Hasta dónde las reflexiones sobre los resultados de las elecciones del domingo último en la Ciudad Autónoma pueden extenderse a los próximos comicios nacionales es, sin duda, materia opinable, pese a las distintas miradas del indiscutible triunfo de Mauricio Macri y a los deseos ocultos bajo frases referidas al 70% de voto antikirchnerista . Sin embargo, saltan a la vista algunas lecciones de lo sucedido el 10 de julio que ayudan a pensar, o prever, el escenario que se abre a partir de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del 14 de agosto.
La primera lección es que frente a la fragmentación de las fuerzas políticas (14 candidatos a jefe de la ciudad), el electorado decidió ignorarla y respondió polarizando. Solanas fue la principal víctima de esta lógica del voto ciudadano.
¿A qué atribuir esa polarización de la ciudadanía en la primera vuelta cuando existían tantas alternativas y una segunda oportunidad? Un papel importante lo jugó el alto nivel de confrontación promovido desde la política nacional y de la cual la Ciudad Autónoma constituyó su principal caja de resonancia.
La polarización fue hija de la confrontación propuesta por el gobierno nacional, cuyos estrategas creyeron que favorecería a su candidato , dada la imagen positiva de la presidenta.
Nada de eso ocurrió. La sociedad, con su voto, convalidó la propuesta del jefe de gobierno por un margen considerable.
Esto nos lleva entonces a la segunda lección: el lugar poco relevante que ocupó “lo ideológico” en la decisión del elector porteño, y que es preciso mencionarlo dadas las interpretaciones que subestiman al ciudadano cuando vota de modo contrario a los intereses de sus intérpretes y lo mima cuando lo hace en su misma dirección.
Así a la dificultad de ubicar en la izquierda o en la derecha a las fuerzas políticas argentinas, dada la tradición movimientista (que explica que muchos “menemistas=derechistas” de ayer sean los “kirchneristas=izquierdistas” de hoy) , se suma el alto grado de personalización de la política (tanto de oficialistas como de opositores) aquí y en todo el mundo.
La ciudadanía vota, con más frecuencia y mayoritariamente, candidatos.
La tercera lección es que los porteños mantienen cierta autonomía del voto local en relación a sus preferencias nacionales o al gobierno federal. Es decir, emiten su voto local en clave porteña.
Por lo tanto, la baja performance de varios candidatos, el domingo último, no preanuncia los resultados que sus fuerzas políticas obtendrán en la competencia de agosto.
La mala prensa alcanzada por la confrontación y la escasa prioridad de la dimensión ideológica explican quizás el adelantamiento de la polarización a la primera vuelta, expresando un voto a favor, o en contra, del gobierno nacional; tal vez este posicionamiento del porteño condicionó de modo bastante decisivo su voto.
Vale entonces preguntarse si los altos niveles de confrontación y la debilidad de la connotación ideológica van a contribuir a polarizar la elección nacional de octubre, pese a la existencia del balotaje. Si la respuesta es positiva puede suceder que las PASO, de agosto, funcionen como una gran interna abierta de la oposición donde el candidato más votado contribuya a polarizar, con el oficialismo, en la primera vuelta de octubre.
En una palabra, aunque la oposición se encuentre fragmentada y ningún candidato aparezca como el opositor mejor posicionado, puede suceder que la ciudadanía tienda a armar una única alternativa a la hora de votar.
La primera lección es que frente a la fragmentación de las fuerzas políticas (14 candidatos a jefe de la ciudad), el electorado decidió ignorarla y respondió polarizando. Solanas fue la principal víctima de esta lógica del voto ciudadano.
¿A qué atribuir esa polarización de la ciudadanía en la primera vuelta cuando existían tantas alternativas y una segunda oportunidad? Un papel importante lo jugó el alto nivel de confrontación promovido desde la política nacional y de la cual la Ciudad Autónoma constituyó su principal caja de resonancia.
La polarización fue hija de la confrontación propuesta por el gobierno nacional, cuyos estrategas creyeron que favorecería a su candidato , dada la imagen positiva de la presidenta.
Nada de eso ocurrió. La sociedad, con su voto, convalidó la propuesta del jefe de gobierno por un margen considerable.
Esto nos lleva entonces a la segunda lección: el lugar poco relevante que ocupó “lo ideológico” en la decisión del elector porteño, y que es preciso mencionarlo dadas las interpretaciones que subestiman al ciudadano cuando vota de modo contrario a los intereses de sus intérpretes y lo mima cuando lo hace en su misma dirección.
Así a la dificultad de ubicar en la izquierda o en la derecha a las fuerzas políticas argentinas, dada la tradición movimientista (que explica que muchos “menemistas=derechistas” de ayer sean los “kirchneristas=izquierdistas” de hoy) , se suma el alto grado de personalización de la política (tanto de oficialistas como de opositores) aquí y en todo el mundo.
La ciudadanía vota, con más frecuencia y mayoritariamente, candidatos.
La tercera lección es que los porteños mantienen cierta autonomía del voto local en relación a sus preferencias nacionales o al gobierno federal. Es decir, emiten su voto local en clave porteña.
Por lo tanto, la baja performance de varios candidatos, el domingo último, no preanuncia los resultados que sus fuerzas políticas obtendrán en la competencia de agosto.
La mala prensa alcanzada por la confrontación y la escasa prioridad de la dimensión ideológica explican quizás el adelantamiento de la polarización a la primera vuelta, expresando un voto a favor, o en contra, del gobierno nacional; tal vez este posicionamiento del porteño condicionó de modo bastante decisivo su voto.
Vale entonces preguntarse si los altos niveles de confrontación y la debilidad de la connotación ideológica van a contribuir a polarizar la elección nacional de octubre, pese a la existencia del balotaje. Si la respuesta es positiva puede suceder que las PASO, de agosto, funcionen como una gran interna abierta de la oposición donde el candidato más votado contribuya a polarizar, con el oficialismo, en la primera vuelta de octubre.
En una palabra, aunque la oposición se encuentre fragmentada y ningún candidato aparezca como el opositor mejor posicionado, puede suceder que la ciudadanía tienda a armar una única alternativa a la hora de votar.