Desde el Movimiento Evita fuimos de los primeros en apoyar su reelección como gobernador, convencidos que teníamos la oportunidad, en el contexto de una clara alineación con el gobierno nacional, de consolidar los aciertos, corregir las deficiencias y trabajar unidos para ir por lo que falta.
Sin embargo, desde el arranque de este nuevo período de gestión, el gobernador comenzó a estar excesivamente preocupado por su futuro político en tiempos que exceden a sus responsabilidades inmediatas de gestión, alimentando especulaciones respecto a su candidatura en 2015, que el mismo confirmaría, creando un agrupamiento político con un perfil diferente a la lógica de las mil flores de las que habló Néstor Kirchner, y sintiéndose obligado a dar señales de apertura y amplitud hacia dirigentes claramente enfrentados con el gobierno nacional, que a esta altura nadie puede interpretar como meros acontecimientos deportivos o gestos de cortesía.
Pero al mismo tiempo se produjo un descuido de la solidez económico-financiera de la gestión, que hoy queda de manifiesto cuando, pese a haber recibido un auxilio de 1000 millones del gobierno nacional, debe pagar el aguinaldo en cuotas y preparar a las corridas un proyecto de ley de emergencia económica.
A nadie medianamente informado escapaba en 2011 que 2012 iba a ser un año con dificultades económicas originadas en la crisis internacional. Pero mientras el gobierno nacional se preparó para esa contingencia desde la premisa que instaló Néstor Kirchner de cuidar la caja y vivir con lo nuestro, cuidando nuestra capacidad de trabajo y eludiendo la lógica del ajuste y del endeudamiento, la planificación del gobierno bonaerense siempre recurrió a la posibilidad de endeudamiento como herramienta para que los números cierren. A su vez, no hizo una correcta evaluación de las prioridades de asistencia económica que tiene el gobierno nacional, que en el actual contexto internacional, no sólo debe brindar asistencia a las provincias, sino que debe redoblar esfuerzos y sostener políticas activas para que no decaigan el consumo, la producción y el empleo. Debió prever entonces que las posibilidades de asistencia serían más parecidas a las que brindó la Nación a la provincia al afrontar la crisis de 2009 que a las que pudo aportar en ejercicios subsiguientes, una vez superado ese primer episodio de la crisis mundial.
Apresuramiento político, gestos equívocos y falta de rigor en la administración fueron entonces los componentes del cóctel que termina en la actual situación. No es un panorama irreversible y el gobernador Daniel Scioli es una persona inteligente y capaz de sobreponerse a las adversidades.
Podrá hacerlo en la medida que no pretenda recurrir a la lógica del ajuste para superar sus problemas de caja, que entienda que 2015 está demasiado lejos y ahora debe dedicarse a gobernar y que comprenda que los gestos equívocos tienen un peso político que no se compensa con su trivialización.
Al fin y al cabo, luego de todo lo sucedido, hoy está en claro que para pagar el aguinaldo completo lo antes posible y los salarios en tiempo y forma, el camino no será jugar al fútbol con Hugo Moyano o Mauricio Macri, y que la salud de su gestión de gobierno está íntimamente ligada a la coherencia que pueda sostener con las políticas del proyecto nacional que conduce la presidenta Cristina Kirchner.
Sin embargo, desde el arranque de este nuevo período de gestión, el gobernador comenzó a estar excesivamente preocupado por su futuro político en tiempos que exceden a sus responsabilidades inmediatas de gestión, alimentando especulaciones respecto a su candidatura en 2015, que el mismo confirmaría, creando un agrupamiento político con un perfil diferente a la lógica de las mil flores de las que habló Néstor Kirchner, y sintiéndose obligado a dar señales de apertura y amplitud hacia dirigentes claramente enfrentados con el gobierno nacional, que a esta altura nadie puede interpretar como meros acontecimientos deportivos o gestos de cortesía.
Pero al mismo tiempo se produjo un descuido de la solidez económico-financiera de la gestión, que hoy queda de manifiesto cuando, pese a haber recibido un auxilio de 1000 millones del gobierno nacional, debe pagar el aguinaldo en cuotas y preparar a las corridas un proyecto de ley de emergencia económica.
A nadie medianamente informado escapaba en 2011 que 2012 iba a ser un año con dificultades económicas originadas en la crisis internacional. Pero mientras el gobierno nacional se preparó para esa contingencia desde la premisa que instaló Néstor Kirchner de cuidar la caja y vivir con lo nuestro, cuidando nuestra capacidad de trabajo y eludiendo la lógica del ajuste y del endeudamiento, la planificación del gobierno bonaerense siempre recurrió a la posibilidad de endeudamiento como herramienta para que los números cierren. A su vez, no hizo una correcta evaluación de las prioridades de asistencia económica que tiene el gobierno nacional, que en el actual contexto internacional, no sólo debe brindar asistencia a las provincias, sino que debe redoblar esfuerzos y sostener políticas activas para que no decaigan el consumo, la producción y el empleo. Debió prever entonces que las posibilidades de asistencia serían más parecidas a las que brindó la Nación a la provincia al afrontar la crisis de 2009 que a las que pudo aportar en ejercicios subsiguientes, una vez superado ese primer episodio de la crisis mundial.
Apresuramiento político, gestos equívocos y falta de rigor en la administración fueron entonces los componentes del cóctel que termina en la actual situación. No es un panorama irreversible y el gobernador Daniel Scioli es una persona inteligente y capaz de sobreponerse a las adversidades.
Podrá hacerlo en la medida que no pretenda recurrir a la lógica del ajuste para superar sus problemas de caja, que entienda que 2015 está demasiado lejos y ahora debe dedicarse a gobernar y que comprenda que los gestos equívocos tienen un peso político que no se compensa con su trivialización.
Al fin y al cabo, luego de todo lo sucedido, hoy está en claro que para pagar el aguinaldo completo lo antes posible y los salarios en tiempo y forma, el camino no será jugar al fútbol con Hugo Moyano o Mauricio Macri, y que la salud de su gestión de gobierno está íntimamente ligada a la coherencia que pueda sostener con las políticas del proyecto nacional que conduce la presidenta Cristina Kirchner.