Guy Sorman es una rareza; una contradicción andante, dirían algunos. El economista y escritor francés ha defendido por décadas el libre mercado en el lugar de nacimiento del dirigismo. Él es un hombre de derecha cautelosamente optimista sobre el futuro de Francia bajo el primer presidente socialista en 20 años y decididamente optimista frente al euro y la Unión Europea.
El más reciente de sus casi 25 libros, «Diario de un optimista», una serie de ensayos sobre Europa y Francia, fue publicado hace pocos meses. Su pensamiento nada contra la corriente, algo que es casi un requisito para los intelectuales públicos franceses desde la época de Voltaire, luchando contra la sombría opinión generalizada. «El consenso no siempre es la verdad», dice sin vacilar.
La economía de Francia regresará a la recesión este año, sostiene el banco central del país, y el desempleo alcanzó en julio el nivel más alto en 13 años. El nuevo presidente François Hollande, que acaba de cumplir sus primeros 100 días en el poder, tuvo quizás la luna de miel más corta que cualquier otro líder elegido por el voto popular: un sondeo reciente mostró que 54% de los franceses no estaban satisfechos con su desempeño. Grecia probablemente se quedará sin dinero para pagar sus cuentas, volviendo a poner en aprietos a sus salvadores financieros (los alemanes, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea). Entretanto, los mercados muestran poca fe en la capacidad de España e Italia para manejar sus propios caos económicos.
Sorman, de 68 años, ofrece la perspectiva a largo plazo, característica de su generación, para calmar los nervios. «Los gobiernos actúan como bomberos que tratan de apagar el incendio del día», señala. Deberían darles a los medios y a los operadores de bonos una mejor idea de hacia dónde se dirigen los planes de la UE.
Pero primero quiere recordar de dónde viene. «En Estados Unidos generalmente hay una especie de equivocación sobre el propósito de Europa», anota. «Europa no fue construida por razones económicas, sino para forjar la paz entre los países europeos. Es una ambición política. Es el único proyecto político para nuestra generación. Pagaremos el precio por salvar este proyecto».
Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, dijo en julio que el banco «está listo para hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente», afirmó el funcionario. Sorman apoya esa moción sobre bases políticas, morales y, aunque parezca sorprendente, de libre mercado.
Al mantener que el euro no causó las crisis europeas, Sorman hace eco de otros economistas conservadores. Culpa en cambio a los estados de bienestar demasiado extendidos que acumularon enormes deudas, sostiene, y luego a los estímulos keynesianos posteriores a la crisis mundial de 2008, los cuales aumentaron la carga. Ahora, los duros ajustes fiscales están siendo implementados en toda Europa. La desregulación en esos países en problemas sería también buena, agrega el economista.
Al nivel de la UE, Sorman ha defendido a viva voz la creación de un grupo de «sabios» europeos, inspirado en los fundadores del bloque de los años de posguerra, para elaborar una revitalizada [y] «cada vez más estrecha unión» originalmente imaginada por el Tratado de Roma de 1957, que creó el mercado común. Su nueva UE avanzaría gradual pero firmemente hacia un presupuesto común y base tributaria europeos, y una mayor transferencia fiscal de las áreas ricas a las pobres.
Estas ideas eran «tabú» antes de la crisis, dice, pero ahora se debaten abiertamente. Siguen siendo tabú para los celosos defensores de la soberanía nacional y la mayor parte de los libremercadistas europeos, que no son siempre el mismo grupo.
Sorman, que durante tres décadas dio clases de economía en el prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París, conoce todos los argumentos del libre mercado contra otorgarle un mayor poder a Bruselas o un sistema impositivo combinado. «Una federación no es lo mismo que un superestado», responde. «Estamos hablando de una federación donde los principios del libre mercado están mucho mejor implementados que cuando las decisiones pertenecían a cada nación».
