Pabl“o Ferreyra: «Recuerdo sus mejores cosas, su lucha”»

Hablar del cumpleaños de una persona que murió es extraño: ya no cumple años”, asume Pablo Ferreyra. Y lo dice porque un día como ayer, 3 de junio, su hermano, Mariano, habría cumplido 25. Y porque eso, previsiblemente, lo sacude, lo arrastra un poco y lo pone a pensar.
“Me parecería enfermizo tener esa fecha en el calendario y esperarla con algún tipo de expectativa. Durante esta semana y la anterior me acordé de eso. Y me pareció que la única manera de levantar esta bandera de Mariano fue entender que su última acción militante fue contra las tercerizaciones y entonces caí en que, de alguna manera, yo estoy llevando adelante esa agenda. Sin arrogarme el mismo protagonismo en ese tema ni las mismas acciones que él tomaba en ese tema. Entre otras cosas porque mi punto de vista es reformista. Pero lo que me llevó a acordarme del tema del cumpleaños de Mariano fueron las tercerizaciones. No al revés. Uno tiene presente la fecha. Pero la fecha tiene hoy un significado de recordar las mejores cosas de Mariano. Y por eso lo recordé en su lucha.”
El miércoles 20 de octubre, Mariano Ferreyra recibió un tiro en una calle de Barracas. Lo emboscaron. Se estaba yendo, despacio, después de participar de una protesta a favor de los derechos de los trabajadores tercerizados del Ferrocarril Roca. Murió asesinado por una patota sindical convocada por la conducción de la Unión Ferroviaria. Con la Policía Bonaerense mirando desde un puente y la Policía Federal liberando la zona. El crimen, entre otras cosas, dejó a la vista el fenómeno de las tercerizaciones.
Pablo le llevaba a Mariano ocho años. La fraternidad tuvo etapas: Pablo lo cuidó cuando era un niño, Pablo lo guió cuando era un adolescente, Pablo lo eligió como su testigo de casamiento cuando se independizó. Los hermanos compartieron: la habitación en el primer piso de la casa familiar de Sarandí (la música, el cine, los libros y la computadora cargada con juegos de estrategia); la militancia en el Partido Obrero (aunque luego Pablo se abrió); y un humor burlón, un poco negro, un lenguaje común que se traducía en risas y ojos achinados, una evidencia de la hermandad.
Pablo y Mariano nunca hablaron entre ellos de las tercerizaciones.
Los últimos serán los terceros. “Yo reconozco que era un analfabeto completo en el tema tercerización. Entendía la problemática, pero no tenía conciencia”, confiesa Pablo. “Ese despertar es a partir de la muerte de Mariano. Y, en realidad, a partir de que procesé la muerte de Mariano. A partir de que cerré el duelo. Recién pasado un año me cayó la ficha un poco. No es un proceso sencillo”, agrega.
Pablo se cargó sobre la espalda el seguimiento de la investigación judicial por el asesinato de Mariano. Y cuando pudo, sin quitarle los ojos a la causa, empezó a ver de qué forma podía aprovechar la visibilidad de un tema que pasó tanto tiempo sin ser visto. Pero que está en todas partes. En el Estado. En un supermercado. En una multinacional. En un tren. En un medio de comunicación. En una empresa grande y en una mediana. Siempre: naturalizado. Detenerse un minuto en cualquier lugar de trabajo es ver la tercerización. Ahí está: una madeja perfecta para el patrón, una ingeniería flexibilizadora, un castigo efectivo para el trabajador.
Nada es casual. Ni el impulso de Pablo. Ni el que asumió Mariano. Mariano tuvo dos trabajos. Uno, como vendedor telefónico de servicios de cable en televisión para una empresa en España. Otro, como tornero. Las dos empresas eran tercerizadas. Los dos trabajos le duraron poco. Y lo dejaron con bronca.
En el último informe anual del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la historiadora Victoria Basualdo explica el fenómeno. “En el contexto de las transformaciones del capitalismo global, las élites empresarias sostuvieron que debían adaptar su gestión a un escenario cada vez más inestable y competitivo y así propiciaron la adopción de formas de organización basadas en la segmentación de los procesos de producción y la colaboración entre organizaciones empresariales supuestamente independientes unas de otras”, explica. La consecuencia más importante en el ámbito laboral –sigue el informe– es, sin lugar a duda, que desaparece la figura del empleador, al tiempo que se fragmenta y divide el colectivo de trabajadores.
