El presidente Macri en su debate por Instagram manifestó que había que empezar a pensar en pesos y no en dólares. Como candidato presidencial ya había expresado esta cuestión, que constituye el centro de las trayectorias económicas posibles para la Argentina.
Más allá de Macri, la cuestión es simple: la economía argentina no posee capacidad para obtener por medios económicos genuinos (saldos de comercio, de turismo, de servicios, etcétera) dólares suficientes para satisfacer las expectativas de su población. Esto se agrava por la tendencia a consumir los dólares que se obtienen en el exterior (viajes, importaciones). Artificialmente, se han implementado mecanismos económicos que posibilitaron estos deseos por breves períodos, muchas veces a través de un pesado endeudamiento externo.
Estos mecanismos ficticios destruyen los medios de vida de la mayor parte de los argentinos: sus fábricas y empleos. Para que se pueda acceder a aquella pauta de consumo externa se hace valer el peso demasiado en términos de dólares. La contrapartida de que los gastos de afuera resulten accesibles es que los de producción interna resulten caros. No sólo para la población doméstica. También para exportar. También tienen dificultades en funcionar porque al estar apreciada la moneda nacional sus costos de funcionamiento a precios internacionales (dólares) quedan artificialmente elevados.
Así, los fabricantes nacionales ven sus mercados reducirse y caen sus ventas. En consecuencia, despiden trabajadores e incluso cierran. Al hacerse más chico y recesivo el mercado interno, más difícil es invertir. Y la economía entra en una espiral recesiva que la lógica de libre-mercado intensifica.
Si los argentinos miden sus ingresos por cuántos dólares representan y se resisten a recibir menos, la única salida es que la economía se vuelva casi instantáneamente más productiva que la de Estados Unidos… La otra opción sería devaluar.
Pero en este caso, las personas tendrían que dejar de medir sus ingresos en dólares. Si intentar devaluar genera caos económico, evidentemente no constituye una opción viable.
“Pensar en pesos” en serio implica medir ingresos según la pauta de consumo que representan, y fundamentalmente de producción nacional. No se trata de una economía “más abierta” o de una economía “más cerrada”. Se trata de aceptar el lugar que le corresponde a la economía argentina en el plano mundial en un marco en que existan producción y empleos nacionales.
En cuanto al Gobierno, hay elementos para discutir que esté cumpliendo con el objetivo declarado por el propio Macri. Para empezar, no resulta coherente pensar que se alcanzará la meta de pensar en pesos con el liderazgo de funcionarios que se jactan de tener cuentas en dólares en el exterior, y mucho menos cuando se las presentan como credencial de conocimiento de aspectos económicos. No es solo una cuestión de legalidad. Está en juego también la dimensión económica. Es un simple dilema de intereses contrapuestos: una persona con cuentas en dólares, ¿piensa en pesos?
Además, una cosa es “pensar en dólares o en pesos” y otra cosa es convivir con la inestabilidad cambiaria. Esta inestabilidad resulta de la propia política de posibilitar que salgan constantemente dólares de la economía por medio de gastos superfluos – y después, además, procurar reafirmar la búsqueda de estabilidad cambiaria ingresando dólares endeudándose afuera.
Ese endeudamiento perjudica “pensar en pesos” y perjudica la actividad interna porque deriva en una salida de dólares en materia de pagos e intereses. Lleva a buscar reducir el gasto fiscal en áreas que son de consumo interno (consumo mismo, salarios y empleos) que son áreas básicas para la creación y la compra de productos nacionales. Y además el endeudamiento aprecia el tipo de cambio.
Otra cuestión es que la variabilidad cambiaria, combinada con una política de capitales externos de libre entrada y salida más política de ajuste, eleva los intereses. Motiva las inversiones especulativas financieras en lugar de las productivas, que son las que generan empleo, desestimuladas a su vez por el reducido mercado interno y el alto costo en dólares para competir internacionalmente.
S se afirma que se debe ajustar es porque se está diciendo que deben bajar precios y salarios para ser más competitivos internacionalmente. O sea, el mismo efecto que devaluar. Lo que cambia es el mecanismo. El mecanismo que se está eligiendo es el que se experimentó en los ‘90 con la convertibilidad, lo que debería servir, para los memoriosos o estudiosos de esa época, que no hay regla cambiaria o dolarización directa que impedirá que se dé una devaluación de precios e ingresos en dólares de hecho.
Devaluar “pensando en pesos” realmente evitaría el mecanismo de vivir en una situación de ajuste tras ajuste, que es inherente a “pensar en dólares”. No sería una solución quimérica, porque ésta no existe. Pero sí el primer paso para preservar fábricas empleos.
