Se advierte un sistema tributario donde prevalece la imposición indirecta, afectando a los sectores de ingresos medios y que deja intacto el amplio margen de consumo superfluo de las clases de ingresos superiores; un sistema tributario regresivo que deja inmunes a las altas rentas y grandes patrimonios, en el cual proliferan deducciones y exenciones que reducen la base imponible del impuesto a las Ganancias, a un alto costo fiscal y social; un sistema tributario que deja moverse a sus anchas variados mecanismos de evasión, legal e ilegal».
El párrafo anterior describe bien al actual sistema tributario pero fue pronunciado en diciembre de 1973 por Héctor Sandler, que por entonces era diputado nacional por la Alianza Popular Revolucionaria que conducía Oscar Alende, luego de un drástico viraje ideológico que lo había inducido a abandonar las filas de la Unión del Pueblo Argentino de Pedro Eugenio Aramburu.
La cita a Sandler figura en el libro Elementos para una Reforma Tributaria en la Argentina que acaban de publicar Alejandro Otero y Alfredo Iñiguez. Aunque la cita sigue teniendo vigencia, del libro se desprende que el presente de la estructura impositiva argentina es en muchos aspectos peor que la de hace cuarenta y dos años. Otero (ex director general de Rentas durante la gestión de Aníbal Ibarra) e Iñiguez (economista de la Universidad Nacional de La Plata) destacan: «Desde entonces y hasta ahora el sistema tributario no ha recuperado instrumentos que le permitan gravar en forma adecuada los consumos superfluos y las rentas extraordinarias. Cuestiones tan densas políticamente como casi sencillas de implementar desde el punto de vista técnico. Y de alto impacto en términos redistributivos e incluso antiinflacionarios». Aunque ambos simpatizaron con el kirchnerismo, el balance que hacen de la gestión en materia tributaria es crítico.
La orientación de la reforma que plantean no tiene como prioridad aumentar la recaudación. Sus principales objetivos son ampliar la carga tributaria y dotar de mayor progresividad a los impuestos a la propiedad y los patrimonios; mejorar la imposición sobre los activos financieros y sus rentas; reformular la imposición al consumo para reducir la incidencia sobre los estratos pobres y aumentar la de los ricos; y promover la actividad productiva de manera selectiva.
En cuanto al detalle de las propuestas, y comenzando con lo que apodan el Impuesto Vedette Argentino, presentan varias alternativas para atenuar la enorme regresividad del IVA, que se lleva el 18% del ingreso del decil más pobre y el 9% del decil más rico. Una de las alternativas que contemplan tiene elementos comunes con el proyecto de ley que el gobierno acaba de enviar al Congreso y que establece la devolución de parte del IVA a los que reciben la AUH y a los jubilados con haber mínimo; elementos que ya se encontraban en una propuesta elaborada por Martín Abeles, Juan Balasini y Demián Panigo para la Cepal. A las modificaciones en el IVA las complementan con aumentos de impuestos internos para consumos superfluos y suntuarios.
En relación a Ganancias, pretenden lograr mucha mayor progresividad eliminando exenciones y con cambios sustanciales en el mínimo no imponible, en las escalas y en las alícuotas. Por ejemplo, para el caso de las personas físicas reducen del 9 al 6% la alícuota marginal para el tramo de ingresos más bajo, y suben del 35 al 48 la alícuota marginal máxima.
También proponen modificar mínimos y alícuotas en Bienes Personales, llevando la tasa efectiva a un máximo de 2,75%. Por supuesto, enfatizan la necesidad de corregir la valuación de inmuebles, que es una de las tantas razones por las que este impuesto recauda cifras absurdamente ínfimas, y que también incide en el bajísimo rendimiento del impuesto inmobiliario a nivel provincial.
En el capítulo patrimonial plantean la recreación del Impuesto a la herencia o Transmisión Gratuita de Bienes que fue derogado durante la última dictadura militar, y la creación de un impuesto extraordinario a la propiedad de la tierra que, articulado con el inmobiliario rural y los derechos de exportación, capturen parte de la renta diferencial que obtienen los dueños de las mejores tierras.
Una de las grandes dudas que deja la lectura del libro es la viabilidad política del planteo técnico. Otero e Iñiguez son bien concientes de que «es crucial comprender que una reforma tributaria no se resuelve con una adecuada propuesta en términos técnicos», y recuerdan el fracaso del kirchnerismo en su intento de establecer en 2008 el esquema de retenciones móviles. Omiten que ese fracaso se debió en parte a la impericia técnica de la medida y a la torpeza política del oficialismo.
