Todos los ojos sobre Corinna. Foto: Archivo
MADRID.- La inédita disculpa pública del rey Juan Carlos I, quien admitió haberse «equivocado» tras escaparse en una costosa y frívola excursión de caza mayor en Botswana, parecía marcar el inicio de una nueva etapa en la relación entre la monarquía española y la ciudadanía.
Pero la ilusión sólo duró dos días. A la escandalosa imagen del monarca con un elefante rendido ante el poder de su escopeta, le siguió otra no menos polémica, y vinculada a la ya legendaria «sangre caliente» de la dinastía borbónica.
El segundo terremoto real en menos de una semana fue provocado por una fotografía en la que se ve al rey, de 74 años, junto con la princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein , de 46, y que varios medios europeos aseguran que es su amante desde hace por lo menos cuatro años.
La imagen, en la que ambos comparten una exclusiva alfombra roja en Stuttgart, disparó todo tipo de comentarios sobre esta «amistad» reconocida por Juan Carlos I.
Según observaron el diario italiano La Stampa y el periódico sensacionalista germano Bild, que tuvo la primicia de conseguir esta instantánea tomada en 2006, la aristócrata alemana, 28 años menor, ya habría usurpado el papel de acompañante oficial del rey a la mismísima reina Sofía.
Estos rumores se apoyan en el presunto distanciamiento del matrimonio real, al que cada vez es más difícil de ver juntos al mismo tiempo. El escepticismo creció aún más con la tardía visita de la reina a su convaleciente marido, a quien visitó tres días después de la operación de cadera a la que fue sometido luego de tropezar en su controvertido safari en Africa y por sólo media hora.
Además, la persistente idea de que Sofía ya no reside más en el Palacio de la Zarzuela, nunca confirmada ni desmentida, también ganó terreno en el imaginario popular. En los últimos días, incluso, cobró fuerza la versión, hasta hace poco alocada, de que la reina de España pasa más tiempo en Gran Bretaña que en Madrid. Y, al mismo tiempo, que la princesa Corinna convive con el rey.
El jugoso chisme llevó a La Stampa a proclamar: «En España hay dos reinas: la oficial, Sofía, de 73 años, casada desde 1962 con el rey Juan Carlos, y la oficiosa, provocadora y rubia princesa Sayn-Wittgenstein».
La contundente afirmación del diario italiano, potenciada por la imagen de la atractiva dama que aparece en compañía del rey español capturaron a la opinión pública europea al instante.
Ayer, todos los medios reprodujeron la biografía de Corinna Larson, una suerte de Cenicienta del siglo XXI. Nacida en Ditzingen, Alemania, en el seno de una familia plebeya, se casó por primera vez con un empresario británico, Phillip Atkins, en 1992, con quien tuvo una hija. Tras el fracaso de esa unión, se divorció para volver a casarse, en 2000, con Casimir Zu Sayn-Wittgenstein, un noble once años menor que ella. El matrimonio con este aristócrata le dio a ella un segundo hijo, Alexander, y el título de princesa que no perdió, a pesar de divorciarse en 2005.
Según esta cronología, Corinna no se llevaba bien con la soledad. Porque fue en mayo del año siguiente cuando, en una visita a Barcelona, conoció al rey Juan Carlos I, a quien habría comenzado a frecuentar casi de inmediato.
Y tal fue la perdurabilidad del vínculo que los datos más frescos señalan que Corinna estuvo junto al rey en su excursión a Botswana, una información que la Casa Real descartó, a pesar de que la princesa alemana organiza este tipo de safaris.
De este modo, y con este nueva polémica, muchos interrogantes surgieron en las últimas horas sobre la resistencia de la corona española a tantos escándalos de corrupción, despilfarro, aventuras extramatrimoniales y atentados contra la ecología.
Pero el planteo más intimista, hasta ahora, lo ha hecho el tabloide Bild, que desde sus gruesas letras de molde se hace eco de la pregunta más pronunciada: «¿Cómo soporta doña Sofía a don Juan Carlos?»..
