Por Javier Gonzalez Fraga
02/11/12 – 10:36
En las últimas semanas se han producido varias defensas de la política económica que implementa este gobierno. Por un lado hemos tenido las presentaciones realizadas por el viceministro de Economía, Axel Kicillof, en el Congreso, y también La Gran Makro ha producido un documento en la misma línea, e ilustrativo de las ideas que dominan la política económica actual.
Excedería el alcance de este artículo un análisis detallado de las mismas, que seguramente se merecen un debate más profundo, pero a título de anticipo se pueden hacer los siguientes comentarios.
— Desendeudamiento. El Gobierno plantea el desendeudamiento como forma de consolidar la capacidad de decisión soberana, y como si la alternativa fuera el desendeudamiento total, o el endeudamiento excesivo que te lleva al default, como en 2001. Y esa opción es falsa, ya que es posible tener un endeudamiento razonable que permita aprovechar la liquidez internacional, en lugar de estar asfixiando financieramente a las provincias y elevando la presión tributaria a niveles nunca vistos en el país y en la región. Este gobierno no es más progresista que los de Evo Morales, Pepe Mujica o Dilma Rousseff, ni que el de Michelle Bachelet cuando era presidenta de Chile, y no obstante todos ellos recurrieron prudentemente al endeudamiento externo, mejorando la situación social de sus pueblos. Mantener un endeudamiento externo exigible prudente, en torno al 30% del PBI, permitiría al país la modernización de su red ferroviaria, evitando catástrofes como la de Once, y hacer obras de infraestructura para reducir los costos del transporte que tanto afectan a las economías regionales, además de combatir la pobreza con planes de viviendas que no dependan de la Lotería Nacional para llegar a algunos beneficiarios.
— Tipo de cambio competitivo y razonable. Esa es la definición que hace el documento, pero cabe preguntarse: ¿cómo lo calculan? ¿Con las estadísticas del Indec? Entonces piensan que el pan vale $ 3 el kilo, y el asado $ 12, lo que es mucho más preocupante. Tomando un promedio de mediciones privadas y provinciales de la inflación, durante los casi cinco años de gestión de CFK se evidencia que el peso argentino se apreció más del 40% frente al real de Brasil, y del 30% frente al peso chileno. Por otra parte, si piensan que es un precio razonable, ¿por qué no están dispuestos a vender dólares al público? El atraso cambiario hoy afecta a numerosas economías regionales, como la vitivinicultura, los olivos, las frutas, los cítricos, además de la ganadería y la lechería. Sólo la soja y algunos cereales han podido compensar el atraso cambiario con buenos precios internacionales. Y por eso el país, en contra de los objetivos propuestos de industrialización, está dependiendo cada vez más de la soja, y menos de las exportaciones agroindustriales, que generan mucho más empleo.
— Los superávits mellizos y la década 2003-2012. Con mucha razón, plantean la necesidad de la solvencia macroeconómica a través de los superávits fiscal y externo. Pero desconocen que eso se perdió hace tres años. Bien medido, desde 2009 estamos en déficit fiscal, lo que explica la pérdida de competitividad del peso, y este año hubiéramos tenido un fuerte déficit externo si no fuera por las restricciones cambiarias y las importaciones, que provocaron otros inconvenientes, con fuerte impacto en la productividad de largo plazo. Con algo de picardía, el documento compara la nefasta década de la convertibilidad con los casi diez años kirchneristas agregados, aprovechando el impacto positivo que tuvieron los primeros cinco años de la década. Si se analizaran separadamente, se comprobaría que el período desde 2007 hasta hoy es francamente pobre en su crecimiento, con fuerte inflación, deterioro macroeconómico, colapso energético, congelamiento de los avances sociales, y a pesar de gozar de los mejores precios externos en medio siglo.
— Inversión y clima de negocios. Obviamente la pata débil de la política económica actual es la insuficiencia de la inversión privada reproductiva. Por eso se obsesionan en demostrar que puede haber inversión, aun en un clima de negocios negativo, por el que culpan a los medios, si hay estímulo al consumo. Eso pudo haber sido cierto, sobre todo entre pequeñas y medianas empresas, hace unos años. Pero ahora esas empresas invierten menos por otras razones: restricciones energéticas, alta presión tributaria, menor rentabilidad ocasionada por el atraso cambiario, falta de maquinaria e insumos importados, etc., etc. Además, entre las empresas grandes, nacionales y extranjeras, lo sucedido con YPF, las restricciones cambiarias y los “directores estatales”, etc., generan un clima de incertidumbre que explica que la inversión directa extranjera sea una sexta parte de la que recibiéramos hace unos años.
— La negación de la inflación. Probablemente, la negación de la inflación y la tolerancia del Indec actual sea lo más grave, y la base del deterioro y el aislamiento que estamos viviendo. En el documento le echan la culpa al alza de los precios internacionales de los alimentos. ¿Y cómo explican que en el resto de los países de la región, excepto Venezuela, la inflación no supera el 6%? ¿O piensan que la culpa la tienen los intermediarios, que curiosamente también actúan en esos países?
Demasiadas inconsistencias que merecen un debate más serio, menos mediático y sin tantas descalificaciones ni cargas ideológicas. Ojalá pueda darse, antes de que sea tarde.
