Una encuesta de Latinobarómetro lo ubicó días atrás como el presidente más impopular de América Latina (28 por ciento contra 75% de Juan Manuel Santos de Colombia, el más popular). Entrevistado por Clarín en el marco de la Cumbre Iberoamericana que concluyó el sábado en Asunción, el mandatario chileno, Sebastián Piñera, admite primero y aclara después: “Hay que tener claro que, si bien nuestro gobierno ha perdido apoyo, la oposición lo ha perdido con mucha más fuerza”.
Chile progresa, reduce el desempleo, pero su popularidad disminuye. ¿A qué atribuye la contradicción? Es una paradoja, sin duda, porque en estos primeros veinte meses de gobierno hemos logrado multiplicar por cuatro nuestra capacidad de crecimiento, por cuatro la creación de empleo. Simultáneamente estamos enfrentando con decisión y voluntad el tema de la pobreza. Estamos haciendo las grandes reformas pendientes en materia de salud y educación, y sin embargo, estamos enfrentando, como ocurre en el mundo entero, una ciudadanía que es mucho más exigente, que está mucho más empoderada, más consciente de sus derechos, –y me gustaría también que sea consciente de sus deberes–, que es mucho más impaciente, quiere soluciones inmediatas. Pero para leer bien lo que pasa con la opinión pública chilena, hay que tener claro que nuestro gobierno, si bien ha perdido apoyo, la oposición lo ha perdido con mucha más fuerza… Es una rebelión de los ciudadanos que están exigiendo a los políticos una nueva conducta. Estamos en la senda de recuperar la capacidad de crecer, de crear trabajo, de luchar con mayor eficacia contra la delincuencia y contra la pobreza.
¿Cómo es su plan para combatir la pobreza? La meta es grande, noble y ambiciosa: lograr, antes de terminar la década, que Chile logre derrotar el subdesarrollo y superar la pobreza, atacando básicamente la mala calidad de la educación de los sectores más vulnerables, las pocas oportunidades de buenos empleos de los sectores más vulnerables y la debilidad de la familia de los más vulnerables.
Usted habló de la necesidad de la renovación de las instituciones a nivel mundial y regional. ¿Qué implica eso? Toda la institucionalidad internacional es fruto de la posguerra. En Bretton Woods, en 1945, se creó Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y muchas otras organizaciones. Pero ellas no están preparadas para enfrentar los desafíos del presente. Los problemas de hoy día son de naturaleza mundial. No se pueden resolver solo con políticas nacionales. Y tenemos que darnos cuenta de que tenemos que fortalecer la gobernanza mundial para enfrentar este tipo de desafíos, y eso significa que los países van a tener que darle más atribuciones a organismos que los propios países acuerden, para que puedan ser más eficaces en la protección del medioambiente, coordinar mejor a los países frente a las crisis financieras, combatir con mayor eficacia al terrorismo y el narcotráfico. Todo eso no existía en el año 45 y, por tanto, las instituciones de hoy día son instituciones viejas que no responden ni son eficaces para enfrentar los problemas nuevos que son los que afectan a la humanidad.
¿Agregaría al Mercosur, a la Unasur, a los otros bloques sudamericanos? Por supuesto que también pienso que tenemos que modernizar profundamente nuestras organizaciones regionales… Tenemos demasiadas organizaciones regionales: Unasur, Mercosur, ALADI, Pacto Andino, Comunidad Andina de Naciones.
Usted es un empresario. Cuando deje la presidencia, ¿va a salir con más o menos fortuna que cuando entró? No le puedo contestar esa pregunta, porque yo, antes de asumir la presidencia, entregué mis bienes a un fideicomiso ciego, y por tanto estoy desligado de la administración de los bienes. Estoy ejerciendo en cuerpo y alma mi labor de presidente. No tengo tiempo para ninguna preocupación de interés privado. A partir del 12 de marzo del 2014, cuando deje el gobierno, ahí le puedo responder esa pregunta.
Chile progresa, reduce el desempleo, pero su popularidad disminuye. ¿A qué atribuye la contradicción? Es una paradoja, sin duda, porque en estos primeros veinte meses de gobierno hemos logrado multiplicar por cuatro nuestra capacidad de crecimiento, por cuatro la creación de empleo. Simultáneamente estamos enfrentando con decisión y voluntad el tema de la pobreza. Estamos haciendo las grandes reformas pendientes en materia de salud y educación, y sin embargo, estamos enfrentando, como ocurre en el mundo entero, una ciudadanía que es mucho más exigente, que está mucho más empoderada, más consciente de sus derechos, –y me gustaría también que sea consciente de sus deberes–, que es mucho más impaciente, quiere soluciones inmediatas. Pero para leer bien lo que pasa con la opinión pública chilena, hay que tener claro que nuestro gobierno, si bien ha perdido apoyo, la oposición lo ha perdido con mucha más fuerza… Es una rebelión de los ciudadanos que están exigiendo a los políticos una nueva conducta. Estamos en la senda de recuperar la capacidad de crecer, de crear trabajo, de luchar con mayor eficacia contra la delincuencia y contra la pobreza.
¿Cómo es su plan para combatir la pobreza? La meta es grande, noble y ambiciosa: lograr, antes de terminar la década, que Chile logre derrotar el subdesarrollo y superar la pobreza, atacando básicamente la mala calidad de la educación de los sectores más vulnerables, las pocas oportunidades de buenos empleos de los sectores más vulnerables y la debilidad de la familia de los más vulnerables.
Usted habló de la necesidad de la renovación de las instituciones a nivel mundial y regional. ¿Qué implica eso? Toda la institucionalidad internacional es fruto de la posguerra. En Bretton Woods, en 1945, se creó Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y muchas otras organizaciones. Pero ellas no están preparadas para enfrentar los desafíos del presente. Los problemas de hoy día son de naturaleza mundial. No se pueden resolver solo con políticas nacionales. Y tenemos que darnos cuenta de que tenemos que fortalecer la gobernanza mundial para enfrentar este tipo de desafíos, y eso significa que los países van a tener que darle más atribuciones a organismos que los propios países acuerden, para que puedan ser más eficaces en la protección del medioambiente, coordinar mejor a los países frente a las crisis financieras, combatir con mayor eficacia al terrorismo y el narcotráfico. Todo eso no existía en el año 45 y, por tanto, las instituciones de hoy día son instituciones viejas que no responden ni son eficaces para enfrentar los problemas nuevos que son los que afectan a la humanidad.
¿Agregaría al Mercosur, a la Unasur, a los otros bloques sudamericanos? Por supuesto que también pienso que tenemos que modernizar profundamente nuestras organizaciones regionales… Tenemos demasiadas organizaciones regionales: Unasur, Mercosur, ALADI, Pacto Andino, Comunidad Andina de Naciones.
Usted es un empresario. Cuando deje la presidencia, ¿va a salir con más o menos fortuna que cuando entró? No le puedo contestar esa pregunta, porque yo, antes de asumir la presidencia, entregué mis bienes a un fideicomiso ciego, y por tanto estoy desligado de la administración de los bienes. Estoy ejerciendo en cuerpo y alma mi labor de presidente. No tengo tiempo para ninguna preocupación de interés privado. A partir del 12 de marzo del 2014, cuando deje el gobierno, ahí le puedo responder esa pregunta.