Recuperado del trance del helicóptero, José Luis Gioja volvió a escena y, premeditado, reveló su preferencia por Daniel Scioli entre la ristra de presidenciables del peronismo K. La jugada, de alto impacto hacia adentro del dispositivo oficial, tuvo un efecto colateral: suprimió al sanjuanino de la carrera por la jefatura del PJ nacional.
Hasta esa parrafada, Gioja aparecía como la única sombra de Eduardo Fellner, gobernador jujeño que se recorta ahora como el seguro -e inevitable- futuro jefe del Consejo del peronismo que hasta octubre de 2010 presidió Néstor Kirchner, quedó en manos de Scioli y hace tiempo naufraga en un océano de legalismos y suspicacia.
«Gioja se puso del lado de Scioli y eso lo deja afuera de la presidencia del PJ», confió una voz de Casa Rosada. «Todos tienen simpatía por algún candidato, pero una cosa es pensarlo y otra decirlo públicamente. El que presida el partido tiene que aparecer como neutral», agregó.
El camino de Fellner se despejó y en el PJ, entre gobernadores y funcionarios interesados, se maneja la última semana de abril como fecha de normalización partidaria. El formato sería la convocatoria a un Congreso para la designación de autoridades.
La instancia de una interna partidaria, siquiera simulada, como la que armó Kirchner en 2008 se considera, en este contexto, altamente improbable.
Se despliegan, en paralelo, otros factores. Inicialmente varios gobernadores fantaseaban por treparse a la cima del PJ; ahora el manejo del partido perdió peso relativo.
Avisó
A mediados de 2013, Scioli se creyó el futuro presidente del PJ mientras Capitanich avisó, antes de ser jefe de Gabinete, que disputaría ese lugar con cualquiera. A la vez, Urribarri especuló con ser el nombre para el partido ante una cristinización extrema del PJ.
Tras la derrota todo cambió. Capitanich proyecta su candidatura desde la jefatura de todos los ministros, Urribarri se monta sobre el PJ kirchnerista explícito y Scioli asumió que el valor está dado por el respaldo de los gobernadores, sean o no jefes del partido, sean o no peronistas.
Hay otro elemento operativo. El manejo del partido no implica, a futuro, ventajas comparativas en, por ejemplo, las PASO del Frente para la Victoria porque por ley para cada elección se forma una nueva junta electoral del frente distinta a la del PJ. Es decir: manejar el partido ahora no da garantías para la interna que viene.
Para los presidenciables, el encanto del partido está en baja. El valor residual es la hipótesis de un reencuentro futuro de todos los peronismos, básicamente dado por el reencuentro en una sociedad política y electoral con Sergio Massa, alternativa que el tigrense desmiente día y noche.
Otro elemento poderoso y a la vez más volátil. A lo Kirchner, Cristina y la cofradía que se posa sobre el peronismo, terminó de asumir que el PJ es una trinchera que sirve para la defensiva, pero no permite avanzar en caso de pasar a la ofensiva.
Lo prueba el episodio en que la Presidente bendijo a Gerardo Zamora como segundo en la línea de sucesión, en desmedro de Beatriz Alperovich, esposa del gobernador José Alperovich, que en su origen es radical, pero suma al menos una década de peronización, mutación que propició Eduardo Duhalde.
Cristina de Kirchner ejecutó un operativo que agitó -como contó este diario el viernes pasado- Carlos Zannini montado al concepto de una irrevocable traición del peronismo a la Presidente, en la que el secretario de Legal y Técnica pudo citar añejos recelos de Kirchner hacia el clan tucumano. Por caso, aquel acto en que Kirchner hizo subir al escenario a Fernando Juri, el vicegobernador y a la vez principal enemigo político de Alperovich.
Sucesión
El reflujo transversal que late detrás de la designación de Zamora contempla una sola explicación entre los peronistas. “Cristina tiene derecho a elegir quién está en la línea de sucesión”, un argumento tan válido como políticamente incómodo para el PJ porque implica que la Presidente prefiere a un otro antes que a uno propio.
Lo de Cristina con Zamora, motorizado o no por Zannini, tiene la contextura de una profecía autocumplida. La Presidente y su funcionario de más confianza podrán atribuir a la genética tendencia peronista a cambiar de jefe las charlas que en estos días se incrementaron entre dirigentes del PJ y Sergio Massa cuando, en verdad, se trata del rebote del expediente Zamora.
«Ves cómo lo acostaron a Alperovich; ¿vos pensás que no te van a tirar por la ventana cuando se les antoje?», dice, o manda a decir, el tigrense a los peronistas que perduran en la galaxia K y no encuentran más que lamentos.
La salida de Juan Manzur de Salud, que el ministro les anticipó a sus colaboradores, puede oficiar como definitivo despegue de Alperovich del esquema cristinista: sin su esposa en la línea de sucesión y sin Manzur en el gabinete, el gobernador de Tucumán -uno de los nueve caciques K que no pueden reelegir en 2015- queda liviano para alianzas de todo tipo y color.
