Ha quedado instalado en la sociedad que el radicalismo es un partido respetuoso de las instituciones democráticas pero no sabe ejercer el poder. Por el contrario, el peronismo avasalla el Poder Judicial y el Congreso Nacional, pero es visto como un partido que sabe gobernar.
Perón asume el poder en 1946 con un nivel de reservas de oro que a precios de hoy sería de 42.000 millones de dólares. Su gobierno utilizó esa excepcional herencia para cancelar deuda externa anticipada sin quita, nacionalizar los ferrocarriles y la ITT y estimular la expansion del mercado interno aumentando los salarios y el gasto público. Al finalizar el tercer año agotó esas reservas internacionales, entró en “default” con Estados Unidos y no le quedó otra alternativa, en 1952, que ejecutar con Gómez Morales un ajuste recesivo precursor de los programas del FMI.
Luego de casi 20 años de proscripción electoral, el peronismo volvió al poder en 1973 y en tres años pasa de la inflación cero de Gelbard al rodrigazo de 1975. Menem creo el “corsé” de la convertibilidad, el 1 a 1 del que solo se pudo salir con una devaluación del 300 %, el default de la deuda pública y una contracción del PBI y un desempleo cercanos a los de la crisis de 1930.
Así como Perón se encontró con la oportunidad que le ofrecían las reservas de oro, Néstor Kirchner también encontró una coyuntura internacional sin precedentes. Primero, el precio internacional de la soja aumentó de 276 dólares/ton en el 2004 a 453 dólares en el 2008. Segundo, la devaluación del 2002 dio lugar a un tipo de cambio alto y competitivo dos veces superior al tipo de cambio del final de la convertibilidad. Tercero, la revolución tecnológica en el campo dio lugar a una cosecha de cereales y oleaginosas cercana a los 100 millones de toneladas en el 2008 cuando en la década del 80 no superaba los 40 millones.
La combinación de todos estos factores crearon las condiciones para alcanzar en los cuatro años de la gestión inicial de NK un crecimiento acumulado del PBI del 28%, un aumento en la producción industrial del 38%, una inflación acumulada del 40%, un superávit comercial externo acumulado de 47.500 millones de dólares y un superávit fiscal primario entre el 2 y 3% del PBI, que permitió pagar los servicios de intereses y capital de la deuda externa con recursos genuinos.
Durante la primer etapa del kirchnerismo comenzó a gestarse, parafraseando a Ingmar Bergman, el “huevo de la serpiente”, que “a través de su fina membrana permitía distinguir un reptil ya formado”. En los comienzos de su gestación, resultaba atractivo y hasta simpático. Cuando se rompe el huevo y emerge su contenido se inicia un proceso de creciente destrucción que revierte por completo los resultados de los primeros años, tal como se aprecia en el comportamiento de los siguientes indicadores de la gestión de CFK:
1. En los últimos 4 años de CFK el PBI no solo no creció sino que acumula una caída del 2.3% y la producción industrial acumula una caída del 7%.
2. La inflación acumulada en los últimos 4 años de CFK fue del 182%; para el INDEC fue del 74%.
3. CFK, a partir del 2008, comienza a abandonar la política de tipo de cambio alto y competitivo para acercarse en el 2015 a un valor similar al 1 a 1 de la convertibilidad, tendencia que en los últimos meses se vio acentuada por la caída del euro y del real frente al dólar
4. CFK reemplaza los superávit gemelos por un déficit fiscal primario del 5% del PBI, lo cual conduce, si quiere evitar su financiamiento con emisión monetaria, a que se endeude para pagar los intereses de la deuda y parte de los gastos operativos del Gobierno.
5. Pero la herencia que deja CFK es más estructural y delicada. El gasto público primario se duplicó durante la gestión de CFK: del 13.5% del PBI en 2007 al 26.1% en 2015. Además, se paso de un superávit comercial energético acumulado de 29.400 millones de dólares en los primeros 4 años a uno deficitario de 18.400 millones en la etapa final de CFK
El aumento del precio internacional de la soja y la revolución tecnológica agropecuaria alimentaron las expectativas de que por fin la Argentina había superado la histórica restricción externa al crecimiento económico. Estas expectativas tenían como sustento un asombroso y jamás soñado superávit comercial externo de 163.600 millones de dólares, acumulando los superávit anuales del 2003 al 2014.
¿A dónde fue a parar ese fabuloso superávit externo de 163.600 millones? El principal destino fue financiar una salida de capitales privados al exterior por 94.500 millones de dólares. Otros 40.300 millones de dólares se destinaron a pagar los servicios de la deuda pública debido al nulo acceso a los mercados financieros internacionales. De esos 163.600 millones solo se destinaron 16.000 millones a aumentar las reservas internacionales. Precisamente fue esa fuga de capitales lo que llevo a la Presidenta, días después de ser reelecta con el 54% de los votos, a enfrentar la restricción externa con el cepo cambiario. Por ello, solo podrá levantar el cepo cambiario un gobierno creíble que reemplace la fuga de capitales por el ingreso de capitales.
