ECONOMIA › TEMAS DE DEBATE: COMO EVOLUCIONARA EL INDICE DE PRECIOS AL CONSUMIDOR EN LOS PROXIMOS MESES
Luego de un comienzo de año con una fuerte alza de precios, el Indec y las consultoras privadas revelaron una desaceleración. Dos analistas consultados por Página/12 evalúan qué podría hacer el Gobierno y cómo puede evolucionar la situación a partir de ahora.
Producción: Javier Lewkowicz
debate@pagina12.com.ar
Puede bajar un escalón
Por Marina Dal Poggetto *
No importa la estadística que se utilice para medir la trayectoria de la inflación de los últimos meses, todas muestran una dinámica similar, un salto significativo en los primeros tres meses del año –concentrado fundamentalmente en febrero cuando se reflejó a pleno la devaluación brusca de fines de enero– y una desaceleración bastante significativa en los meses siguientes, fundamentalmente en junio cuando además coincidió una baja estacionalidad del índice de precios, con un acotado impacto de las subas discretas que mes a mes se vienen reflejando en distintos sectores de servicios con más y/o menos regulación.
Según nuestra interpretación, esta desaceleración en la tasa de inflación es la resultante directa de tres factores:
–Un valor del dólar que después del salto de diciembre-enero empezó a funcionar nuevamente como ancla de los precios.
–Una caída en el nivel de actividad producto del impacto de la devaluación sobre los salarios reales y del apretón monetario de febrero (requerido para estabilizar la demanda de pesos y limitar el impacto sobre las reservas y la brecha cambiaria), que no convalida el traslado a precios de la suba en los costos.
–Y fundamentalmente la novedad para el “modelo” de utilizar el ancla salarial, con una paritaria que si bien registró un salto nominal en relación con la de un año atrás (29 por ciento promedio en 2014 vs. 24 por ciento en 2013), se ubicó bien por debajo del aumento del dólar (55 por ciento i.a.) y de las tarifas de servicios públicos (100 por ciento colectivos, 80 por ciento subtes, 100 por ciento en el primer tramo de los aumentos de gas y agua), generando una mejora en la foto del tipo de cambio real y una caída en la capacidad de compra de los salarios.
En este contexto, la política de Precios Cuidados, que inicialmente sirvió para salir del “congelamiento” a la salida del ex secretario de Comercio, contribuyó en los últimos meses a establecer algunos valores de referencia, relevantes para definir el costo de la canasta básica, y en algunos casos para tratar de “asegurar” una canasta económica para un segmento de la población que se refleja en el salto en la demanda de los productos incorporados al plan con precios entre 20 y 30 por ciento por debajo de sus similares en góndola. Evidentemente, no explica la desaceleración de la inflación mencionada y mucho menos puede funcionar como un plan consistente para controlar la inflación hacia adelante.
De momento, el objetivo de la política económica para contener la inflación, además de empezar a reconocerla luego de la grosería del Indec entre 2007 y 2013, pareciera ser volver a utilizar como semi ancla el tipo de cambio y postergar la suba pendiente en la tarifa eléctrica. Algo que en el coyuntura actual y mientras se intenta abrir el crédito internacional (necesario para amortiguar la dominancia fiscal que implica ensuciar el balance del BCRA con necesidades de pesos y dólares del Tesoro en torno a 3,5 por ciento del PIB), requiere ser contrapesado con una fuerte política de esterilización de los pesos que se emiten para financiar un gasto público que sube por encima del 40 por ciento.
Esta necesidad de dólares frescos por la cuenta capital, que permita financiar una transición ordenada volviendo a atrasar algo el dólar como estrategia de corto plazo para amortiguar la inflación y maximizar la capacidad de compra de los salarios hacia adelante, explica la necesidad de arreglar con los buitres y así cerrar el último capítulo de la agenda al crédito luego de haber avanzado con el Ciadi, Repsol y Club de París.
Si se logra concretar esta agenda al crédito y se acota por esta vía el deterioro del Balance del BCRA, la inflación puede bajar un escalón el próximo año, en línea con la dinámica observada en los últimos meses. Aunque evidentemente, el abuso del ancla cambiaria y tarifaria como mecanismos para manejar la inflación, si bien tienen resultados evidentes de corto plazo, muy exitosos en el plano de la política como ocurrió en 2010 y 2011 cuando convalidaron subas del salario en dólares del 50 por ciento, nunca resultaron como una estrategia efectiva para crear una demanda genuina de moneda local. Asignatura pendiente de la política económica si se pretende generar los mecanismos para que el ahorro interno se traduzca en inversión y no se destine a financiar al resto del mundo.