El intelectual dice que la crisis ha traído de manera útil rápidas soluciones a las evidentes deficiencias del euro. Grecia cocinó sus cifras de presupuesto por años; Italia y España no siempre fueron abiertas sobre la putrefacción en sus libros contables. Después del colapso de Grecia, la UE introdujo estándares contables transparentes para la unión. Cuando Francia y Alemania rompieron el tratado de límites máximos de déficit fiscal de la UE sin ninguna consecuencia hace una década, alentaron sin darse cuenta la mala conducta fiscal de los demás. Nadie va a cometer el mismo error otra vez, opina Sorman, y, en cualquier caso, la UE ha reforzado sus poderes para hacer cumplir las normas.
Bruselas abrió a la fuerza los mercados protegidos y rompió los monopolios estatales en el transporte, las telecomunicaciones, la energía y otros sectores. En opinión de Sorman, la UE recién ha comenzado. Su órgano ejecutivo, la Comisión Europea, «es el mayor agente de libre mercado que tenemos en Europa», dice. El euro, puesto en funcionamiento hace ya doce años, es una especie de nuevo patrón oro».
Los escenarios apocalípticos también pasan por alto las diferencias entre los países de la UE. El Muro de Berlín fue sustituido por una especie de cortina de luz que separa al norte creciente y saludable de los casos perdidos del Club Med. Visite Berlín, una Varsovia en auge o Tallin, la capital de Estonia, para escapar del ambiente depresivo de París. «Creo que tendremos un renacimiento europeo proveniente de Polonia, los países bálticos y Finlandia», dice. «Basta con mirar lo que han logrado», agrega.
Sorman asesora al presidente surcoreano Lee Myung-bak desde 2009 («sin mucho resultado», dice) y recientemente vivió un año en China. Esta mirada de cerca lo convierte en un escéptico del publicitado auge de Oriente y ansioso por detener el prematuro entierro de Europa.
Observar el número de patentes internacionales registradas cada año, dice, es una buena medida de la innovación. Estados Unidos aparece primero; «el futuro todavía pertenece a EE.UU.», opina. Luego está Europa. Siguiendo ese razonamiento, si una UE revitalizada reduce la regulación, los impuestos y otras cargas sobre la economía privada, se generará una gran energía empresarial a la espera de ser explotada.
Le sugiero a Sorman que está poniendo al mal tiempo buena cara y que Grecia, y quizás la moneda única, ya podrían estar más allá de la salvación. No hay suficiente dinero en las arcas alemanas para salvar a todo el sur de Europa.
«La única tumba que ahora está preparada es para Grecia», vuelve a disparar Sorman. Pero los griegos no estarán deseosos de entrar en ella y, en cualquier caso, la UE no se lo permitirá. La salida de Grecia del euro sería un «desastre político» y económico, dice. La democracia griega moderna tiene tres décadas de existencia. Las heridas de la guerra civil están frescas y una victoria electoral de la extrema izquierda o los fascistas no se pueden descartar, opina. Europa no puede darse el lujo de «perder a Grecia». Sorman no cree que España o Italia estén en peligro de abandonar el euro.
El caso de Sorman para la UE se reduce a algo que con frecuencia se le escucha a un italiano, o a un belga y otros ciudadanos de países mal gobernados de la UE y casi nunca de, digamos, un danés o un inglés. «Sólo Europa puede proteger a los franceses de los franceses», dice. «Si no fuéramos parte de Europa, imagine nuestra factura de la luz o del teléfono. Ni siquiera tendríamos Internet», dice.
Sorman ofrece dos escenarios esperanzadores para Francia. En el primero, el nuevo presidente usa su mandato para liberalizar los rígidos mercados laborales franceses, simplificar el Estado de bienestar y mejorar las condiciones para hacer negocios. Su apoyo por parte de los sindicatos lo puede proteger de las críticas.
Las primeras señales no son alentadoras para el puñado de defensores del libre mercado. Además de varios aumentos de impuestos, el nuevo gobierno ha propuesto proteger a la industria y se ha resistido a los recortes de gastos.
Sin embargo, la promesa de Hollande de reducir el déficit de 4,5% a 3% para el próximo año para cumplir con las reglas de la eurozona muestra que el gobierno sabe que debe mantener contentos a los mercados. La economía está cayendo tan rápido, dice Sorman, que Francia se verá forzada a «regresar a las soluciones de libre mercado». Ese es su otro escenario optimista. «Es muy poco común que un país escoja el declive», continúa. «No creo que los franceses escojan eso. Es un país joven con muchos jóvenes que desean encontrar empleo».
