Periodismo para todos

La noticia se conoció el miércoles, pero el hecho había ocurrido el domingo a las 6.30 de la mañana. El diario Muy tituló en tapa “17 km. con un muerto en el capó”, y luego las webs y radios replicaron ese hecho desgraciado: un ciclista atropellado por un conductor borracho que, además, pretendió pasar por el peaje con el cadáver colgado del auto.
Gracias al diario, la noticia se conoció luego de tres días, y poco a poco fue ampliada por webs y canales de cable donde pudieron expresarse -72 horas después del hecho- los familiares de la víctima. La hermana de Reynaldo Ricardo Rodas estaba indignada porque el automovilista fue liberado de inmediato, y dolida porque nadie se acercó a ellos, ni siquiera para consolarlos.
Pasadas 80 horas del accidente comenzó a circular la versión, en Twitter, cuándo no, que el conductor era hijo del locutor y periodista Eduardo Aliverti.
“Los medios tradicionales” demoraron en publicar la información que necesitaba confirmarse con más rigor que nunca. Aliverti es un crítico de los medios de comunicación que él llama “hegemónicos”, a los que acusa de magnificar los casos de inseguridad y de ocultar información a la ciudadanía. Y también es un colega conocido en todas las redacciones porteñas.
En esas redacciones comenzó a chequearse el dato, pero antes de que alguien lo publicase el propio Aliverti se adelantó en su página de Facebook. Tres días y medio después del accidente, reconoció que el conductor del auto era su hijo. Al mismo tiempo, el periodista y compañero de trabajo de Aliverti, Raúl Kollmann, daba una versión distinta del accidente en Twitter, para favorecer la situación del hijo de su colega.
La tragedia de Rodas, un laburante que iba al trabajo en bicicleta, permite ver el papel de los medios y los periodistas en una sociedad democrática. Si no fuese por la tapa de Muy y por los periodistas que comenzaron a hurgar hasta llegar a la identidad del conductor, tal vez la familia de Rodas no hubiese encontrado una explicación de lo sucedido. Ellos no entendían por qué el que atropelló a su familiar había sido demorado unas pocas horas y tampoco por qué nadie se había acercado a tenderles una mano. Si no fuera por la actuación de esos periodistas que intentaban esclarecer lo que se quería ocultar, los familiares de Rodas tendrían menos consuelo. Ahora se explican algunas situaciones. La actitud de Aliverti -salir a aclarar tres días y medio después de la muerte- debe ser reconocida en el contexto de su drama de padre, aunque también habla de la honestidad intelectual de muchos comunicadores que atacan al periodismo por oportunismo ideológico.
Los Rodas, trabajadores que tal vez no conozcan a Aliverti ni entiendan qué cosa es eso de la ley de medios, ya saben que la difusión del caso les sirvió de algo. El dolor es el mismo, pero la impotencia de ser ignorados se redujo.

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