La tercerización tiene formas. El informe las detalla: la subcontratación por parte de una empresa madre, de una segunda empresa para que realice actividades o servicios no tenidos en cuenta como principales por ella; la intermediación de una segunda empresa en la gestión de contratación de personal que luego trabajará en la firma principal; la intermediación de una agencia de empleo eventual; la contratación de trabajadores en calidad de monotributistas.
Las responsabilidades licuadas generan condiciones laborales previsibles: salarios más bajos, representación sindical inexistente y más riesgos de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales.
Hace poco menos de un mes, Pablo Ferreyra convocó, junto con el CELS, a una charla en la Facultad de Derecho sobre las tercerizaciones de la que participaron las dos listas de la Central de Trabajadores Argentinos. Hace más tiempo conversó con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, sobre el tema. También con Facundo Moyano, quien hace poco presentó un proyecto de ley que ya fue aprobado en la comisión respectiva de la Cámara de Diputados (que podría, con algunas modificaciones, ser un buen punto de partida). Y con otros dirigentes gremiales y referentes de movimientos sociales, como el Evita.
Pablo apunta la mirada, especialmente, hacia la precarización del trabajador. Porque la tercerización está extendida. Pero no todos los casos tienen la misma gravedad.
“Hay una tercerización precarizante para la juventud. La juventud es la más afectada por esto. Como forma de empleo es la primera forma de empleo que tienen. Además del caso de los ferrocarriles, para poner un ejemplo, está el caso de los repositores de los supermercados: que no trabaja ni para el súper ni para la empresa a la que le repone los productos. Lo que lleva a una vulnerabilidad de sus derechos. El tercerizado está obligado, en líneas generales, a producir tres o cuatro veces más que un trabajador común y gana entre un 40 y un 50% menos. Ese es un caso precarizante. La discusión está verde”, analiza.
Pablo cree que hay tres frentes para abordar el problema. En primer lugar, lo normativo: la posibilidad de una ley que haga “responsables solidarios” a las empresas madres y también que el trabajador pueda elegir el convenio más conveniente (una forma de sortear la trampa que propone este tipo de contratación). Por otro lado, que el Ministerio de Trabajo –que tiene empleados tercerizados, como casi cualquier oficina estatal– tenga un registro, inspeccione y controle. Y por último, que los sindicatos no permitan la tercerización (como lo hacía el jefe de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, y como lo hacen muchos otros).
“No pienso que se pueda acabar con esto de un día para el otro. Entiendo la dificultad. Pero si hay alguien con quien podríamos tener una discusión cara a cara es con el Estado. Se le podría pedir al Estado que no tenga empleados tercerizados. Yo doy la discusión aceptando las conquistas laborales que hubo del 2003 para acá. Eso es clave”, añade Pablo, que por estos días está estudiando con un grupo de representantes sindicales, abogados laboralistas, sociólogos e historiadores (respaldados por el CELS) las legislaciones de la región en la materia (Ecuador y Venezuela, recientemente, dictaron normas para combatirla).
EL JUICIO. Falta poco para que el juicio oral por el asesinato de Mariano Ferreyra tenga fecha de inicio. Todavía no hay nada concreto. Pero en breve podría haber novedades acerca del paso por el banquillo de siete integrantes de la patota que atacó a la manifestación, tres dirigentes de la Unión Ferroviaria y siete hombres de la Policía Federal. Pablo se prepara para eso.
