El antichavismo continúa en un laberinto sin fin. Y los avatares de la diatriba interna entre esos factores tiene un contexto que de manera reciente se han acentuado.
En primer lugar, los actos violentos generados por el ala más antipolítica de la MUD generaron estragos en la sociedad venezolana y colocó a la vanguardia a partidos como Voluntad Popular (VP) y Primero Justicia (PJ) como protagonistas de una llamada «insurrección y desconocimiento» de las instancias formales del Estado venezolano.
La postura no dialogante, desobediente y abiertamente confrontacionista de estas organizaciones (muchas veces mal llamadas «políticas») generó un punto alto de desestabilización política nacional, el patrocinio del injerencismo y la violencia descarnada en las calles venezolanas con un importante saldo de destrozos, daños y muertos. No obstante esa situación de desestabilización se trasladó a las filas internas de la MUD. Una vez que estos sujetos partidistas asumieran el pseudo-liderazgo de toda la oposición, se erigieron en una estrategia de golpe que fracasó, arrastrando con ellos a toda la MUD, incluso a los partidos que no tuvieron mayor protagonismo.
Desde ese punto y una vez que el chavismo persuade a estos factores para ir al ruedo electoral en pos de los cargos a gobernaciones estadales, los partidos de la MUD inscriben candidatos diferentes, generándose una alta dispersión electoral que, en teoría, sería resuelta mediante elecciones internas. El domingo 10 de septiembre las elecciones primarias de la MUD arrojaron un saldo ampliamente favorable para los partidos que no protagonizaron la violencia en primera línea. Se deduce con ello una alta abstención, enorme abstención, que tiene dos explicaciones: la abstención castigo de la militancia opositora a la «domesticación» de ir a elecciones y también la abstención por rechazo a la MUD por haber cocinado una dolorosa trama de violencia.
Dicho de otra manera, la violencia y su fracaso tuvo un impacto doble contra la MUD.
El dilema de la abstención
Ya en el preludio de elecciones regionales y en pleno auge de las actividades de la campaña, han cuajado prácticamente dos grupos de opinión dentro de la MUD. Por un lado quienes insisten en que la abstención es una vía políticamente saludable para «desconocer al régimen», a las instituciones y al Consejo Nacional Electoral. Por otro lado, los factores que afirman que el voto antichavista masivo y la capitalización de espacios políticos regionales es «una oportunidad para la oposición» en favor de desmembrar al chavismo en ejercicio de cargos.
Sobre el ánimo de los seguidores de la MUD recaen muchos factores endógenos y exógenos. La contundencia del apoyo a la elección de la Asamblea Nacional Constituyente es un factor exógeno que precedió a las primarias de la MUD, como también el acercamiento de dirigentes de la MUD con el chavismo en República Dominicana, justo a finales de septiembre.
Pero son más poderosos los factores endógenos que apuntan a un desánimo peligroso en los seguidores de la MUD. Las incongruencias de sus dirigentes, los cambios de postura entre violencia y show electoral de sus líderes y sobre todo las enormes expectativas frustradas que la MUD vendió a sus seguidores en un escenario de ofertas triunfales engañosas servidas en un escenario violento.
De manera que podríamos estar ante varias situaciones. La MUD podría conocer de primera mano que la posibilidad de abstención es alta y hay en consecuencia dos grupos que se han desacoplado, unos para patrocinarla y acomodarse a ella como realidad política y otros que intentan contrarrestarla para conseguir ansiadas cuotas de poder regional. Hay que observar con especial énfasis a los primeros, pues son los mismos autores de la violencia de 2014 y 2017 y que, ahora, son minoría en cuotas electorales dentro de la MUD luego de las primarias del 10 de septiembre. Son sujetos de cuidado.
Los promotores de la guarimba buscan disfrazarse otra vez de «políticos» ante sus seguidores
La abstención opositora es también un ingrediente del caldo de intervención
El desánimo electoral de los seguidores de la MUD es un espacio donde el ala violenta de la MUD se está acomodando y está patrocinando, pues ahí revisten ahora sus posibilidades políticas. Si la abstención opositora es sumamente alta y las cuotas regionales captadas por la MUD son sumamente bajas, los factores de la violencia entenderán que el «ala moderada» de la MUD también fracasó en su estrategia electoral. En consecuencia, serán proclives al desarrollo de nuevos escenarios turbulentos y nuevamente se alzarán como el pivote del liderazgo antichavista.
Sólo hay que unir los puntos para subrayar esa posibilidad. A estas alturas, actores políticos como Julio Borges y Freddy Guevara mantienen un protagonismo y una vocería activa fuera de Venezuela como actores representativos de toda la oposición. Henrique Capriles ha llamado a conformar unos «comandos anti-fraude» posicionando la tesis del «fraude electoral», pero además intentando desplegar en el terreno, de manera atomizada, grupos de choque que querrían alzarse en violencia en la coyuntura electoral.
