¿Peña Nieto terminará su sexenio?

John M. Ackerman
D
esde 1934, todos los presidentes mexicanos han culminado los sexenios para los cuales fueron elegidos. Esta excepcional estabilidad política destaca en una región latinoamericana marcada por constantes golpes de Estado, guerras civiles, intervenciones extranjeras y levantamientos armados a lo largo del siglo XX. El origen de esta hazaña se encuentra en el sexenio del general Lázaro Cárdenas del Río, quien, entre 1934 y 1940, logró consolidar el moderno Estado mexicano después de casi dos décadas de desorden y conflicto posrevolucionario. La obsesión ideológica de Enrique Peña Nieto con el desmantelamiento de los cimientos de la gran obra cardenista podría tener consecuencias insospechadas.
Es difícil creer que solamente hayan transcurrido 18 meses desde la toma de posesión del actual Presidente. La intensidad de las batallas sociales, las traiciones políticas, la crisis económica, el bombardeo mediático y la violencia de Estado han desgastado la figura presidencial y cansado a la sociedad. La ausencia de movilizaciones sociales multitudinarias no es una indicación de conformidad o apatía, sino de un proceso de reflujo y reorganización profunda de las fuerzas de la resistencia.
Cada día se multiplican las muestras de indignación y de lucha ciudadana; en Puebla, Morelos y San Salvador Atenco en defensa de la tierra; en el Distrito Federal en contra de los parquímetros, el aumento al Metro, y las modificaciones al programa Hoy no circula; en Guerrero y Michoacán en favor de la seguridad pública; en Chiapas en defensa de los pueblos indígenas, y en todo el país en solidaridad con los maestros y los médicos, quienes no tendrían que cargar con la responsabilidad de sistemas educativos y de seguridad social diseñados desde las más altas esferas para fabricar ignorantes y enfermos. El repudio a las reformas en materia energética y de telecomunicaciones también se profundiza a lo largo y ancho del país (aquí, por ejemplo, el video del histórico acto frente a Televisa el pasado 10 de junio).
El último presidente mexicano electo que no logró terminar su periodo fue Pascual Ortiz Rubio, ingeniero y diplomático que fue impuesto como el títere de Plutarco Elías Calles en las elecciones presidenciales de 1929. Aquella elección constituyó el primer gran fraude electoral del régimen del partido del Estado, ya que el Partido Nacional Revolucionario (PNR), precursor del Partido Revolucionario Institucional (PRI), había sido creado apenas unos meses antes, el 4 de marzo de 1929.
Ortiz Rubio inició su mandato con serios problemas de legitimidad pública y su gestión se complicó por los graves daños físicos y sicológicos sufridos a raíz del atentado perpetrado en su contra el día de su toma de posesión, el 5 de febrero de 1930. El presidente nunca logró consolidar su autoridad o concretar su proyecto de gobierno y fue obligado por Calles a renunciar unas horas después de presentar su tercer informe de gobierno.
Pablo Serrano Álvarez, historiador del Inehrm, nos recuerda que fue durante el mandato de Ortiz Rubio cuando surgió la cantaleta popular El que vive en esta casa / es el señor presidente, pero el señor que aquí manda / vive en la casa de enfrente (véase). Hoy sería pertinente recuperar esta misma cantaleta en función del poder omnímodo que ejercen Televisa, Washington y Carlos Salinas de Gortari sobre Los Pinos.
Fue Lázaro Cárdenas quien logró poner fin al caciquismo personal de Calles y su PNR para institucionalizar el moderno Estado mexicano y las conquistas de la Revolución. Cárdenas consolidó el poder del Estado y de la Presidencia en contra de los poderes fácticos y puso las instituciones públicas al servicio del pueblo. Este invaluable legado sería pervertido, manipulado y traicionado por los presidentes que lo siguieron, pero hasta la llegada de Peña Nieto nadie se había atrevido a retornar tan cínicamente a la época del patrimonialismo corrupto de Calles.
Hoy, en lugar de dignificar al Estado y conquistar la legitimidad social, Peña Nieto recurre al populismo más vil y las amenazas más cobardes. Su gobierno iniciará la distribución gratuita de casi 14 millones de televisores en enero de 2015, un año electoral en que estará en juego tanto la Cámara de Diputados como elecciones en una docena de entidades federativas. Asimismo, en días recientes un vasto ejército de Peñabots continuamente amenaza de muerte en las redes sociales tanto a un servidor como a valientes periodistas como Sanjuana Martínez (para uno de los múltiples ejemplos, véase).
Estas acciones son signos de una desesperación autoritaria que constituye una excelente señal con respecto al avance de las fuerzas democráticas en el país. Recordemos que hoy mismo, 23 de junio, se celebra el centenario de la espectacular victoria en 1914 de Pancho Villa y el general Felipe Ángeles sobre el ejército traidor de Victoriano Huerta en la ciudad de Zacatecas. Aquella victoria despejó el camino para el avance de Villa hacia la Ciudad de México así como la eventual celebración de la Convención de Aguascalientes, con la determinante participación de las fuerzas de Emiliano Zapata, a partir del 10 de octubre del mismo año.
Tiempos mejores nos esperan. Así como Victoriano Huerta fue derrotado por Pancho Villa y el gobierno de Pascual Ortiz Rubio generó las condiciones para la llegada de Lázaro Cárdenas, la ignominia del gobierno de Peña Nieto tarde o temprano generará un fuerte movimiento desde la oposición. Recordemos también que el imperio de Maximiliano de Habsburgo y la dictadura de Porfirio Díaz desembocaron en los gobiernos de Benito Juárez y Francisco I. Madero. Nadie puede detener el avance de la historia. México pronto verá un nuevo amanecer.

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