-Kaminski es miembro de la junta editorial de The Wall Street Journal. .
El más reciente de sus casi 25 libros, «Diario de un optimista», una serie de ensayos sobre Europa y Francia, fue publicado hace pocos meses. Su pensamiento nada contra la corriente, algo que es casi un requisito para los intelectuales públicos franceses desde la época de Voltaire, luchando contra la sombría opinión generalizada. «El consenso no siempre es la verdad», dice sin vacilar.
La economía de Francia regresará a la recesión este año, sostiene el banco central del país, y el desempleo alcanzó en julio el nivel más alto en 13 años. El nuevo presidente François Hollande, que acaba de cumplir sus primeros 100 días en el poder, tuvo quizás la luna de miel más corta que cualquier otro líder elegido por el voto popular: un sondeo reciente mostró que 54% de los franceses no estaban satisfechos con su desempeño. Grecia probablemente se quedará sin dinero para pagar sus cuentas, volviendo a poner en aprietos a sus salvadores financieros (los alemanes, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea). Entretanto, los mercados muestran poca fe en la capacidad de España e Italia para manejar sus propios caos económicos.
Sorman, de 68 años, ofrece la perspectiva a largo plazo, característica de su generación, para calmar los nervios. «Los gobiernos actúan como bomberos que tratan de apagar el incendio del día», señala. Deberían darles a los medios y a los operadores de bonos una mejor idea de hacia dónde se dirigen los planes de la UE.
Pero primero quiere recordar de dónde viene. «En Estados Unidos generalmente hay una especie de equivocación sobre el propósito de Europa», anota. «Europa no fue construida por razones económicas, sino para forjar la paz entre los países europeos. Es una ambición política. Es el único proyecto político para nuestra generación. Pagaremos el precio por salvar este proyecto».
Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, dijo en julio que el banco «está listo para hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente», afirmó el funcionario. Sorman apoya esa moción sobre bases políticas, morales y, aunque parezca sorprendente, de libre mercado.
Al mantener que el euro no causó las crisis europeas, Sorman hace eco de otros economistas conservadores. Culpa en cambio a los estados de bienestar demasiado extendidos que acumularon enormes deudas, sostiene, y luego a los estímulos keynesianos posteriores a la crisis mundial de 2008, los cuales aumentaron la carga. Ahora, los duros ajustes fiscales están siendo implementados en toda Europa. La desregulación en esos países en problemas sería también buena, agrega el economista.
Al nivel de la UE, Sorman ha defendido a viva voz la creación de un grupo de «sabios» europeos, inspirado en los fundadores del bloque de los años de posguerra, para elaborar una revitalizada [y] «cada vez más estrecha unión» originalmente imaginada por el Tratado de Roma de 1957, que creó el mercado común. Su nueva UE avanzaría gradual pero firmemente hacia un presupuesto común y base tributaria europeos, y una mayor transferencia fiscal de las áreas ricas a las pobres.
Estas ideas eran «tabú» antes de la crisis, dice, pero ahora se debaten abiertamente. Siguen siendo tabú para los celosos defensores de la soberanía nacional y la mayor parte de los libremercadistas europeos, que no son siempre el mismo grupo.
Sorman, que durante tres décadas dio clases de economía en el prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París, conoce todos los argumentos del libre mercado contra otorgarle un mayor poder a Bruselas o un sistema impositivo combinado. «Una federación no es lo mismo que un superestado», responde. «Estamos hablando de una federación donde los principios del libre mercado están mucho mejor implementados que cuando las decisiones pertenecían a cada nación».
El intelectual dice que la crisis ha traído de manera útil rápidas soluciones a las evidentes deficiencias del euro. Grecia cocinó sus cifras de presupuesto por años; Italia y España no siempre fueron abiertas sobre la putrefacción en sus libros contables. Después del colapso de Grecia, la UE introdujo estándares contables transparentes para la unión. Cuando Francia y Alemania rompieron el tratado de límites máximos de déficit fiscal de la UE sin ninguna consecuencia hace una década, alentaron sin darse cuenta la mala conducta fiscal de los demás. Nadie va a cometer el mismo error otra vez, opina Sorman, y, en cualquier caso, la UE ha reforzado sus poderes para hacer cumplir las normas.
