Coparon las playas esteñas, como en las viejas épocas, antes de que los brasileños y europeos se adueñaran de la costa uruguaya; comer afuera, un 15% más caro que en la Capital
Los bares de Punta de Este, con acento porteño.Foto:Santiago Hafford
PUNTA DEL ESTE.- Nadie lo predijo y tampoco lo imaginó: los argentinos volvieron a adueñarse de las playas esteñas y salvo el cada vez más cosmopolita José Ignacio, con marcada presencia europea y estadounidense, son ahora los connacionales los que le imponen el ritmo a un balneario que, por primera vez en muchísimos años, se presenta mucho más accesible respecto del costo de vida. A tal punto que comer afuera puede costar tan solo un 15 por ciento más que en Buenos Aires, cuando históricamente el Este fue desde un 50% hasta dos veces y media más caro.
La excepción, fiel a la tradición charrúa, son la nafta (US$ 1,5 por litro), la carne y los vinos argentinos, que cuestan un 50% más. Sin quejas por la ocupación -salvo la ausencia casi total de brasileños que perjudica especialmente a la península-los locales afirman que hasta el 15 de enero la temporada transcurre con viento de cola. Para la segunda quincena, cuando los precios bajen a la mitad, al menos en alquileres y hotelería, estiman incluso que puede haber buenas sorpresas.
El Este ganó en competitividad. La devaluación del 22,5 % del peso uruguayo frente al dólar en 2015, junto a las exenciones impositivas por consumos turísticos (con devoluciones de 18 de los 22 puntos de IVA si se paga con tarjeta extranjera) y el «congelamiento» de precios en relación con la temporada anterior (a pesar del 8% de inflación local anual) han dado una tregua nada desdeñable a los valores de temporada, lo que aquí provoca un cambio de hábitos inusuales.
Los veraneantes están mucho más relajados a la hora de consumir: en La Huella hay varios días de espera para poder sentarse a algunas de sus mesas; otros restós desde La Barra a Manantiales están de noche siempre llenos y hasta para desayunar en lugares con menús saludables hay que ejercitar la paciencia y esperar turno.
Lo que no cambió es el «desprecio» al peso argentino, que suma arbitrarias devaluaciones seriales en las casas de cambio. Hay que evitarlas. Los negocios y supermercados ofrecen siempre mejores cotizaciones, especialmente para el dólar (US$ 1=UYU$ 3), que es la moneda de cambio entre los argentinos.
Como la mayoría de los veraneantes, el empresario Marcelo Paz se instaló aquí el 25 de diciembre y días atrás invitó a cenar a una pareja amiga al restaurante Novecento, en La Barra. Medidos, ya que como connoisseurs saben que comer afuera en el Este suele deparar agrias sorpresas, saltearon las entradas, pidieron una pesca del día, un plato de pastas y un wok de vegetales, que acompañaron con una botella de champagne rosé, aguas, dos postres y tres cafés. Cuando llegó la adición, de UYU$ 3528 o US$ 117, el total sorprendió a Paz. Y aún más cuando en el voucher de su tarjeta de crédito la suma se redujo a UYU $3243 o US$ 107.
En total, Paz pagó US$ 35,70 por persona una cena que, comparada con Novecento de Buenos Aires, cuesta tan sólo un 10% más. «En los 10 años que veraneo aquí, nunca encontré tanta paridad de precios y la verdad es que así uno ya no se cuida tanto en los gastos», contó Paz.
Pocos brasileños
Por la devaluación del real casi no se ven brasileños. Quedaron como postales pretéritas aquellas bacanales con champagne francés en el puerto, y también la buena ocupación que lucía la península. Los nuevos jugadores, en cambio, son ahora también los propios uruguayos, que se animan a los precios de la temporada alta. Como siempre, el centro de gravitación argentino trasciende el puente de La Barra.
«Lo insólito ahora no es que Punta del Este esté mucho más accesible, sino que la Argentina está carísima en pesos», comentaba Teresa Calcaterra, mientras invitaba a su familia con un suculento desayuno en Mar de Verdes, en Manantiales. «Claramente, la gente acá está mucho más relajada, en ánimo y en gastos, también por la estabilidad del dólar en la Argentina y porque por primera vez, uno siente que acá no lo están robando», graficaba Pía Monkes, una gerenta de RR.HH.
Si bien hay excepciones con ciertos productos, «llenar un changuito en Tienda Inglesa es hoy un 10% más económico que en Buenos Aires», describió Sofía Tatschke.
La diseñadora de indumentaria puso un ejemplo reciente: «Apenas llegué compré tres changos repletos con productos caros e importados para alimentar a mi familia las primeras semanas de la temporada. Pagué el equivalente a $ 8000. Esa misma compra en Buenos Aires, con productos de inferior calidad, me cuesta más».
Padre de tres hijos adolescentes, Mariano Ferrando fue bien gráfico: «Un kilo de helado de Freddo en Buenos Aires cuesta $250 y en el Freddo de acá UYU$ 590 ($258). Lo único caro son las entradas para las fiestas de mis hijos: US$ 50, porque a Tequila ellos no van».
