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El mundo cambia demasiado rápido
Dónde está hoy la izquierda
El domingo puede pasar cualquier cosa. Este es el pronóstico de tres consultores que no trabajan para el Gobierno y cuyas encuestas anticiparon mejor que las demás el resultado de las elecciones de la ciudad de Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba. Cualquier cosa puede ser, por ejemplo, que Cristina Fernández obtenga mucho más que el 40% de los votos. Que logre, por ejemplo, el 48%. De hecho, ése es el porcentaje que le otorga la encuestadora que más se acercó a los resultados anteriores cuando proyecta los indecisos, pero para las elecciones presidenciales de octubre. También puede suceder que no llegue al 40%, aunque esto no aparece en ninguna estadística previa.
Con el mismo razonamiento, ninguno de los tres especialistas puede asegurar quién será el candidato a presidente que se ubicará segundo y a cuánta diferencia del tercero. Uno de ellos cree que Eduardo Duhalde, en los últimos días, habría crecido 7 puntos, mientras Cristina Fernández habría perdido 3 o 4. Otro sostiene que la estructura y el aparato de la Unión Cívica Radical terminarán prevaleciendo sobre la confederación de partidos que armó Duhalde. Y el tercero afirma que hoy el ex presidente y Ricardo Alfonsín están en «situación de paridad». Esto significa que la intención de voto de uno y otro se ubica dentro del margen de error probabilístico del 3%. Para uno y para otro. Con este razonamiento, el sociólogo no se sorprendería si cualquiera de los dos termina superando al otro por 6 o 7 puntos.
¿Y cuáles son las verdaderas posibilidades de Hermes Binner? Ninguno de los tres puede responderlo con exactitud. Todos han registrado una considerable suba en su imagen positiva, pero no se atreven a vaticinar, ni en forma aproximada, su intención de voto. «Insisto: puede pasar cualquier cosa. Puede pasar, por ejemplo, que Jorge Altamira, ayudado por la idea de Jorge Rial, a través de twitter #unmilagroparaaltamira termine sacando mucho más de 400.000 votos y se acerque, por ejemplo, a Elisa Carrió, cuya expectativa es mucho mayor», me explicó una de las expertas, que decidió no salir a preguntar esta semana, por falta de parámetros confiables para procesar las respuestas. Ni ella ni sus dos colegas tienen corroborada la existencia de una «creciente y fuerte ola de descontento» contra la Presidenta, que la dejaría «estancada» en el 35% de los votos, como sostienen los equipos de Duhalde y de Alfonsín que podría acontecer.
¿Por qué impera un estado de incertidumbre entre quienes debería reinar información confiable? Porque las elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) no tienen antecedentes y es imposible compararlas con ninguna elección anterior.
Para empezar, no se sabe, de verdad, cuánta gente se presentará a votar. Una de las fuentes calcula que no pasará el 55%. Pero otra supone que superará el 60. Se trata de un dato importante. Porque es el que usan las encuestadoras para calcular la intención de voto en una elección tradicional. No es lo mismo pronosticar un resultado sobre el 70 o el 75% del padrón, que es la participación histórica de los últimos comicios presidenciales, que sobre el 50. Los consultores están alarmados porque a pocas horas del domingo todavía la mitad de los consultados no tienen claro cómo y por qué tienen que votar. Y porque la mayoría se hace una pregunta lógica y legítima: «¿Para qué voy a ir a votar el domingo por un candidato contra otro del mismo partido si ya fue elegido con anterioridad? ¿Para qué voy a hacer dos veces el mismo trámite que tengo la obligación de cumplir el 23 de octubre?».
Pero además de esa duda básica los expertos tienen otras que le aportan más incertidumbre al resultado final. ¿Será una elección masiva, de «la gente», o será una elección «dominada por los aparatos partidarios y la militancia»? Si se da el primer escenario, el comportamiento de los votantes podría ser más imprevisible todavía. «Los electores sofisticados, por ejemplo, podrían llegar a darle un buen susto a Cristina Fernández. Podrían llegar a votar al candidato de la oposición con más posibilidades de ganar sólo para bajarle el nivel de soberbia y prepotencia al Gobierno», me explicó la socióloga. ¿Y qué pasaría si se transforma en una competencia de aparatos? En ese caso, las respuestas tampoco son unívocas. Una fuente afirma que la Presidenta se llevaría la mejor parte, porque tiene más dinero y más capacidad de movilización clientelar que toda la oposición junta. Otra dice que podría prevalecer la «traición» o el «doble o triple juego» de los barones del conurbano bonaerense, enojados con Cristina Fernández y resentidos por el excesivo protagonismo de La Cámpora.
Por supuesto, en el medio de tamaña confusión, nadie descarta que las primarias de las próximas horas terminen confirmando lo que vienen mostrando las encuestas más serias cuando las preguntas se hacen sobre las elecciones de octubre. Estas encuestas dicen que la jefa del Estado supera el 40% de los votos sin mayor esfuerzo. Que aparece con una diferencia de más de 20 puntos sobre el segundo y que por lo tanto ganaría en primera vuelta. Que la dispersión y la fragmentación de votos de la oposición continuarían aún por encima de los acuerdos de las cúpulas partidarias. Y que el creciente y profundo hartazgo de más de la mitad de la sociedad con este gobierno no alcanzaría para aglutinar una alternativa capaz de evitar cuatro años más de kirchnerismo, cristinismo o cualquier ismo con el que se quiera denominar a esta manera tan particular de conducir el país. © La Nacion.