* Economista y directora de Estudio Bein & Asociados.
Tres diagnósticos
Por Eduardo Crespo *
Las últimas publicaciones del nuevo índice de precios del Indec, así como la mayoría de las estimaciones privadas, indican que la inflación está comenzando a ceder. Algunos analistas apuntan que la reducción del nivel de actividad económica, al contraer los niveles de demanda, sería la principal causante de esta desaceleración. Por su parte, desde ámbitos allegados al Gobierno se pondera que la estrategia gubernamental centrada en el programa Precios Cuidados estaría dando sus frutos.
Antes de sacar conclusiones es conveniente revisar los fundamentos de cada posición. En la Argentina se pueden identificar tres diagnósticos sobre la cuestión inflacionaria. El primero y mayoritario la visualiza como el resultado de un exceso de demanda. El principal (si no único) causante de la inflación es el Gobierno. Un abultado gasto público, sustentado por la siempre denostada “emisión”, colocaría una presión excesiva sobre los precios de bienes escasos. El diagnóstico es simple y popular: muchos billetes con relación a la cantidad disponible de bienes.
La segunda interpretación presenta a la inflación como el reverso de aquella lectura: ésta no sería una consecuencia de la política gubernamental sino el resultado de los “abusos” del sector privado. Empresarios inescrupulosos, en lugar de invertir y aumentar la oferta cuando la demanda crece, abusan de sus posiciones “monopólicas” para subir precios.
Aunque estas visiones parezcan opuestas, comparten ciertos rasgos comunes. La inflación sería consecuencia de un exceso de demanda. Para unos la oferta es fija porque la economía habría llegado a su “máximo potencial”, para otros porque los empresarios serían “renuentes a invertir”. Ambas lecturas comparten la premisa de que la inflación es consecuencia de la idiosincrasia argentina. O sufrimos inflación porque el gobierno “populista” pretende imponer la felicidad imprimiendo billetes, o porque nuestra “burguesía” en lugar de invertir y producir –como se presume que ocurre en otras latitudes– se contenta con aumentar sus ganancias subiendo precios. Ambas interpretaciones también coinciden en sus dificultades para explicar evidencias muy sencillas: ¿por qué la inflación sigue siendo elevada cuando la demanda agregada crece poco o se reduce como ocurre en la actualidad?
Pero existe una tercera interpretación, que escapa de este maniqueísmo de contrastes aparentes. Para ésta, la dinámica inflacionaria es el resultado de la puja distributiva y de todos aquellos elementos que la impulsan o sostienen en el tiempo. A una suba inicial de precios, que reduce salarios reales, normalmente le sigue una recomposición de los salarios nominales que vuelve a impactar sobre los precios a través de los costos, en una espiral que no se detiene fácilmente. La inversa también es cierta: a una suba de los salarios nominales le sigue una recomposición de los precios, y así sucesivamente. En este marco, varios elementos suelen alimentar la dinámica. Eventuales shocks de costos, como una suba de precios internacionales o la devaluación del tipo de cambio, pueden acentuar el conflicto distributivo. Lo mismo puede decirse de los excesos temporarios de demanda que puedan surgir en algunos mercados.
Un elemento relevante para comprender esta posición es entender que la puja distributiva no necesariamente surge cuando la economía está en pleno empleo. Aunque la reducción del desempleo a veces mejora la posición negociadora de los trabajadores, acentuando la puja distributiva y la inflación, no se trata de una ley de hierro, ya que la dinámica depende de elementos institucionales e históricos que suelen modificarse incluso con celeridad, factores tales como el grado de combatividad de los trabajadores, el nivel de sindicalización o las reglas que rigen las negociaciones paritarias.
Entendemos que la desaceleración inflacionaria reciente responde a varios motivos: el tipo de cambio dejó de devaluarse como ocurrió durante 2013 y se registra un menor nivel de actividad. Ambas circunstancias amortiguan la puja distributiva. El programa Precios Cuidados y los acuerdos sectoriales pueden ser herramientas adecuadas si se realizan en forma sincronizada con las negociaciones salariales, el control del tipo de cambio y la fijación de precios administrados como los servicios. Caso contrario, podrán tener cierto impacto sobre la distribución del ingreso al corregir eventuales “abusos”, pero influirán sobre la dinámica inflacionaria.