Bruselas abrió a la fuerza los mercados protegidos y rompió los monopolios estatales en el transporte, las telecomunicaciones, la energía y otros sectores. En opinión de Sorman, la UE recién ha comenzado. Su órgano ejecutivo, la Comisión Europea, «es el mayor agente de libre mercado que tenemos en Europa», dice. El euro, puesto en funcionamiento hace ya doce años, es una especie de nuevo patrón oro».
Los escenarios apocalípticos también pasan por alto las diferencias entre los países de la UE. El Muro de Berlín fue sustituido por una especie de cortina de luz que separa al norte creciente y saludable de los casos perdidos del Club Med. Visite Berlín, una Varsovia en auge o Tallin, la capital de Estonia, para escapar del ambiente depresivo de París. «Creo que tendremos un renacimiento europeo proveniente de Polonia, los países bálticos y Finlandia», dice. «Basta con mirar lo que han logrado», agrega.
Sorman asesora al presidente surcoreano Lee Myung-bak desde 2009 («sin mucho resultado», dice) y recientemente vivió un año en China. Esta mirada de cerca lo convierte en un escéptico del publicitado auge de Oriente y ansioso por detener el prematuro entierro de Europa.
Observar el número de patentes internacionales registradas cada año, dice, es una buena medida de la innovación. Estados Unidos aparece primero; «el futuro todavía pertenece a EE.UU.», opina. Luego está Europa. Siguiendo ese razonamiento, si una UE revitalizada reduce la regulación, los impuestos y otras cargas sobre la economía privada, se generará una gran energía empresarial a la espera de ser explotada.
Le sugiero a Sorman que está poniendo al mal tiempo buena cara y que Grecia, y quizás la moneda única, ya podrían estar más allá de la salvación. No hay suficiente dinero en las arcas alemanas para salvar a todo el sur de Europa.
«La única tumba que ahora está preparada es para Grecia», vuelve a disparar Sorman. Pero los griegos no estarán deseosos de entrar en ella y, en cualquier caso, la UE no se lo permitirá. La salida de Grecia del euro sería un «desastre político» y económico, dice. La democracia griega moderna tiene tres décadas de existencia. Las heridas de la guerra civil están frescas y una victoria electoral de la extrema izquierda o los fascistas no se pueden descartar, opina. Europa no puede darse el lujo de «perder a Grecia». Sorman no cree que España o Italia estén en peligro de abandonar el euro.
El caso de Sorman para la UE se reduce a algo que con frecuencia se le escucha a un italiano, o a un belga y otros ciudadanos de países mal gobernados de la UE y casi nunca de, digamos, un danés o un inglés. «Sólo Europa puede proteger a los franceses de los franceses», dice. «Si no fuéramos parte de Europa, imagine nuestra factura de la luz o del teléfono. Ni siquiera tendríamos Internet», dice.
Sorman ofrece dos escenarios esperanzadores para Francia. En el primero, el nuevo presidente usa su mandato para liberalizar los rígidos mercados laborales franceses, simplificar el Estado de bienestar y mejorar las condiciones para hacer negocios. Su apoyo por parte de los sindicatos lo puede proteger de las críticas.
Las primeras señales no son alentadoras para el puñado de defensores del libre mercado. Además de varios aumentos de impuestos, el nuevo gobierno ha propuesto proteger a la industria y se ha resistido a los recortes de gastos.
Sin embargo, la promesa de Hollande de reducir el déficit de 4,5% a 3% para el próximo año para cumplir con las reglas de la eurozona muestra que el gobierno sabe que debe mantener contentos a los mercados. La economía está cayendo tan rápido, dice Sorman, que Francia se verá forzada a «regresar a las soluciones de libre mercado». Ese es su otro escenario optimista. «Es muy poco común que un país escoja el declive», continúa. «No creo que los franceses escojan eso. Es un país joven con muchos jóvenes que desean encontrar empleo».
-Kaminski es miembro de la junta editorial de The Wall Street Journal. .