“Nosotros defendemos, desde la familia de Mariano y desde el CELS, el móvil del crimen que trabajó la jueza (Wilma) López. Sabemos quién lo hizo y por qué lo hizo. También sabemos que las cuestiones más periciales, como el trayecto de la bala, y la participación de Pedraza van a formar parte de un juicio complejo. Hoy lo decía en una radio: los asesinatos no son como en una película, donde una persona ordena que maten a otra y alguien está grabando eso. Acá hay una cuestión más compleja que se va a ir develando durante el juicio. Va a ser parte de nuestra inteligencia y pericia constituir esa red que trazó bien la jueza pero que hay que profundizar. Para demostrar que Pedraza es el responsable político del asesinato de Mariano. Que lo hizo sólo por una cuestión meramente económica: porque la organización de esos trabajadores tercerizados ponía en riesgo su negocio en una cooperativa trucha. A partir de eso, vamos a poder armar el hilo conductor que va desde el disparo de Favale hasta Pedraza, pasando por los actores que liberaron la zona”.
El desafío es grueso. La defensa de los acusados volverá a hablar de “lucha de facciones”. Intentará demostrar que la bala rebotó en la calle antes de matar a Mariano. Pablo confía en que podrán sortear las chicanas y los palos en la rueda. Y no se distrae: “Hay que tener cuidado. Puede haber presiones sindicales. Esta es la instancia donde hay que estar más afilado. Más que antes. Yo no bajo los brazos. Porque la investigación antes la llevaba otro. Ahora nosotros, junto al CELS, vamos a tener que llevar adelante el juicio y demostrar por qué creemos que Favale y Pedraza merecen cadena perpetua, por qué creemos que la policía liberó la zona”, destaca Pablo, hermano de Mariano, el militante que ayer hubiera cumplido años. <
Marcas vivas del pasado y proyectos en marcha
Las marcas están por todas partes. Algunas pueden ser manipuladas. Otras no. Un día cualquiera, casi cualquier día, Pablo Ferreyra busca un mensaje en su correo electrónico. Pone una palabra clave y aprieta la tecla Enter. Y de repente: una cantidad de correos de Mariano, el golpe que significa que el mensaje tiene un diálogo que ya no es, pero está. Y el regreso a la mente, por esas viejas palabras, del día en que Mariano quería comprar un teclado en Mercado Libre, el teclado que finalmente compró, el que Pablo, ahora, tiene en su casa.
Otro día, un día preciso, Pablo recuerda el usuario de Mariano en Youtube. Y se encuentra con tres archivos. “Nunca lo conté. Ni en casa. Está hecho con esos programas que emulan a un director de cine. Hay dos escenas de humor absurdo, en la onda Cha Cha Cha, que no significan nada excepto para mí: que me acuerdo de cuando las hizo”, cuenta Pablo, sobre el pequeño diálogo, la escena entre “un superhéroe y un cualquiera” o sobre el clip sobre “perónrevolucionario” con música experimental.
Son, al fin, formas de la sobrevida virtual. Las cosas que permanecen. “Me angustia un poco. Ahí hay algo íntimo de Mariano, del humor de Mariano que quedó ahí. No lo compartí con nadie porque ni siquiera sé si es gracioso. Es como la última sombra”, calcula Pablo, que todavía guarda un rollo de 35 milímetros con fotos que Mariano sacó y todavía no pudo revelar.
Para el 20 de octubre, cuando se cumplan dos años del asesinato de Mariano, hay otro tipo de marcas en plena etapa de preparación. Hay una película, en pleno rodaje, basada en el libro del periodista Diego Rojas: ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?
Y también hay un disco, una idea motorizada, principalmente, por el primo de Mariano, Aitor Graña, que está hoy día en preventa para poder financiarse, pero que ya tiene una pequeña muestra al alcance de la vista: un video de Palo Pandolfo y Tomi Lebrero. Cuerpo va a ser un disco de época. Van a participar: Manu Chao, Vicentico, Pablo Lescano, la Orquesta Típica Fernández Fierro y muchas otras bandas.
La última novedad sobre el disco es que también va a estar Acorazado Potemkin. Otra marca. Indeleble. Fue la última banda que escucharon juntos Mariano y Pablo. Una banda en la que canta Juan Pablo Fernández, el ex líder de Pequeña Orquesta Reincidentes, el grupo que musicalizó buena parte de los años en que los hermanos Ferreyra caminaban de acá para allá. Fernández, el mismo que ahora canta una canción esplendorosa que se llama “La Mitad”. Fernández, el tipo al que Pablo Ferreyra contactó para contarle cómo tantas veces esas canciones los habían hecho volar. Y más.

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