02/11/12 – 10:36
En las últimas semanas se han producido varias defensas de la política económica que implementa este gobierno. Por un lado hemos tenido las presentaciones realizadas por el viceministro de Economía, Axel Kicillof, en el Congreso, y también La Gran Makro ha producido un documento en la misma línea, e ilustrativo de las ideas que dominan la política económica actual.
Excedería el alcance de este artículo un análisis detallado de las mismas, que seguramente se merecen un debate más profundo, pero a título de anticipo se pueden hacer los siguientes comentarios.
— Desendeudamiento. El Gobierno plantea el desendeudamiento como forma de consolidar la capacidad de decisión soberana, y como si la alternativa fuera el desendeudamiento total, o el endeudamiento excesivo que te lleva al default, como en 2001. Y esa opción es falsa, ya que es posible tener un endeudamiento razonable que permita aprovechar la liquidez internacional, en lugar de estar asfixiando financieramente a las provincias y elevando la presión tributaria a niveles nunca vistos en el país y en la región. Este gobierno no es más progresista que los de Evo Morales, Pepe Mujica o Dilma Rousseff, ni que el de Michelle Bachelet cuando era presidenta de Chile, y no obstante todos ellos recurrieron prudentemente al endeudamiento externo, mejorando la situación social de sus pueblos. Mantener un endeudamiento externo exigible prudente, en torno al 30% del PBI, permitiría al país la modernización de su red ferroviaria, evitando catástrofes como la de Once, y hacer obras de infraestructura para reducir los costos del transporte que tanto afectan a las economías regionales, además de combatir la pobreza con planes de viviendas que no dependan de la Lotería Nacional para llegar a algunos beneficiarios.
— Tipo de cambio competitivo y razonable. Esa es la definición que hace el documento, pero cabe preguntarse: ¿cómo lo calculan? ¿Con las estadísticas del Indec? Entonces piensan que el pan vale $ 3 el kilo, y el asado $ 12, lo que es mucho más preocupante. Tomando un promedio de mediciones privadas y provinciales de la inflación, durante los casi cinco años de gestión de CFK se evidencia que el peso argentino se apreció más del 40% frente al real de Brasil, y del 30% frente al peso chileno. Por otra parte, si piensan que es un precio razonable, ¿por qué no están dispuestos a vender dólares al público? El atraso cambiario hoy afecta a numerosas economías regionales, como la vitivinicultura, los olivos, las frutas, los cítricos, además de la ganadería y la lechería. Sólo la soja y algunos cereales han podido compensar el atraso cambiario con buenos precios internacionales. Y por eso el país, en contra de los objetivos propuestos de industrialización, está dependiendo cada vez más de la soja, y menos de las exportaciones agroindustriales, que generan mucho más empleo.
— Los superávits mellizos y la década 2003-2012. Con mucha razón, plantean la necesidad de la solvencia macroeconómica a través de los superávits fiscal y externo. Pero desconocen que eso se perdió hace tres años. Bien medido, desde 2009 estamos en déficit fiscal, lo que explica la pérdida de competitividad del peso, y este año hubiéramos tenido un fuerte déficit externo si no fuera por las restricciones cambiarias y las importaciones, que provocaron otros inconvenientes, con fuerte impacto en la productividad de largo plazo. Con algo de picardía, el documento compara la nefasta década de la convertibilidad con los casi diez años kirchneristas agregados, aprovechando el impacto positivo que tuvieron los primeros cinco años de la década. Si se analizaran separadamente, se comprobaría que el período desde 2007 hasta hoy es francamente pobre en su crecimiento, con fuerte inflación, deterioro macroeconómico, colapso energético, congelamiento de los avances sociales, y a pesar de gozar de los mejores precios externos en medio siglo.
— Inversión y clima de negocios. Obviamente la pata débil de la política económica actual es la insuficiencia de la inversión privada reproductiva. Por eso se obsesionan en demostrar que puede haber inversión, aun en un clima de negocios negativo, por el que culpan a los medios, si hay estímulo al consumo. Eso pudo haber sido cierto, sobre todo entre pequeñas y medianas empresas, hace unos años. Pero ahora esas empresas invierten menos por otras razones: restricciones energéticas, alta presión tributaria, menor rentabilidad ocasionada por el atraso cambiario, falta de maquinaria e insumos importados, etc., etc. Además, entre las empresas grandes, nacionales y extranjeras, lo sucedido con YPF, las restricciones cambiarias y los “directores estatales”, etc., generan un clima de incertidumbre que explica que la inversión directa extranjera sea una sexta parte de la que recibiéramos hace unos años.
— La negación de la inflación. Probablemente, la negación de la inflación y la tolerancia del Indec actual sea lo más grave, y la base del deterioro y el aislamiento que estamos viviendo. En el documento le echan la culpa al alza de los precios internacionales de los alimentos. ¿Y cómo explican que en el resto de los países de la región, excepto Venezuela, la inflación no supera el 6%? ¿O piensan que la culpa la tienen los intermediarios, que curiosamente también actúan en esos países?
Demasiadas inconsistencias que merecen un debate más serio, menos mediático y sin tantas descalificaciones ni cargas ideológicas. Ojalá pueda darse, antes de que sea tarde.