Tenía 18 años. El sábado iba en moto y le arrebató el bolso a una mujer. Un vehículo lo chocó y cayó. Allí, unas 50 personas fueron a pegarle. No tenía armas ni antecedentes. Agonizó tres días y murió.
El cuerpo vencido, desarticulado, está tendido sobre el pavimento. Junto a él quedó en pie una motocicleta roja. Las zapatillas azules, una bermuda a rayas y un buzo blanco manchado de sangre son parte de una escena macabra. Quien está tendido en el piso tiene 18 años. Vecinos del barrio Azcuénaga, en la zona Oeste de Rosario, lo golpearon el sábado a la tarde hasta dejarlo en coma. Murió el martes a la noche.
En el lugar cuentan que todo comenzó cuando algunas personas salieron en defensa de una chica de 21 años que caminaba junto a su hija de 2 y a la que dos motochorros –uno de ellos, el que recibió la paliza– le arrebataron el bolso.
Los ladrones recorrieron 50 metros hasta que los atraparon sobre la cortada Marcos Paz. Una versión indica que una camioneta colaboró en la persecución y los chocó. Uno logró huir. El otro, identificado como David Moreyra, fue rodeado por un grupo de personas que se fueron sumando para pegarle. Cada vez más. En el barrio hablan de al menos 50 vecinos enardecidos, que le dieron una paliza feroz.
Moreyra sufrió un severo traumatismo de cráneo con pérdida de masa encefálica. Nunca pudo recuperarse desde que ingresó al Hospital de Emergencias Clemente Alvarez.
La Policía confirmó que la víctima no tenía antecedentes delictivos ni estaba armada. Alberto, su padre, jura que los vecinos lo confundieron.
“Se levantaba a las 5.30 para trabajar. Era peón de albañil. ¿Cómo puede ser esto? ¿Qué somos, animales?”, se preguntó, en diálogo con LT3.
El adolescente tenía tres hermanos de 8, 13 y 15 años. “Jamás estuvo preso. Averigüen todo lo que sea. El no tocaba un centavo. No pueden decir que ha hecho un hurto. Es imposible. Se han equivocado de persona. Entiendo la situación que vivimos de violencia, pero tampoco puede ser esto de que injustamente agarren a cualquiera y lo maten como a un animal”, se quejó entre llantos el padre de Moreyra.
Para la Justicia, la secuencia es aún imprecisa, aunque dan por seguro que el chico era uno de los ladrones de la moto. El fiscal de Homicidios Dolosos que investiga el caso, Florentino Malaponte, no logró identificar a ninguno de los que golpeó al joven. Podría imputarles homicidio simple . Malaponte descartó que exista “un pacto de silencio” entre los vecinos. Remarca incluso que fue la gente del barrio la que insistió para que la Policía apurara su llegada e interviniera.
Azcuénaga es un típico barrio de clase media trabajadora. Prolijas casas bajas, comercios, tránsito fluido. Una zona cercana al macrocentro de la ciudad, pero que no está excluida de los problemas de inseguridad. Esa realidad es la que empujó a un grupo de jóvenes desocupados a ofrecer un servicio de patrullaje informal, entre las 23 y las 6. Son cinco muchachos. Cobran a comerciantes y vecinos lo que, a voluntad, quieran entregarles.
Milton es uno de los que hace ronda por el barrio desde hace dos años. “La gente nos llama porque se siente muy insegura. Y para evitar que pasen cosas como éstas. Que arrebaten, que la gente sea la que tenga que defenderse”, explica. “En este caso no creo que hayan querido matar.
Por ahí la situación se fue de las manos ”, dice.
recorrió el barrio y las opiniones sobre lo que configura un típico caso de justicia por mano propia estaban divididas. Melisa y Rocío son dos jóvenes mamás que viven hace un año en una casa ubicada en la esquina de Liniers y Marcos Paz, a 50 metros de donde ocurrió el episodio del sábado. Dicen que los robos y arrebatos son parte del paisaje diario. Se quejan por la falta de policías.
Cuentan, como ejemplo, que Moreyra estuvo a merced de los agresores una media hora, entre las 16.30 y las 17.
“Venía gente de todos lados a golpear al chico. Pasaban autos, taxis, motos. Se bajaban y le pegaban, lo pateaban, lo escupían. Todos los vecinos mirábamos”, aseguran. “Algunos vecinos se acercaban y pedían que no le pegaran más. Pero muchos estaban desencajados. No hacían caso ”, agregan.
Las opiniones sobre lo sucedido están dividas en Azcuénaga. “No queda otra que defenderse. Hay mucho miedo y bronca. Por eso pasan estas cosas”, explican las jóvenes. Oscar González, titular de la vecinal, repudió el episodio, dijo que el barrio “no lo convalida” y que tiene la certeza de que quienes participaron de la golpiza habrán sentido “un enorme arrepentimiento” al enterarse de la muerte del joven.