Pero mirando fuera de Venezuela, hay peligrosas señales que vienen con malos vientos. El Senado estadounidense ha dejado sólo para la firma de Donald Trump una orden expresa al Pentágono donde les conminan a prepararse para una «intervención humanitaria» en Venezuela. La Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara Baja de Estados Unidos aprobó una resolución de «asistencia humanitaria y defensa de la gobernanza democrática en Venezuela». Este recurso legal tiene precedentes similares empleados en otros países como Siria. Consiste en el marco legal relacionado a la preparación de elementos logísticos para la introducción de pertrechos de guerra, desestabilización e intervención.
Por otro lado, pero dentro de esa misma narrativa, el almirante James Stavridis, ex comandante de las Fuerzas Aliadas de la OTAN, afirmó que «es tiempo para prepararse para una guerra civil en Venezuela». En un artículo de opinión publicado el 7 de septiembre en la revista TIME, Stavridis afirmó que la situación de Venezuela es «un potencial desastre para la región», pues está supuestamente la posibilidad de la llegada de significativos números de refugiados tanto por mar como por tierra.
Fuera de Venezuela, las reuniones previstas para la última semana de septiembre en República Dominicana entre el chavismo y la MUD fueron suspendidas por los antichavistas. La suspensión fue súbita, justo en el contexto de la promulgación de la legislación estadounidense. La decisión de la MUD tuvo a Luis Almagro desde la Organización de Estados Americanos (OEA), quien prácticamente a nombre de la oposición venezolana vociferó que no hay condiciones para el diálogo mientras el chavismo no haga entrega de «términos de transición» y entrega del poder. Un absurdo total.
No es para desestimar el llamamiento que hace el chavismo al ejercicio del voto como instrumento de paz. Quienes apuestan a los escenarios violentos esperan el fracaso de los actos democráticos para tomar espacios. La MUD, causante de desánimo y abstención de sus seguidores, reviste un papel de clara relevancia en hacer el «trabajo sucio» en el terreno que necesitan los agentes de la intervención.
Por otro lado, las pugnas internas de la MUD hacen que quienes violentamente pretendan lograr las cuotas de poder que no alcanzan por otras vías, asuman un rol más activo en empujar a Venezuela hacia un conflicto no político. Así son las ansias de poder y hasta ese punto pueden llegar los desvaríos de una mesa que tiene de todo menos unidad.
En primer lugar, los actos violentos generados por el ala más antipolítica de la MUD generaron estragos en la sociedad venezolana y colocó a la vanguardia a partidos como Voluntad Popular (VP) y Primero Justicia (PJ) como protagonistas de una llamada «insurrección y desconocimiento» de las instancias formales del Estado venezolano.
La postura no dialogante, desobediente y abiertamente confrontacionista de estas organizaciones (muchas veces mal llamadas «políticas») generó un punto alto de desestabilización política nacional, el patrocinio del injerencismo y la violencia descarnada en las calles venezolanas con un importante saldo de destrozos, daños y muertos. No obstante esa situación de desestabilización se trasladó a las filas internas de la MUD. Una vez que estos sujetos partidistas asumieran el pseudo-liderazgo de toda la oposición, se erigieron en una estrategia de golpe que fracasó, arrastrando con ellos a toda la MUD, incluso a los partidos que no tuvieron mayor protagonismo.
Desde ese punto y una vez que el chavismo persuade a estos factores para ir al ruedo electoral en pos de los cargos a gobernaciones estadales, los partidos de la MUD inscriben candidatos diferentes, generándose una alta dispersión electoral que, en teoría, sería resuelta mediante elecciones internas. El domingo 10 de septiembre las elecciones primarias de la MUD arrojaron un saldo ampliamente favorable para los partidos que no protagonizaron la violencia en primera línea. Se deduce con ello una alta abstención, enorme abstención, que tiene dos explicaciones: la abstención castigo de la militancia opositora a la «domesticación» de ir a elecciones y también la abstención por rechazo a la MUD por haber cocinado una dolorosa trama de violencia.
Dicho de otra manera, la violencia y su fracaso tuvo un impacto doble contra la MUD.
El dilema de la abstención
Ya en el preludio de elecciones regionales y en pleno auge de las actividades de la campaña, han cuajado prácticamente dos grupos de opinión dentro de la MUD. Por un lado quienes insisten en que la abstención es una vía políticamente saludable para «desconocer al régimen», a las instituciones y al Consejo Nacional Electoral. Por otro lado, los factores que afirman que el voto antichavista masivo y la capitalización de espacios políticos regionales es «una oportunidad para la oposición» en favor de desmembrar al chavismo en ejercicio de cargos.
