados de Dusseldorf. Y ganó una mujer metódica, ordenada y previsible, que el viernes previo a la elección no cambió su habitual costumbre de ir de compras a un supermercado.
La del domingo no fue una victoria más de Merkel. Con su casi 42% mejoró ocho puntos con respecto al 2009 y dejó a los socialdemócratas del SPD con apenas el 25%. Desaparecieron del piso del 5% por primera vez en décadas los liberales, habituales aliados de los democristianos para formar gobierno. De ahí que en la mañana del lunes, Merkel haya llamado –más por cortesía que por otra cosa- al SPD para formar gobierno.
Minué de formas y modos del primero de los mundos, en el que el líder socialdemócrata siguió a pie juntillas contestando que era prematura una respuesta ahora, y que había que consultar con su partido el viernes.
¿Es el triunfo de Merkel comparable y asimilable a la ola de derecha de los ochenta de Thatcher y/o Reagan? ¿Es la reencarnación alemana de Bush (hijo?) A juzgar por sus dichos y sus actos, pareciera haber dos Merkel. Una exterior y otra interior.
La exterior se vistió con sus mejores galas la noche del domingo. «Este resultado electoral es un fuerte voto de confianza hacia mí y un fuerte voto de los alemanes por una Europa unida. Si han seguido la campaña sabrán que yo he repetido a menudo lo importante que Europa es para nosotros, no sólo desde el punto de vista económico sino también como sociedad de valores, como espacio de libertad, de democracia para 500 millones de personas y mi credo es que esta Europa debe aprender, encontrar su lugar en el mundo global para defender los intereses europeos» dijo confirmando el liderazgo de una Europa liderada, a su vez, por Alemania. Y para que no queden dudas agregó: «Europa debe lograr lo que Alemania ya logró, salir más fuere de la crisis. Alemania ya ha pasado por esa experiencia. Hace 10 o 12 años, Alemania era el enfermo de Europa y a través de las reformas hemos logrado una salida política a la crisis. Y lo que hemos logrado en Alemania lo puede lograr también el resto de los socios europeos». O sea dale más Alemania a Europa. Más claro imposible.
Sin embargo esta Merkel convive con la otra, la interior. Creadora del «realismo contable» por su apego al manejo austero de las cuentas públicas es la Primer Ministro que como bien señalaba el domingo el diario El País «ocupa, ella sola, casi todo el espectro ideológico de los partidos democráticos alemanes. Se escapan algunos flecos, como la equiparación entre las uniones civiles entre personas del mismo sexo y los matrimonios tradicionales. El 74% de los alemanes la apoya y a Merkel no le gusta contradecir a mayorías tan amplias, pero de momento prefiere no enfrentarse al ala más conservadora de su partido. Si, como esperan los expertos, el Constitucional la obliga a legislar dicha equiparación, Merkel quedará en la memoria de ese 74% como la canciller que aplicó la reforma».
Para la visión de los politólogos, analistas y periodistas del viejo continente, Merkel aparece para los alemanes como el «justo medio» que ellos quieren para su país. Cualidad de una dirigente política que se calza el traje de mujer común que maneja la economía del país con la misma rigidez que su tarjeta de crédito cuando va de compras a un shopping. En esto si hay algo de thatcherismo, cuando la PM británica se presentaba como un ama de casa que compraba en un almacén.
Para un mundo carente de liderazgos –de ahí la explicación, entre otras del fenómeno del papa Francisco- donde Estados Unidos tiene un Presidente que promete hacer olvidar a Bush y durante dos semanas defiende en soledad un ataque militar a Siria –lo que por otra parte no justifica la matanza que lleva adelante Bashar Al Asad- y los «G», 7 o 20 se reúnen sin llegar a más acuerdos que los circunstanciales, la figura de Merkel con su sencillez, tozudez, pragmatismo y una simple receta de austeridad alcanza para marcar la diferencia. Por lo bueno y por lo malo.

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