(Fuente: Ambito Financiero)
Hasta esa parrafada, Gioja aparecía como la única sombra de Eduardo Fellner, gobernador jujeño que se recorta ahora como el seguro -e inevitable- futuro jefe del Consejo del peronismo que hasta octubre de 2010 presidió Néstor Kirchner, quedó en manos de Scioli y hace tiempo naufraga en un océano de legalismos y suspicacia.
«Gioja se puso del lado de Scioli y eso lo deja afuera de la presidencia del PJ», confió una voz de Casa Rosada. «Todos tienen simpatía por algún candidato, pero una cosa es pensarlo y otra decirlo públicamente. El que presida el partido tiene que aparecer como neutral», agregó.
El camino de Fellner se despejó y en el PJ, entre gobernadores y funcionarios interesados, se maneja la última semana de abril como fecha de normalización partidaria. El formato sería la convocatoria a un Congreso para la designación de autoridades.
La instancia de una interna partidaria, siquiera simulada, como la que armó Kirchner en 2008 se considera, en este contexto, altamente improbable.
Se despliegan, en paralelo, otros factores. Inicialmente varios gobernadores fantaseaban por treparse a la cima del PJ; ahora el manejo del partido perdió peso relativo.
Avisó
A mediados de 2013, Scioli se creyó el futuro presidente del PJ mientras Capitanich avisó, antes de ser jefe de Gabinete, que disputaría ese lugar con cualquiera. A la vez, Urribarri especuló con ser el nombre para el partido ante una cristinización extrema del PJ.
Tras la derrota todo cambió. Capitanich proyecta su candidatura desde la jefatura de todos los ministros, Urribarri se monta sobre el PJ kirchnerista explícito y Scioli asumió que el valor está dado por el respaldo de los gobernadores, sean o no jefes del partido, sean o no peronistas.
Hay otro elemento operativo. El manejo del partido no implica, a futuro, ventajas comparativas en, por ejemplo, las PASO del Frente para la Victoria porque por ley para cada elección se forma una nueva junta electoral del frente distinta a la del PJ. Es decir: manejar el partido ahora no da garantías para la interna que viene.
Para los presidenciables, el encanto del partido está en baja. El valor residual es la hipótesis de un reencuentro futuro de todos los peronismos, básicamente dado por el reencuentro en una sociedad política y electoral con Sergio Massa, alternativa que el tigrense desmiente día y noche.
Otro elemento poderoso y a la vez más volátil. A lo Kirchner, Cristina y la cofradía que se posa sobre el peronismo, terminó de asumir que el PJ es una trinchera que sirve para la defensiva, pero no permite avanzar en caso de pasar a la ofensiva.
Lo prueba el episodio en que la Presidente bendijo a Gerardo Zamora como segundo en la línea de sucesión, en desmedro de Beatriz Alperovich, esposa del gobernador José Alperovich, que en su origen es radical, pero suma al menos una década de peronización, mutación que propició Eduardo Duhalde.
Cristina de Kirchner ejecutó un operativo que agitó -como contó este diario el viernes pasado- Carlos Zannini montado al concepto de una irrevocable traición del peronismo a la Presidente, en la que el secretario de Legal y Técnica pudo citar añejos recelos de Kirchner hacia el clan tucumano. Por caso, aquel acto en que Kirchner hizo subir al escenario a Fernando Juri, el vicegobernador y a la vez principal enemigo político de Alperovich.
Sucesión
El reflujo transversal que late detrás de la designación de Zamora contempla una sola explicación entre los peronistas. “Cristina tiene derecho a elegir quién está en la línea de sucesión”, un argumento tan válido como políticamente incómodo para el PJ porque implica que la Presidente prefiere a un otro antes que a uno propio.
Lo de Cristina con Zamora, motorizado o no por Zannini, tiene la contextura de una profecía autocumplida. La Presidente y su funcionario de más confianza podrán atribuir a la genética tendencia peronista a cambiar de jefe las charlas que en estos días se incrementaron entre dirigentes del PJ y Sergio Massa cuando, en verdad, se trata del rebote del expediente Zamora.
«Ves cómo lo acostaron a Alperovich; ¿vos pensás que no te van a tirar por la ventana cuando se les antoje?», dice, o manda a decir, el tigrense a los peronistas que perduran en la galaxia K y no encuentran más que lamentos.
La salida de Juan Manzur de Salud, que el ministro les anticipó a sus colaboradores, puede oficiar como definitivo despegue de Alperovich del esquema cristinista: sin su esposa en la línea de sucesión y sin Manzur en el gabinete, el gobernador de Tucumán -uno de los nueve caciques K que no pueden reelegir en 2015- queda liviano para alianzas de todo tipo y color.
(Fuente: Ambito Financiero)