El politólogo polacoestadounidense advirtió sobre el círculo vicioso entre desigualdad política y económica
PARTIDARIO DE HACER PREGUNTAS A LA DEMOCRACIA. El catedrático e intelectual Adam Przeworski ayer, en un salón del hotel Hilton Garden Inn. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso
De nuevo en Tucumán después de 27 años, el maestro de politólogos Adam Przeworski (1940, Varsovia) parece encantado con esta segunda oportunidad. El académico de la Universidad de Nueva York es la figura central del Coloquio “Estado, gestión y políticas públicas” que comienza hoy y concluye mañana. A posteriori de esta actividad con entrada libre del Ente Provincial del Bicentenario y la Sociedad Argentina de Análisis Político, el ensayista recibirá el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Tucumán. Con un español fluido y chispeante, Przeworski admite que prefiere las preguntas a las respuestas. Y le brillan los ojos cuando habla de fútbol.
-En sus libros usted recuerda que tener democracia no implica ejercerla con plenitud. ¿Hay solución para este problema?
-No lo sé. La gente se queja porque no entiende el mecanismo de las elecciones. También hay buenas razones para estar insatisfechos porque no existe igualdad política y porque, en el diseño institucional de la democracia, no hay mecanismo de control directo por parte de los ciudadanos de las burocracias estatales que les ofrecen servicios. Si bien las elecciones funcionan como un método para premiar y sancionar a los políticos, no tenemos cómo fiscalizar a quienes trabajan para el Gobierno. El sentimiento de impotencia se debe a ello y es entendible: imaginemos que los maestros no van a la escuela, que el correo no llega, que la Policía no previene el delito y cobra coimas… ¿Qué pueden hacer los ciudadanos? Salen a la calle, pero nada les garantiza que su reclamo será atendido. Y todo esto obedece a que la democracia nació primero que el Gobierno: nunca se pensó sobre estos mecanismos.
-¿Estamos yendo hacia ello?
-Las sociedades son económicamente desiguales y esto se traduce en desigualdad política. En ese círculo vicioso, la desigualdad política tiene como efecto la perpetuación de la desigualdad económica y viceversa. Hay intentos de transformación, pero todavía son minoritarios.
-¿Esto va de la mano de la percepción de que sólo los millonarios pueden competir en las elecciones?
-Así es. En Estados Unidos, para obtener el primer dólar de contribución de terceros a la campaña hay que gastar 150.000 dólares. ¿Quiénes tienen ese dinero? Solamente los ricos o los empresarios. También está la dependencia estructural que genera el hecho de que las decisiones sobre inversión y empleo son tomadas por el sector privado con la finalidad de lucro. Cualquier Gobierno tiene límites: debe anticipar las reacciones de las empresas a sus políticas y saber que, por ejemplo, un aumento de la redistribución causaría el descenso de la inversión, del empleo y del consumo. La democracia no puede hacer nada frente a esta dependencia estructural: existen variaciones, espacio entre los límites, pero hay límites.
-¿El desencanto con la democracia explica el populismo?
-Algo de eso está pasando en todas partes. La candidatura de (Donald) Trump en Estados Unidos es populismo puro y duro. Algo similar está sucediendo en Europa y en cada país vemos que cuenta con el 20 o 25% de apoyo. Populismo es una relación directa, casi plebiscitaria, entre un líder y “el pueblo” que no está mediatizada por instituciones fuertes: división de poderes, Justicia, y otras organizaciones públicas y civiles. Hay una tendencia a buscar esa relación directa. Muchas de las insatisfacciones de la democracia provienen del hecho de que hay elecciones, cambian las autoridades, pero nada más cambia. Cada vez cobran mayor fuerza el establishment y la casta: ¿quiénes los integran? Existe la sensación de que hay algo que está más allá del sufragio.
-A veces los gobernantes sí mejoran la vida de la población pero no en el sentido de John Stuart Mill, que decía que la democracia exige alfabetización y libertad de expresión.
-Los políticos quieren ganar elecciones. Todos los políticos son priístas (por el PRI mexicano): quieren tener el monopolio del poder para siempre. El problema del populismo es la ausencia de instituciones contramayoritarias que puedan frenar excesos o poner límites a la pretensión de controlar a la prensa, a las intimidaciones, al clientelismo, al gasto inflacionario y a los avances sobre la independencia judicial. Populismo es la ausencia de controles para la mayoría.
-¿Con Shimon Peres se murió el último estadista?
-Winston Churchill dijo que, para ser estadista, uno primero debe ser político. Yo sospecho de los lamentos que glorifican el pasado. Para mí Ángela Merkel (canciller alemana) es una gran estadista: tiene coraje y valores, está dispuesta a ir contra la mayoría y a arriesgarse. Es una auténtica lideresa. Obama también lo fue: tuvo valores y se atrevió a vivir el temor.
-¿Cómo explica el fenómeno “Trump”?