Sobre el ánimo de los seguidores de la MUD recaen muchos factores endógenos y exógenos. La contundencia del apoyo a la elección de la Asamblea Nacional Constituyente es un factor exógeno que precedió a las primarias de la MUD, como también el acercamiento de dirigentes de la MUD con el chavismo en República Dominicana, justo a finales de septiembre.
Pero son más poderosos los factores endógenos que apuntan a un desánimo peligroso en los seguidores de la MUD. Las incongruencias de sus dirigentes, los cambios de postura entre violencia y show electoral de sus líderes y sobre todo las enormes expectativas frustradas que la MUD vendió a sus seguidores en un escenario de ofertas triunfales engañosas servidas en un escenario violento.
De manera que podríamos estar ante varias situaciones. La MUD podría conocer de primera mano que la posibilidad de abstención es alta y hay en consecuencia dos grupos que se han desacoplado, unos para patrocinarla y acomodarse a ella como realidad política y otros que intentan contrarrestarla para conseguir ansiadas cuotas de poder regional. Hay que observar con especial énfasis a los primeros, pues son los mismos autores de la violencia de 2014 y 2017 y que, ahora, son minoría en cuotas electorales dentro de la MUD luego de las primarias del 10 de septiembre. Son sujetos de cuidado.
Los promotores de la guarimba buscan disfrazarse otra vez de «políticos» ante sus seguidores
La abstención opositora es también un ingrediente del caldo de intervención
El desánimo electoral de los seguidores de la MUD es un espacio donde el ala violenta de la MUD se está acomodando y está patrocinando, pues ahí revisten ahora sus posibilidades políticas. Si la abstención opositora es sumamente alta y las cuotas regionales captadas por la MUD son sumamente bajas, los factores de la violencia entenderán que el «ala moderada» de la MUD también fracasó en su estrategia electoral. En consecuencia, serán proclives al desarrollo de nuevos escenarios turbulentos y nuevamente se alzarán como el pivote del liderazgo antichavista.
Sólo hay que unir los puntos para subrayar esa posibilidad. A estas alturas, actores políticos como Julio Borges y Freddy Guevara mantienen un protagonismo y una vocería activa fuera de Venezuela como actores representativos de toda la oposición. Henrique Capriles ha llamado a conformar unos «comandos anti-fraude» posicionando la tesis del «fraude electoral», pero además intentando desplegar en el terreno, de manera atomizada, grupos de choque que querrían alzarse en violencia en la coyuntura electoral.
Pero mirando fuera de Venezuela, hay peligrosas señales que vienen con malos vientos. El Senado estadounidense ha dejado sólo para la firma de Donald Trump una orden expresa al Pentágono donde les conminan a prepararse para una «intervención humanitaria» en Venezuela. La Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara Baja de Estados Unidos aprobó una resolución de «asistencia humanitaria y defensa de la gobernanza democrática en Venezuela». Este recurso legal tiene precedentes similares empleados en otros países como Siria. Consiste en el marco legal relacionado a la preparación de elementos logísticos para la introducción de pertrechos de guerra, desestabilización e intervención.
Por otro lado, pero dentro de esa misma narrativa, el almirante James Stavridis, ex comandante de las Fuerzas Aliadas de la OTAN, afirmó que «es tiempo para prepararse para una guerra civil en Venezuela». En un artículo de opinión publicado el 7 de septiembre en la revista TIME, Stavridis afirmó que la situación de Venezuela es «un potencial desastre para la región», pues está supuestamente la posibilidad de la llegada de significativos números de refugiados tanto por mar como por tierra.
Fuera de Venezuela, las reuniones previstas para la última semana de septiembre en República Dominicana entre el chavismo y la MUD fueron suspendidas por los antichavistas. La suspensión fue súbita, justo en el contexto de la promulgación de la legislación estadounidense. La decisión de la MUD tuvo a Luis Almagro desde la Organización de Estados Americanos (OEA), quien prácticamente a nombre de la oposición venezolana vociferó que no hay condiciones para el diálogo mientras el chavismo no haga entrega de «términos de transición» y entrega del poder. Un absurdo total.
No es para desestimar el llamamiento que hace el chavismo al ejercicio del voto como instrumento de paz. Quienes apuestan a los escenarios violentos esperan el fracaso de los actos democráticos para tomar espacios. La MUD, causante de desánimo y abstención de sus seguidores, reviste un papel de clara relevancia en hacer el «trabajo sucio» en el terreno que necesitan los agentes de la intervención.
Por otro lado, las pugnas internas de la MUD hacen que quienes violentamente pretendan lograr las cuotas de poder que no alcanzan por otras vías, asuman un rol más activo en empujar a Venezuela hacia un conflicto no político. Así son las ansias de poder y hasta ese punto pueden llegar los desvaríos de una mesa que tiene de todo menos unidad.