Q Profesor de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, [email protected]
Más allá de Macri, la cuestión es simple: la economía argentina no posee capacidad para obtener por medios económicos genuinos (saldos de comercio, de turismo, de servicios, etcétera) dólares suficientes para satisfacer las expectativas de su población. Esto se agrava por la tendencia a consumir los dólares que se obtienen en el exterior (viajes, importaciones). Artificialmente, se han implementado mecanismos económicos que posibilitaron estos deseos por breves períodos, muchas veces a través de un pesado endeudamiento externo.
Estos mecanismos ficticios destruyen los medios de vida de la mayor parte de los argentinos: sus fábricas y empleos. Para que se pueda acceder a aquella pauta de consumo externa se hace valer el peso demasiado en términos de dólares. La contrapartida de que los gastos de afuera resulten accesibles es que los de producción interna resulten caros. No sólo para la población doméstica. También para exportar. También tienen dificultades en funcionar porque al estar apreciada la moneda nacional sus costos de funcionamiento a precios internacionales (dólares) quedan artificialmente elevados.
Así, los fabricantes nacionales ven sus mercados reducirse y caen sus ventas. En consecuencia, despiden trabajadores e incluso cierran. Al hacerse más chico y recesivo el mercado interno, más difícil es invertir. Y la economía entra en una espiral recesiva que la lógica de libre-mercado intensifica.
Si los argentinos miden sus ingresos por cuántos dólares representan y se resisten a recibir menos, la única salida es que la economía se vuelva casi instantáneamente más productiva que la de Estados Unidos… La otra opción sería devaluar.
Pero en este caso, las personas tendrían que dejar de medir sus ingresos en dólares. Si intentar devaluar genera caos económico, evidentemente no constituye una opción viable.
“Pensar en pesos” en serio implica medir ingresos según la pauta de consumo que representan, y fundamentalmente de producción nacional. No se trata de una economía “más abierta” o de una economía “más cerrada”. Se trata de aceptar el lugar que le corresponde a la economía argentina en el plano mundial en un marco en que existan producción y empleos nacionales.
En cuanto al Gobierno, hay elementos para discutir que esté cumpliendo con el objetivo declarado por el propio Macri. Para empezar, no resulta coherente pensar que se alcanzará la meta de pensar en pesos con el liderazgo de funcionarios que se jactan de tener cuentas en dólares en el exterior, y mucho menos cuando se las presentan como credencial de conocimiento de aspectos económicos. No es solo una cuestión de legalidad. Está en juego también la dimensión económica. Es un simple dilema de intereses contrapuestos: una persona con cuentas en dólares, ¿piensa en pesos?
Además, una cosa es “pensar en dólares o en pesos” y otra cosa es convivir con la inestabilidad cambiaria. Esta inestabilidad resulta de la propia política de posibilitar que salgan constantemente dólares de la economía por medio de gastos superfluos – y después, además, procurar reafirmar la búsqueda de estabilidad cambiaria ingresando dólares endeudándose afuera.
Ese endeudamiento perjudica “pensar en pesos” y perjudica la actividad interna porque deriva en una salida de dólares en materia de pagos e intereses. Lleva a buscar reducir el gasto fiscal en áreas que son de consumo interno (consumo mismo, salarios y empleos) que son áreas básicas para la creación y la compra de productos nacionales. Y además el endeudamiento aprecia el tipo de cambio.
Otra cuestión es que la variabilidad cambiaria, combinada con una política de capitales externos de libre entrada y salida más política de ajuste, eleva los intereses. Motiva las inversiones especulativas financieras en lugar de las productivas, que son las que generan empleo, desestimuladas a su vez por el reducido mercado interno y el alto costo en dólares para competir internacionalmente.
S se afirma que se debe ajustar es porque se está diciendo que deben bajar precios y salarios para ser más competitivos internacionalmente. O sea, el mismo efecto que devaluar. Lo que cambia es el mecanismo. El mecanismo que se está eligiendo es el que se experimentó en los ‘90 con la convertibilidad, lo que debería servir, para los memoriosos o estudiosos de esa época, que no hay regla cambiaria o dolarización directa que impedirá que se dé una devaluación de precios e ingresos en dólares de hecho.
Devaluar “pensando en pesos” realmente evitaría el mecanismo de vivir en una situación de ajuste tras ajuste, que es inherente a “pensar en dólares”. No sería una solución quimérica, porque ésta no existe. Pero sí el primer paso para preservar fábricas empleos.
Q Profesor de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, [email protected]