El periodista Andrés Oppenheimer visitó la Argentina y presentó su último libro, donde analiza las claves para innovar. Explica por qué la intolerancia social al fracaso individual se convierte en una traba para el desarrollo de proyectos. Sobre el recambio 2015, dice: «Macri, Scioli o Massa son mejor que Cristina porque entienden que para crecer necesitás inversión».
No es casualidad que, al momento de escribir estas líneas, una empresa como Apple valga 20% más que todo el producto bruto de la Argentina y más del doble que el producto bruto de Venezuela», describe el periodista argentino, conductor de la CNN y columnista de The Miami Herald Andrés Oppenheimer desde las páginas de su último libro ¡Crear o morir!, donde analiza qué tienen los emprendimientos exitosos y cuáles son las claves para la innovación. En un mano a mano, compartió su visión sobre las cuentas pendientes que tiene, todavía, la Argentina.
¿Estamos ya viviendo en la era de la economía de la innovación?
– El trabajo mental va a valer cada vez más y el manual, cada vez menos. Hace poco, Kodak quebró por no querer meterse en la fotografía digital. En el mismo año, Instagram, con 13 empleados, se metió de lleno y se vendió en u$s 1.000 millones. Es el mundo en el que estamos viviendo y en el que vamos a vivir. Fui a Silicon Valley y entrevisté a algunos de los innovadores más exitosos. Por eso, le dedico un capítulo a Gastón Acurio, el chef peruano que revolucionó la cocina mundial, o a Pep Guardiola, el entrenador del Barcelona.
Que innovó, justamente, en cómo armó la defensa de su equipo.
– Fue innovar cuando estás ganando. Porque todos innovamos cuando te va mal y él lo que hacía, y sigue haciendo, es ganar cinco partidos seguidos y cuando el adversario piensa que va a jugar con el mismo equipo, lo cambia, sorprende al rival y gana. También exploré los casos de Richard Branson, con los viajes intergalácticos, y de Pettis, el inventor de la impresora 3D. Y llegué a conclusiones de qué tenemos que hacer los países latinoamericanos para producir innovadores de talla mundial.
¿Por qué cree que la Argentina, hasta ahora, no pudo tener un Steve Jobs?
– Los innovadores florecen en culturas que veneran a la innovación. La Argentina tiene una cultura que venera a futbolistas, a los cantantes de rock y a las actrices de telenovelas. La Argentina tiene a 10 millones de chicos que quieren ser el próximo Messi, pero le faltan 10 millones de chicos que quieran ser el próximo Steve Jobs. Para crear al próximo Steve Jobs, necesitas una cantera, como en el fútbol; necesitás a 10 millones de chicos que quieran ser el próximo Steve Jobs. La Argentina necesita un Messi de la tecnología, un Di María de las ciencias. Y gran culpa la tenemos los medios y los empresarios, que no estamos haciendo lo suficiente para crear esa cultura de admiración por los innovadores y los emprendedores.
¿Qué rol juega la tolerancia social al fracaso individual?
– Es la segunda gran cosa para responder a tu pregunta anterior. En la Argentina, crucificamos a los que fracasan cuando en Silicon Valley se los felicita, porque está asumido que es un escalón más en el camino al éxito. En Silicon Valley, la gente se vanagloria de los fracasos. A Steve Jobs, a los 30 años, lo echan de Apple, sale en todas las revistas, como despedido, y en cualquiera de estos países la reacción social hubiera sido que se quemó, que se acabó. En cambio ahí, al día siguiente, salió a buscar dinero para su próximo proyecto. Necesitamos tolerancia social con el fracaso individual. Thomas Alva Edison hizo mil intentos antes de la lamparita. Los hermanos Wright tuvieron 163 vuelos fallidos antes del primer vuelo exitoso. Henry Ford llamó así al Ford T porque empezó con el A, el B, el C hasta llegar al T. La Argentina tiene que dejar de crucificar a los que fracasan porque el fracaso es un escalón necesario e inexorable en el camino al éxito.
No sucede lo mismo en la política, donde los funcionarios pueden fracasar y volver al ruedo.
– Pero en la política es diferente. Una vez, estaba con Enrique Iglesias, que era el presidente del BID. Estábamos comentando por Alan García, Daniel Ortega, todos estos que hacen desastres y después vuelven. Entonces, me dice: «Andrés, en política vos podés hacer cualquier cosa, menos morirte físicamente. Pero si te quedás haciendo siempre lo mismo, eventualmente, las cosas vuelven a vos». El tema de la tolerancia social con el fracaso individual, en el caso argentino, es importantísimo. En la Argentina, fracasás con una startup y sos un paria social por los próximos cinco años: los bancos no te van a dar un mango partido por la mitad.