MADRID.- La inédita disculpa pública del rey Juan Carlos I, quien admitió haberse «equivocado» tras escaparse en una costosa y frívola excursión de caza mayor en Botswana, parecía marcar el inicio de una nueva etapa en la relación entre la monarquía española y la ciudadanía.
Pero la ilusión sólo duró dos días. A la escandalosa imagen del monarca con un elefante rendido ante el poder de su escopeta, le siguió otra no menos polémica, y vinculada a la ya legendaria «sangre caliente» de la dinastía borbónica.
El segundo terremoto real en menos de una semana fue provocado por una fotografía en la que se ve al rey, de 74 años, junto con la princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein , de 46, y que varios medios europeos aseguran que es su amante desde hace por lo menos cuatro años.
La imagen, en la que ambos comparten una exclusiva alfombra roja en Stuttgart, disparó todo tipo de comentarios sobre esta «amistad» reconocida por Juan Carlos I.
Según observaron el diario italiano La Stampa y el periódico sensacionalista germano Bild, que tuvo la primicia de conseguir esta instantánea tomada en 2006, la aristócrata alemana, 28 años menor, ya habría usurpado el papel de acompañante oficial del rey a la mismísima reina Sofía.
Estos rumores se apoyan en el presunto distanciamiento del matrimonio real, al que cada vez es más difícil de ver juntos al mismo tiempo. El escepticismo creció aún más con la tardía visita de la reina a su convaleciente marido, a quien visitó tres días después de la operación de cadera a la que fue sometido luego de tropezar en su controvertido safari en Africa y por sólo media hora.
Además, la persistente idea de que Sofía ya no reside más en el Palacio de la Zarzuela, nunca confirmada ni desmentida, también ganó terreno en el imaginario popular. En los últimos días, incluso, cobró fuerza la versión, hasta hace poco alocada, de que la reina de España pasa más tiempo en Gran Bretaña que en Madrid. Y, al mismo tiempo, que la princesa Corinna convive con el rey.
El jugoso chisme llevó a La Stampa a proclamar: «En España hay dos reinas: la oficial, Sofía, de 73 años, casada desde 1962 con el rey Juan Carlos, y la oficiosa, provocadora y rubia princesa Sayn-Wittgenstein».
La contundente afirmación del diario italiano, potenciada por la imagen de la atractiva dama que aparece en compañía del rey español capturaron a la opinión pública europea al instante.
Ayer, todos los medios reprodujeron la biografía de Corinna Larson, una suerte de Cenicienta del siglo XXI. Nacida en Ditzingen, Alemania, en el seno de una familia plebeya, se casó por primera vez con un empresario británico, Phillip Atkins, en 1992, con quien tuvo una hija. Tras el fracaso de esa unión, se divorció para volver a casarse, en 2000, con Casimir Zu Sayn-Wittgenstein, un noble once años menor que ella. El matrimonio con este aristócrata le dio a ella un segundo hijo, Alexander, y el título de princesa que no perdió, a pesar de divorciarse en 2005.
Según esta cronología, Corinna no se llevaba bien con la soledad. Porque fue en mayo del año siguiente cuando, en una visita a Barcelona, conoció al rey Juan Carlos I, a quien habría comenzado a frecuentar casi de inmediato.
Y tal fue la perdurabilidad del vínculo que los datos más frescos señalan que Corinna estuvo junto al rey en su excursión a Botswana, una información que la Casa Real descartó, a pesar de que la princesa alemana organiza este tipo de safaris.
De este modo, y con este nueva polémica, muchos interrogantes surgieron en las últimas horas sobre la resistencia de la corona española a tantos escándalos de corrupción, despilfarro, aventuras extramatrimoniales y atentados contra la ecología.
Pero el planteo más intimista, hasta ahora, lo ha hecho el tabloide Bild, que desde sus gruesas letras de molde se hace eco de la pregunta más pronunciada: «¿Cómo soporta doña Sofía a don Juan Carlos?»..