Por Pino Solanas
24/06/12 – 12:53
A treinta años del conflicto por las Islas Malvinas, el gobierno de Cristina Kirchner sigue repitiendo los errores de sus antecesores: creer que es posible doblegar al más sangriento de los colonialismos sólo con prácticas verbales y políticas de seducción.
Desistimos de viajar a la ONU acompañando a la Presidenta, porque no compartimos estrategias que le hicieron perder mucho tiempo a la Argentina y, por principio, no apoyamos nada sin conocer previamente de qué se trata. Pocas fuerzas políticas se han ocupado tanto de la causa Malvinas como Proyecto Sur. En los dos años que integramos la Comisión de Relaciones Exteriores conseguimos que el Congreso aprobara por unanimidad nuestro proyecto de ley 26.659, que establece sanciones económicas a las empresas que operan en el país y están ligadas a las petroleras inglesas en Malvinas. Paradójicamente, nuestro logro terminó en castigo: fui retirado como integrante de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso.
Varias veces se convocó a escuchar los “anuncios trascendentes de la Presidenta”, pero todos fueron gestos inconducentes para la recuperación de la soberanía. La cultura de la derrota y la resignación que dejó Malvinas ha impregnado a la mayor parte de la sociedad. Pocos quieren oír de ella, nadie cree que sea posible recuperar nuestros territorios.
Denunciar al colonialismo en Nueva York y ser complaciente con los daños que causan sus corporaciones en el país fue la resultante del viaje presidencial: mientras Cristina Fernández viajaba al Comité de Descolonización, Julio De Vido y Jorge Mayoral negociaban con Peter Munk –presidente de Barrick Gold– la puesta en marcha del más ignominioso proyecto minero apoyado por los Kirchner: Pascua Lama, en los Andes sanjuaninos. No es todo: los dueños de Barrick y de las megamineras que operan en Argentina, son también copropietarios de las petroleras inglesas que operan en Malvinas.
La auténtica defensa de Malvinas es inseparable de la defensa de nuestros bienes y recursos naturales. Somos un país ocupado por todas las transnacionales: la causa de Malvinas es la misma de Famatina. La Presidenta llamó snobs a los ambientalistas: ¿quiénes son los snobs y quiénes los hipócritas: los pobladores de Loncopué y de ocho provincias que lograron prohibir la megaminería, o los funcionarios que siguen entregando nuestros bienes estratégicos?
Argentina aún no aplica la Ley 26.659 y tampoco denunció los acuerdos de Madrid de 1989 y 1990 burlados siempre por el Reino Unido. La ilegal conducta británica se basa en hechos consumados: explorar hidrocarburos, explotar la pesca, instalar una poderosa fortaleza militar y reclamar 350 millas de soberanía alrededor de Malvinas. Pero para nuestras autoridades de Defensa “Argentina no tiene hipótesis de conflicto” mientras parte de su territorio está ocupado por una potencia nuclear hostil. El patrullaje de nuestro mar se redujo en más de un 50%, se asigna a la defensa uno de los presupuestos más bajos de Sudamérica y los materiales son obsoletos. Junto a su compromiso permanente por la paz y la unidad continental, Argentina debe reconstruir las capacidades defensivas de sus fuerzas armadas. Lejos de reducirlas, se las debe reequipar. Como lo hace Brasil, Argentina puede y debe hacerse de una flota disuasiva de modernos submarinos para defender su patrimonio atlántico.
Las acciones diplomáticas solas o los discursos de té con masitas no bastan: es preciso sumarles sanciones económicas y comunicacionales que constituyan una pesada carga para el Reino Unido: la sustracción de los recursos petroleros e ictícolas malvinenses deben compensarse con la Ley 26.659 y con un costo para los intereses británicos que operan en nuestro país. Sin estridencias y amablemente, como canta una clásica milonga. Salgamos de la resignación y la derrota, refundemos la conciencia del Atlántico Sur con sus infinitas posibilidades. Debemos ampliar la mirada, descubrir el inmenso triángulo de la pampa sumergida que llega hasta las Georgias, Sandwich y la Antártida. En la concepción del AtlanSur se juega el futuro argentino.
*Diputado de Proyecto Sur.