¿La situación de los países vecinos, a la hora de emprender, es distinta?
– Vengo de Chile y la presidenta Bachelet acaba de aprobar una ley en el Congreso por la cual, si vos fracasás en una empresa, al día siguiente, podés salir con otra ya. No hay un castigo penal. En la Argentina, quebrás y te convertís en un paria social. Claro, si te prueban fraude es otra cosa, pero vos podés quebrar por motivos ajenos a tu voluntad. La Argentina tiene trabas sociales, culturales y legales, producto de la cultura de falta de tolerancia con el fracaso que hace muy difícil que surja un Steve Jobs, un Bill Gates.
¿Qué pueden hacer los gobiernos para impulsarlo?
– El 90 por ciento de la innovación es de abajo para arriba. Los gobiernos pueden, primero, dejar hacer, que es lo fundamental. Y pueden ayudar, por ejemplo, creando esa cultura de veneración por los innovadores. Lo que me queda claro es que los polos tecnológicos, parques industriales y científicos son proyectos políticos e inmobiliarios, pero que no tienen nada que ver con la innovación.
¿Es una crítica, entre líneas, a los polos tecnológicos que se están desarrollando en la ciudad de Buenos Aires?
– No, no. Justamente, esta mañana fui a ver el distrito tecnológico de Buenos Aires y no es eso, no están construyendo un enorme complejo, al contrario, están usando galpones, cosa que me parece fantástico. Hablo de Tecnópolis, que es un proyecto inmobiliario, o de lo que está haciendo Correa en Ecuador. Los gobiernos pueden ayudar a crear una cultura de veneración por los innovadores, en conjunto con los medios de prensa, con los empresarios. Los gobiernos pueden dar premios. Necesitamos que 10 millones de chicos no solo quieran ser el próximo Messi sino que quieran ser el próximo ganador del Nobel de Química.
¿Y cómo puede hacerse?
– Una forma es con los premios. Hoy, un chico de 15 años gana la olimpíada de matemáticas y lo ponés en la página de Sociales, un parrafito. Ninguna chica de su clase va a querer salir con él porque va a decir que es un nerd. Ahora, a ese chico le das un premio de u$s 100.000 y deja de ser nerd y las chicas van a decir «caramba, tiene algo interesante el pibe». Ahí sí va a ir a primera plana. Hay muchas cosas que los gobiernos pueden hacer. Pero la principal es dejar hacer. Sobre todo, en un país como éste, con tanto talento.
¿No cree que la alta carga impositiva es un condicionante?
– Pero la Argentina tiene enormes ventajas porque tiene unos bolsones de creatividad impresionante. Una de las cosas que recojo de Richard Florida, un teórico de la innovación, es que, antes, la gente creativa iba adonde estaban las empresas y ahora, cada vez más, las empresas van adonde está la gente creativa. Y la Argentina tiene mucha gente creativa. Apenas en este país se descongelen un poco todas estas trabas ideológicas, culturales y legales, podés tener una explosión de innovación a escala mundial. La materia prima está.
Usted viene todos los años a la Argentina. ¿Cómo la encontró esta vez, frente a la anterior?
– La veo mucho mejor porque está más cerca de octubre del año que viene (N. de R: en alusión al recambio presidencial de 2015). Falta mucho menos que antes.
¿Cómo vio la negociación de la Argentina con los holdouts?
– Un alto funcionario de una organización financiera internacional me comentaba el otro día, hablando de Kicillof, sobre cómo se manejó en Nueva York: «¿Vos te operarías con un cirujano que hizo su tesis sobre la teoría general de la cirugía?». Pero la buena noticia es que esto va a pasar pronto y que todos los que están en el banco de suplentes son mejores que los titulares.
¿Hay alguno de los candidato presidenciables al que vea con mejor cintura?
– Creo que los tres, Macri, Massa y Scioli, son mucho mejores que la Presidenta. Cualquiera de los tres sería mejor, porque entienden una cosa muy básica: para crecer, necesitás inversión. Sin inversión, no hay crecimiento y sin crecimiento, no hay reducción de pobreza. No tenés que ser un gran erudito. Pero esta gente que está en el poder no lo entiende. Por eso pasó lo obvio, lo que todos decíamos que iba a pasar, hace unos años. El crecimiento fue directamente proporcional al alza de las materias primas y eso del modelo K era un cuento chino que creían algunos aquí pero afuera nadie se lo compró nunca. Era obvio. Ahora, lo importante va a ser que se construya un país que reciba inversiones. Creo que todos los que están en el banco de suplentes entienden eso mejor que los que están en la cancha.