El mundo cambia demasiado rápido
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El domingo puede pasar cualquier cosa. Este es el pronóstico de tres consultores que no trabajan para el Gobierno y cuyas encuestas anticiparon mejor que las demás el resultado de las elecciones de la ciudad de Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba. Cualquier cosa puede ser, por ejemplo, que Cristina Fernández obtenga mucho más que el 40% de los votos. Que logre, por ejemplo, el 48%. De hecho, ése es el porcentaje que le otorga la encuestadora que más se acercó a los resultados anteriores cuando proyecta los indecisos, pero para las elecciones presidenciales de octubre. También puede suceder que no llegue al 40%, aunque esto no aparece en ninguna estadística previa.
Con el mismo razonamiento, ninguno de los tres especialistas puede asegurar quién será el candidato a presidente que se ubicará segundo y a cuánta diferencia del tercero. Uno de ellos cree que Eduardo Duhalde, en los últimos días, habría crecido 7 puntos, mientras Cristina Fernández habría perdido 3 o 4. Otro sostiene que la estructura y el aparato de la Unión Cívica Radical terminarán prevaleciendo sobre la confederación de partidos que armó Duhalde. Y el tercero afirma que hoy el ex presidente y Ricardo Alfonsín están en «situación de paridad». Esto significa que la intención de voto de uno y otro se ubica dentro del margen de error probabilístico del 3%. Para uno y para otro. Con este razonamiento, el sociólogo no se sorprendería si cualquiera de los dos termina superando al otro por 6 o 7 puntos.
¿Y cuáles son las verdaderas posibilidades de Hermes Binner? Ninguno de los tres puede responderlo con exactitud. Todos han registrado una considerable suba en su imagen positiva, pero no se atreven a vaticinar, ni en forma aproximada, su intención de voto. «Insisto: puede pasar cualquier cosa. Puede pasar, por ejemplo, que Jorge Altamira, ayudado por la idea de Jorge Rial, a través de twitter #unmilagroparaaltamira termine sacando mucho más de 400.000 votos y se acerque, por ejemplo, a Elisa Carrió, cuya expectativa es mucho mayor», me explicó una de las expertas, que decidió no salir a preguntar esta semana, por falta de parámetros confiables para procesar las respuestas. Ni ella ni sus dos colegas tienen corroborada la existencia de una «creciente y fuerte ola de descontento» contra la Presidenta, que la dejaría «estancada» en el 35% de los votos, como sostienen los equipos de Duhalde y de Alfonsín que podría acontecer.
¿Por qué impera un estado de incertidumbre entre quienes debería reinar información confiable? Porque las elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) no tienen antecedentes y es imposible compararlas con ninguna elección anterior.
Para empezar, no se sabe, de verdad, cuánta gente se presentará a votar. Una de las fuentes calcula que no pasará el 55%. Pero otra supone que superará el 60. Se trata de un dato importante. Porque es el que usan las encuestadoras para calcular la intención de voto en una elección tradicional. No es lo mismo pronosticar un resultado sobre el 70 o el 75% del padrón, que es la participación histórica de los últimos comicios presidenciales, que sobre el 50. Los consultores están alarmados porque a pocas horas del domingo todavía la mitad de los consultados no tienen claro cómo y por qué tienen que votar. Y porque la mayoría se hace una pregunta lógica y legítima: «¿Para qué voy a ir a votar el domingo por un candidato contra otro del mismo partido si ya fue elegido con anterioridad? ¿Para qué voy a hacer dos veces el mismo trámite que tengo la obligación de cumplir el 23 de octubre?».
Pero además de esa duda básica los expertos tienen otras que le aportan más incertidumbre al resultado final. ¿Será una elección masiva, de «la gente», o será una elección «dominada por los aparatos partidarios y la militancia»? Si se da el primer escenario, el comportamiento de los votantes podría ser más imprevisible todavía. «Los electores sofisticados, por ejemplo, podrían llegar a darle un buen susto a Cristina Fernández. Podrían llegar a votar al candidato de la oposición con más posibilidades de ganar sólo para bajarle el nivel de soberbia y prepotencia al Gobierno», me explicó la socióloga. ¿Y qué pasaría si se transforma en una competencia de aparatos? En ese caso, las respuestas tampoco son unívocas. Una fuente afirma que la Presidenta se llevaría la mejor parte, porque tiene más dinero y más capacidad de movilización clientelar que toda la oposición junta. Otra dice que podría prevalecer la «traición» o el «doble o triple juego» de los barones del conurbano bonaerense, enojados con Cristina Fernández y resentidos por el excesivo protagonismo de La Cámpora.
Por supuesto, en el medio de tamaña confusión, nadie descarta que las primarias de las próximas horas terminen confirmando lo que vienen mostrando las encuestas más serias cuando las preguntas se hacen sobre las elecciones de octubre. Estas encuestas dicen que la jefa del Estado supera el 40% de los votos sin mayor esfuerzo. Que aparece con una diferencia de más de 20 puntos sobre el segundo y que por lo tanto ganaría en primera vuelta. Que la dispersión y la fragmentación de votos de la oposición continuarían aún por encima de los acuerdos de las cúpulas partidarias. Y que el creciente y profundo hartazgo de más de la mitad de la sociedad con este gobierno no alcanzaría para aglutinar una alternativa capaz de evitar cuatro años más de kirchnerismo, cristinismo o cualquier ismo con el que se quiera denominar a esta manera tan particular de conducir el país. © La Nacion.