Hace tiempo que se escucha que en la Argentina vivimos los tiempos más politizados en décadas. Quienes esto dicen aseguran que el menemismo, como variante argentina de la ola neoliberal, significó el vaciamiento de la política y que, por el contrario, el proyecto que hoy encara la Casa Rosada le devolvió a la política su sentido de discusión y debate permanente. Suponiendo que la hipótesis fuera cierta, llama la atención que en este contexto casi no haya espacio para el humor político en la TV y que ese género, de larga tradición en la Argentina, haya quedado reducido a algunas pocas páginas de los diarios llamados «opositores» y a señales de radio también vinculadas a sectores que no comulgan con el oficialismo.
Dentro de este vacío de sentido del humor político televisivo, la sorpresa llega desde Córdoba, en donde un sketch emitido por un canal de la Universidad estatal estimula las carcajadas con un humor ácido e inteligente. El micro se llama «Thelma y Nancy», se conoció por YouTube y logró un alcance mayor luego de que Víctor Hugo Morales lo exhibiera en su programa Bajada de línea.
Thelma y Nancy son dos mujeres estereotipadas, al viejo estilo empleada pública o grado cero de la maestra argentina. Están sentadas en un banco de plaza, vestidos vintage, agarraditas a su cartera o tejiendo, pelucas ondeadas y ridículos anteojos de sol. Debajo de los vestidos se adivinan los jeans y las zapatillas que denuncian el disfraz a los gritos, igual que la barba desprolija. Las mujeres -representantes del sentido común de la derecha local- no paran de quejarse y dicen que viven tomando pastillas para equilibrar el ánimo por lo que está pasando en el país, por la política de este gobierno «de guerrilleros montoneros» empeñado en «dejarnos sin pobres». «Vas a ver que ella va a querer expropiar Cáritas», exageran hasta el exabrupto, ahora que hay «decodificadores para todos, fútbol para todos, planes Descansar (sic)».
La Presidenta nunca es llamada por su nombre. Sí hablan de ella en cambio a través de dos secuencias irónicas, levemente agresivas. Una es cuando la llaman «la señora», luego de lo cual ingresan en una espiral de risas atragantadas que se suspenden en el aire, y la otra es el remate de cada emisión, que siempre llega con un «¿Y de quién es la culpa de todo lo que nos pasa, Thelma?» «De la yyyegua.», es la rotunda respuesta.
Thelma y Nancy representan la expresión más retrógrada de la burguesía argentina, largan uno tras otro el decálogo de los lugares comunes («Acá va a correr sangre», «Van por todo») y sufren la era kirchnerista, agobiadas por maridos e hijos que abrazan la fe del oficialismo. Los personajes son encarnados por dos cordobeses, el periodista y performer Max Delupi y el actor y director Hugo Curletto, que les ponen cuerpo y voz a estas mujeres exaltadas por una realidad social y política en la que los «negros» son beneficiados mientras los «señores como uno» y la «gente bien» se ve afectada y humillada. «Los chicos antes venían con un pan bajo el brazo, ahora vienen con un plan bajo el brazo», sufre Nancy.
En una primera y rápida lectura se hace fácil calificar esta muestra como humor K, algo que podría hallar confirmación en declaraciones de sus hacedores, entusiastas defensores de un proyecto al que le reconocen valores, pero que, aseguran, es apenas el piso de lo que pretenden desde sus ideas. Pero algo hace ruido: los comentarios iconoclastas, como las críticas al «churro de Boudou, que se salva por su pasado Ucedé»; la reivindicación de la figura de Julio Grondona, «el único señorrr de este gobierno»; las bromas sobre Schoklender o los comentarios en contra de Gladys, la peluquera kirchnerista que dejó de ofrecer la revista Gente en su local para dar a leer ahora «sólo Tiempo Argentino», ubican al programa en un espacio vacante de la expresión artística. Lo que hacen es humor indócil, no sujeto a ninguna doctrina salvo la de hacer buen humor con la agenda política.
Así como, según una acertada consigna, entre los derechos de los trabajadores está el de criticar a sus jefes, entre los derechos de los ciudadanos existe el de criticar o reírse de los errores o las faltas de sus gobernantes. El humor político no está para reverenciar el discurso oficial, sino para ponerlo en crisis, como el buen periodismo. Claro que en cierto kirchnerismo de paladar negro que domina la escena mediática reina el dogma y una idea monolítica de la verdad, lo que hace difícil atentar contra esa «verdad», aun en clave de humor. En general se nota un excesivo cuidado en lo que se dice en la escena pública, en algunos casos por convicción y en otros, por temor a ser tildado de «facho» o de «hacerle el juego» a la derecha. De uno y de otro modo se genera parálisis, porque se busca evitar el riesgo, elemento insustituible en el arte y en el humor de calidad.