* Licenciado en Ciencia Política y en Economía de la UBA, y profesor de la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, Brasil.
Luego de un comienzo de año con una fuerte alza de precios, el Indec y las consultoras privadas revelaron una desaceleración. Dos analistas consultados por Página/12 evalúan qué podría hacer el Gobierno y cómo puede evolucionar la situación a partir de ahora.
Producción: Javier Lewkowicz
debate@pagina12.com.ar
Puede bajar un escalón
Por Marina Dal Poggetto *
No importa la estadística que se utilice para medir la trayectoria de la inflación de los últimos meses, todas muestran una dinámica similar, un salto significativo en los primeros tres meses del año –concentrado fundamentalmente en febrero cuando se reflejó a pleno la devaluación brusca de fines de enero– y una desaceleración bastante significativa en los meses siguientes, fundamentalmente en junio cuando además coincidió una baja estacionalidad del índice de precios, con un acotado impacto de las subas discretas que mes a mes se vienen reflejando en distintos sectores de servicios con más y/o menos regulación.
Según nuestra interpretación, esta desaceleración en la tasa de inflación es la resultante directa de tres factores:
–Un valor del dólar que después del salto de diciembre-enero empezó a funcionar nuevamente como ancla de los precios.
–Una caída en el nivel de actividad producto del impacto de la devaluación sobre los salarios reales y del apretón monetario de febrero (requerido para estabilizar la demanda de pesos y limitar el impacto sobre las reservas y la brecha cambiaria), que no convalida el traslado a precios de la suba en los costos.
–Y fundamentalmente la novedad para el “modelo” de utilizar el ancla salarial, con una paritaria que si bien registró un salto nominal en relación con la de un año atrás (29 por ciento promedio en 2014 vs. 24 por ciento en 2013), se ubicó bien por debajo del aumento del dólar (55 por ciento i.a.) y de las tarifas de servicios públicos (100 por ciento colectivos, 80 por ciento subtes, 100 por ciento en el primer tramo de los aumentos de gas y agua), generando una mejora en la foto del tipo de cambio real y una caída en la capacidad de compra de los salarios.
En este contexto, la política de Precios Cuidados, que inicialmente sirvió para salir del “congelamiento” a la salida del ex secretario de Comercio, contribuyó en los últimos meses a establecer algunos valores de referencia, relevantes para definir el costo de la canasta básica, y en algunos casos para tratar de “asegurar” una canasta económica para un segmento de la población que se refleja en el salto en la demanda de los productos incorporados al plan con precios entre 20 y 30 por ciento por debajo de sus similares en góndola. Evidentemente, no explica la desaceleración de la inflación mencionada y mucho menos puede funcionar como un plan consistente para controlar la inflación hacia adelante.
De momento, el objetivo de la política económica para contener la inflación, además de empezar a reconocerla luego de la grosería del Indec entre 2007 y 2013, pareciera ser volver a utilizar como semi ancla el tipo de cambio y postergar la suba pendiente en la tarifa eléctrica. Algo que en el coyuntura actual y mientras se intenta abrir el crédito internacional (necesario para amortiguar la dominancia fiscal que implica ensuciar el balance del BCRA con necesidades de pesos y dólares del Tesoro en torno a 3,5 por ciento del PIB), requiere ser contrapesado con una fuerte política de esterilización de los pesos que se emiten para financiar un gasto público que sube por encima del 40 por ciento.
Esta necesidad de dólares frescos por la cuenta capital, que permita financiar una transición ordenada volviendo a atrasar algo el dólar como estrategia de corto plazo para amortiguar la inflación y maximizar la capacidad de compra de los salarios hacia adelante, explica la necesidad de arreglar con los buitres y así cerrar el último capítulo de la agenda al crédito luego de haber avanzado con el Ciadi, Repsol y Club de París.
Si se logra concretar esta agenda al crédito y se acota por esta vía el deterioro del Balance del BCRA, la inflación puede bajar un escalón el próximo año, en línea con la dinámica observada en los últimos meses. Aunque evidentemente, el abuso del ancla cambiaria y tarifaria como mecanismos para manejar la inflación, si bien tienen resultados evidentes de corto plazo, muy exitosos en el plano de la política como ocurrió en 2010 y 2011 cuando convalidaron subas del salario en dólares del 50 por ciento, nunca resultaron como una estrategia efectiva para crear una demanda genuina de moneda local. Asignatura pendiente de la política económica si se pretende generar los mecanismos para que el ahorro interno se traduzca en inversión y no se destine a financiar al resto del mundo.
