Mercado laboral / Informe sobre la base de la encuesta permanente de hogares
Jueves 28 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
Silvia Stang
LA NACION
Más de la mitad de las personas económicamente activas que viven en hogares de bajos ingresos están desocupadas o tienen empleos de baja calidad. En ese mismo segmento de la sociedad, en el que se ubica el 25% de la población más pobre, un tercio de quienes tienen edad de trabajar (y quieren hacerlo) está en situación de «extrema precariedad» laboral, lo que significa que, o bien están sin ocupación alguna o bien van realizando trabajos o «changas» durante períodos breves, de menos de tres meses. Y así, son personas que caen frecuentemente en el desamparo de la desocupación.
Según las conclusiones de un estudio difundido por SEL Consultores, en el segmento que agrupa a una cuarta parte de la población (la que muestra el menor ingreso familiar per cápita), la desocupación alcanza al 17% de los activos, en tanto que entre los ocupados un 47,4% es informal y un 15% realiza tareas sólo de manera intermitente. El informe advierte que, pese al crecimiento de la actividad económica, esos indicadores, que reflejan un alto nivel de vulnerabilidad social, no mostraron mejoras significativas a partir de la segunda mitad de 2007.
Los índices surgen del análisis de datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Lo cierto es que, también según los datos de esa fuente, la falta de una mejora importante en los últimos cuatro años coincide con el estancamiento que se observa en otros índices, como el de desempleo de toda la población urbana, que de acuerdo con las estadísticas oficiales resultó del 7,4% en el primer trimestre de este año, mientras que había sido del 7,5% en el cuarto trimestre de 2007.
Un avance muy leve
En el universo de los más pobres, la porción de trabajadores activos con problemas, ya sea por falta de ocupación o por mala calidad de la que tienen, era del 60,2% en el segundo semestre de 2007, es decir, algo más de tres puntos por arriba con respecto al índice más reciente, que corresponde al segundo semestre del año pasado. La mejora sí es más notable en la comparación con 2003, cuando la tasa había alcanzado el 73,6% -siempre considerando al 25% de la población con menores ingresos-. En aquel momento, algunos factores coyunturales contribuían a elevar el índice, como el hecho de que se consideraba ocupados a quienes cobraban planes sociales que obligaban, al menos en las normas, a una contraprestación laboral, o como el fenómeno de que en los primeros meses de recuperación la mayor parte del empleo creado era informal, algo que luego se revirtió.
El estudio de SEL señala también que el 59,8% de los más pobres dependen, para su atención sanitaria, exclusivamente del hospital público, mientras que en 2007 el índice era muy similar: del 61,9 por ciento. Según la consultora que dirige el economista Ernesto Kritz, ese dato es un indicador de la precariedad laboral. Estar en la informalidad, de hecho, niega al trabajador el acceso a los derechos de la seguridad social, como estar afiliado a una obra social (o a una prepaga mediante la derivación de aportes) o hacer aportes para poder jubilarse a la edad de su retiro. Además, en el caso de los asalariados, no hay en el trabajo en negro seguro por enfermedades o accidentes laborales y se reciben usualmente ingresos más bajos que los percibidos por quienes están en blanco: en la práctica, estos trabajadores no están protegidos por los convenios colectivos ni tienen garantizado el cobro de beneficios como las vacaciones, el aguinaldo o las horas extras.
Según el análisis de la consultora, la persistencia de un núcleo duro de pobreza al que aluden los indicadores mencionados tiene que ver con un bajo capital de conocimientos de las personas afectadas por la situación.
Carencias en la educación
Entre la población más pobre y «pese a los esfuerzos realizados» para mejorar los índices, según destaca el informe, los datos de la EPH revelan que el 55,8% llegó como máximo, en el sistema educativo, a completar el primario, mientras que el 25,2% comenzó el ciclo secundario, pero no lo terminó. Por su parte, el 2,1% logró un título universitario o terciario, y un 16,8% terminó el secundario.
Los años que en promedio se mantuvo una persona dentro del sistema educativo es de 7,8 en el caso de la cuarta parte más pobre de la población, en tanto que llega a 13,2 en el 25% de mayores ingresos.