Sin duda, Thelma y Nancy parodian el discurso bochornoso de los que quieren «ponerle bala» a la inseguridad. Sin embargo, en esa queja exasperada y patética subyace también mucho de lo que el «papismo» oficialista preferiría no ver expuesto, ni siquiera como chiste.
© La Nacion.
Dentro de este vacío de sentido del humor político televisivo, la sorpresa llega desde Córdoba, en donde un sketch emitido por un canal de la Universidad estatal estimula las carcajadas con un humor ácido e inteligente. El micro se llama «Thelma y Nancy», se conoció por YouTube y logró un alcance mayor luego de que Víctor Hugo Morales lo exhibiera en su programa Bajada de línea.
Thelma y Nancy son dos mujeres estereotipadas, al viejo estilo empleada pública o grado cero de la maestra argentina. Están sentadas en un banco de plaza, vestidos vintage, agarraditas a su cartera o tejiendo, pelucas ondeadas y ridículos anteojos de sol. Debajo de los vestidos se adivinan los jeans y las zapatillas que denuncian el disfraz a los gritos, igual que la barba desprolija. Las mujeres -representantes del sentido común de la derecha local- no paran de quejarse y dicen que viven tomando pastillas para equilibrar el ánimo por lo que está pasando en el país, por la política de este gobierno «de guerrilleros montoneros» empeñado en «dejarnos sin pobres». «Vas a ver que ella va a querer expropiar Cáritas», exageran hasta el exabrupto, ahora que hay «decodificadores para todos, fútbol para todos, planes Descansar (sic)».
La Presidenta nunca es llamada por su nombre. Sí hablan de ella en cambio a través de dos secuencias irónicas, levemente agresivas. Una es cuando la llaman «la señora», luego de lo cual ingresan en una espiral de risas atragantadas que se suspenden en el aire, y la otra es el remate de cada emisión, que siempre llega con un «¿Y de quién es la culpa de todo lo que nos pasa, Thelma?» «De la yyyegua.», es la rotunda respuesta.
Thelma y Nancy representan la expresión más retrógrada de la burguesía argentina, largan uno tras otro el decálogo de los lugares comunes («Acá va a correr sangre», «Van por todo») y sufren la era kirchnerista, agobiadas por maridos e hijos que abrazan la fe del oficialismo. Los personajes son encarnados por dos cordobeses, el periodista y performer Max Delupi y el actor y director Hugo Curletto, que les ponen cuerpo y voz a estas mujeres exaltadas por una realidad social y política en la que los «negros» son beneficiados mientras los «señores como uno» y la «gente bien» se ve afectada y humillada. «Los chicos antes venían con un pan bajo el brazo, ahora vienen con un plan bajo el brazo», sufre Nancy.
En una primera y rápida lectura se hace fácil calificar esta muestra como humor K, algo que podría hallar confirmación en declaraciones de sus hacedores, entusiastas defensores de un proyecto al que le reconocen valores, pero que, aseguran, es apenas el piso de lo que pretenden desde sus ideas. Pero algo hace ruido: los comentarios iconoclastas, como las críticas al «churro de Boudou, que se salva por su pasado Ucedé»; la reivindicación de la figura de Julio Grondona, «el único señorrr de este gobierno»; las bromas sobre Schoklender o los comentarios en contra de Gladys, la peluquera kirchnerista que dejó de ofrecer la revista Gente en su local para dar a leer ahora «sólo Tiempo Argentino», ubican al programa en un espacio vacante de la expresión artística. Lo que hacen es humor indócil, no sujeto a ninguna doctrina salvo la de hacer buen humor con la agenda política.
Así como, según una acertada consigna, entre los derechos de los trabajadores está el de criticar a sus jefes, entre los derechos de los ciudadanos existe el de criticar o reírse de los errores o las faltas de sus gobernantes. El humor político no está para reverenciar el discurso oficial, sino para ponerlo en crisis, como el buen periodismo. Claro que en cierto kirchnerismo de paladar negro que domina la escena mediática reina el dogma y una idea monolítica de la verdad, lo que hace difícil atentar contra esa «verdad», aun en clave de humor. En general se nota un excesivo cuidado en lo que se dice en la escena pública, en algunos casos por convicción y en otros, por temor a ser tildado de «facho» o de «hacerle el juego» a la derecha. De uno y de otro modo se genera parálisis, porque se busca evitar el riesgo, elemento insustituible en el arte y en el humor de calidad.
Sin duda, Thelma y Nancy parodian el discurso bochornoso de los que quieren «ponerle bala» a la inseguridad. Sin embargo, en esa queja exasperada y patética subyace también mucho de lo que el «papismo» oficialista preferiría no ver expuesto, ni siquiera como chiste.
© La Nacion.