Claro que la gobernabilidad no se reduce solamente a la cuestión económica. Se requiere, además, revertir el desgobierno en seguridad, narcotráfico, corrupción, calidad educativa pública, trabajo en negro y deterioro institucional.
Mario Brodersohn
Ex Secretario de Hacienda
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Perón asume el poder en 1946 con un nivel de reservas de oro que a precios de hoy sería de 42.000 millones de dólares. Su gobierno utilizó esa excepcional herencia para cancelar deuda externa anticipada sin quita, nacionalizar los ferrocarriles y la ITT y estimular la expansion del mercado interno aumentando los salarios y el gasto público. Al finalizar el tercer año agotó esas reservas internacionales, entró en “default” con Estados Unidos y no le quedó otra alternativa, en 1952, que ejecutar con Gómez Morales un ajuste recesivo precursor de los programas del FMI.
Luego de casi 20 años de proscripción electoral, el peronismo volvió al poder en 1973 y en tres años pasa de la inflación cero de Gelbard al rodrigazo de 1975. Menem creo el “corsé” de la convertibilidad, el 1 a 1 del que solo se pudo salir con una devaluación del 300 %, el default de la deuda pública y una contracción del PBI y un desempleo cercanos a los de la crisis de 1930.
Así como Perón se encontró con la oportunidad que le ofrecían las reservas de oro, Néstor Kirchner también encontró una coyuntura internacional sin precedentes. Primero, el precio internacional de la soja aumentó de 276 dólares/ton en el 2004 a 453 dólares en el 2008. Segundo, la devaluación del 2002 dio lugar a un tipo de cambio alto y competitivo dos veces superior al tipo de cambio del final de la convertibilidad. Tercero, la revolución tecnológica en el campo dio lugar a una cosecha de cereales y oleaginosas cercana a los 100 millones de toneladas en el 2008 cuando en la década del 80 no superaba los 40 millones.
La combinación de todos estos factores crearon las condiciones para alcanzar en los cuatro años de la gestión inicial de NK un crecimiento acumulado del PBI del 28%, un aumento en la producción industrial del 38%, una inflación acumulada del 40%, un superávit comercial externo acumulado de 47.500 millones de dólares y un superávit fiscal primario entre el 2 y 3% del PBI, que permitió pagar los servicios de intereses y capital de la deuda externa con recursos genuinos.
Durante la primer etapa del kirchnerismo comenzó a gestarse, parafraseando a Ingmar Bergman, el “huevo de la serpiente”, que “a través de su fina membrana permitía distinguir un reptil ya formado”. En los comienzos de su gestación, resultaba atractivo y hasta simpático. Cuando se rompe el huevo y emerge su contenido se inicia un proceso de creciente destrucción que revierte por completo los resultados de los primeros años, tal como se aprecia en el comportamiento de los siguientes indicadores de la gestión de CFK:
1. En los últimos 4 años de CFK el PBI no solo no creció sino que acumula una caída del 2.3% y la producción industrial acumula una caída del 7%.
2. La inflación acumulada en los últimos 4 años de CFK fue del 182%; para el INDEC fue del 74%.
3. CFK, a partir del 2008, comienza a abandonar la política de tipo de cambio alto y competitivo para acercarse en el 2015 a un valor similar al 1 a 1 de la convertibilidad, tendencia que en los últimos meses se vio acentuada por la caída del euro y del real frente al dólar
4. CFK reemplaza los superávit gemelos por un déficit fiscal primario del 5% del PBI, lo cual conduce, si quiere evitar su financiamiento con emisión monetaria, a que se endeude para pagar los intereses de la deuda y parte de los gastos operativos del Gobierno.
5. Pero la herencia que deja CFK es más estructural y delicada. El gasto público primario se duplicó durante la gestión de CFK: del 13.5% del PBI en 2007 al 26.1% en 2015. Además, se paso de un superávit comercial energético acumulado de 29.400 millones de dólares en los primeros 4 años a uno deficitario de 18.400 millones en la etapa final de CFK
El aumento del precio internacional de la soja y la revolución tecnológica agropecuaria alimentaron las expectativas de que por fin la Argentina había superado la histórica restricción externa al crecimiento económico. Estas expectativas tenían como sustento un asombroso y jamás soñado superávit comercial externo de 163.600 millones de dólares, acumulando los superávit anuales del 2003 al 2014.
¿A dónde fue a parar ese fabuloso superávit externo de 163.600 millones? El principal destino fue financiar una salida de capitales privados al exterior por 94.500 millones de dólares. Otros 40.300 millones de dólares se destinaron a pagar los servicios de la deuda pública debido al nulo acceso a los mercados financieros internacionales. De esos 163.600 millones solo se destinaron 16.000 millones a aumentar las reservas internacionales. Precisamente fue esa fuga de capitales lo que llevo a la Presidenta, días después de ser reelecta con el 54% de los votos, a enfrentar la restricción externa con el cepo cambiario. Por ello, solo podrá levantar el cepo cambiario un gobierno creíble que reemplace la fuga de capitales por el ingreso de capitales.
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Ex Secretario de Hacienda
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