* Economista y directora de Estudio Bein & Asociados.
Tres diagnósticos
Por Eduardo Crespo *
Las últimas publicaciones del nuevo índice de precios del Indec, así como la mayoría de las estimaciones privadas, indican que la inflación está comenzando a ceder. Algunos analistas apuntan que la reducción del nivel de actividad económica, al contraer los niveles de demanda, sería la principal causante de esta desaceleración. Por su parte, desde ámbitos allegados al Gobierno se pondera que la estrategia gubernamental centrada en el programa Precios Cuidados estaría dando sus frutos.
Antes de sacar conclusiones es conveniente revisar los fundamentos de cada posición. En la Argentina se pueden identificar tres diagnósticos sobre la cuestión inflacionaria. El primero y mayoritario la visualiza como el resultado de un exceso de demanda. El principal (si no único) causante de la inflación es el Gobierno. Un abultado gasto público, sustentado por la siempre denostada “emisión”, colocaría una presión excesiva sobre los precios de bienes escasos. El diagnóstico es simple y popular: muchos billetes con relación a la cantidad disponible de bienes.
La segunda interpretación presenta a la inflación como el reverso de aquella lectura: ésta no sería una consecuencia de la política gubernamental sino el resultado de los “abusos” del sector privado. Empresarios inescrupulosos, en lugar de invertir y aumentar la oferta cuando la demanda crece, abusan de sus posiciones “monopólicas” para subir precios.
Aunque estas visiones parezcan opuestas, comparten ciertos rasgos comunes. La inflación sería consecuencia de un exceso de demanda. Para unos la oferta es fija porque la economía habría llegado a su “máximo potencial”, para otros porque los empresarios serían “renuentes a invertir”. Ambas lecturas comparten la premisa de que la inflación es consecuencia de la idiosincrasia argentina. O sufrimos inflación porque el gobierno “populista” pretende imponer la felicidad imprimiendo billetes, o porque nuestra “burguesía” en lugar de invertir y producir –como se presume que ocurre en otras latitudes– se contenta con aumentar sus ganancias subiendo precios. Ambas interpretaciones también coinciden en sus dificultades para explicar evidencias muy sencillas: ¿por qué la inflación sigue siendo elevada cuando la demanda agregada crece poco o se reduce como ocurre en la actualidad?
Pero existe una tercera interpretación, que escapa de este maniqueísmo de contrastes aparentes. Para ésta, la dinámica inflacionaria es el resultado de la puja distributiva y de todos aquellos elementos que la impulsan o sostienen en el tiempo. A una suba inicial de precios, que reduce salarios reales, normalmente le sigue una recomposición de los salarios nominales que vuelve a impactar sobre los precios a través de los costos, en una espiral que no se detiene fácilmente. La inversa también es cierta: a una suba de los salarios nominales le sigue una recomposición de los precios, y así sucesivamente. En este marco, varios elementos suelen alimentar la dinámica. Eventuales shocks de costos, como una suba de precios internacionales o la devaluación del tipo de cambio, pueden acentuar el conflicto distributivo. Lo mismo puede decirse de los excesos temporarios de demanda que puedan surgir en algunos mercados.
Un elemento relevante para comprender esta posición es entender que la puja distributiva no necesariamente surge cuando la economía está en pleno empleo. Aunque la reducción del desempleo a veces mejora la posición negociadora de los trabajadores, acentuando la puja distributiva y la inflación, no se trata de una ley de hierro, ya que la dinámica depende de elementos institucionales e históricos que suelen modificarse incluso con celeridad, factores tales como el grado de combatividad de los trabajadores, el nivel de sindicalización o las reglas que rigen las negociaciones paritarias.
Entendemos que la desaceleración inflacionaria reciente responde a varios motivos: el tipo de cambio dejó de devaluarse como ocurrió durante 2013 y se registra un menor nivel de actividad. Ambas circunstancias amortiguan la puja distributiva. El programa Precios Cuidados y los acuerdos sectoriales pueden ser herramientas adecuadas si se realizan en forma sincronizada con las negociaciones salariales, el control del tipo de cambio y la fijación de precios administrados como los servicios. Caso contrario, podrán tener cierto impacto sobre la distribución del ingreso al corregir eventuales “abusos”, pero influirán sobre la dinámica inflacionaria.
* Licenciado en Ciencia Política y en Economía de la UBA, y profesor de la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, Brasil.