No es casualidad que, al momento de escribir estas líneas, una empresa como Apple valga 20% más que todo el producto bruto de la Argentina y más del doble que el producto bruto de Venezuela», describe el periodista argentino, conductor de la CNN y columnista de The Miami Herald Andrés Oppenheimer desde las páginas de su último libro ¡Crear o morir!, donde analiza qué tienen los emprendimientos exitosos y cuáles son las claves para la innovación. En un mano a mano, compartió su visión sobre las cuentas pendientes que tiene, todavía, la Argentina.
¿Estamos ya viviendo en la era de la economía de la innovación?
– El trabajo mental va a valer cada vez más y el manual, cada vez menos. Hace poco, Kodak quebró por no querer meterse en la fotografía digital. En el mismo año, Instagram, con 13 empleados, se metió de lleno y se vendió en u$s 1.000 millones. Es el mundo en el que estamos viviendo y en el que vamos a vivir. Fui a Silicon Valley y entrevisté a algunos de los innovadores más exitosos. Por eso, le dedico un capítulo a Gastón Acurio, el chef peruano que revolucionó la cocina mundial, o a Pep Guardiola, el entrenador del Barcelona.
Que innovó, justamente, en cómo armó la defensa de su equipo.
– Fue innovar cuando estás ganando. Porque todos innovamos cuando te va mal y él lo que hacía, y sigue haciendo, es ganar cinco partidos seguidos y cuando el adversario piensa que va a jugar con el mismo equipo, lo cambia, sorprende al rival y gana. También exploré los casos de Richard Branson, con los viajes intergalácticos, y de Pettis, el inventor de la impresora 3D. Y llegué a conclusiones de qué tenemos que hacer los países latinoamericanos para producir innovadores de talla mundial.
¿Por qué cree que la Argentina, hasta ahora, no pudo tener un Steve Jobs?
– Los innovadores florecen en culturas que veneran a la innovación. La Argentina tiene una cultura que venera a futbolistas, a los cantantes de rock y a las actrices de telenovelas. La Argentina tiene a 10 millones de chicos que quieren ser el próximo Messi, pero le faltan 10 millones de chicos que quieran ser el próximo Steve Jobs. Para crear al próximo Steve Jobs, necesitas una cantera, como en el fútbol; necesitás a 10 millones de chicos que quieran ser el próximo Steve Jobs. La Argentina necesita un Messi de la tecnología, un Di María de las ciencias. Y gran culpa la tenemos los medios y los empresarios, que no estamos haciendo lo suficiente para crear esa cultura de admiración por los innovadores y los emprendedores.
¿Qué rol juega la tolerancia social al fracaso individual?
– Es la segunda gran cosa para responder a tu pregunta anterior. En la Argentina, crucificamos a los que fracasan cuando en Silicon Valley se los felicita, porque está asumido que es un escalón más en el camino al éxito. En Silicon Valley, la gente se vanagloria de los fracasos. A Steve Jobs, a los 30 años, lo echan de Apple, sale en todas las revistas, como despedido, y en cualquiera de estos países la reacción social hubiera sido que se quemó, que se acabó. En cambio ahí, al día siguiente, salió a buscar dinero para su próximo proyecto. Necesitamos tolerancia social con el fracaso individual. Thomas Alva Edison hizo mil intentos antes de la lamparita. Los hermanos Wright tuvieron 163 vuelos fallidos antes del primer vuelo exitoso. Henry Ford llamó así al Ford T porque empezó con el A, el B, el C hasta llegar al T. La Argentina tiene que dejar de crucificar a los que fracasan porque el fracaso es un escalón necesario e inexorable en el camino al éxito.
No sucede lo mismo en la política, donde los funcionarios pueden fracasar y volver al ruedo.
– Pero en la política es diferente. Una vez, estaba con Enrique Iglesias, que era el presidente del BID. Estábamos comentando por Alan García, Daniel Ortega, todos estos que hacen desastres y después vuelven. Entonces, me dice: «Andrés, en política vos podés hacer cualquier cosa, menos morirte físicamente. Pero si te quedás haciendo siempre lo mismo, eventualmente, las cosas vuelven a vos». El tema de la tolerancia social con el fracaso individual, en el caso argentino, es importantísimo. En la Argentina, fracasás con una startup y sos un paria social por los próximos cinco años: los bancos no te van a dar un mango partido por la mitad.