-Es extremadamente preocupante. Hace casi 50 años que vivo en Estados Unidos, pero no entiendo lo que está pasando. Las encuestas son muy poco confiables, pero sí hay un núcleo duro de adhesión a Trump que es el mismo que apoya el “Brexit”, a Jean-Marie Le Pen en Francia y a los neonazis en Alemania. Esa adhesión se concentra en lugares donde las fábricas cerraron: el sector perdedor de la globalización, que no tiene perspectivas, y está dispuesto a aferrarse a cualquier esperanza, incluso a ideas imbéciles y esotéricas.
-Usted es polaco, vivió la Segunda Guerra Mundial y el estalinismo, y fue marxista en Estados Unidos. ¿Cómo se define ideológicamente hoy?
-Después de analizar el marxismo en términos de ciencias sociales modernas, he llegado a la conclusión de que no queda mucho. Pero creo que Marx formuló en 1844 una pregunta fundamental: ¿cómo sería una sociedad sin escasez económica? Es algo extremadamente profundo y a mí todavía me inspira.
-¿Cómo llega alguien a ganar el premio Johan Skytte, esa especie de Nobel para politólogos que usted obtuvo en 2010?
-No tengo idea. A ver: curiosidad, compromiso, interés por los problemas ajenos y trabajo. Supongo que a mí me ayudó el haber nacido en un lugar donde las elecciones parecían algo raro. Crecí en un sistema comunista y vi la democracia a la distancia. No recibí el adoctrinamiento; entonces, encuentro interrogantes donde otros encuentran respuestas. ¡La democracia es un invento muy raro! Hablamos de un pedacito de la historia: dos siglos en milenios. Hay 68 países, entre ellos Rusia y China, que nunca tuvieron la experiencia de la alternancia. ¿Por qué? Porque perder una elección es muy desagradable: la democracia necesita que los aspirantes al poder sean capaces de tolerar la derrota.
– “¿Qué se puede esperar de las elecciones?” es el título de la disertación que Adam Przeworski brindará en el Hilton Garden Inn (Miguel Lillo 365). El Coloquio “Estado, gestión y políticas públicas” sigue a las 14.30 con la conferencia del ministro nacional Andrés Ibarra.
HOY A LAS 10
– “¿Qué se puede esperar de las elecciones?” es el título de la disertación que Adam Przeworski brindará en el Hilton Garden Inn (Miguel Lillo 365). El Coloquio “Estado, gestión y políticas públicas” sigue a las 14.30 con la conferencia del ministro nacional Andrés Ibarra.
Mañana a las 18
Przeworski recibirá el Doctorado Honoris Causa en Derecho-UNT (25 de Mayo 465).
PARTIDARIO DE HACER PREGUNTAS A LA DEMOCRACIA. El catedrático e intelectual Adam Przeworski ayer, en un salón del hotel Hilton Garden Inn. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso
De nuevo en Tucumán después de 27 años, el maestro de politólogos Adam Przeworski (1940, Varsovia) parece encantado con esta segunda oportunidad. El académico de la Universidad de Nueva York es la figura central del Coloquio “Estado, gestión y políticas públicas” que comienza hoy y concluye mañana. A posteriori de esta actividad con entrada libre del Ente Provincial del Bicentenario y la Sociedad Argentina de Análisis Político, el ensayista recibirá el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Tucumán. Con un español fluido y chispeante, Przeworski admite que prefiere las preguntas a las respuestas. Y le brillan los ojos cuando habla de fútbol.
-En sus libros usted recuerda que tener democracia no implica ejercerla con plenitud. ¿Hay solución para este problema?
-No lo sé. La gente se queja porque no entiende el mecanismo de las elecciones. También hay buenas razones para estar insatisfechos porque no existe igualdad política y porque, en el diseño institucional de la democracia, no hay mecanismo de control directo por parte de los ciudadanos de las burocracias estatales que les ofrecen servicios. Si bien las elecciones funcionan como un método para premiar y sancionar a los políticos, no tenemos cómo fiscalizar a quienes trabajan para el Gobierno. El sentimiento de impotencia se debe a ello y es entendible: imaginemos que los maestros no van a la escuela, que el correo no llega, que la Policía no previene el delito y cobra coimas… ¿Qué pueden hacer los ciudadanos? Salen a la calle, pero nada les garantiza que su reclamo será atendido. Y todo esto obedece a que la democracia nació primero que el Gobierno: nunca se pensó sobre estos mecanismos.
-¿Estamos yendo hacia ello?
-Las sociedades son económicamente desiguales y esto se traduce en desigualdad política. En ese círculo vicioso, la desigualdad política tiene como efecto la perpetuación de la desigualdad económica y viceversa. Hay intentos de transformación, pero todavía son minoritarios.
-¿Esto va de la mano de la percepción de que sólo los millonarios pueden competir en las elecciones?