Jueves 28 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
Silvia Stang
LA NACION
Más de la mitad de las personas económicamente activas que viven en hogares de bajos ingresos están desocupadas o tienen empleos de baja calidad. En ese mismo segmento de la sociedad, en el que se ubica el 25% de la población más pobre, un tercio de quienes tienen edad de trabajar (y quieren hacerlo) está en situación de «extrema precariedad» laboral, lo que significa que, o bien están sin ocupación alguna o bien van realizando trabajos o «changas» durante períodos breves, de menos de tres meses. Y así, son personas que caen frecuentemente en el desamparo de la desocupación.
Según las conclusiones de un estudio difundido por SEL Consultores, en el segmento que agrupa a una cuarta parte de la población (la que muestra el menor ingreso familiar per cápita), la desocupación alcanza al 17% de los activos, en tanto que entre los ocupados un 47,4% es informal y un 15% realiza tareas sólo de manera intermitente. El informe advierte que, pese al crecimiento de la actividad económica, esos indicadores, que reflejan un alto nivel de vulnerabilidad social, no mostraron mejoras significativas a partir de la segunda mitad de 2007.
Los índices surgen del análisis de datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Lo cierto es que, también según los datos de esa fuente, la falta de una mejora importante en los últimos cuatro años coincide con el estancamiento que se observa en otros índices, como el de desempleo de toda la población urbana, que de acuerdo con las estadísticas oficiales resultó del 7,4% en el primer trimestre de este año, mientras que había sido del 7,5% en el cuarto trimestre de 2007.
Un avance muy leve
En el universo de los más pobres, la porción de trabajadores activos con problemas, ya sea por falta de ocupación o por mala calidad de la que tienen, era del 60,2% en el segundo semestre de 2007, es decir, algo más de tres puntos por arriba con respecto al índice más reciente, que corresponde al segundo semestre del año pasado. La mejora sí es más notable en la comparación con 2003, cuando la tasa había alcanzado el 73,6% -siempre considerando al 25% de la población con menores ingresos-. En aquel momento, algunos factores coyunturales contribuían a elevar el índice, como el hecho de que se consideraba ocupados a quienes cobraban planes sociales que obligaban, al menos en las normas, a una contraprestación laboral, o como el fenómeno de que en los primeros meses de recuperación la mayor parte del empleo creado era informal, algo que luego se revirtió.
El estudio de SEL señala también que el 59,8% de los más pobres dependen, para su atención sanitaria, exclusivamente del hospital público, mientras que en 2007 el índice era muy similar: del 61,9 por ciento. Según la consultora que dirige el economista Ernesto Kritz, ese dato es un indicador de la precariedad laboral. Estar en la informalidad, de hecho, niega al trabajador el acceso a los derechos de la seguridad social, como estar afiliado a una obra social (o a una prepaga mediante la derivación de aportes) o hacer aportes para poder jubilarse a la edad de su retiro. Además, en el caso de los asalariados, no hay en el trabajo en negro seguro por enfermedades o accidentes laborales y se reciben usualmente ingresos más bajos que los percibidos por quienes están en blanco: en la práctica, estos trabajadores no están protegidos por los convenios colectivos ni tienen garantizado el cobro de beneficios como las vacaciones, el aguinaldo o las horas extras.
Según el análisis de la consultora, la persistencia de un núcleo duro de pobreza al que aluden los indicadores mencionados tiene que ver con un bajo capital de conocimientos de las personas afectadas por la situación.
Carencias en la educación
Entre la población más pobre y «pese a los esfuerzos realizados» para mejorar los índices, según destaca el informe, los datos de la EPH revelan que el 55,8% llegó como máximo, en el sistema educativo, a completar el primario, mientras que el 25,2% comenzó el ciclo secundario, pero no lo terminó. Por su parte, el 2,1% logró un título universitario o terciario, y un 16,8% terminó el secundario.
Los años que en promedio se mantuvo una persona dentro del sistema educativo es de 7,8 en el caso de la cuarta parte más pobre de la población, en tanto que llega a 13,2 en el 25% de mayores ingresos.