Colaboró: Andrés Actis
El cuerpo vencido, desarticulado, está tendido sobre el pavimento. Junto a él quedó en pie una motocicleta roja. Las zapatillas azules, una bermuda a rayas y un buzo blanco manchado de sangre son parte de una escena macabra. Quien está tendido en el piso tiene 18 años. Vecinos del barrio Azcuénaga, en la zona Oeste de Rosario, lo golpearon el sábado a la tarde hasta dejarlo en coma. Murió el martes a la noche.
En el lugar cuentan que todo comenzó cuando algunas personas salieron en defensa de una chica de 21 años que caminaba junto a su hija de 2 y a la que dos motochorros –uno de ellos, el que recibió la paliza– le arrebataron el bolso.
Los ladrones recorrieron 50 metros hasta que los atraparon sobre la cortada Marcos Paz. Una versión indica que una camioneta colaboró en la persecución y los chocó. Uno logró huir. El otro, identificado como David Moreyra, fue rodeado por un grupo de personas que se fueron sumando para pegarle. Cada vez más. En el barrio hablan de al menos 50 vecinos enardecidos, que le dieron una paliza feroz.
Moreyra sufrió un severo traumatismo de cráneo con pérdida de masa encefálica. Nunca pudo recuperarse desde que ingresó al Hospital de Emergencias Clemente Alvarez.
La Policía confirmó que la víctima no tenía antecedentes delictivos ni estaba armada. Alberto, su padre, jura que los vecinos lo confundieron.
“Se levantaba a las 5.30 para trabajar. Era peón de albañil. ¿Cómo puede ser esto? ¿Qué somos, animales?”, se preguntó, en diálogo con LT3.
El adolescente tenía tres hermanos de 8, 13 y 15 años. “Jamás estuvo preso. Averigüen todo lo que sea. El no tocaba un centavo. No pueden decir que ha hecho un hurto. Es imposible. Se han equivocado de persona. Entiendo la situación que vivimos de violencia, pero tampoco puede ser esto de que injustamente agarren a cualquiera y lo maten como a un animal”, se quejó entre llantos el padre de Moreyra.
Para la Justicia, la secuencia es aún imprecisa, aunque dan por seguro que el chico era uno de los ladrones de la moto. El fiscal de Homicidios Dolosos que investiga el caso, Florentino Malaponte, no logró identificar a ninguno de los que golpeó al joven. Podría imputarles homicidio simple . Malaponte descartó que exista “un pacto de silencio” entre los vecinos. Remarca incluso que fue la gente del barrio la que insistió para que la Policía apurara su llegada e interviniera.
Azcuénaga es un típico barrio de clase media trabajadora. Prolijas casas bajas, comercios, tránsito fluido. Una zona cercana al macrocentro de la ciudad, pero que no está excluida de los problemas de inseguridad. Esa realidad es la que empujó a un grupo de jóvenes desocupados a ofrecer un servicio de patrullaje informal, entre las 23 y las 6. Son cinco muchachos. Cobran a comerciantes y vecinos lo que, a voluntad, quieran entregarles.
Milton es uno de los que hace ronda por el barrio desde hace dos años. “La gente nos llama porque se siente muy insegura. Y para evitar que pasen cosas como éstas. Que arrebaten, que la gente sea la que tenga que defenderse”, explica. “En este caso no creo que hayan querido matar.
Por ahí la situación se fue de las manos ”, dice.
recorrió el barrio y las opiniones sobre lo que configura un típico caso de justicia por mano propia estaban divididas. Melisa y Rocío son dos jóvenes mamás que viven hace un año en una casa ubicada en la esquina de Liniers y Marcos Paz, a 50 metros de donde ocurrió el episodio del sábado. Dicen que los robos y arrebatos son parte del paisaje diario. Se quejan por la falta de policías.
Cuentan, como ejemplo, que Moreyra estuvo a merced de los agresores una media hora, entre las 16.30 y las 17.
“Venía gente de todos lados a golpear al chico. Pasaban autos, taxis, motos. Se bajaban y le pegaban, lo pateaban, lo escupían. Todos los vecinos mirábamos”, aseguran. “Algunos vecinos se acercaban y pedían que no le pegaran más. Pero muchos estaban desencajados. No hacían caso ”, agregan.
Las opiniones sobre lo sucedido están dividas en Azcuénaga. “No queda otra que defenderse. Hay mucho miedo y bronca. Por eso pasan estas cosas”, explican las jóvenes. Oscar González, titular de la vecinal, repudió el episodio, dijo que el barrio “no lo convalida” y que tiene la certeza de que quienes participaron de la golpiza habrán sentido “un enorme arrepentimiento” al enterarse de la muerte del joven.
Colaboró: Andrés Actis