-Así es. En Estados Unidos, para obtener el primer dólar de contribución de terceros a la campaña hay que gastar 150.000 dólares. ¿Quiénes tienen ese dinero? Solamente los ricos o los empresarios. También está la dependencia estructural que genera el hecho de que las decisiones sobre inversión y empleo son tomadas por el sector privado con la finalidad de lucro. Cualquier Gobierno tiene límites: debe anticipar las reacciones de las empresas a sus políticas y saber que, por ejemplo, un aumento de la redistribución causaría el descenso de la inversión, del empleo y del consumo. La democracia no puede hacer nada frente a esta dependencia estructural: existen variaciones, espacio entre los límites, pero hay límites.
-¿El desencanto con la democracia explica el populismo?
-Algo de eso está pasando en todas partes. La candidatura de (Donald) Trump en Estados Unidos es populismo puro y duro. Algo similar está sucediendo en Europa y en cada país vemos que cuenta con el 20 o 25% de apoyo. Populismo es una relación directa, casi plebiscitaria, entre un líder y “el pueblo” que no está mediatizada por instituciones fuertes: división de poderes, Justicia, y otras organizaciones públicas y civiles. Hay una tendencia a buscar esa relación directa. Muchas de las insatisfacciones de la democracia provienen del hecho de que hay elecciones, cambian las autoridades, pero nada más cambia. Cada vez cobran mayor fuerza el establishment y la casta: ¿quiénes los integran? Existe la sensación de que hay algo que está más allá del sufragio.
-A veces los gobernantes sí mejoran la vida de la población pero no en el sentido de John Stuart Mill, que decía que la democracia exige alfabetización y libertad de expresión.
-Los políticos quieren ganar elecciones. Todos los políticos son priístas (por el PRI mexicano): quieren tener el monopolio del poder para siempre. El problema del populismo es la ausencia de instituciones contramayoritarias que puedan frenar excesos o poner límites a la pretensión de controlar a la prensa, a las intimidaciones, al clientelismo, al gasto inflacionario y a los avances sobre la independencia judicial. Populismo es la ausencia de controles para la mayoría.
-¿Con Shimon Peres se murió el último estadista?
-Winston Churchill dijo que, para ser estadista, uno primero debe ser político. Yo sospecho de los lamentos que glorifican el pasado. Para mí Ángela Merkel (canciller alemana) es una gran estadista: tiene coraje y valores, está dispuesta a ir contra la mayoría y a arriesgarse. Es una auténtica lideresa. Obama también lo fue: tuvo valores y se atrevió a vivir el temor.
-¿Cómo explica el fenómeno “Trump”?
-Es extremadamente preocupante. Hace casi 50 años que vivo en Estados Unidos, pero no entiendo lo que está pasando. Las encuestas son muy poco confiables, pero sí hay un núcleo duro de adhesión a Trump que es el mismo que apoya el “Brexit”, a Jean-Marie Le Pen en Francia y a los neonazis en Alemania. Esa adhesión se concentra en lugares donde las fábricas cerraron: el sector perdedor de la globalización, que no tiene perspectivas, y está dispuesto a aferrarse a cualquier esperanza, incluso a ideas imbéciles y esotéricas.
-Usted es polaco, vivió la Segunda Guerra Mundial y el estalinismo, y fue marxista en Estados Unidos. ¿Cómo se define ideológicamente hoy?
-Después de analizar el marxismo en términos de ciencias sociales modernas, he llegado a la conclusión de que no queda mucho. Pero creo que Marx formuló en 1844 una pregunta fundamental: ¿cómo sería una sociedad sin escasez económica? Es algo extremadamente profundo y a mí todavía me inspira.
-¿Cómo llega alguien a ganar el premio Johan Skytte, esa especie de Nobel para politólogos que usted obtuvo en 2010?
-No tengo idea. A ver: curiosidad, compromiso, interés por los problemas ajenos y trabajo. Supongo que a mí me ayudó el haber nacido en un lugar donde las elecciones parecían algo raro. Crecí en un sistema comunista y vi la democracia a la distancia. No recibí el adoctrinamiento; entonces, encuentro interrogantes donde otros encuentran respuestas. ¡La democracia es un invento muy raro! Hablamos de un pedacito de la historia: dos siglos en milenios. Hay 68 países, entre ellos Rusia y China, que nunca tuvieron la experiencia de la alternancia. ¿Por qué? Porque perder una elección es muy desagradable: la democracia necesita que los aspirantes al poder sean capaces de tolerar la derrota.
– “¿Qué se puede esperar de las elecciones?” es el título de la disertación que Adam Przeworski brindará en el Hilton Garden Inn (Miguel Lillo 365). El Coloquio “Estado, gestión y políticas públicas” sigue a las 14.30 con la conferencia del ministro nacional Andrés Ibarra.
HOY A LAS 10
– “¿Qué se puede esperar de las elecciones?” es el título de la disertación que Adam Przeworski brindará en el Hilton Garden Inn (Miguel Lillo 365). El Coloquio “Estado, gestión y políticas públicas” sigue a las 14.30 con la conferencia del ministro nacional Andrés Ibarra.
Mañana a las 18
Przeworski recibirá el Doctorado Honoris Causa en Derecho-UNT (25 de Mayo 465).