¿La situación de los países vecinos, a la hora de emprender, es distinta?
– Vengo de Chile y la presidenta Bachelet acaba de aprobar una ley en el Congreso por la cual, si vos fracasás en una empresa, al día siguiente, podés salir con otra ya. No hay un castigo penal. En la Argentina, quebrás y te convertís en un paria social. Claro, si te prueban fraude es otra cosa, pero vos podés quebrar por motivos ajenos a tu voluntad. La Argentina tiene trabas sociales, culturales y legales, producto de la cultura de falta de tolerancia con el fracaso que hace muy difícil que surja un Steve Jobs, un Bill Gates.
¿Qué pueden hacer los gobiernos para impulsarlo?
– El 90 por ciento de la innovación es de abajo para arriba. Los gobiernos pueden, primero, dejar hacer, que es lo fundamental. Y pueden ayudar, por ejemplo, creando esa cultura de veneración por los innovadores. Lo que me queda claro es que los polos tecnológicos, parques industriales y científicos son proyectos políticos e inmobiliarios, pero que no tienen nada que ver con la innovación.
¿Es una crítica, entre líneas, a los polos tecnológicos que se están desarrollando en la ciudad de Buenos Aires?
– No, no. Justamente, esta mañana fui a ver el distrito tecnológico de Buenos Aires y no es eso, no están construyendo un enorme complejo, al contrario, están usando galpones, cosa que me parece fantástico. Hablo de Tecnópolis, que es un proyecto inmobiliario, o de lo que está haciendo Correa en Ecuador. Los gobiernos pueden ayudar a crear una cultura de veneración por los innovadores, en conjunto con los medios de prensa, con los empresarios. Los gobiernos pueden dar premios. Necesitamos que 10 millones de chicos no solo quieran ser el próximo Messi sino que quieran ser el próximo ganador del Nobel de Química.
¿Y cómo puede hacerse?
– Una forma es con los premios. Hoy, un chico de 15 años gana la olimpíada de matemáticas y lo ponés en la página de Sociales, un parrafito. Ninguna chica de su clase va a querer salir con él porque va a decir que es un nerd. Ahora, a ese chico le das un premio de u$s 100.000 y deja de ser nerd y las chicas van a decir «caramba, tiene algo interesante el pibe». Ahí sí va a ir a primera plana. Hay muchas cosas que los gobiernos pueden hacer. Pero la principal es dejar hacer. Sobre todo, en un país como éste, con tanto talento.
¿No cree que la alta carga impositiva es un condicionante?
– Pero la Argentina tiene enormes ventajas porque tiene unos bolsones de creatividad impresionante. Una de las cosas que recojo de Richard Florida, un teórico de la innovación, es que, antes, la gente creativa iba adonde estaban las empresas y ahora, cada vez más, las empresas van adonde está la gente creativa. Y la Argentina tiene mucha gente creativa. Apenas en este país se descongelen un poco todas estas trabas ideológicas, culturales y legales, podés tener una explosión de innovación a escala mundial. La materia prima está.
Usted viene todos los años a la Argentina. ¿Cómo la encontró esta vez, frente a la anterior?
– La veo mucho mejor porque está más cerca de octubre del año que viene (N. de R: en alusión al recambio presidencial de 2015). Falta mucho menos que antes.
¿Cómo vio la negociación de la Argentina con los holdouts?
– Un alto funcionario de una organización financiera internacional me comentaba el otro día, hablando de Kicillof, sobre cómo se manejó en Nueva York: «¿Vos te operarías con un cirujano que hizo su tesis sobre la teoría general de la cirugía?». Pero la buena noticia es que esto va a pasar pronto y que todos los que están en el banco de suplentes son mejores que los titulares.
¿Hay alguno de los candidato presidenciables al que vea con mejor cintura?
– Creo que los tres, Macri, Massa y Scioli, son mucho mejores que la Presidenta. Cualquiera de los tres sería mejor, porque entienden una cosa muy básica: para crecer, necesitás inversión. Sin inversión, no hay crecimiento y sin crecimiento, no hay reducción de pobreza. No tenés que ser un gran erudito. Pero esta gente que está en el poder no lo entiende. Por eso pasó lo obvio, lo que todos decíamos que iba a pasar, hace unos años. El crecimiento fue directamente proporcional al alza de las materias primas y eso del modelo K era un cuento chino que creían algunos aquí pero afuera nadie se lo compró nunca. Era obvio. Ahora, lo importante va a ser que se construya un país que reciba inversiones. Creo que todos los que están en el banco de suplentes entienden eso mejor que los que están en la cancha.
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