Así las cosas, el Este celebra y los argentinos reconquistan un balneario donde las quejas por los precios en dólares son historia pasada.
Los bares de Punta de Este, con acento porteño.Foto:Santiago Hafford
PUNTA DEL ESTE.- Nadie lo predijo y tampoco lo imaginó: los argentinos volvieron a adueñarse de las playas esteñas y salvo el cada vez más cosmopolita José Ignacio, con marcada presencia europea y estadounidense, son ahora los connacionales los que le imponen el ritmo a un balneario que, por primera vez en muchísimos años, se presenta mucho más accesible respecto del costo de vida. A tal punto que comer afuera puede costar tan solo un 15 por ciento más que en Buenos Aires, cuando históricamente el Este fue desde un 50% hasta dos veces y media más caro.
La excepción, fiel a la tradición charrúa, son la nafta (US$ 1,5 por litro), la carne y los vinos argentinos, que cuestan un 50% más. Sin quejas por la ocupación -salvo la ausencia casi total de brasileños que perjudica especialmente a la península-los locales afirman que hasta el 15 de enero la temporada transcurre con viento de cola. Para la segunda quincena, cuando los precios bajen a la mitad, al menos en alquileres y hotelería, estiman incluso que puede haber buenas sorpresas.
El Este ganó en competitividad. La devaluación del 22,5 % del peso uruguayo frente al dólar en 2015, junto a las exenciones impositivas por consumos turísticos (con devoluciones de 18 de los 22 puntos de IVA si se paga con tarjeta extranjera) y el «congelamiento» de precios en relación con la temporada anterior (a pesar del 8% de inflación local anual) han dado una tregua nada desdeñable a los valores de temporada, lo que aquí provoca un cambio de hábitos inusuales.
Los veraneantes están mucho más relajados a la hora de consumir: en La Huella hay varios días de espera para poder sentarse a algunas de sus mesas; otros restós desde La Barra a Manantiales están de noche siempre llenos y hasta para desayunar en lugares con menús saludables hay que ejercitar la paciencia y esperar turno.
Lo que no cambió es el «desprecio» al peso argentino, que suma arbitrarias devaluaciones seriales en las casas de cambio. Hay que evitarlas. Los negocios y supermercados ofrecen siempre mejores cotizaciones, especialmente para el dólar (US$ 1=UYU$ 3), que es la moneda de cambio entre los argentinos.
Como la mayoría de los veraneantes, el empresario Marcelo Paz se instaló aquí el 25 de diciembre y días atrás invitó a cenar a una pareja amiga al restaurante Novecento, en La Barra. Medidos, ya que como connoisseurs saben que comer afuera en el Este suele deparar agrias sorpresas, saltearon las entradas, pidieron una pesca del día, un plato de pastas y un wok de vegetales, que acompañaron con una botella de champagne rosé, aguas, dos postres y tres cafés. Cuando llegó la adición, de UYU$ 3528 o US$ 117, el total sorprendió a Paz. Y aún más cuando en el voucher de su tarjeta de crédito la suma se redujo a UYU $3243 o US$ 107.
En total, Paz pagó US$ 35,70 por persona una cena que, comparada con Novecento de Buenos Aires, cuesta tan sólo un 10% más. «En los 10 años que veraneo aquí, nunca encontré tanta paridad de precios y la verdad es que así uno ya no se cuida tanto en los gastos», contó Paz.
Pocos brasileños
Por la devaluación del real casi no se ven brasileños. Quedaron como postales pretéritas aquellas bacanales con champagne francés en el puerto, y también la buena ocupación que lucía la península. Los nuevos jugadores, en cambio, son ahora también los propios uruguayos, que se animan a los precios de la temporada alta. Como siempre, el centro de gravitación argentino trasciende el puente de La Barra.
«Lo insólito ahora no es que Punta del Este esté mucho más accesible, sino que la Argentina está carísima en pesos», comentaba Teresa Calcaterra, mientras invitaba a su familia con un suculento desayuno en Mar de Verdes, en Manantiales. «Claramente, la gente acá está mucho más relajada, en ánimo y en gastos, también por la estabilidad del dólar en la Argentina y porque por primera vez, uno siente que acá no lo están robando», graficaba Pía Monkes, una gerenta de RR.HH.
Si bien hay excepciones con ciertos productos, «llenar un changuito en Tienda Inglesa es hoy un 10% más económico que en Buenos Aires», describió Sofía Tatschke.
La diseñadora de indumentaria puso un ejemplo reciente: «Apenas llegué compré tres changos repletos con productos caros e importados para alimentar a mi familia las primeras semanas de la temporada. Pagué el equivalente a $ 8000. Esa misma compra en Buenos Aires, con productos de inferior calidad, me cuesta más».
Padre de tres hijos adolescentes, Mariano Ferrando fue bien gráfico: «Un kilo de helado de Freddo en Buenos Aires cuesta $250 y en el Freddo de acá UYU$ 590 ($258). Lo único caro son las entradas para las fiestas de mis hijos: US$ 50, porque a Tequila ellos no van».
Así las cosas, el Este celebra y los argentinos reconquistan un balneario donde las quejas por los precios en dólares son historia pasada.