En el último párrafo del libro los autores expresan su optimismo de que «la reafirmación del modelo imperante en las urnas y un mayor respaldo popular a las medidas de gobierno con participación activa de la sociedad civil, permiten vislumbrar que se pueden generar los consensos necesarios para avanzar en una reforma tributaria como la propuesta en estas páginas». Se ve que el libro entró a imprenta antes del triunfo de Mauricio Macri.
El párrafo anterior describe bien al actual sistema tributario pero fue pronunciado en diciembre de 1973 por Héctor Sandler, que por entonces era diputado nacional por la Alianza Popular Revolucionaria que conducía Oscar Alende, luego de un drástico viraje ideológico que lo había inducido a abandonar las filas de la Unión del Pueblo Argentino de Pedro Eugenio Aramburu.
La cita a Sandler figura en el libro Elementos para una Reforma Tributaria en la Argentina que acaban de publicar Alejandro Otero y Alfredo Iñiguez. Aunque la cita sigue teniendo vigencia, del libro se desprende que el presente de la estructura impositiva argentina es en muchos aspectos peor que la de hace cuarenta y dos años. Otero (ex director general de Rentas durante la gestión de Aníbal Ibarra) e Iñiguez (economista de la Universidad Nacional de La Plata) destacan: «Desde entonces y hasta ahora el sistema tributario no ha recuperado instrumentos que le permitan gravar en forma adecuada los consumos superfluos y las rentas extraordinarias. Cuestiones tan densas políticamente como casi sencillas de implementar desde el punto de vista técnico. Y de alto impacto en términos redistributivos e incluso antiinflacionarios». Aunque ambos simpatizaron con el kirchnerismo, el balance que hacen de la gestión en materia tributaria es crítico.
La orientación de la reforma que plantean no tiene como prioridad aumentar la recaudación. Sus principales objetivos son ampliar la carga tributaria y dotar de mayor progresividad a los impuestos a la propiedad y los patrimonios; mejorar la imposición sobre los activos financieros y sus rentas; reformular la imposición al consumo para reducir la incidencia sobre los estratos pobres y aumentar la de los ricos; y promover la actividad productiva de manera selectiva.
En cuanto al detalle de las propuestas, y comenzando con lo que apodan el Impuesto Vedette Argentino, presentan varias alternativas para atenuar la enorme regresividad del IVA, que se lleva el 18% del ingreso del decil más pobre y el 9% del decil más rico. Una de las alternativas que contemplan tiene elementos comunes con el proyecto de ley que el gobierno acaba de enviar al Congreso y que establece la devolución de parte del IVA a los que reciben la AUH y a los jubilados con haber mínimo; elementos que ya se encontraban en una propuesta elaborada por Martín Abeles, Juan Balasini y Demián Panigo para la Cepal. A las modificaciones en el IVA las complementan con aumentos de impuestos internos para consumos superfluos y suntuarios.
En relación a Ganancias, pretenden lograr mucha mayor progresividad eliminando exenciones y con cambios sustanciales en el mínimo no imponible, en las escalas y en las alícuotas. Por ejemplo, para el caso de las personas físicas reducen del 9 al 6% la alícuota marginal para el tramo de ingresos más bajo, y suben del 35 al 48 la alícuota marginal máxima.
También proponen modificar mínimos y alícuotas en Bienes Personales, llevando la tasa efectiva a un máximo de 2,75%. Por supuesto, enfatizan la necesidad de corregir la valuación de inmuebles, que es una de las tantas razones por las que este impuesto recauda cifras absurdamente ínfimas, y que también incide en el bajísimo rendimiento del impuesto inmobiliario a nivel provincial.
En el capítulo patrimonial plantean la recreación del Impuesto a la herencia o Transmisión Gratuita de Bienes que fue derogado durante la última dictadura militar, y la creación de un impuesto extraordinario a la propiedad de la tierra que, articulado con el inmobiliario rural y los derechos de exportación, capturen parte de la renta diferencial que obtienen los dueños de las mejores tierras.
Una de las grandes dudas que deja la lectura del libro es la viabilidad política del planteo técnico. Otero e Iñiguez son bien concientes de que «es crucial comprender que una reforma tributaria no se resuelve con una adecuada propuesta en términos técnicos», y recuerdan el fracaso del kirchnerismo en su intento de establecer en 2008 el esquema de retenciones móviles. Omiten que ese fracaso se debió en parte a la impericia técnica de la medida y a la torpeza política del oficialismo.
En el último párrafo del libro los autores expresan su optimismo de que «la reafirmación del modelo imperante en las urnas y un mayor respaldo popular a las medidas de gobierno con participación activa de la sociedad civil, permiten vislumbrar que se pueden generar los consensos necesarios para avanzar en una reforma tributaria como la propuesta en estas páginas». Se ve que el libro entró a imprenta antes del triunfo de Mauricio Macri.